Confesiones de una escritora auto-publicada

Me hice mi primer libro a los 20 años pensando en que algún día una importante editorial me publicaría alguna novela y me volvería una escritora famosa. En esa época no podría imaginar que me convertiría en una autora auto-publicada por convicción, y menos que veinte años después disfrutaría del placer de mirar la historia que he construido y sonreír ante la infinidad de trasgresiones que he cometido e hicieron nacer a esta mujer de 40 años y deleite infinito.

Me gusta ser una escritora de las lectoras, de mis lectores. Lo más emocionante que puede sucederme es saber que alguien experimente alegría, libertad, furia con una historia, que se asombre con un inicio o un desenlace, que me escriba al terminar de leer para compartir conmigo ideas y sensaciones.

Me gusta ser una provocadora innata. Desde niña me ocupé de hacer, por eso, cuando en la adolescencia leí el libro sobre un hacedor, definí un futuro construido sobre la valentía, el atrevimiento, fuera de zonas de confort.

Me gusta conocer las partes de atrás de los centros comerciales entregando libros en librerías (he descubierto que mientras más bonita y lujosa es la plaza de compras, más feas son sus catacumbas); hacer fila, con vestido y tacones, junto a mensajeros y choferes para entregar libros; sencillamente porque si me espero a que alguien lo haga por mí, o a tener el éxito económico con mis libros para lograrlo, el tiempo sigue pasando, los sueños se van alejando y las posibles realidades se hacen imposibles poco a poco.

Por eso ver mi libro en una mesa de novedades de una librería o en un estante me inyecta un pasón de adrenalina que me lleva a volverme adicta a hacer, hacer y hacer lo que más me gusta: escribir historias, releerlas, corregir las publicables, congraciarme con las no publicables (las coloco en la computadora en una carpeta llamada “textos random”); formar colecciones de poesía, de cuentos, proyectar los posibles nombres, imaginar el formato del libro (tengo predilección por los ejemplares fuera de formato); buscar la imagen de portada perfecta (ya sea una fotografía tomada por mí, o la obra de alguien más); hacer la formación; escribir los textos editoriales; mandar diseño de interiores y portada por WeTransfer a la imprenta de Fernando (tengo once años trabajando con Impresos Morales, que usa tintas amigables con el medio ambiente porque Fer es Ingeniero Ambiental); comprar el papel (las señoritas del mostrador y yo hemos envejecido al mismo tiempo, el otro día se asombraban de lo grandes que están mis hijos: me conocieron aún soltera); recoger los interiores de la imprenta, llevarlos a encuadernar con Antonio (quien lleva colaborando conmigo 15 años, y ahora no nada más es mi proveedor de doblez y encuadernación, sino un amigo invaluable junto con su esposa y sus tres hijos, a quienes vi graduarse de la Universidad); ir a recoger los libros con la emoción de conocerlos (claro, cuando no se me ocurre hacer ediciones que tengan que ser terminadas a mano, adivinen por quién); después hacer cartas de propuesta para venta en librerías; armar boletines de prensa; entregar todos esos documentos en empresas y medios de comunicación; llevar libros a las sucursales de Gandhi, El Sótano y el Fondo de Cultura Económica, las tres librerías que me han abierto las puertas, gracias a Toño Cerón, Luz Elena Silva e Israel Taboada, y todo lo demás que es necesario para que los libros tengan la posibilidad de llegar a las manos de la mayor cantidad posible de lectores.

Sé que a muchos escritores no les gusta hablar del esfuerzo que trasciende la escritura. Sé que para muchos resulta humillante vender sus propios libros, entregar sus propias invitaciones, servir el vino en sus presentaciones. Sé que muchos se sienten frustrados con sus editores, con sus colegas, pero hablar del trabajo detrás de dar a conocer un libro nos pone como comunidad en una dimensión distinta a los ojos de quienes nos hacen el regalo de leerlos.

Cuando quieres dedicarte a escribir, no basta con tener mucho talento, tiempo para escribir y encontrar quien te publique tu libro, sino tienes que buscar que la gente tenga tus ejemplares en las manos, que los lean, no puedes darte el lujo de no involucrarte.

Sé bien los sacrificios de no buscar un camino más institucional, uno donde tuviera el cobijo de empresas públicas o privadas, y más en un país donde la mayoría de la gente venera la fama, a las grandes corporaciones, y menosprecia la independencia. Pero no me importa. Yo vivo encantada con el placer de crear nuevos esquemas, con la satisfacción del esfuerzo, y sobre todo, con el valor de mi libertad. Cada logro, por pequeño que sea, me permite conocer la gloria.

Si alguna vez has leído uno de mis libros, has invertido tu dinero, tu tiempo, un fragmento de tu vida con los ojos sobre mis líneas, me has invitado a hablar de ellos o los has recomendado, tienes que saber que cuentas para siempre con mi aprecio y mi gratitud. Cada libro en tus manos es una recompensa a esta lucha por sembrar lo impensable y cosechar lo posible.

Mónica Soto Icaza

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2 Comentarios

  1. Totalmente cierto, “uno escribe a base de ser un minero de sí mismo” (el muy extrañado José Luis Sampedro), respeto y admiro mucho tu trabajo y eso que sólo me he leído “Tacones en el armario” de tu autoría aunque tú eres una escritora trascendental, basta con tener una cucharada de tu libertad en la boca para cerciorarse de que la sopa es extensa… Desconozco si ya has publicado un libro en el que menciones sobre la importancia de la transgresión en el “gran mundo editorial” en el que vivimos y nos vemos rodeados… Primero hay que ser escritor, saber serlo, desarrollarse y posteriormente ser publicado (la fama se puede convertir en una prisión… así que hay que ser precavidos) me parece un pensamiento importante que relatas y vigente que se tiene que abordar…

    En la educación se abordan ambos “usos editoriales”, la autopublicación y la publicación oficial y en ambas se ve un desarrollo, las políticas en general buscan satisfacer toda la ausencia que la tecnología ha tenido en nuestros espacios educativos sin preguntarse el cómo, que me parece muy peligroso… Me da gusto que estés bien y sigas adelante, mucho éxito.

  2. Esa emocion que trasmites, esas vivencias que te hacen ser lo que eres, ese sentirte en cada frace que recorre la mirada y nos transporta a mundos que nos permites descubrir. Eso es lo que te agradesco y reconozco como una gran escritora. Gracias por compartir, gracias por tu existencia compartida. Gracias.

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