Una de las anécdotas más famosas de la literatura y objeto de las más diversas y alocadas interpretaciones, este #ViernesDeLectura recomiendo La metamorfosis, de Franz Kafka.
Una mañana Gregorio Samsa despierta. En vez de levantarse temprano, como todos los días, para tomar el tren a tiempo, como siempre, se sorprende: se le ha hecho tarde. Al impulsar el cuerpo para alcanzar la horizontal descubre que ha perdido agilidad, algo de claridad mental y que sus múltiples patitas, frágiles, cortas, moviéndose cada una en una dirección distinta y vueltas hacia el techo, son inútiles para lograr su objetivo de ponerse de pie. Eso sin contar la espalda: pesada, curva, colocada dolorosa e incómoda sobre el colchón.
Con su literatura Kafka torció las cotidianidades. Rebelde, enamoradizo, de salud frágil, creó una obra de múltiples lecturas y dimensiones. En apariencia simples, sus historias apelan a ser completadas con la imaginación del lector, que verá en ellas fantasía o pesadillas.
La metamorfosis es, a mi entender, una crítica a la deshumanización del trabajo, donde somos útiles mientras nos alineemos, y reemplazables al desaparecer o no convenir a ajenos intereses.
Es un libro que hay que leer con un antiemético a un lado y al otro lado el regocijo de compartir algunas horas con páginas imperecederas, de las más geniales escritas en el siglo XX.