El corazón de Australia: Uluru

Las estrellas de pronto se convirtieron en sueños. El aire se transformó en la mano que acaricia un rostro descansando en una bolsa de dormir y el sonido lejano de los insectos del desierto permutó en una apacible canción de cuna. A las 4:30 de la madrugada sonó el despertador. La noche que transcurrió a la intemperie en el campamento de Yulara, Territorio del Norte, Australia, había terminado, aunque todavía faltaba una hora y media para que comenzara a salir el sol.

Antes del amanecer el paisaje es engañoso, parece que no existe formación alguna en el desierto: la oscuridad es penetrante. Pero conforme la luz se devela, Uluru (llamada Ayers Rock por el topógrafo y explorador inglés William Goose), se empieza a definir en el horizonte, primero como una roca gigantesca sin forma ni color, después como un enorme corazón rojo que irrumpe entre arena, matorrales e incredulidad ante la belleza y asombro al demostrar la imponencia de la naturaleza ante los pequeños hombres que sólo la admiran e interpretan.

Uluru 2. Monica Soto Icaza
Uluru después de la salida del sol

Ayers Rock es el monolito más grande del mundo (el segundo es la bella Peña de Bernal, en el estado mexicano de Querétaro). Localizado en el Territorio del Norte de Australia, la hermosa mole de arenisca tiene una altura de 348 metros, 3.6 kilómetros de largo, dos de ancho y 9.2 de circunferencia; se ha estimado que por lo menos dos terceras partes de la roca se encuentran debajo de la superficie y que se formó en el fondo del mar hace alrededor de 600 millones de años.

Uluru 3. Monica Soto Icaza
Uluru al amanecer

Al amanecer Uluru es café, sus formas están contorneadas únicamente por los relieves que sufrió hace millones de años; pero mientras más sube el sol hacia el cenit, un color rojo intenso se va apoderando de cada centímetro del llamado corazón de Australia, dotándolo de los claroscuros mágicos que hacen comprender por qué los aborígenes lo eligieron como un lugar sagrado.

Hay varias opciones para acercarse a la Roca: escalarla, caminar alrededor de ella o dar uno de los paseos que se ofrecen (Mala Walk, Mutitjulu Walk y Liru Walk), los cuales varían en distancia y se eligen según los sitios sagrados que deseen visitarse. La cuestión de escalarla o no la eligen los aborígenes, porque en días sagrados o cuando hay mucho viento el ascenso está clausurado para los turistas, aunque los Anangu, poseedores originales de Uluru, piden a los visitantes que respeten el sitio sagrado y no la escalen. También hay tours en helicóptero o la cena “Los sonidos del silencio”, donde un guía explica los misterios del lugar y las constelaciones.

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Captura de pantalla de Uluru desde Google Maps

La caminata de 10 kilómetros alrededor de Ayers Rock es el paseo más común. Durante ella se pueden apreciar formas excéntricas y caprichosas, además de escuchar el sonido del viento entrar en cuevas y formas y salir emitiendo un sonido fuerte que combina a la perfección con el silencio y el canto de algún pájaro.

Por cuestiones tradicionales, los aborígenes prohíben tomar fotografías de algunos lugares y hay cuevas donde pueden entrar sólo hombres o nada más mujeres, para no hacer enojar a los espíritus que habitan ahí, que conceden años de mala suerte a los infractores; así que es necesario ir al centro de Australia para apreciar formas que de otra manera jamás se podrán ver, como mágicas pinturas rupestres, bordes, hondonadas y pequeñas cascadas. Para muchos esta situación es molesta, el primer impulso es querer compartir lo que se mira, pero los aborígenes tienen sus fundamentos y es positivo que los visitantes respeten las creencias de una cultura ancestral necesaria para conocer las raíces de los australianos.

A 32 kilómetros de Uluru se encuentra otro de los íconos del país, The Olgas o Kata Tjuta, compuesto por 36 enormes monolitos. Su formación más alta, Monte Olga, se levanta 546 metros del suelo. Uluru y Kata Tjuta son las dos maravillas que forman parte del Parque Nacional que lleva su nombre.

Uluru. Monica Soto Icaza
Incendio en el desierto de Australia: el sol enciende los matorrales secos. A lo lejos se ve Kata Tjuta

El camión se alejó de Uluru a las tres de la tarde. Todos los integrantes de la expedición se miraban con las palabras de admiración contenidas en el cuerpo. La roca los había dejado con la mente habitada, pero los labios en silencio: el poder de los espíritus ancestrales que rodean su misticismo es irresistible al estar frente a ella y tocarla.

Uluru 4. Monica Soto Icaza
Vista del desierto australiano, con The Olgas de fondo

*Reportaje publicado originalmente en la Revista Época de México, el 12 de mayo de 2003.

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