Carta abierta a la mujer que me acosó durante 16 meses y amenazó mi integridad y la de mis hijos

“La vida se encoge o expande en proporción al coraje de uno”.

Anaïs Nin

Estimada mujer,

En abril de 2018 irrumpiste en mi vida. Primero en forma de mensajes insultantes, después intentando sabotear mis redes sociales, luego con amenazas a mi integridad y la de mi hija de nueve años. Esto no es algo que deba contarte, tú sabes que cuando llegabas al trabajo, a la hora de la comida y en ocasiones antes de irte te dedicabas a revisar qué había escrito en Twitter y Facebook, buscar en tu repertorio de insultos los que mejor se acomodaran a mis publicaciones e invertir tu tiempo y energía en hacerme saber tus opiniones sobre mi forma de vestir, mi edad, mi trabajo, mi vida privada.

No es sencillo abrir todos los días el correo electrónico y encontrarte una mentada de madre más, mucho menos cuando había días en que eran cinco, ocho, trece, dieciocho, veinticinco. Lo que nunca entendiste es que eso que me decías a mí en realidad lo pensabas sobre ti misma. Como dijo la gran Anaïs Nin: “No vemos las cosas como son, las vemos como somos nosotros”.

Soy escritora, persona pública (y púbica, no es ningún secreto), escribo de erotismo, de sexo, y entiendo que esos temas generan cierto escozor en algunas personas. Tengo bien claro que no soy perfecta, que como todas las personas he cometido muchos errores, pero tengo esa misma certeza para saber que a ti solo te he dado mi cariño, gratitud, sonrisas; contigo solo he compartido risas, abrazos, cordialidad, y justo por eso al enterarme que eres tú quien estuvo detrás de esa pantalla con la intención de lastimarme entré en una vorágine de emociones encontradas: tristeza, rabia, decepción, incredulidad.

No sé qué te motivó a hacerlo. No sé por qué eliges vivir de esa manera, atacando al prójimo por puro deporte, por puro resentimiento, por pura envidia. O porque no tienes nada mejor qué hacer. Pero no lo creo. La mujer que tú eres y yo conozco es una profesionista exitosa, con un trabajo estable, un matrimonio feliz, una gran familia que ha tenido en la unión y el respeto los máximos atributos; la mujer con la que crecí es bella, con unos ojos espectaculares y un cuerpo exuberante que roba miradas y detiene el tráfico.

Por eso hoy quise escribirte, para recordarte que los rencores que guardamos nos lastiman a nosotros, no a quienes los reciben, que los malos deseos nos rebotan y terminan dañándonos más a nosotros que a quienes teníamos la intención de quitarle el sueño.

Hoy quiero decirte mil cosas, pero la principal es recordarte esa increíblemente preciosa e inteligente mujer que eres, la que bailaba más sexy en las fiestas, la que sonreía con felicidad y frescura, la que fue tan lista que esperó a casarse hasta que se supo segura, decidida y convencida, a pesar de tener una lista de pretendientes extensa. La que tiene trabajando tantos años en la misma empresa porque es alguien valorada y querida por propios y extraños.

En octubre del año pasado puse una denuncia ante la Procuraduría General de la República (hoy Fiscalía General de la República). Lo hice porque de pronto tus mensajes de odio comenzaron a ser amenazas. Tú bien sabes que tengo dos hijos, una niña y un niño. Lo sabes porque los conoces. También sabes que soy divorciada. Lo sabes porque fuiste a mi boda, porque fui a tu boda con mi marido, porque al separarme le conté a todos lo sucedido.

Tú aprovechaste esa información para hacerme daño, para crear miedo, para provocar que yo dejara de ser quien soy. Pero eso es imposible. A pesar del temor, yo seguí haciendo mi vida, continué publicando mis poemas, mis fotos, todo como si nada sucediera. Lo hacía con miedo, claro, pero continuaba. Y la denuncia avanzaba.

No sé qué te sucedió para amenazar con violar y matar a una niña de nueve años solo por la ocupación de su madre. Claro que cumpliste tu objetivo de provocarme miedo, culpa, todo lo que querías… pero no contaste con que parte de mi mensaje hacia las mujeres es de fuerza, independencia, contra la violencia, y por eso no podía dejar de denunciar a quien resultara responsable. Tampoco sabías que soy la persona más miedosa que conozco, pero que el miedo a mí me sirve de gatillo: soy una miedosa muy valiente.

Hoy reconozco el trabajo de todos los Ministerios Públicos que me escucharon, de los fiscales de la FGR que hicieron su trabajo de forma tan impecable que logramos dar contigo mediante los recursos materiales y humanos con los que ellos cuentan. Hoy me siento un poco más segura en las calles, en mi propia casa porque ellos adquirieron el compromiso de llegar hasta el fondo del asunto, y lo lograron.

Ignoro cómo terminará todo esto. De corazón deseo que sea de la mejor manera posible. Creo que en el mundo hay tanta porquería que necesitamos evitar más violencia de todas las formas que estén a nuestro alcance, procurar que el camino esté adornado con armonía y libertad.

También ignoro cómo terminar esta carta, por eso solo voy a agradecerte por haberme hecho recordar mi fuerza, mi tenacidad, mi capacidad de enfrentar las dificultades de la vida con dignidad y coraje. Gracias por hacerme ver de nueva cuenta que uno decide cómo utiliza lo negativo para aprender y crecer.

Mónica Soto Icaza

Diciembre 1, 2019.

 

Foto: Artem Beliaikim

El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde #LibrosQueMeGustan

Es bien sabido que al interior de todo ser humano habita una dualidad luz-oscuridad que se manifiesta según la voluntad o los instintos; así como podemos ser buenas personas, también nos es natural ser miserables: la manera en que interactuamos con el mundo, para individuos mentalmente sanos, depende de la capacidad de elección.

De este tema sencillito y carismático trata El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, una novela gótica de Robert Louis Stevenson publicada por primera vez en 1886 que se encuentra clasificada tanto como thriller psicológico, como drama, misterio, horror y ciencia ficción. Todo eso en apenas unas cien páginas (depende de la edición que leas).

Con una narración estructurada como una consecución de habladurías, el autor va desentrañando la intriga para llegar a un desenlace inesperado, de esos que te dejan de un humor extraño al terminar las páginas.

El libro es un clásico de la literatura universal que yo recomiendo leer porque para mí las obras más valiosas son aquellas que nos asombran y son memorables sin necesidad de grandes pretensiones, las historias que, como esta, sacan al lector sin piedad de la zona de confort.

Nos leemos y escuchamos el próximo #ViernesDeLectura con otra recomendación de #LibrosQueMeGustan

Jantipa #LibrosQueMeGustan

Si yo pronuncio “Sócrates” en la mente de cualquier persona de mediana cultura general aparecerá la antigua Grecia, la filosofía, el “yo solo sé que no sé nada”. Tal vez algunos piensen en la mayéutica, en grandes ideas, pero definitivamente pocos harán referencia a su ojo que se iba de paseo, a su mal aspecto, a su descuido personal. Y mucho menos pensarán en su vida sentimental.

Jantipa, novela de María Elena Sarmiento, habla de la esposa de Sócrates, una mujer de carácter difícil, indomable, quien, adelantadísima a su época, ya intuía que la relación de hombres y mujeres era injusta, por más que todos a su alrededor actuaran de esa manera.

La historia es intensa y fluida. La autora creó una ficción histórica que mantiene una tensión narrativa difícil de abandonar, al tiempo que consigue que el lector genere empatía con el personaje principal que adoró y sufrió al amor de su vida en la misma proporción. Además, María Elena es una mujer que investiga y se involucra profundamente con sus personajes.

Por eso este #ViernesDeLectura les recomiendo esta novela, a esta Jantipa, para no olvidar los contrastes del amor, que son los mismos que los contrates de los individuos que tenemos que cohabitar en este mundo, y como Sócrates, encontrar belleza en él, a pesar de sus imperfecciones.

Momo #LibrosQueMeGustan

Este #ViernesDeLectura quiero recomendar uno de esos libros encantadores que cuando los lees se quedan siempre en la memoria: Momo, del escritor alemán Michael Ende, famoso por ser el autor de La historia interminable, obra que los cuarentones conocemos muy bien porque en ella está basada la película La historia sin fin, que hizo época.

Publicada en 1973, Momo es un clásico por la vigencia de su historia y sus emociones. El título completo es: Momo, o la extraña historia de los ladrones de tiempo y de la niña que devolvió el tiempo a los hombres.

La protagonista es una niña que vive sola en una gran ciudad. Es muy especial porque posee una cualidad difícil de encontrar en el mundo de prisa y adicción al trabajo productivo: sabe escuchar, por eso sus amigos animales y humanos la quieren y la cuidan… hasta que de pronto ya casi nadie tiene tiempo para ella y cada vez se va quedando más sola.

Esta heroína, junto con Casiopea, la tortuga que puede adivinar lo que sucederá, se enfrenta a pequeñas batallas contra los hombres grises, unos seres que empiezan a aparecer en la vida de la gente y los convencen de ahorrar tiempo, diciéndoles que los momentos de contemplación, de juego, de convivencia con la familia y amigos les restan productividad. Así se genera una sociedad con cosas, sin espíritu y de gente triste con prisa.

Este es un libro catalogado como novela juvenil por su naturaleza fantástica, pero como El Principito debería ser una lectura obligada, sobre todo cuando los adultos olvidamos que en realidad no somos tan importantes y sobre todo, que el tiempo que no compartimos con la gente que amamos por estar distraídos con personas, cosas o situaciones sin verdadera trascendencia para nuestra vida no va a volver jamás.

Estoy segura que todos conocemos a alguien a quien le urge leerla (si no es que a nosotros mismos).

Con esto me despido, pero nos vemos el próximo viernes con otra recomendación de #LibrosQueMeGustan

Frida Kahlo #homenaje

“Yo quiero construir. Pero no soy sino una parte insignificante pero importante de un todo del que todavía no tengo conciencia.”

Frida Kahlo

 

Rebelde por naturaleza y apasionada de la vida. Así fue Frida Kahlo, una de las mujeres más influyentes en la historia de nuestro país. Podría asegurar que es hoy en día el rostro femenino más evocado en el imaginario universal cuando se escucha la palabra “México”.

Para las mujeres mexicanas Frida es más que una representante de nuestro arte, y es definitivamente mucho más que la esposa de Diego Rivera. Para nosotras su nombre es sinónimo de libertad, de oportunidad, de trascendencia. ¿Cómo no ser fuente de inspiración, si en 1922 fue una de las 35 mujeres de entre dos mil alumnos del sexo masculino de la Preparatoria Nacional de México?

Su famosa frase “¿Pies, para qué los quiero, si tengo alas para volar?” es un reflejo de su espíritu guerrero. Después de haber sufrido poliomelitis en la infancia, y el terrible accidente que la paralizó durante meses, a los 18 años, pudo haber escrito una historia muy distinta para su propia vida. Pero ella optó por lo extraordinario.

“Todo puede tener belleza, aún lo más horrible”, dijo. Y vaya que hablaba con conocimiento de causa. ¿Habrá alguna vez imaginado que lo peor que le había sucedido, terminaría haciéndola trascender al tiempo? Su amor y pasión por el gran compañero de su vida, Diego Rivera, también la coloca entre los amores épicos del mundo, como el de Sartré y Beauvoir, Helena y Paris, Marco Antonio y Cleopatra… A Diego le escribió cartas arrebatadas, sin censura, vivía su relación como lo más hermoso y lo más terrible, pero lo que quiero rescatar es esa franqueza ante la vida que ojalá nos atreviéramos a experimentar para disfrutar del gozo que representa despertar cada día.

Cito un fragmento de una carta: “Mi amor, hoy me acordé de ti. Aunque no lo mereces tengo que reconocer que te amo. Cómo olvidar aquel día cuando te pregunté sobre mis cuadros por vez primera. Yo chiquilla tonta, tú gran señor con mirada lujuriosa…”

Definitivamente los grandes amores hacen milagros, y así, entre los dos mayores accidentes de su vida, encontró su camino. Pasaba tanto tiempo acostada que empezó a pintar; pasaba tanto tiempo pintando sola que comenzó a pintarse a sí misma. Su gesto en los autorretratos era siempre duro, sus imágenes impactantes, de interpretaciones tan diversas como existen criterios, como se pueden encontrar puntos de vista. ¿Quién no se ha parado frente a “Las dos Fridas” buscando algo nuevo? ¿Quién no lo ha encontrado?

Para André Bretón “El trabajo de Frida Kahlo es la mecha de una bomba”. Al conocerse, la invitó a París a exponer. A esto Frida respondió: “Realmente no sé si mis pinturas son surrealistas, pero sí sé que son la más franca expresión de mí misma, sin tomar jamás en consideración ni juicios ni prejuicios de nadie. He pintado poco, sin el menor deseo de gloria ni ambición, con la convicción de, antes que todo, darme gusto y después poder ganarme la vida con mi oficio”. Y más adelante apuntó: “Creían que yo era surrealista, pero no lo era. Nunca pinté mis sueños. Pinté mi propia realidad”.

Tanto significa para las mujeres mexicanas porque rompió estereotipos. Su libertad nos liberó a todas. Su arrojo nos puso a todas un pie al borde del abismo. El testimonio de su vida nos hizo saber que hasta lo imposible puede cambiar de realidad, porque fue la primera artista mexicana en exponer su obra en el Museo de Louvre.

Termino con una de las últimas frases que escribió en su diario antes de morir:

“Recuerda que cada (tic tac) es un segundo de la vida que pasa y que no se repite, hay en ella tanta intensidad, tanto interés, que sólo es el problema de saberla vivir. Que cada uno la resuelva como pueda”.

Definitivamente en su presente, Frida se pintó alas para el futuro.

 

Oda a las canas #reflexión #noficción

Los 40 son la nueva adolescencia. Lo afirmo con la contundencia de mi tránsito por los últimos meses rumbo al inicio de la quinta década de mi vida. Como cuando te cambia la voz o empiezas a detectar que comienzan a crecer delicados vellos donde antes todo era piel tersa, de pronto al peinarte descubres un grueso pelo blanco en el copete, en franca rebeldía a la textura, el color y la dirección de los demás, o al tomarte una selfie en picada con bikini te das cuenta que hay un exceso de carne alrededor del ombligo, y ya no desaparece con cien abdominales, como antes.

A los 40 vuelves a cuestionarte todo, con la ventaja de que ahora sí te has equivocado tanto que si no tienes certeza de qué quieres, por lo menos sabes qué es lo que no estás dispuesta a tolerar; como en la adolescencia, caes en la cuenta de que necesitas comerte al mundo, pero ahora con la certidumbre de que, por estadística, probablemente estás en la mitad del camino (la esperanza de vida en México es de 75.5 años según el INEGI –dato de 2018–), así que vuelve esa urgencia por probar, aventurarte, por serle fiel a esa idea de que “más vale arrepentirte de lo que hiciste, que de lo que dejaste de hacer”.

Pero lo mejor de los 40 es esta sensación de libertad, de haber dejado atrás los dolores viejos o los enconos rancios; esta facilidad con la que abrazas incluso hasta a quienes te hicieron daño en algún momento. A esta edad las hormonas siguen haciéndote bullying, pero como ya conoces su potencial de destrucción, has aprendido a negociar con ellas, y también, por qué no, a gozar de las crestas y derrumbes que juegan con tu estado de ánimo continuamente.

Así es como día a día celebro la aparición de otra cana o de una sonrisa más pronunciada al costado de los ojos, y me regocijo en el ejemplo de las mujeres que abrazan con alegría las transformaciones de su cuerpo, pero sobre todo, la plenitud de su espíritu, con el candor adolescente, pero la sabiduría del paso del tiempo.

Sí. Es maravilloso crecer.

Lo que he desaprendido con esta nueva vida

Hace tres años deconstruí mi vida.

En la tarea de volver a armarme tuve que hacer un análisis muy profundo de todos aquellos aspectos de mi educación que ya no me servirían, aspectos tan profundos que tuve que conocer los límites de mi interior para hacerlos conscientes y conseguir una transformación profunda.

Hoy quiero compartirlos contigo, porque cuando la vida ya no fluye, cuando ya no funcionan las rutinas, las antiguas creencias, es necesario desaprenderlas para dar lugar a luces nuevas, a un camino distinto que te llevará a lugares insospechados, pero diferentes y te moverán hacia un sitio mejor.

Lo principal que he desaprendido hasta este momento es:

  1. No puedes hacer lo que se te dé la gana. ¡Claro que puedes! No quiere decir que no tengas obligaciones, quiere decir que lo que haces es una convicción, y las convicciones nacen de los objetivos claros. La persona que vive la vida dentro de tu piel eres tú, sólo tú.
  2. No existe la libertad. Se puede ser libre y estar acompañado, tener una pareja igual de libre que tú. Dos personas satisfechas con su vida construyen una relación feliz, que es campo fértil para crecer y crear.
  3. Las obligaciones implican sacrificio. La idea del sacrificio es victimista y provoca que haya una dosis de sufrimiento en lo que hacemos, cuando en realidad todo es cuestión de la actitud que tomes ante el trabajo, la rutina diaria, los hijos, la pareja: la cotidianidad. Si la vida es una consecución ininterrumpida de días que son prácticamente iguales, hay que hacer lo que uno ama y gozar el tiempo en el aquí y el ahora.
  4. Si eres una mujer inteligente y decidida, los hombres te van a tener miedo. Es simple: una mujer inteligente y decidida tiene la pareja que quiere, y esa pareja valora la importancia de las ideas y decisiones tuyas, porque valora las suyas.
  5. Finge demencia y hazte la inútil para que tu pareja sienta que sí lo necesitas. Esta es otra de las caras del victimismo, culpable de que nuestro amor propio sea relativo, así como relativa se vuelve nuestra relación. El victimismo es una enfermedad muy arraigada en nuestra cultura, muy sencilla de adoptar porque así nada de lo que hacemos resulta ser nuestra responsabilidad. Pero ser la víctima te quita la oportunidad de elegir con libertad. Alguien que se queja de todo, pero no toma acción sobre lo que le sucede, sencillamente deja que la consecución de días y noches suceda en su paso por la vida, sin ser un agente de transformación ni propio ni para los demás. Y tu vida, con todos los segundos que contiene, es sólo tuya.

Cuando eres una mujer libre, que ha decidido construir y transitar su propio camino, encontrarás la mayor resistencia en las personas que se han acostumbrado a una felicidad mediocre, y por eso ven como enemigas a quienes sí tienen la valentía de elegir cómo y con quién quieren vivir.

Tú no te conformes con menos de lo que deseas.

Mónica

Cicatrices. Una disertación sobre el desamor. #relato

Me vacié de casa. Empecé por los libros, la computadora; llené tres bolsas con mis vestidos y una valija con rencores añejos. Abrí cajones. De ellos separé la basura de las memorias, y convertí en desechos algunos de esos recuerdos.

Cuando eres feliz en un sitio esas paredes absorben partículas de tus fragmentos, hasta que te derrumbas y en la reconstrucción ya no puedes precisar quién posee a quién.

Todas las historias de amor son dignas de contar. No importa si conociste al sujeto de tu afecto por medio de una coincidencia épica, si fue amor a primera vista o un golpe de suerte, cada vuelta de tuerca, revolución o circunvolución para que dos personas se encuentren modifica para siempre el devenir del mundo.

Pero aún más dignas de contar son las historias de desamor: en ellas habitan las cicatrices —únicas, indivisibles y legendarias— que hablarán por nosotros en la mesa de autopsias, como el mapa infalible de cada existencia.

El camino del libro: de la creación a las manos del lector #noficción

Mi conducta de lector, tanto en mi juventud como en la actualidad, es profundamente humilde. Es decir, te va a parecer quizá ingenuo y tonto, pero cuando yo abro un libro lo abro como puedo abrir un paquete de chocolate, o entrar en el cine, o llegar por primera vez a la cama de una mujer que deseo; es decir, es una sensación de esperanza, de felicidad anticipada, de que todo va a ser bello, de que todo va a ser hermoso.

Julio Cortázar

 

Los libros son tan únicos como los seres humanos. El escritor argentino Jorge Luis Borges escribió: “de todos los instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones del brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación”. La riqueza literaria es aún mayor, una persona puede escribir varios libros y multiplicar pensamientos.

El principio de todo es una ocurrencia. Un día, estás inocentemente caminando por la calle, en la fila del banco, trabajando en tu oficina o teniendo un descanso reparador sobre tu cama y, de pronto, aparece la idea. Primero, tal vez, te mire tímida desde el rabillo del ojo, pero conforme le inspiras confianza, se va mostrando entera, hasta que toma posesión de tu ser durante semanas, meses e incluso años.

Convives con ella y juntos crean alquimia, convierten las palabras en combinaciones únicas; en ocasiones se odian, a veces se aman, pero no pueden abandonarse. Así, un día tras otro, con una fidelidad sin precedentes, inseparables, llegan a la meta: un texto que merece compartirse.

No hay un proceso creativo igual a otro. Algunos esperan a la caprichosa inspiración, otros la persiguen con trabajo constante, y otros creen que nacieron con ese talento. Pero, sin duda, ser un buen lector es importante para convertirse en un buen escritor.

Aquel texto que ya existe, fruto del idilio entre el escritor y las palabras, necesita entonces un acta de nacimiento que precise quién es su padre o madre intelectual. Es momento de pasar del trabajo creativo al mundano; se visita la oficina de registro de obra (Instituto Nacional del Derecho de Autor), para proteger al recién nacido de quienes pretendieran apropiarse de su origen.

Ya con el texto bajo un brazo y el certificado de registro bajo el otro, el escritor busca alternativas de publicación. La elección del editor es compleja y delicada: como será una relación estrecha y a largo plazo, ambos deben conocerse para saber si pueden convivir y trabajar de forma fluida y agradable. Así como el editor busca libros que le hagan ganar prestigio y dinero, el autor debe encontrar a quien le ofrezca el mejor balance entre costo y beneficio para potenciar al máximo los recursos que ya ha invertido en su producción.

Después de tocar puertas y entrar volando por algunas ventanas, ¡al fin! El escritor conoce al editor perfecto, quien lo invita a su casa editorial para platicar sobre las condiciones de la unión. Viene la lectura del contrato y la comprensión de todos los puntos que incluye: es una póliza de seguro para un futuro sonriente. Negociación. Firma. Apretón de manos.

Las letras transmutan en mercancía, en conceptos como edición y corrección de estilo. Primero, los archivos pasan a la pantalla del editor experto, quien ajusta la anécdota de ser necesario, retoca los personajes, revisa la temporalidad, pule todo lo posible para sacarle al texto las mejores formas (edición de contenido). Después, el libro brinca a los ojos de un profesional del idioma para transformarse en pulcritud de ortografía y sintaxis (edición técnica). Profesionales y escritor trabajan juntos. El objetivo: que ideas y anécdotas conserven fidelidad al original, sin errores.

El texto, perfumado como para una cena de gala, va al departamento de diseño. Ahí, junto con el editor y en ocasiones el autor, se encargan de construir el rostro que mejor hable de acuerdo con lo que el libro quiere compartir; se hacen pruebas, lluvia de ideas, propuestas y, después de considerar a los lectores, a los miles de libros en las librerías y de soñar con romper las expectativas de ventas, se define la portada con la que todos lo conocerán a partir de ese momento; también se forman las páginas interiores.

Estas tareas se llevan a cabo conforme el estilo de la editorial y la imagen de la colección en la que el texto se publicará; es importante precisar que hay diferentes tamaños de libros: de bolsillo [11×17 centímetros], tamaño trade[16×23 centímetros], media carta [14×21], y muchos más.

El libro, ya peinado para la ocasión, se convierte en archivos digitales impresos y aparece en escena el corrector de pruebas, encargado de revisar con lupa palabra por palabra, línea por línea, párrafo por párrafo, página por página. Sobre este personaje recae una gran responsabilidad, es el último en poder registrar correcciones antes de imprimir.

El corrector de pruebas busca errores de dedi y de hortografía, que no falen letras, incluso que el tipo y tamaño de letra sean uniformes; también revisa formato, márgenes, gráficas, líneas, fotografías e ilustraciones. En pocas palabras, cuida que todos los involucrados no se hayan equivocado.

El libro pasa entonces a los talleres de impresión, donde tintas y papel danzarán bajo manos expertas para convertir las ideas y el trabajo en grandes pliegos de colores que serán doblados y encuadernados (hay encuadernado rústico [cosido y pegado, o sólo pegado, con pasta blanda] y encuadernado en pasta dura [también se llama cartoné]).

La impresión es uno de los pasos más delicados porque cualquier error puede costar mucho tiempo, dinero y esfuerzo (y por qué no decirlo, también algunos empleos).

Mientras el libro está en proceso de materialización, empieza a funcionar el plan de mercadotecnia en los medios de comunicación tradicionales y digitales considerados en el presupuesto. La editorial, mediante el departamento de mercadotecnia y ventas trabajan para hacer la mayor difusión posible. Llega un nuevo libro y los lectores tienen que saberlo.

Cualquier hora de cualquier día es maravillosa para recibir LA llamada con la noticia que el escritor espera durante meses: al fin puede tener en sus manos el resultado de tanto esfuerzo y tantas ilusiones. Al fin puede hojear y percibir sus propias palabras en el aroma del papel y la tinta volcadas en libro.

Con esta aparición comienza otra etapa de la aventura. Se lleva a cabo una presentación: en alguna librería, biblioteca, centro cultural u otros lugares como tiendas, cafeterías, cantinas y restaurantes, según los límites de la creatividad y de las normas editoriales. La presentación es como la fiesta de XV años en la que el libro se lanza a la sociedad y los medios de comunicación son convocados.

A partir de cada presentación, el libro se convierte en moneda al aire con posibilidades infinitas. Llega a las mesas de novedades de las librerías, se convierte en protagonista de conversaciones, críticas y situaciones sorprendentes, propicia innumerables entrevistas a los autores y un sinfín de actividades.

La única manera de saberlo es iniciar la aventura y esperar a que suceda la magia…

 


  • Este texto forma parte de mi ensayo Libera tus libros: el arte de hacer y vender libros en México (2017). Si te interesa el libro completo puedes adquirirlo en físico (y dedicado) aquí:

Libera tus libros

¿Quién no ha pensado alguna vez escribir un libro?, ¿quién no ha soñado con publicar lo que ha escrito?, ¿quién no ha querido contarle algo al mundo? Libera tus libros es resultado de más de 15 años de trabajo en el mundo editorial mexicano. No es una autobiografía: constituye un manual con información, datos reales, golpes de suerte y paracaídas escrito en forma clara y concreta sobre todo lo relacionado con el mundo de los libros en este peculiar país. En estas páginas encontrarás desde los momentos que han transformado la historia del libro hasta recomendaciones legales para la firma de un contrato; temas como el funcionamiento de los diferentes tipos de editoriales, la forma en que ciertos libros se convierten en best sellers, pasando por los tipos de libros y las alternativas de publicación que han traído las nuevas tecnologías, entre otros asuntos de interés.

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Preguntar en el país sin respuestas. ¿Sabes algo de Mariana?, de Andrés Castuera-Micher #JuevesDeLibros

Dar voz a quienes no pueden hablar. Ser ojos para quien no quiere mirar. Eso es lo que provoca la lectura de este libro.

¿Quién decide nuestra suerte? ¿Si la cuna donde dormiremos será de latón, madera o lodo? ¿Quién decide el material de las cortinas de la casa? ¿Si tendremos casa? ¿El color de nuestros ojos? ¿Quién elige si estaremos solos o si seremos parte de una familia? ¿El alcance de la conciencia con que viviremos?

Andrés Castuera-Micher escribió un libro que cuesta trabajo leer. Quién en su sano juicio continuaría descubriendo más líneas después de enfrentarse con esto: “Mariana no supo en qué momento fue la 481 de la lista del tipo de la chamarra negra, y del que manejaba con una botella en la mano… no podría precisar qué estaba tomando, porque cuando se negó a probar ese líquido le rompieron los dientes con la botella y luego la botella con la cabeza…”

Pero, ¿quién es Mariana? Es una muchacha desaparecida en Juárez; una niña a la que el padrastro le arrancó la sonrisa; una bebé calcinada mientras jugaba en la guardería; una víctima en manos de los que creen que es mejor pedir perdón que buscar pruebas; un cigoto por quien su madre se sacrificó para no verla sufrir en las banquetas; la madre que sacrificó a su hija y envenenó sus recuerdos.

Sin embargo, la narrativa del autor te obliga a continuar. Con oraciones cortas y el tono inocente de quien pregunta algo a lo que definitivamente no puede responderse, Andrés va hilando palabras de uso cotidiano para contarnos historias sacadas de la sección de nota roja de cualquier diario, que a su vez son escritas desde la vida real, de la terrible realidad de la familia de todas aquellas Marianas que han estado en el lugar equivocado y el peor momento: “A los siete años, le hubiera encantado saludar a un bombero y ponerse su gran casco, pero sería demasiado tarde; cuatro años antes, un bombero sacaría su cuerpo calcinado de su pequeña escuela, la que nadie conocía en una colonia popular en Sonora, cerca del trabajo de su madre…”

Mariana también es una mujer mayor abandonada por la ambición de sus propios hijos; la esposa a quien le borraron a golpes las ilusiones infantiles; la oficinista acostada por el jefe; la esclava del siglo XXI, que limpia una casa cuya belleza es directamente proporcional a la soberbia de sus habitantes; la universitaria que se enfrenta a porrazos mientras lucha por sus ideales.

Así, con 12 crónicas que recomiendo leer de a poco, nos convertimos en testigos de los horrores que somos capaces de concebir como seres humanos. Me gusta la manera en que narra Andrés, porque vuelve a poner en su justa dimensión de “asuntos que atender” a los sucesos que de pronto, con la exposición excesiva en los medios de comunicación, nos parecen tan normales, pero que en realidad no tendrían que ocurrir. ¿O será que hemos vivido engañados y la verdadera naturaleza humana es la indiferencia?

Sigamos compartiendo las caras de los desaparecidos, de las víctimas del sistema, de los agresores. No dejemos que nos callen a golpes las preguntas.

Si continuamos preguntando, estoy segura que algún día encontraremos las respuestas.


Si quieres adquirir el libro, puedes comprarlo directamente con el autor aquí:

http://castuera-micher.blogspot.com/2013/07/adquiere-cualquiera-de-los-libros-de.html

Fragmentos del «Discurso sobre el estilo» del Conde de Buffon #librosclásicos

Georges-Louis Leclerc, mejor conocido como «Conde de Buffon», estudió Botánica, Matemáticas y Medicina. Nació en Francia en 1707 y dedicó su vida al estudio de la naturaleza. Pronunció su famoso «Discurso sobre el estilo» al ingresar a la Academia Francesa el 25 de agosto de 1753.

Transcribo los fragmentos que me parecen más aleccionadores y luminosos para todo aquel interesado en seguir mejorando su estilo, para tener bien abiertos los ojos a esos hallazgos que te encuentras a la hora de escribir:

 

Siempre ha habido hombres que han sabido mandar a los demás por el poder de la palabra.

La verdadera elocuencia supone El ejercicio del intelecto y la cultura del espíritu.

No es suficiente hacerse oír y atraer la mirada; es preciso influir en el alma e impresionar el corazón hablando al espíritu.

El estilo no es sino el orden y el movimiento que se pone en los pensamientos.

… quienes escriben como hablan, aunque hablen muy bien, escriben mal; quienes abandonan al primer arranque de su imaginación toman un tono que no pueden sostener; quienes temen desperdiciar los pensamientos aislados, fugitivos y en distintas ocasiones escribe en trozos sueltos, no los reúnen jamás sin transiciones forzadas; ésta es la razón, en una palabra, de que haya tantas obras hechas de retazos y tan pocas fundidas de un solo golpe.

… el gran número de divisiones, lejos de hacer más sólida una obra, destruye su coherencia, el libro parece más claro a la vista pero la intención del autor permanece oscura; no puede impresionar el espíritu del lector ni puede hacerse sentir sino por la ilación, por la dependencia armónica de las ideas, por un desarrollo sucesivo, una gradación sostenida, un movimiento uniforme que toda interrupción destruye o hace languidecer.

Por la falta de plan, por no haber reflexionado suficientemente sobre su tema, un hombre agudo puede meterse en embrollos y no saber por dónde comenzar a escribir.

Pero cuando haya hecho un plan, una vez que haya juntado y puesto en orden los pensamientos esenciales es su tema, percibirá fácilmente el instante en que debe tomar la pluma, sentir el punto de madurez de la producción del espíritu, estará obligado a ser la brotar y no tendrá seguramente sin el placer de escribir: las ideas se sucederán sin dificultad y el estilo cera natural y fácil, la demencia nacerá de este placer, lo esparcida por doquier y dará vida a cada expresión, todo se animará más y más, el tonos se elevará, los objetos tomarán color y el sentimiento, juntándose a la claridad, la aumentará, la llevará más lejos, la hará pasar de lo que se dice a lo que se va a decir y el estilo resultará interesante y luminoso.

Cuanto más ingenio nimio y brillante se ponga en un escrito, menos vigor tendrá, menos claridad, menos vehemencia y estilo; a no ser que este ingenio sea el fondo mismo del asunto y que el escritor no haya querido hacer otra cosa que chancear: en este caso el arte de decir pequeñas cosas resulta posiblemente más difícil que el arte de decir las grandes.

Este es el defecto de los espíritus cultivados pero estériles; usan palabras en abundancia, pero no ideas; trabajan, pues, sobre las palabras y se imaginan haber combinado ideas porque han combinado frases, haber depurado el lenguaje cuando lo han corrompido al torcer el sentido de las acepciones.

El estilo debe grabar los pensamientos, ellos no saben si no trazar palabras.

Para escribir bien es necesario, pues, dominar plenamente el tema.

Las reglas no pueden suplir el genio; si éste falta, aquéllas serán inútiles. Escribir bien es pensar bien y a la vez sentir bien y expresar bien, es tener a un mismo tiempo Ingenio, alma y gusto.

El tono no es sino la adecuación del estilo con la naturaleza del tema y no debe nunca ser forzado, nacerá naturalmente del fondo mismo de la cosa y dependerá mucho del grado de generalidad a que se hayan llevado los pensamientos.

… si se le puede agregar la energía del dibujo, la belleza del colorido, si se pueden una palabra representar cada idea por una imagen vida y bien acabada y formar en cada serie de ideas un cuadro armonioso y elegante el tono será no solamente elevado, sino sublime.

Las obras bien escritas eran las únicas que pasarán a la posteridad: el caudal de los conocimientos, la singularidad de los hechos, la novedad misma de los descubrimientos, no son garantía segura de inmortalidad.

… el estilo es el hombre mismo. El estilo no puede, pues, ni arrebatarse, ni transferirse, ni alterarse;

… un estilo bello no lo es, en efecto, sino por el número infinito de verdades que presente.

Lo sublime no puede encontrarse sin los grandes temas. La poesía, la historia y la filosofía tienen todas el mismo objeto, un objeto muy grande: el hombre y la naturaleza.

… el tono del orador y del poeta, cuando el tema es grande, debe ser siempre sublime, puesto que ellos son dueños de agregar a la grandeza de su tema tanto color, tanto movimiento, tanta ilusión cuanto les plazca.

 

Conde de Buffon


Discurso sobre el estilo,de Georges-Louis Leclerc, Conde de Buffon. Tomado de la Colección Pequeños Grandes Ensayos. UNAM, 2003.

 

Ama y Dueña de Mí

Desde hoy me doy cuenta

que así como me pertenecen mis tristezas,

también me pertenecen mis bendiciones.

 

Desde hoy decidiré cuándo llorar por ti,

sabiendo que puedo disfrutar de mi tristeza

sin remordimientos.

 

Desde hoy decidiré cuándo reír por mí,

sabiendo que puedo disfrutar de mi alegría,

también sin remordimientos.

 

Desde hoy viviré mis días como dueña de mis emociones,

abandonaré el traje de víctima.

 

Desde hoy regaré mis momentos con agua de belleza

y lluvia de gotas mágicas.

 

Desde hoy soy Ama de mis circunstancias

y Dueña de mis pensamientos.

Desde este momento Soy Ama y Dueña de Mí.

DESDE HOY Y PARA SIEMPRE.

 


Escribí este texto después de una experiencia muy amarga. Tenía enfrente el desamor personificado, así que en vez de rasgarme las vestiduras y darle energía e importancia a la situación que vivía, decidí que contrarrestaría lo terrible con poesía, la tristeza con hermosura,  lo trivial de un desengaño, con un compromiso eterno conmigo misma.

Así surgió no sólo este texto, sino mi novela Tacones en el armario, y a partir de ella, la obra que he ido desarrollando con los años.

Hoy sé que nada ni nadie me detiene y que conquistarme a mí es el mayor logro de mi existencia; lo demás ya son puras cerezas del pastel transformadas en guiños que hacen de mi paso por este mundo una serie de eventos deliciosos.

Gracias por leer mis líneas y así convertirte en parte de este gozo.


AMA Y DUEÑA DE MÍ. MÓNICA SOTO ICAZA

Confesiones de una mujer, mujer, mujer

El otro día salí con un prospecto de enamorado. Para rematar una bastante buena plática pronunció una sentencia que seguro consideró como un halago: “no eres como otras mujeres”.

Todo el camino de regreso sus palabras fueron rebotando en mi cerebro, hasta que llegando a casa me quité toda la ropa y me paré desnuda frente al espejo para buscar la diferencia a la que el susodicho se refería.

Después de un rato tuve que aceptar el fracaso: juro que tengo una cabeza, dos hombros, el consabido par de tetas, ombligo, cintura, pubis, cadera, piernas, pies… separé los muslos y con un espejito me escudriñé por dentro: clítoris, vulva, vellos, vagina. Todo en orden; nada de más ni nada de menos. Sólo una mujer.

Con mi desnudez expuesta frente a mí en la habitación del hogar en donde vivo sola, me puse a pensar en la cantidad de adjetivos que nos cuelgan y nos colgamos, como aretes, diademas, collares y toda clase de accesorios, para elevar o mermar nuestra autoestima, para “empoderarnos” o intentar hacernos creer que debemos luchar por todo, porque no nos pertenece por derecho y justicia.

Porque eso somos todas las integrantes del sexo femenino en este planeta tierra: sólo mujeres. Sin etiquetas, sin adjetivos: nada de “guerreras”. Ni “hermosas”. Ni “luchonas”. Ni “especiales” ni “comúnes”.

Ni “putas”, “atrastradas”, “frígidas”. Sin sentimientos de superioridad ni inferioridad. Ni “inteligentes” ni “tontas”.

Hay mujeres con oportunidades distintas, con realidades diversas, de edades diferentes, incluso con suerte favorecedora o no, porque nosotros no decidimos el lugar ni la situación en la que nacemos, y eso influye de manera determinante en el personal camino por el mundo.

Estoy harta de escuchar que entre mujeres nos destrozamos. De leer que una mujer se tenga que defender diciendo que es “pensante”. De seguir aceptando el término “minoría” para referirse a nosotras. De perpetuar la creencia de que no podemos trabajar juntas porque somos las primeras en traicionar a la otra. De pedir respeto y sean otras mujeres quienes se burlen. De permitir que otra persona nos ponga en rivalidad, ya sea por una posición, un empleo o por un hombre. Eso nos reduce a seres limitados, sin habilidades ni recursos personales suficientes para conquistar nuestras metas. Nada más lejano de la realidad.

Es momento de cambiar los discursos y afirmar de una vez por todas que no: no es un halago que nos digan que hacemos algo como hombres ni que somos mejores que otra mujer.

Hoy tenemos que aprender que los distintos tipos de feminismo, desde el más radical hasta el involuntario, a fin de cuentas aportan diferentes argumentos para lograr una mayor visión de la realidad y todos han sido necesarios para alcanzar este punto de la historia en el que las mujeres hemos alcanzado, además de otros derechos, el de levantar la voz y poner en evidencia las injusticias sin ser encarceladas por el marido ni lapidadas por la sociedad.

Seamos sin etiquetas, sin adjetivos. Las mujeres no necesitamos empoderarnos, y mucho menos que nos empoderen: ya poseemos ese poder desde el mismo momento que nacemos seres humanos; si acaso necesitamos algo, es recordarlo para ejercer sus prerrogativas con libertad.

 

Palabras VS Ideas

Libertad. Felicidad. Fe. Amor. Sexo. Abundancia. Prosperidad. Valentía. Vocación. Todas ellas palabras muy manoseadas, compradas por el mejor postor, erigidas en pedestales a veces, emputecidas en ocasiones, pero dichas por toda la gente en cualquier idioma: freedom, happiness, faith, love, sex, prosperity, freiheit, felicitat, amour, cesaret, kön…

De nada sirven si no las convertimos en verbos cotidianos. Por ejemplo, en mujeres tomando decisiones, en desigualdad acotada, en políticos incorruptibles, en gente que invierta con fe en las ideas de otros, en quienes dan su vida por llevar sus utopías a la práctica, porque las palabras son así: estériles cuando solo son pronunciadas y todo cuando trascienden su condición de conceptos para simplemente ser consecuencias en algunos, o al menos en alguien de carne y hueso.

Es inútil una retórica impecable si no puedes asirla entre los dedos…