Todo creador experimenta el terror ante la hoja en blanco en algún momento de la vida, esa imposibilidad de escribir, trazar, poder escuchar, imaginar un “algo” que valga la pena compartir con los demás para justificar ese tiempo frente al cuaderno de notas, que para los demás podría ser tiempo perdido.
Esa es una de las premisas del libro que recomiendo hoy, El libro vacío, de la mexicana Josefina Vicens, una de las dos novelas que la autora publicó y bastaron para convertirla en un clásico.
José García, oficinista aspirante a escritor, adquiere dos cuadernos: en el primero escribirá apuntes, notas, ideas que después pasará el limpio en el segundo, cuando ya se hayan convertido en dignas de la historia que configure un libro que lo lleve a la fama, o por lo menos que satisfaga sus ganas de escribir.
Lo que José no puede controlar es su falta de ideas, o más bien, las tantas ideas que vienen a su cabeza y le atan la inspiración, y lo llevan a desear abandonar la empresa, con el problema de que, aunque no quiere escribir, quiere dejar de hacerlo, no nada más no hacerlo, lo cual es algo parecido, pero para nada lo mismo.
El libro vacío es una burla filosófica a los miedos, a las reservas, a tomarse tan en serio, al tiempo perdido entre esperas de mejores oportunidades. Un libro entrañable en el que podemos encontrarnos, porque en cada persona que existan deseos, también habita el miedo a fracasar en el intento, y Josefina Vicens lo retrató en palabras en este libro indispensable de la literatura mexicana.
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