Autofiesta literaria

Me autoinvité a la fiesta literaria de mi país. Es más, organicé mi propia fiesta. Me explico. Soy escritora independiente: no solicito becas del gobierno, no pertenezco a grupos artísticos, soy emprendedora cultural, autopublicar mis libros es mi actividad económica principal, por la que pago impuestos y genero trabajo para más personas. ¿Por qué? Como compusiera Candelario Macedo Frías Aréchiga para Paquita La Del Barrio en Tres veces te engañé, “la primera por coraje, la segunda por capricho, la tercera por placer”, aunque en mi caso fue la primera por capricho, la segunda por coraje y la tercera, y subsecuentes, por placer.


Sabía que mi vocación era ser escritora, quería tener un libro y me lo hice. Ignoraba el funcionamiento del mundo editorial, no vengo de familia de intelectuales o políticos, con la tía autora o el abuelo exgobernador, sino de una enfocada en la supervivencia cotidiana, como la mayoría; mi papá había quedado desempleado y un año antes inició su propia empresa, una pequeña fábrica y distribuidora de productos para la construcción, gracias al financiamiento de un ángel que decidió tenerle fe a la experiencia de toda una vida de mi papá en esa área laboral.


¿Me sirvió de ejemplo mi padre, quien empezó a trabajar en esa industria a los veintitantos como vendedor y llegó a director general para ser lanzado al desempleo a los 53 años, después de tres décadas de entregarse a los negocios de otros? Definitivamente. Si él ya había aprendido a la mala y dolorosa que, si tienes la posibilidad de gestar tus metas y no depender de la voluntad ajena, debes hacerlo, ¿por qué no me iba a atrever a fundar mi propio proyecto editorial?


Fundé una editorial independiente y empecé a publicar a otros autores, siempre cuidando de no aceptar financiamiento de gobiernos ni empresas que quisieran coartar la libertad de los contenidos. Quince años trabajé, aprendí, luché, lloré a aguaceros, hasta que decidí dedicarme solo a mis propios libros; el sueño de la editorial independiente era imposible de cumplir con las condiciones de respeto mínimas que yo deseaba para los autores; es muy precario que reciban regalías del 10% del precio de venta al público o que la editorial reserve los derechos patrimoniales de la obra por siete, diez, quince años y se venda el libro o no, esté en exhibición o en una bodega, el autor queda imposibilitado para moverlo por su cuenta. Y yo quería vivir de mi trabajo.


Total, terminé como autora autopublicada y tarde vine a enterarme de que ese es el pecado capital de un escritor con ínfulas de grandeza, porque de inmediato entras en una clasificación de “artista de segunda” que impacta en tu reputación, como si creer en ti y en tu trabajo e invertir en él fuera algo para avergonzarse. Marcel Proust, sin embargo, autopublicó su primera obra, Los placeres y los días; también Margaret Atwood, Edgar Allan Poe y hasta la mismísima Virginia Woolf optaron por tener la iniciativa de hacer sus propios libros.


La concentración de las propuestas literarias en pocas empresas limita la diversidad, los temas de discusión, la calidad de las obras; quienes denuestan a los escritores que no somos publicados por editoriales públicas o privadas se están perdiendo de un enorme fragmento de las expresiones culturales del mundo. Hay una manera distinta de hacer las cosas, una manera que roza la valentía y la imprudencia, pero funciona. Sé que funciona porque lo he demostrado, mi primera novela erótica, Tacones en el armario, ha vendido más de 30 mil ejemplares, he asistido a las ferias de libro más importantes del país con ventas de más de mil ejemplares en días, y aun así por ser independiente me marginan, por ejemplo, los medios de comunicación, porque no existe en mis portadas el nombre de una editorial famosa. Y esa es solo la punta del iceberg.


Hoy quiero decir que los escritores independientes existimos. Existimos creadores que optamos por la libertad y no por condicionamientos para ver nuestro nombre amparado por algún corporativo que avale la calidad que ya tenemos. No soy la única, conozco más de una historia como la mía.


Tengo 21 años dedicándome a este oficio y he visto ir y venir gobiernos de todos los partidos, funcionarios de todos los niveles, promesas rotas de todas las calañas, directores comerciales de editoriales, editores, y aunque ellos van y vienen, las personas como yo seguimos aquí. Por eso hoy, estimado lector, te quiero invitar a mi fiesta.


*Este artículo fue originalmente publicado en el periódico Reforma.

@monicasotoicaza
Mónica Soto Icaza es escritora. Ha publicado varios libros de literatura erótica y defiende la libertad personal de todos los individuos.

Los sueños de la niña de la montaña #LibrosQueMeGustan

A los cuarenta y tantos ya es una leyenda. Una leyenda viviente. Rebelde, decidida, descarada, miedosa valiente. Ella es Eufrosina Cruz, contadora pública, maestra, política mexicana, originaria de Oaxaca, un lugar donde aún hoy nacer mujer puede ser quizás, como una maldición… tanta violencia, tanta discriminación, tanta injusticia, tanta invisibilidad… hasta que alguien como Eufrosina nos cuenta su historia y entre lágrimas de rabia y orgullo descubres lo transformadora que puede ser la educación, vía los grandes maestros que a veces la vida pone en el camino de algunas personas.

Por eso hoy recomiendo su libro: Los sueños de la niña de la montaña, un testimonio necesario, contundente, emotivo, honesto, sincero, emocionante, para seguir teniendo fe en la lucha por los sueños y en la humanidad.

Tacones al vuelo

Tacones al vuelo es un libro-fetiche. Las anécdotas están contadas desde mis tacones, esos artefactos que han sido cómplices o protagonistas de múltiples aventuras para provocarme orgasmos o entretenerme en instantes de poco glamour. Contiene 33 textos, historias escritas en cuentos, relatos y listas desvergonzadas de mis intimidades, como la de mis primeros encuentros con el sexo, la lista de lo que me embelesa de los hombres y otra de mi ropa sexy favorita. Es mi mayor reto como escritora y como mujer.

Tacones al vuelo es una experiencia que trasciende a la literatura y desafía conceptos: si escaneas el código QR que aparece al principio entrarás a una dimensión distinta: la de mi voz y mis ojos leyéndote al oído.

Quiero hacer algo de justicia a esas mujeres que durante milenios tuvieron que callarse, reprimirse, soportar, por amor o por hacerse la vida más simple; a aquellas que trasladaron el amor hacia el bordado, las teclas de un piano o la adoración a los padres, en vez de revolcarse de piernas abiertas sobre colchones de dudosa limpieza en habitaciones de cuestionable reputación junto con otros seres que se reprimieron igual. A aquellas mujeres quemadas en hogueras, acusadas de ser brujas por pelear por su libertad.

Esta obra quiebra tabúes, regenera ideas, desafía a las convenciones sociales que pretenden convencerte de no gozar de tu existencia terrenal con el cuerpo, la mente y el espíritu.

Porque si la vida es un cuento, mejor que sea erótico.


Si lo quieres, lo encuentras aquí:

O si prefieres leerlo en tu Kindle, lo encuentras aquí:

Tacones al vuelo: Historias de sexo y otros libertinajes textuales eBook : Soto Icaza, Mónica: Amazon.com.mx: Tienda Kindle

Libera tus libros. El arte de hacer y vender libros en México

Una noche de lluvia, de contratiempos afortunados. Así era el escenario del momento más importante (hasta entonces) de la vida de una mujer con mil sueños, mi yo de 21 años, el 13 de junio de 2001 en el Centro Cultural Ágora del parque Naucalli. El suceso: la presentación de mi primer libro de poesía y cuento, Las lágrimas de todos son de sal.

Meses antes el mejor amigo del hermano de mi novio me regaló su recién publicado libro de poesía. Lo leí. Me gustó. Unos días después me desperté con una idea: necesitaba configurar mi propio libro.

Desde los 15 años elegí dedicarme a escribir. Estudié Periodismo. Gabriel García Márquez, Elena Poniatowska, Ernest Hemingway, Isabel Allende, Truman Capote me inspiraron la necesidad de experimentar el mundo con mis propios ojos, percibirlo en intensidad con mi propio cuerpo para convertirlo en ficción. No tenía amigos ni familia en ámbitos culturales, solo un profundo amor por los libros, mucha voluntad y este bendito carácter impulsivo e irreverente.

Ya con los textos seleccionados pedí ayuda a mi papá. Era un momento difícil para mi familia; el desempleo y la búsqueda de autonomía empresarial nos tenían viviendo al límite. Aun así, mi padre respondió: “Haz el diseño y dámelo, yo me encargo.” Él no tenía experiencia imprimiendo libros, trabajaba con un impresor de etiquetas para su recién inaugurada fábrica.

El 20 de abril llegó con los brazos en la espalda. “Cierra los ojos”. Al abrirlos vi que sus manos sostenían un ejemplar amarillo con letras azules, impreso con duplicador digital en papel blanco, engrapado. Era más bien rústico y existían 125 ejemplares. A mí me pareció el libro más hermoso y sofisticado del mundo.

El 13 de junio el destino chocarrero jugó conmigo. La convocatoria había sido a las siete, eran las 19:50 y mi presentadora no aparecía. La directora del centro cultural, Andrea García Esnaurrízar, sentenció: “si tu presentadora no llega a las ocho vamos a cancelar.” Yo era una joven tímida e insegura, casi me pongo a llorar de impotencia. Mi mamá le pidió a nuestra vecina hacerse cargo, ya había leído el libro y era Julieta Navarro, directora de la Royal Academy of Dance de Londres en México.

Esa noche Andrea y Julieta hicieron magia. Una a cada lado mío, me tomaron de las manos para crear un ambiente de sensibilidad desbordada, entre carcajadas y suspiros. Me recuerdo ahí sentada, con la certeza de que no me levantaría de esa silla siendo la misma, preguntándome cómo le haría para perpetuar esas emociones y, sobre todo, cómo podría provocarlas en más autores.

Lo demás es historia. Los libros me han quitado todo; también me han dado todo. Elegí, además, el camino de la independencia, y he pagado un alto precio por vivir al margen de instituciones culturales, mafias intelectuales, compadrazgos y élites editoriales en mi afán por conservar lo más importante: la libertad.

Por eso agradezco a quienes han reído conmigo, y a quienes se han reído de mí; a quienes piensan que no valgo igual que un autor financiado por empresas públicas o privadas; a quienes han creído en mí y se han convertido en mis cómplices de aventuras, y a quienes me han denostado por escribir erotismo y atreverme a posar en ropa escasa para acompañar mi trabajo. Y, sobre todo, agradezco a mis padres, sin ellos nada de lo que he construido hubiera sido posible.

Hoy, 20 años después, tengo más de diez libros publicados, de los que hay miles de ejemplares repartidos por diversos países; escribo tres columnas, una colaboración de radio y en mi propia página web, fiel a mi convicción de independencia, entre mucho más. ¡Ah! Y de aquella timidez e inseguridad no queda nada.

No hay día en que no agradezca por cada una de las oportunidades que he recibido. Por eso quiero compartir contigo este manual, como una celebración de hacer posible lo imposible; como un homenaje a todos aquellos locos creativos que se atreven a narrar los demonios y los ángeles en su cabeza: a hacer literatura de las ideas, la experiencia y los sentimientos.

Si quieres descargarlo de manera gratuita, haz click aquí:

Te quiero viva

Hay libros que no deberían existir, no por falta de calidad literaria ni intención, sino porque el tema que trata es desgraciada y absurdamente común. Hablo de Te quiero viva, una antología de cuentos publicada por editorial Té de Querer y que narra historias de violencia hacia las mujeres, algunas en primera persona desde la no ficción y otras desde la ficción.

Mónica Navarro y Marlene Corona, creadoras de Té de Querer, hartas de escuchar y escuchar acerca de asesinatos, desapariciones, maltratos hacia las mujeres, decidieron intentar combatir desde lo que mejor saben hacer: las palabras. Así, invitaron a diversos escritores a crear cuentos cortos sobre el tema para hacer un libro.

Para financiar el primer tiraje organizaron una rifa, la que apoyaron también diversos artistas. El libro se distribuye de manera gratuita con la idea de que cada ejemplar viaje de mano en mano: al final trae una sección en blanco para que cada lector escriba sus impresiones para después pasarlo a otro lector que hará lo mismo y seguirá la cadena.

También existe la opción de descargarlo sin costo desde la página de Té de Querer en tedequerer.com (Enlace directo: https://web.tedequerer.com/editorialtdq)

Al terminar de leer hay que compartirlo en las redes sociales con el hashtag #TeQuieroViva

Como este libro existe, así como existe la violencia, hay que nombrarla para que deje de repetirse.

Libera tus libros: el arte de hacer y vender libros en México

Empecé a editar a los 21 años, en el auge de mi época más rebelde y con total ignorancia acerca de todo lo relacionado con el mundo editorial. Mi ímpetu se debía a la absoluta pasión que he sentido por los libros desde la adolescencia, así que con intuición y a veces imitando, fundé Amarillo Creatividad Editorial, que más tarde se convirtió en Amarillo Editores.

En mayo de 2004 publiqué el primer título: Ficciones Fugaces, de Edgar Rodríguez. Con el paso de las semanas, meses años, ese primer ejemplar germinó en más de 250 libros de más de 300 autores.

En este punto del relato suspiro y recuerdo: como no tenía idea de lo que estaba haciendo como editora, tuve la oportunidad de trazar caminos nuevos, de atreverme a hacer locuras, de ser en ocasiones políticamente incorrecta. Dos ejemplos son el lanzamiento del “Primer libro-periódico del mundo”, 60 minicuentos y un rebelde, que hice para celebrar el cuarto aniversario, o la presentación de la antología de poesía y fotografía eróticas, Poesía del siguiente orgasmo, en la Erótica Love Store de Polanco, en la CDMX (entre muchos otros sucesos más).

Tras 16 años de aprender el ámbito editorial, desde el campo de juegos, con una editorial pequeña, desconocida y que aprendió a aprovechar cada uno de los recursos disponibles, decidí escribir Libera tus libros: el arte de hacer y vender libros en México, que es un manual con información paso a paso sobre la publicación de libros, cómo funcionan las librerías, para qué sirven las Ferias de libros, tips acerca del contenido de un contrato de edición, auto-publicación en plataformas digitales, recomendaciones para editores independientes y escritores, y mucho más.

Hoy ya no publico libros de otros autores, me dedico exclusivamente a escribir y promover mi trabajo literario y de divulgación acerca del sexo y el erotismo. Por eso decidí compartir con quien le interese mi aprendizaje como editora y escritora independiente.

Aquí está el libro íntegro para descarga gratuita: 

Tacones en el armario

En la primavera de 2009 viví una de las épocas más tristes de mi vida: la infidelidad de quien creí el amor de mi vida. Decepcionada, triste y furiosa, me desperté una madrugada con optimismo descontextualizado y empecé a confeccionar una venganza literaria, con dosis precisas entre fantasías y recuerdos y el ánimo explícito de incomodar a aquellos hombres amantes de las mentiras. Porque sí: la literatura es mi manera de reparar las deficiencias del mundo con la ficción.

Tacones en el armario está escrito desde la furia, el descaro, con la desfachatez de quien sabe que no tiene nada que perder. Por eso es erótico, sarcástico, con toques de humor negro e ironía.

Desde que lo publiqué por primera vez, en el 2010, me ha provocado deleite y más deleite; se convirtió en mi libro más vendido, existen de él miles de ejemplares repartidos por los cinco continentes.

La obra, entonces, trascendió a mi propia vida, me enseñó que los momentos defectuosos son temporadas propicias para sembrar sorpresas.

Tacones en el armario es una de mis mejores aventuras, una plagada de risas, lágrimas, incendios y tacones de colores. 

He presentado esta novela más de 40 veces en diversas ciudades de la República Mexicana y en las Ferias de Libro más importantes del país, como Guadalajara, Palacio de Minería, Zócalo de la Ciudad de México, Estado de México, Orizaba, Ciudad Obregón y muchas más.

La portada original es de la pintora mexicana Rigel Herrera y la foto de portada de la edición desvergonzada es del fotógrafo Sinhué Villalobos.

Al final de la novela puedes encontrar los Manifiestos #porunavidasexy.

Si quieres leer un adelanto, lo encuentras aquí:

Si deseas adquirir el libro, puedes comprarlo aquí:

O si lo prefieres electrónico, en Amazon para Kindle, lo encuentras aquí:

Doce cuentos peregrinos #LibrosQueMeGustan

El primer libro que leí de Gabriel García Márquez y me volvió adicta a sus historias y su manera de narrarlas fue Doce cuentos peregrinos. Tenía como dieciséis años y fue mi portal particular hacia este autor del realismo mágico que contaba su percepción de la realidad.

La introducción que escribió el propio autor es un mini manual de escritura de cuentos. En ella García Márquez cuenta el devenir de los doce textos en el libro y son la puerta de entrada perfecta a Me alquilo para soñar, Sólo vine a hablar por teléfono, María dos Prazeres y El rastro de tu sangre en la nieve (mi indiscutible favorito), entre otros.

Estos Cuentos bien podrían ser sueños, aunque situados en Europa, poseen la ilógica latinoamericana de desafiar a las emociones y la razón entre un sentido del humor algo negro, mucho sarcasmo y personajes entrañables.

Como todos los libros de Gabo, quien lee no termina incólume y las atmósferas de sitios y personajes permanecen gravitando en la mente incluso días después de haber cerrado la cuarta de forros tras el punto final.

De letras, vida y lecturas…

Los libros siempre han estado ahí, a mi alcance. Primero de mi apatía, después de mi curiosidad, ahora de mi fascinación. Desde mis primeros recuerdos los libreros llenos de lomos con títulos sugerentes y grosores tan diversos como la humanidad son habitantes de los espacios donde respiro, como cómplices incondicionales de mis locuras.

Los primeros que recuerdo son El nuevo tesoro de la juventud, enciclopedia con 20 tomos gris con rojo que fueron fuente de todos mis trabajos de primaria y secundaria. También Mi primera enciclopedia, de Disney, que leí completa de niña; después de comer agarraba un tomo y me sentaba en la escalera de la entrada de la casa a leerlo de principio a fin; en ella aprendí sobre Beethoven y que no todos los pájaros negros con el pico alargado son cuervos, sino arrendajos.

Me acuerdo de Por quién doblan las campanas, de Hemingway, que me llamaba la atención porque el significado que existía en mi mente de la palabra doblar no tenía nada que ver con campanas, que por naturaleza son de materiales no maleables. De Las tentaciones de San Antonio, de Gustave Flaubert, que mi mamá me leía acostadas en la sala y yo imaginaba con los ojos cerrados. De Mujercitas, de Louisa May Alcott, que me hizo empezar a cuestionarme el papel de las mujeres en la sociedad, y a sospechar que mi historia se saldría de las rayas de los cuadernos. Tenía ocho años.

Otro libro que se fijó en mi memoria fue el de la portada con una niña de gesto irreverente tras las rejas, Motín en el reformatorio, de Jack Thomas, que nunca leí, pero cuyo nombre me resultaba confuso a los diez años; yo creía que la niña se llamaba Motín, lo cual me parecía raro, pero no improbable. De Un instante de optimismo, que era una compilación de fragmentos de la obra de varios autores, donde leí por primera vez a Benedetti, el Poema 20 de Neruda, partes del famoso Un mensaje a García, de Elbert Hubbard, que años después leí completo, y otros más que me hicieron enamorarme de la poesía. Aunque no entendía bien a qué se refería Cortázar con el capítulo siete de Rayuela, no podía dejar de leer. Los libreros estaban llenos de universos, y entonces yo empecé a intuir que más allá de las repisas de madera de mi casa se encontraba un mundo entero de letras sobre papel. Y yo quería explorarlo entero.

Tenía 14 años. Vacaciones. La época no era económicamente propicia para salir de viaje: quienes vivimos en México ese verano de 1994 lo sabemos. Mis padres trabajaban, mis hermanas salían con amigos, yo me aburría sola en casa y lo natural fue ir hacia el librero para ver qué encontraba.

Había un lomo amarillo, ancho, que decía El corazón de piedra verde. No recordaba haberlo visto antes por ahí y el verde era mi color favorito, así que la elección fue sencilla. Lo tomé, le di la vuelta y empecé a leer la contraportada. Era una historia situada en México Tenochtitlan en la época de la Conquista, tema que me interesaba por mi predilección hacia lo prehispánico.

Fui a mi recámara, me recosté en la cama y mis ojos empezaron a recorrer las líneas de sus 827 páginas sin saber que conforme iba devorando los párrafos como alguien que no ha comido en días, también iba trazando las líneas de mi destino. A partir de esa novela escrita por Salvador de Madariaga y publicada por primera vez en 1942 para mí el mundo estrenó colores, sonidos, aromas, texturas y sabores. Desde entonces los libros jamás me han quitado el hambre.

Los libros te cambian la vida. Los libros reconfiguran las ideas. No imponen, invitan. No denotan, transigen. No sólo enseñan, sino que convocan a explorar. Cuando lees es inevitable que cambie la vida a tu alrededor.

No sé si hubiera sido buena abogada, una científica que transformara el rumbo del planeta o una empresaria que aportara miles de empleos a la sociedad, no me interesa: desde la mitad de la segunda década de mi existencia supe que la transitaría con los dedos manchados de tinta y los ojos inundados de letras. Ni un segundo he soñado con que sea de otra manera.

Si quieres leer mis libros, puedes conseguirlos aquí:

El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde #LibrosQueMeGustan

Es bien sabido que al interior de todo ser humano habita una dualidad luz-oscuridad que se manifiesta según la voluntad o los instintos; así como podemos ser buenas personas, también nos es natural ser miserables: la manera en que interactuamos con el mundo, para individuos mentalmente sanos, depende de la capacidad de elección.

De este tema sencillito y carismático trata El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, una novela gótica de Robert Louis Stevenson publicada por primera vez en 1886 que se encuentra clasificada tanto como thriller psicológico, como drama, misterio, horror y ciencia ficción. Todo eso en apenas unas cien páginas (depende de la edición que leas).

Con una narración estructurada como una consecución de habladurías, el autor va desentrañando la intriga para llegar a un desenlace inesperado, de esos que te dejan de un humor extraño al terminar las páginas.

El libro es un clásico de la literatura universal que yo recomiendo leer porque para mí las obras más valiosas son aquellas que nos asombran y son memorables sin necesidad de grandes pretensiones, las historias que, como esta, sacan al lector sin piedad de la zona de confort.

Nos leemos y escuchamos el próximo #ViernesDeLectura con otra recomendación de #LibrosQueMeGustan

Momo #LibrosQueMeGustan

Este #ViernesDeLectura quiero recomendar uno de esos libros encantadores que cuando los lees se quedan siempre en la memoria: Momo, del escritor alemán Michael Ende, famoso por ser el autor de La historia interminable, obra que los cuarentones conocemos muy bien porque en ella está basada la película La historia sin fin, que hizo época.

Publicada en 1973, Momo es un clásico por la vigencia de su historia y sus emociones. El título completo es: Momo, o la extraña historia de los ladrones de tiempo y de la niña que devolvió el tiempo a los hombres.

La protagonista es una niña que vive sola en una gran ciudad. Es muy especial porque posee una cualidad difícil de encontrar en el mundo de prisa y adicción al trabajo productivo: sabe escuchar, por eso sus amigos animales y humanos la quieren y la cuidan… hasta que de pronto ya casi nadie tiene tiempo para ella y cada vez se va quedando más sola.

Esta heroína, junto con Casiopea, la tortuga que puede adivinar lo que sucederá, se enfrenta a pequeñas batallas contra los hombres grises, unos seres que empiezan a aparecer en la vida de la gente y los convencen de ahorrar tiempo, diciéndoles que los momentos de contemplación, de juego, de convivencia con la familia y amigos les restan productividad. Así se genera una sociedad con cosas, sin espíritu y de gente triste con prisa.

Este es un libro catalogado como novela juvenil por su naturaleza fantástica, pero como El Principito debería ser una lectura obligada, sobre todo cuando los adultos olvidamos que en realidad no somos tan importantes y sobre todo, que el tiempo que no compartimos con la gente que amamos por estar distraídos con personas, cosas o situaciones sin verdadera trascendencia para nuestra vida no va a volver jamás.

Estoy segura que todos conocemos a alguien a quien le urge leerla (si no es que a nosotros mismos).

Con esto me despido, pero nos vemos el próximo viernes con otra recomendación de #LibrosQueMeGustan

El viejo y el mar #LibrosQueMeGustan

La narración épica de la batalla de un hombre contra la naturaleza que es al mismo tiempo una lucha contra sí mismo y contra una sociedad que pretende imponer la idea de que la vejez es un lugar estéril.

Leí esta novela o cuento largo de adolescente y desde entonces he vuelto a él en varias ocasiones; Santiago, su protagonista, me atrevo a decir que es uno de los personajes más entrañables de la literatura porque Ernest Hemingway provoca que el lector experimente una cercanía total con sus angustias y miedos, pero también con sus motivaciones para no dejarse vencer por los tiburones en la lucha por un pez vela de más de cinco metros. Como lectores lo acompañamos en pensamientos y diálogos consigo mismo, en los que por fuerza también encontramos esas palabras que todos nos hemos dicho en múltiples ocasiones.

El viejo y el mar, escrita en La Habana pre Fidel, está inspirada en los pescadores cubanos y en 1953 le dio a Hemingway el Premio Pulitzer de ficción (el siguiente año, 1954, el autor obtuvo el Premio Nobel de Literatura).

El viejo y el mar es el libro que siempre recomiendo cuando alguien a quien no le gusta leer me pregunta con qué puede empezar; mis hijos lo leyeron a los 10 años.

Cada vez que releo las páginas de este gran libro vuelvo a ser aquella adolescente de 14 años que fue cautivada por las pasiones que el autor dejó plasmadas en una historia breve en páginas, pero eterna en legado, y vuelvo a sentir la emoción de ser esta lectora que sufrió con sus personajes como si ese dolor sucediera en mi propia piel.

¡Hasta el próximo viernes con otra recomendación de #LibrosQueMeGustan!

¿Cuál título me recomiendas?

Gesta carmesí #cuento #ficción

Una no se convierte en leyenda sentada en la sala de la casa con una taza de té de tila en las manos. Una se convierte en leyenda con ampollas en los pies, con los dedos curtidos por las texturas del fuego; por el rango, entre terrible y sublime, de las imágenes que penetran por los ojos.

La mancha rojo intenso en las sábanas blancas por sí sola no hubiera significado nada, sin esa forma confeccionada por los pequeños coágulos que expulsó su vagina durante las horas de sueño. Sintió la masa viscosa en la entrepierna antes de hacerse consciente de que había despertado. Agarró una orilla de las telas de diferentes grosores que la cubrían, con el sentimiento de fastidio previo a saber lo que encontraría: nada odiaba más que manchar algo o ensuciarse con su menstruación.

No, sí había algo que odiaba más: tener la menstruación justo los días del año en que tradicionalmente más había cogido, la exposición de libros y vergas, mínimo una por día, que esperaba con ansias durante todo el año y que éste, por culpa de los caprichos de su endometrio, no podría disfrutar.

Entró en la regadera. Abrió las piernas. Dobló las rodillas hacia afuera. Miró el chorro de sangre que la gravedad atraía hacia el mármol del piso y el agua diluía, no sin antes crear, otra vez, asientos como los que se hacen al fondo de una taza de café turco. Disfrutó la imagen de la tinta roja trazando augurios en sus piernas.

Dobló el codo de la mano derecha y dirigió el dedo corazón hacia la vulva. Avanzó despacio hacia adentro de su cuerpo, provocando que otro coágulo cayera de golpe sobre el suelo y se quedara colgado entre las rejillas de la coladera. La sangre escurría cada vez más abundante. Utilizó el índice y el anular de la mano izquierda para separar los labios mientras su dedo medio acariciaba de forma vertical el clítoris y la mano derecha continuaba con su juego de meter y sacar. Apretaba y soltaba. Apretar. Soltar. Apretar. Apretar. Soltar. Hasta que la matriz se convirtió en suelo debajo de desfile militar, en plantas de los pies a punto del calambre. Gimió fuerte. Nada le gustaba más que un orgasmo.

No. Sí había algo que le gustaba más que un orgasmo: seducir al próximo hombre que se lo provocaría en la materia, la energía o la imaginación. Ese pensamiento le recordó su sensualidad tullida. Suspiró.

A pesar de la abundancia que expulsaba su cuerpo, decidió ponerse un mini vestido negro casi transparente, ideal para provocar pensamientos pecaminosos, suyos y de otros. Se trepó en unos tacones negros y salió hacia el pasillo. Balanceaba la cadera al ritmo de la música que siempre sonaba en una de las dimensiones de su mente y la mantenía con el tempo armonizado a los latidos del aire, y en sintonía con los ejemplares del sexo opuesto, siempre dispuestos a satisfacer sus deseos una vez que eran elegidos.

Le calentaba saber la expectativa que el balanceo del vestido sobre las nalgas causaba en las miradas de quienes se topaban con sus piernas casi encueradas. Los días que no debía utilizar calzones salía desnuda debajo de la ropa y de tanto en tanto, cuando el espécimen que tenía enfrente le generaba algún interés, “accidentalmente” se movía de forma tal que dejaba ver su condición de mujer dispuesta a desvestirse ante el mejor postor.

Su primera escala era la sala donde se presentaría el libro del escritor que en la adolescencia le había cambiado la vida, haciéndola ver que existían más caminos, además de los que sus padres le habían enseñado, y no estaban relacionados con enamorarse del hombre perfecto, casarse entre tules y flores y cuidar de los hijos y del esposo hasta la muerte. Instrucciones que ella aparentemente había seguido al pie de la letra cuando decidió convertirse en alguien que bien podría ser el personaje de una de las novelas que tanto le llamaban la atención.

El autor del libro era un hombre grande, nacido poco más de dos décadas antes que ella. Vestía una playera gris, entallada, que testificaba las horas en el gimnasio y un interés en el cuerpo que a ella le resultaba importante; en los últimos años, y después de haberse cogido a una buena cantidad de hombres mayores de sesenta, aprendió que el cuerpo cobra el sedentarismo de la juventud justo después de las seis décadas, así que los músculos del buen escritor presagiaban una polla dura, y el tema de sus novelas dejaba adivinar una experiencia muy sexual y muy decadente.

Se sentó en la primera fila, con las rodillas bien juntas. Ella sabía que los autores se fijan en el público en su presentación unos segundos después de colocarse en su sitio, cuando el cerebro detecta el momento de relajarse y fluir, por eso ella esperó el instante perfecto para levantar la pierna derecha y con un movimiento parecido a la “Verónica” del torero, colocarla encima de la izquierda y dejar a la vista parte de la nalga.

El plan fue un éxito. El movimiento provocó la atención del autor y el consiguiente interés que tuvo en ella durante toda la presentación, curiosidad que ella aprovechó para dejarse observar y para seducirlo en silencio con sonrisas, caricias en el cuello, guiños y otros gestos sutiles, como cuando se puso las palmas de las manos en el interior de los muslos y los abrió ligeramente.

Cuarenta y cinco minutos después, al terminar las palabras de editor, escritor invitado y autor, ella permaneció sentada en su sitio mientras él firmaba libros, platicaba y se tomaba fotos con la concurrencia.

Recuerda lo que siguió como si lo hubiera visto en una película y no como si fuera parte de su experiencia vital.

Él se le acercó, estiró el brazo y con mano firme la jaló para levantarla de la silla. La inercia la hizo aterrizar en sus brazos, lo que él aprovechó para tomarla de la cintura, cargarla y abrir sus labios con la punta de la lengua. La besó con las comisuras de la boca, con el pecho, con los brazos; ella lo rodeó con las piernas. Sin importarle la gente de alrededor, dejó que su cuerpo sintiera al fin la dureza de los músculos de los brazos, de la espalda. Abrió los ojos para registrar en su memoria la cara de él tan cerca de la suya. Encontró que él también tenía los ojos abiertos. Vio cómo en las arrugas varoniles se dibujó una sonrisa; ella también sonrió. Siguieron besándose con los labios en deleite, hasta que la editora que momentos antes lo presentaba como uno de los escritores más disciplinados, serios y talentosos de la industria le tocó el hombro con un dedo para que volteara. Él ni se inmutó.

La puso en el suelo, estiró el minivestido para esconderle la ropa interior y la agarró de la mano. En el pantalón de él se veía la erección descaradamente; conforme caminaban se iba haciendo más notoria, para beneplácito de ella y escándalo de las señoras de la alta sociedad de aquella ciudad tan conservadora y amante de las manifestaciones religiosas más exhaustivas, requisito necesario para mantener el honor y la pureza de sus habitantes, sobre todo de los más jóvenes.

Claro que las lentes de las cámaras de los teléfonos celulares no se hicieron esperar, y pronto más de una decena de personas comenzaron a grabar tan interesante suceso acaecido entre el escritor ex heroinómano y la mujer desconocida, que era arrastrada a cada vez mayor velocidad hacia la salida del recinto, dirigida al paso de cebra y luego a las puertas de cristal del hotel, en donde caminaron hacia el elevador del que él apretó el botón del 21.

Adentro la tomó de nuevo por la cintura para levantarla y continuar besándola, con cada vez más violencia, hasta que se abrieron las puertas y salieron de ahí, ella alrededor de él, que puso en evidencia una vez más su imponente fuerza cuando no le permitió poner los pies en el suelo. Llegaron a la habitación, él puso la llave, que ella ni se enteró cuándo sacó, en el sensor de la chapa, lo que les dio acceso a una recámara espaciosa, cuya cama recibía de lleno los rayos del sol y en la que ella encalló de golpe.

Él la miraba con esa cara inundada de testosterona que ponen los hombres cuando ya se les desconectó el cerebro de los pantalones. Ella pensó en advertirle que cuando le quitara las bragas saldría sangre a borbotones, pero prefirió no hacerlo; quería que a él no se le olvidara nunca la mujer junto a la que había convertido la habitación de un hotel gran turismo en algo parecido a un matadero de cerdos; deseaba sorprenderlo con la copiosidad de su menstruación.

Él agarró los dos extremos de las bragas y las jaló hacia los pies. Ella levantó la cadera y lanzó un gemido involuntario, le fascinaba ese preciso instante en que la tela se deslizaba hacia sus pies; era encantador mirar el gesto de hallazgo del compañero ocasional, ver cómo la lengua saboreaba lo que estaba a punto de comerlo.

Esta vez no le iba a suceder como en otras ocasiones en las que dejó sus deseos en fantasías; esta vez dejaría que la realidad sobrepasara a sus expectativas, con el sí habitando cada partícula de su cuerpo, desde las huellas dactilares hasta las puntas del pelo.

Abrió las piernas. En vez de brillar con la consabida lubricación que expulsan las mujeres cuando están excitadas, de la vulva se desprendió el líquido rojo intenso que salió de ella. Con un gesto veloz él estiró el dedo corazón y lo introdujo en la vagina. Ella levantó la cadera. Él siguió metiendo y sacando el dedo hasta que la sangre era un exceso; entonces acercó la boca y comenzó a succionar todo, los labios, la vulva…. Lamía como lobo hambriento, se atragantaba de sangre, la manzana de Adán se elevaba con frenesí. Ella no podía creer las sensaciones en su cuerpo, levantaba y bajaba la cadera, doblaba los dedos de los pies, le arañó la espalda. Tuvo un orgasmo al que siguieron dos más; todo en apenas unos minutos.

Lo miró. La sangre se escurría por los dientes, remarcaba las líneas de los labios. Ella le puso las manos en el pecho y empujó hasta dejarlo hincado. Se incorporó. Le mordió el labio, la barbilla, el cuello y fue bajando por el pecho, el ombligo, para trazar una línea hacia el nacimiento de la erección coronada con un glande del tamaño de una pelota de golf. Se metió la pelota en la boca, la hizo llegar hasta la garganta.

El hombre gigante se contorsionaba, le puso la mano en la cabeza. Arremetía con fuerza dentro de la boca de ella, que le encajó las uñas en las nalgas, lo que aumentó todavía más el deseo de penetrarla. Al notarlo, ella se le adelantó. Retiró la cabeza de la verga de él y lo empujó hacia el colchón. Se puso de pie. Le escurrieron de nuevo unas gotas densas desde el cuerpo, que cayeron estratégicamente en la punta del pito, que parecía un panecillo de Navidad, glaseado con el color rojo de la ropa del señor de los juguetes.

De un solo movimiento ella dobló las rodillas y se penetró hasta el fondo. Sentía la presión de la punta de él sobre el cuello del útero, cómo empujaba para llegar más adentro: dolor y gloria; gloria y dolor. Él jaló una almohada y se la puso debajo de las nalgas, con lo que pudo entrar todavía más profundo. Ella se inclinó para besarlo de nuevo, provocando que la base del pene le rozara el clítoris. Otro orgasmo. El cuarto del día.

Escritor consagrado y escritora novata desafiaron las leyes de la física y de la prudencia por horas. Él bebió la sangre de ella cual vampiro posmoderno; ella dejó que él calara todos sus orificios disponibles con los apéndices más extravagantes de su cuerpo: manzana de Adán, nariz, codos…

El mediodía se convirtió en atardecer; el atardecer en noche; la noche en amanecer de horizonte rojo y dolor de coxis y la certeza de que el sexo duro del pasado inmediato provocaría que no pudiera sentarse en varios días.

Salió de ahí mientras él todavía descansaba el sueño de los bien cogidos, para evitar el riesgo de que volviera a despertarse y en lugar de comer o tomar algo, decidiera volver a hacerla el plato principal del siguiente día.

Se miró al espejo del elevador mientras descendía. Piso 21… 20… 19… Sus pupilas chisporroteaban, hacían un contraste vampírico con el color casi transparente de su piel, algunos rastros de sangre y las ojeras color de rosa. Suspiró y se dirigió a sí misma en voz alta, antes de que en el tablero digital del elevador apareciera la letra “L”:

“Bueno, si no te conviertes en leyenda, por lo menos ya te cogiste a una.”


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Daños colaterales #cuento #ficción

Queridos sobrinos,

Ustedes creen que moriré virgen. Y es probable que así sea. Pero no de la virginidad que ustedes imaginan: soy virgen de poseer al hombre que se me antojara, porque los tuve todos. Había pensado llevarme mis secretos a la tumba, pero no quiero ser injusta con la generosidad con que me ha tratado la vida ni con la imagen de mí que ustedes llevarán en la memoria.

¿Se acuerdan de Pedro, el sacerdote de la iglesia de San Juan? No puedo decir que fue el amor de mi vida, porque de esos tuve muchos; sí que es el amante más constante de los que tuve y, sobre todo, el más fiel, porque su otra relación íntima fue con Dios y jamás con mujer ajena.

Pasábamos horas en la sacristía, leyéndonos la biblia al oído mientras su mano o la mía provocaba orgasmos en su cuerpo o el mío. Él me enseñó lo glorioso del sexo, lo cercana a Dios que me sentía cada vez que lo tenía dentro al mismo tiempo que su pecho rozaba mis pezones.

Pedro era un hombre generoso con el pueblo y conmigo. Cuando ustedes dejaban de visitarme durante temporadas largas no saben lo maravilloso que era, porque podía pasar las noches enteras entre sus brazos, y ahí era feliz.

Varias veces estuve tentada a contarles mis aventuras amorosas; cuando los alcanzaba a escuchar cuchicheando el fastidio que les parecía visitarme, culpándome a mí de mi soledad al haber decidido no tener hijos. Qué egoístas y estúpidas son a veces las personas, que por prejuicios piensan que una solterona mayor de 50 años sólo está sentada frente a la ventana esperando a que alguno de sus familiares se apiade de ella y la visiten…

¡Si yo narrara las veces que estuvieron a punto de sorprenderme en la cama con el jardinero y el maestro de obras! ¡Tuve que esconderlos en la regadera para que no los encontraran en mi habitación en varias ocasiones! Ustedes me contaban historias, yo sólo deseaba que se marcharan para seguir lamiéndoles el glande y recibir el semen en el pecho, pero no, tenía que meterme al baño para darles una bata para que no se murieran de frío. Claro que me amaban, si no, ¿cómo soportar las horas perdidas, sentados en el escusado, esperando a que ustedes se largaran?

La tercera vez que el pobre de Justino, el plomero, se quedó atrapado en el baño les pedí que me ayudaran a hacer la puerta hacia el jardín, ¿se acuerdan? Por más que quisieron convencerme de la inutilidad de una salida junto al WC, yo me aferré a que se hiciera, con el pretexto de que ya estaba demasiado intensa mi reuma y me costaba trabajo salir a colgar la ropa al sol.

También me construyeron la nueva salida al costado del terreno, que mis novios y yo bautizamos como la “Salida de emergencia” entre carcajadas y jadeos, porque para estrenarla decidí hacer un simulacro como los de los sismos.

Esa tarde hubo pasteles y otros bombones, además de crema chantillí y condones de todos los sabores. Estábamos en la parte más rica del guateque, tenía yo la verga del jardinero en el culo, la del plomero en el coño y la de Pedro en la boca, cuando el sonido de la chapa de la puerta irrumpió entre los “qué ricos”, los “mamita deliciosa” y los “eres una lujuriosa”.

Como no habíamos ejecutado el simulacro de evacuación todavía, nos hicimos bolas. Pedro se tropezó con el plomero, el plomero cayó sobre el jardinero y yo no tuve más remedio que ponerme la piyama y salir con la mejor cara de amodorrada que alcancé a caracterizar, aunque no sé por qué, si ustedes nunca se fijaban realmente en mí.

Pero decía que salí con cara amodorrada, los pelos hechos bolas ya los tenía después de la arrastrada que me estaban poniendo. Me saludaron muy formales, beso, abrazo, cómo estás, tía, y de repente uno de ustedes me preguntó por qué había un señor en el jardín colgando la ropa. Casi se me sale una carcajada al ver al plomero con las manos sobre mis calzones, simulando que los acomodaba en los mecates, con cara de saber lo que estaba haciendo. Les respondí que me había venido a ayudar a tender porque me estaba sintiendo mal últimamente y él se ofreció. No sé si ustedes notaron que iba descalzo, supongo que como era un pueblo no les pareció sorprendente ver a un indio sin zapatos sobre el pasto.

Total, por más que intenté despacharlos rápido esa tarde para que me dejaran seguir con mi celebración, ustedes decidieron quedarse más tiempo, seguro sintiéndose culpables por haberme abandonado durante tantas semanas. Me llevaron de comer una sopa de frijoles molidos y un guisado de carne con verduras en salsa de tomate, que tuve que tragarme con mirada de gratitud, aunque en realidad eran un asco y no tenían nada que ver con el pozole que Pedro había preparado para la ocasión y tuvimos que dejar para después, cuando los cuatro pudiéramos volver a coincidir para acabar (en sentido metafórico, y también en el literal, ustedes entienden) lo que interrumpieron.

¿Por qué nunca dije nada? ¡Imagínense el escándalo! Pedro era sacerdote; el jardinero tenía esposa y siete hijos y el plomero fingía ser homosexual para poder almorzarse a todas las señoras del pueblo sin que los maridos tuvieran sospecha alguna. En lo que respecta a mí, así era más cómodo, porque si ustedes hubieran sabido que yo tenía novio, amante o cualquier hombre preocupado por mi suerte, habrían dejado de mantenerme, de darme dinerito para vivir, comer y regalarme de vez en cuando un lujito, como las sesiones de masaje que tanto amaba.

Lo hacía por ustedes también, porque con eso de que su mamá se murió cuando eran niños, necesitaban una figura femenina de ejemplo y autoridad, y qué mejor que la tía virgen y santísima que se fue a vivir a pueblo quieto para alejarse de la vida libidinosa y de perdición que se experimentaba en la gran ciudad y ella aborrecía con todas sus fuerzas.

Pero la verdad es que me vine a pueblo quieto, precisamente a este, siguiendo a Pedro, que un día, cuando todavía era el sacerdote de la iglesia de la colonia de junto, me notificó que el Vaticano ordenó su cambio a este lugar como castigo a una denuncia que una señora, esa sí muy estirada y muy decente (también muy reprimida), le puso con las autoridades eclesiástica por haberle agarrado las tetas en plena confesión. Cuando le pregunté por qué diablos había hecho algo así, me respondió que creyó que ella le había coqueteado. Ya luego se le fue quitando lo pendejo y decidió sólo encamarse conmigo: yo jamás le causaba problemas ni le quitaba el tiempo.

Si se preguntan si alguna vez me sentí culpable de estafarlos, la respuesta es no. Toda mi vida tuve que aguantar a su mamá, que de niña era abusiva y mentirosa. Cada vez que ella hacía una travesura me echaba la culpa a mí, y como era la consentida de la abuela, entonces yo era la que salía siempre castigada, y ella no sentía remordimiento alguno.

Me acuerdo que a los 15 años se puso un vestido para el que yo ahorré durante meses. Cuando la vi salir le pedí que se lo quitara porque, uno, no me lo había pedido prestado, y dos, no se lo prestaba. Me miró unos segundos, sonrió de ladito, burlándose de mi petición y se dio la vuelta.

Corrí a acusarla con mi mamá, pero la defendió y además me dijo que era yo una egoísta por no prestarle a mi hermana un simple vestido. De nada sirvió que le dijera que me había costado meses comprarlo, me tachó de desconsiderada y mala persona y afirmó que mi hermana tenía derecho de ponerse lo que quisiera, y además, de agarrar mi coche cuando se le diera la gana.

Al salir de la cocina me la encontré riéndose a carcajadas. Esa tarde se largó con mi vestido puesto, y yo llegué a la conclusión de que, si había perdido la batalla contra ella, además de no volver a comprarme nada para mí, lo pagarían sus hijos cuando los tuviera.

Así que ustedes han sido daños colaterales, dulce venganza. Y no. No les ofrezco disculpas.

Quería contarles la historia de cada uno de mis amantes, 365 para ser exacta (sí, como los días del año, linda coincidencia, ¿no?), pero ya llegaron las enfermeras para llevarme al quirófano y como no sé si saldré viva de ahí (ojalá no, pero igual y Dios sí existe y todavía me quiere aquí), mejor busquen mi diario, está en el buró del lado izquierdo de mi cama; la portada es azul oscuro y dice “Sagrada Biblia” en letras doradas.

Me voy entonces, sobrinos. Cuídense mucho y espero que algún día aprendan y se les quite lo culero.

Adiós, hijos de su pinche madre (literal),

Tía Dolorcitas


Puedes encontrar más cuentos en este volumen:

Grab my pussy! Cuentos eróticos y algunos relatos de sexo explícito

De la ingeniosa y polémica escritora Mónica Soto Icaza, autora del Best Seller Tacones en el armario, llega Grab my pussy!, cuentos eróticos y algunos relatos de sexo explícito. En este libro la autora rescata el lado sensorial, irreverente y jovial del sexo. Los cuentos de Grab my pussy! son provocadores de humedad y carcajadas. En textos breves e intensos los lectores entrarán en una dimensión de hallazgos y auto descubrimiento que les dejarán un delicioso sabor de boca. Al nadar por estas páginas el reto será que ambas manos permanezcan en el papel…

190,00 MXN

Derechos de Autor y otras peculiaridades #LiberaTusLibros

(O cómo evitar futuras noches de insomnio)

La originalidad no consiste en decir cosas nuevas,

sino en decirlas como si nunca hubiesen sido dichas por otro.

Goethe

El tema de los Derechos de Autor es uno de los que más preocupa a quienes decidieron utilizar su experiencia, talento, trabajo, visión del mundo y conocimiento para llevar a cabo una obra que trascienda a su propia vida y que tal vez transforme en algo la vida de alguien más. Por eso es importante conocer los conceptos básicos relacionados a ellos: conocimiento es poder de decisión.

Además, en estos tiempos en los que es muy popular compartir los textos en redes sociales, blogs y sitios web, la protección del trabajo intelectual adquiere proporciones mayúsculas.

Empecemos con algunos conceptos básicos:

Un autor es el creador de una obra artística: literatura, cine, pintura, música, danza, fotografía, arquitectura, dibujo, programas de radio y televisión, escultura, programas de cómputo, performance.

Una obra es una creación original que puede reproducirse por medio de una gran diversidad de soportes, medios y tecnologías, desde los libros impresos hasta los más inimaginables y no existentes.

La propiedad intelectual es la creación original que surge de la imaginación y la creatividad del autor.

El plagio es un delito contra la propiedad intelectual que se comete al copiar la obra ajena y presentarla como si fuera propia. En México se castiga con prisión.

El ISBN (International Standard Book Number) es un número compuesto por 13 dígitos. Contiene información sobre el país de origen, editorial y otras características físicas, como el número de páginas y hasta el precio. De éste surge el código de barras del libro. Es único por edición y por editorial. Se tramita en la Agencia Mexicana ISBN.

La institución que protege el Derecho de Autor en México es el Instituto Nacional del Derecho de Autor (Indautor), con la que el Estado cumple su función de preservar el patrimonio cultural y artístico del país para mantenerlo vivo.

Hay dos tipos de Derechos de Autor: el Derecho Moral y el Derecho Patrimonial.

El Derecho Moral es el que surge de la misma creación. El Indautor lo protege desde el momento en que decides hacer pública esa creación. Es imprescriptible, porque será tuyo incluso después de tu muerte; es inalienable, porque no se puede ceder, regalar o vender a alguien más; es irrenunciable, porque no puedes arrepentirte de haberlo creado (o sí puedes, pero no deja de ser tuyo), y es inembargable, porque nadie puede quitártelo.

El Derecho Patrimonial es el derecho de explotación comercial de la obra. El autor puede explotar su obra él mismo y también puede autorizar o prohibir a otros que lo hagan. Todo esto se hace dentro de los límites de la Ley Federal del Derecho de Autor.Los Derechos Patrimoniales se transfieren por escrito, no pueden donarse a título gratuito, sino que deben tener un precio, una contraprestación, ya sea en dinero, o en intercambio en especie. Cuando firmas un contrato con una editorial, este es el derecho que transfieres.

La vigencia de la protección del Derecho de Autor en México aplica durante toda la vida del autor más 100 años después de su muerte. Como autor tienes derecho a heredar los Derechos Patrimoniales de tu obra mediante un testamento o un juicio en caso de morir intestado; el sucesor tiene derecho a heredarlos de nuevo, y así sucesivamente, hasta que se extingan los derechos, cuando la obra pasa a ser del dominio público.

El trámite para proteger los Derechos de Autor en México, como ya comenté, se realiza en el Indautor. Es muy ágil, sencillo y la atención en la oficina de Registro es rápida y amable. Recomiendo llegar temprano (abren a las 9:30 de la mañana y cierran a las 14 horas).

En la página de internet http://www.indautor.gob.mx se encuentran domicilio, horarios, formatos de solicitud de registro y pagos y mucha más información sobre este tema tan importante y que debería ser una constante dentro del ámbito creativo de las naciones.

 

Derechos subsidiarios

 Además de los derechos que se desprenden de la creación original, en nuestros días suele ocurrir que la obra crece y trasciende al libro. Cuando esto sucede, es importante precisar que no por ser un formato diferente al original, los derechos dejan de ser del autor. Por ejemplo, si tu novela se convirtió en audio libro, el contenido sigue siendo tu creación; si es película, si se tradujo, si hicieron una caricatura, lo que sea que se produzca a raíz de tu idea, sigue siendo tuya.

Esto se llama: Derechos subsidiarios, e implican derechos de reproducción (con fines promocionales, si se publicó un fragmento en una revista, blog, etcétera); Derechos para Ediciones de Bolsillo (en caso de que en el contrato original se firmara para un libro en formato rústico); Derechos extranjeros (por si el libro se vende en algún otro país); Derechos de audio (audiolibros, música y otros); Derechos dramáticos (adaptaciones para televisión, cine o teatro); Derechos electrónicos (libros electrónicos, aplicaciones, software); y otros, como juguetes y accesorios.

Por todos los derivados de la obra en cuestión el autor deber recibir regalías, por eso es importante tomarlo en cuenta al firmar el contrato.

Creative Commons y el Movimiento de Libre Acceso

Si en tus planes está publicar tu obra en digital, ya sea en libro electrónico, blog, redes sociales, o cualquier otra plataforma que exista o llegue a existir, o si quieres que tu libro tenga oportunidad de reproducirse a gran escala, sin importarte demasiado recibir una remuneración por ese trabajo u obra de arte, existen alternativas que te permiten mantener tus derechos de autor, pero compartir a mayor escala sin riesgos.

Cuando le concedes a tu obra una licencia Creative Commons, como autor, puedes publicar tu obra de tal forma que otros la compartan sin necesidad de tener tu autorización por escrito. Las condiciones son que aparezcan tu crédito y el vínculo que lleve a ti, que no se le hagan modificaciones y, sobre todo, que no se explote comercialmente. Hay varios modelos diferentes de licencias; dependiendo de cada uno corresponde la restricción sobre el crédito a tu nombre que se deba llevar a cabo.

En caso de que le concedas a tu obra una licencia Creative Commons, en lugar de poner en la página legal “Todos los derechos reservados”, se usa la leyenda “Algunos derechos reservados”. (Más información en https://creativecommons.org)

El Movimiento de Libre Acceso ha enriquecido la divulgación de la obra de gran cantidad de autores, desde los clásicos hasta traducciones de textos raros u obra de escritores vivos. Con él se respeta la autoría de los textos, pero como están en línea pueden encontrarse de forma gratuita. No persigue fines de lucro, sino que tiene el ánimo de compartir la literatura y de esta forma permitir su difusión masiva hasta los últimos rincones de la tierra.

Al final del día, el autor es quien decide la protección que se le dará a su obra, pero es importante conocer estos detalles para abrir las posibilidades y alcanzar el máximo potencial del libro que queremos publicar.

 

Recomendaciones referentes al Derecho de Autor al momento de firmar un contrato:

  • Los únicos Derechos que puedes transmitir al editor o la editorial son los Derechos Patrimoniales.
  • Si vas a invertir en la impresión del libro, no cedas tus Derechos Patrimoniales. A menos que recibas un pago o hagas un intercambio, si tú pagas por hacer el libro, es ilegal y absurdo que transfieras tus derechos.
  • Si vas a transferir tus Derechos Patrimoniales fíjate durante cuánto tiempo. Algunas editoriales los reservan dos, cinco o siete años; otras, por más tiempo, y normalmente son ellas quienes fijan la vigencia. Al negociar tu contrato, toma en cuenta que a mayores beneficios (en promoción, difusión, distribución, presentaciones, regalías, etcétera), mayor tiempo. Si tú tienes que pagar por todo y encargarte de la mayoría de los asuntos mencionados, no los transfieras.
  • Los elementos que debe tener el contrato para que sea válido son: fecha de firma; nombre y domicilio de las partes firmantes (tiene que aparecer, en caso de que la editorial sea Persona Moral, el nombre del representante legal de la misma); declaración de autoría del libro por parte del escritor; si es un contrato de exclusividad y el autor no puede publicar la obra en otra editorial (esto es lo más común); vigencia de la transmisión de derechos (puede ser por tiempo transcurrido o porque se agotan los ejemplares sujetos del contrato); formato del libro; porcentaje de regalías; monto de adelanto de publicación; territorio de distribución (o en su caso, librerías y ferias de libros donde se venderá tu libro); derechos subsidiarios; soportes (si es impreso, electrónico, etcétera); requisitos fiscales para pago de regalías; cantidad de ejemplares a imprimir y en su caso, condiciones de reimpresión; si la editorial debe pedirle permiso o no al autor para hacerle modificaciones al texto, la imagen o cualquier elemento que contenga; quién correrá con los gastos de publicación, distribución, promoción y publicidad; negociación de traducciones y las regalías que el autor obtendrá en ese caso; beneficiario del contrato en caso de muerte del autor; a qué organismos legales se acudirá en caso de controversia.
  • En caso de dudas siempre es mejor consultar a un abogado o acercarse a las oficinas del Indautor.

La próxima semana publicaré mis recomendaciones para autopublicar en plataformas digitales, para que tomes decisiones basadas en información concreta.


*Este texto forma parte de mi libro: Libera tus libros, el arte de hacer y vender libros en México. Puedes adquirirlo aquí:

Libera tus libros

¿Quién no ha pensado alguna vez escribir un libro?, ¿quién no ha soñado con publicar lo que ha escrito?, ¿quién no ha querido contarle algo al mundo? Libera tus libros es resultado de más de 15 años de trabajo en el mundo editorial mexicano. No es una autobiografía: constituye un manual con información, datos reales, golpes de suerte y paracaídas escrito en forma clara y concreta sobre todo lo relacionado con el mundo de los libros en este peculiar país. En estas páginas encontrarás desde los momentos que han transformado la historia del libro hasta recomendaciones legales para la firma de un contrato; temas como el funcionamiento de los diferentes tipos de editoriales, la forma en que ciertos libros se convierten en best sellers, pasando por los tipos de libros y las alternativas de publicación que han traído las nuevas tecnologías, entre otros asuntos de interés.

MX$210,00

 

El camino del libro: de la creación a las manos del lector #noficción

Mi conducta de lector, tanto en mi juventud como en la actualidad, es profundamente humilde. Es decir, te va a parecer quizá ingenuo y tonto, pero cuando yo abro un libro lo abro como puedo abrir un paquete de chocolate, o entrar en el cine, o llegar por primera vez a la cama de una mujer que deseo; es decir, es una sensación de esperanza, de felicidad anticipada, de que todo va a ser bello, de que todo va a ser hermoso.

Julio Cortázar

 

Los libros son tan únicos como los seres humanos. El escritor argentino Jorge Luis Borges escribió: “de todos los instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones del brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación”. La riqueza literaria es aún mayor, una persona puede escribir varios libros y multiplicar pensamientos.

El principio de todo es una ocurrencia. Un día, estás inocentemente caminando por la calle, en la fila del banco, trabajando en tu oficina o teniendo un descanso reparador sobre tu cama y, de pronto, aparece la idea. Primero, tal vez, te mire tímida desde el rabillo del ojo, pero conforme le inspiras confianza, se va mostrando entera, hasta que toma posesión de tu ser durante semanas, meses e incluso años.

Convives con ella y juntos crean alquimia, convierten las palabras en combinaciones únicas; en ocasiones se odian, a veces se aman, pero no pueden abandonarse. Así, un día tras otro, con una fidelidad sin precedentes, inseparables, llegan a la meta: un texto que merece compartirse.

No hay un proceso creativo igual a otro. Algunos esperan a la caprichosa inspiración, otros la persiguen con trabajo constante, y otros creen que nacieron con ese talento. Pero, sin duda, ser un buen lector es importante para convertirse en un buen escritor.

Aquel texto que ya existe, fruto del idilio entre el escritor y las palabras, necesita entonces un acta de nacimiento que precise quién es su padre o madre intelectual. Es momento de pasar del trabajo creativo al mundano; se visita la oficina de registro de obra (Instituto Nacional del Derecho de Autor), para proteger al recién nacido de quienes pretendieran apropiarse de su origen.

Ya con el texto bajo un brazo y el certificado de registro bajo el otro, el escritor busca alternativas de publicación. La elección del editor es compleja y delicada: como será una relación estrecha y a largo plazo, ambos deben conocerse para saber si pueden convivir y trabajar de forma fluida y agradable. Así como el editor busca libros que le hagan ganar prestigio y dinero, el autor debe encontrar a quien le ofrezca el mejor balance entre costo y beneficio para potenciar al máximo los recursos que ya ha invertido en su producción.

Después de tocar puertas y entrar volando por algunas ventanas, ¡al fin! El escritor conoce al editor perfecto, quien lo invita a su casa editorial para platicar sobre las condiciones de la unión. Viene la lectura del contrato y la comprensión de todos los puntos que incluye: es una póliza de seguro para un futuro sonriente. Negociación. Firma. Apretón de manos.

Las letras transmutan en mercancía, en conceptos como edición y corrección de estilo. Primero, los archivos pasan a la pantalla del editor experto, quien ajusta la anécdota de ser necesario, retoca los personajes, revisa la temporalidad, pule todo lo posible para sacarle al texto las mejores formas (edición de contenido). Después, el libro brinca a los ojos de un profesional del idioma para transformarse en pulcritud de ortografía y sintaxis (edición técnica). Profesionales y escritor trabajan juntos. El objetivo: que ideas y anécdotas conserven fidelidad al original, sin errores.

El texto, perfumado como para una cena de gala, va al departamento de diseño. Ahí, junto con el editor y en ocasiones el autor, se encargan de construir el rostro que mejor hable de acuerdo con lo que el libro quiere compartir; se hacen pruebas, lluvia de ideas, propuestas y, después de considerar a los lectores, a los miles de libros en las librerías y de soñar con romper las expectativas de ventas, se define la portada con la que todos lo conocerán a partir de ese momento; también se forman las páginas interiores.

Estas tareas se llevan a cabo conforme el estilo de la editorial y la imagen de la colección en la que el texto se publicará; es importante precisar que hay diferentes tamaños de libros: de bolsillo [11×17 centímetros], tamaño trade[16×23 centímetros], media carta [14×21], y muchos más.

El libro, ya peinado para la ocasión, se convierte en archivos digitales impresos y aparece en escena el corrector de pruebas, encargado de revisar con lupa palabra por palabra, línea por línea, párrafo por párrafo, página por página. Sobre este personaje recae una gran responsabilidad, es el último en poder registrar correcciones antes de imprimir.

El corrector de pruebas busca errores de dedi y de hortografía, que no falen letras, incluso que el tipo y tamaño de letra sean uniformes; también revisa formato, márgenes, gráficas, líneas, fotografías e ilustraciones. En pocas palabras, cuida que todos los involucrados no se hayan equivocado.

El libro pasa entonces a los talleres de impresión, donde tintas y papel danzarán bajo manos expertas para convertir las ideas y el trabajo en grandes pliegos de colores que serán doblados y encuadernados (hay encuadernado rústico [cosido y pegado, o sólo pegado, con pasta blanda] y encuadernado en pasta dura [también se llama cartoné]).

La impresión es uno de los pasos más delicados porque cualquier error puede costar mucho tiempo, dinero y esfuerzo (y por qué no decirlo, también algunos empleos).

Mientras el libro está en proceso de materialización, empieza a funcionar el plan de mercadotecnia en los medios de comunicación tradicionales y digitales considerados en el presupuesto. La editorial, mediante el departamento de mercadotecnia y ventas trabajan para hacer la mayor difusión posible. Llega un nuevo libro y los lectores tienen que saberlo.

Cualquier hora de cualquier día es maravillosa para recibir LA llamada con la noticia que el escritor espera durante meses: al fin puede tener en sus manos el resultado de tanto esfuerzo y tantas ilusiones. Al fin puede hojear y percibir sus propias palabras en el aroma del papel y la tinta volcadas en libro.

Con esta aparición comienza otra etapa de la aventura. Se lleva a cabo una presentación: en alguna librería, biblioteca, centro cultural u otros lugares como tiendas, cafeterías, cantinas y restaurantes, según los límites de la creatividad y de las normas editoriales. La presentación es como la fiesta de XV años en la que el libro se lanza a la sociedad y los medios de comunicación son convocados.

A partir de cada presentación, el libro se convierte en moneda al aire con posibilidades infinitas. Llega a las mesas de novedades de las librerías, se convierte en protagonista de conversaciones, críticas y situaciones sorprendentes, propicia innumerables entrevistas a los autores y un sinfín de actividades.

La única manera de saberlo es iniciar la aventura y esperar a que suceda la magia…

 


  • Este texto forma parte de mi ensayo Libera tus libros: el arte de hacer y vender libros en México (2017). Si te interesa el libro completo puedes adquirirlo en físico (y dedicado) aquí:

Libera tus libros

¿Quién no ha pensado alguna vez escribir un libro?, ¿quién no ha soñado con publicar lo que ha escrito?, ¿quién no ha querido contarle algo al mundo? Libera tus libros es resultado de más de 15 años de trabajo en el mundo editorial mexicano. No es una autobiografía: constituye un manual con información, datos reales, golpes de suerte y paracaídas escrito en forma clara y concreta sobre todo lo relacionado con el mundo de los libros en este peculiar país. En estas páginas encontrarás desde los momentos que han transformado la historia del libro hasta recomendaciones legales para la firma de un contrato; temas como el funcionamiento de los diferentes tipos de editoriales, la forma en que ciertos libros se convierten en best sellers, pasando por los tipos de libros y las alternativas de publicación que han traído las nuevas tecnologías, entre otros asuntos de interés.

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Fragmentos del «Discurso sobre el estilo» del Conde de Buffon #librosclásicos

Georges-Louis Leclerc, mejor conocido como «Conde de Buffon», estudió Botánica, Matemáticas y Medicina. Nació en Francia en 1707 y dedicó su vida al estudio de la naturaleza. Pronunció su famoso «Discurso sobre el estilo» al ingresar a la Academia Francesa el 25 de agosto de 1753.

Transcribo los fragmentos que me parecen más aleccionadores y luminosos para todo aquel interesado en seguir mejorando su estilo, para tener bien abiertos los ojos a esos hallazgos que te encuentras a la hora de escribir:

 

Siempre ha habido hombres que han sabido mandar a los demás por el poder de la palabra.

La verdadera elocuencia supone El ejercicio del intelecto y la cultura del espíritu.

No es suficiente hacerse oír y atraer la mirada; es preciso influir en el alma e impresionar el corazón hablando al espíritu.

El estilo no es sino el orden y el movimiento que se pone en los pensamientos.

… quienes escriben como hablan, aunque hablen muy bien, escriben mal; quienes abandonan al primer arranque de su imaginación toman un tono que no pueden sostener; quienes temen desperdiciar los pensamientos aislados, fugitivos y en distintas ocasiones escribe en trozos sueltos, no los reúnen jamás sin transiciones forzadas; ésta es la razón, en una palabra, de que haya tantas obras hechas de retazos y tan pocas fundidas de un solo golpe.

… el gran número de divisiones, lejos de hacer más sólida una obra, destruye su coherencia, el libro parece más claro a la vista pero la intención del autor permanece oscura; no puede impresionar el espíritu del lector ni puede hacerse sentir sino por la ilación, por la dependencia armónica de las ideas, por un desarrollo sucesivo, una gradación sostenida, un movimiento uniforme que toda interrupción destruye o hace languidecer.

Por la falta de plan, por no haber reflexionado suficientemente sobre su tema, un hombre agudo puede meterse en embrollos y no saber por dónde comenzar a escribir.

Pero cuando haya hecho un plan, una vez que haya juntado y puesto en orden los pensamientos esenciales es su tema, percibirá fácilmente el instante en que debe tomar la pluma, sentir el punto de madurez de la producción del espíritu, estará obligado a ser la brotar y no tendrá seguramente sin el placer de escribir: las ideas se sucederán sin dificultad y el estilo cera natural y fácil, la demencia nacerá de este placer, lo esparcida por doquier y dará vida a cada expresión, todo se animará más y más, el tonos se elevará, los objetos tomarán color y el sentimiento, juntándose a la claridad, la aumentará, la llevará más lejos, la hará pasar de lo que se dice a lo que se va a decir y el estilo resultará interesante y luminoso.

Cuanto más ingenio nimio y brillante se ponga en un escrito, menos vigor tendrá, menos claridad, menos vehemencia y estilo; a no ser que este ingenio sea el fondo mismo del asunto y que el escritor no haya querido hacer otra cosa que chancear: en este caso el arte de decir pequeñas cosas resulta posiblemente más difícil que el arte de decir las grandes.

Este es el defecto de los espíritus cultivados pero estériles; usan palabras en abundancia, pero no ideas; trabajan, pues, sobre las palabras y se imaginan haber combinado ideas porque han combinado frases, haber depurado el lenguaje cuando lo han corrompido al torcer el sentido de las acepciones.

El estilo debe grabar los pensamientos, ellos no saben si no trazar palabras.

Para escribir bien es necesario, pues, dominar plenamente el tema.

Las reglas no pueden suplir el genio; si éste falta, aquéllas serán inútiles. Escribir bien es pensar bien y a la vez sentir bien y expresar bien, es tener a un mismo tiempo Ingenio, alma y gusto.

El tono no es sino la adecuación del estilo con la naturaleza del tema y no debe nunca ser forzado, nacerá naturalmente del fondo mismo de la cosa y dependerá mucho del grado de generalidad a que se hayan llevado los pensamientos.

… si se le puede agregar la energía del dibujo, la belleza del colorido, si se pueden una palabra representar cada idea por una imagen vida y bien acabada y formar en cada serie de ideas un cuadro armonioso y elegante el tono será no solamente elevado, sino sublime.

Las obras bien escritas eran las únicas que pasarán a la posteridad: el caudal de los conocimientos, la singularidad de los hechos, la novedad misma de los descubrimientos, no son garantía segura de inmortalidad.

… el estilo es el hombre mismo. El estilo no puede, pues, ni arrebatarse, ni transferirse, ni alterarse;

… un estilo bello no lo es, en efecto, sino por el número infinito de verdades que presente.

Lo sublime no puede encontrarse sin los grandes temas. La poesía, la historia y la filosofía tienen todas el mismo objeto, un objeto muy grande: el hombre y la naturaleza.

… el tono del orador y del poeta, cuando el tema es grande, debe ser siempre sublime, puesto que ellos son dueños de agregar a la grandeza de su tema tanto color, tanto movimiento, tanta ilusión cuanto les plazca.

 

Conde de Buffon


Discurso sobre el estilo,de Georges-Louis Leclerc, Conde de Buffon. Tomado de la Colección Pequeños Grandes Ensayos. UNAM, 2003.

 

Ama y Dueña de Mí

Desde hoy me doy cuenta

que así como me pertenecen mis tristezas,

también me pertenecen mis bendiciones.

 

Desde hoy decidiré cuándo llorar por ti,

sabiendo que puedo disfrutar de mi tristeza

sin remordimientos.

 

Desde hoy decidiré cuándo reír por mí,

sabiendo que puedo disfrutar de mi alegría,

también sin remordimientos.

 

Desde hoy viviré mis días como dueña de mis emociones,

abandonaré el traje de víctima.

 

Desde hoy regaré mis momentos con agua de belleza

y lluvia de gotas mágicas.

 

Desde hoy soy Ama de mis circunstancias

y Dueña de mis pensamientos.

Desde este momento Soy Ama y Dueña de Mí.

DESDE HOY Y PARA SIEMPRE.

 


Escribí este texto después de una experiencia muy amarga. Tenía enfrente el desamor personificado, así que en vez de rasgarme las vestiduras y darle energía e importancia a la situación que vivía, decidí que contrarrestaría lo terrible con poesía, la tristeza con hermosura,  lo trivial de un desengaño, con un compromiso eterno conmigo misma.

Así surgió no sólo este texto, sino mi novela Tacones en el armario, y a partir de ella, la obra que he ido desarrollando con los años.

Hoy sé que nada ni nadie me detiene y que conquistarme a mí es el mayor logro de mi existencia; lo demás ya son puras cerezas del pastel transformadas en guiños que hacen de mi paso por este mundo una serie de eventos deliciosos.

Gracias por leer mis líneas y así convertirte en parte de este gozo.


AMA Y DUEÑA DE MÍ. MÓNICA SOTO ICAZA

Consideraciones antes de publicar un libro

Cuando terminas de escribir un libro experimentas un par de emociones contradictorias: felicidad e incertidumbre. Llegan a ti mil preguntas, mil cuestiones por resolver y entonces empiezas un viaje épico, en el que se agradecen las respuestas que se van encontrando.

Por eso decidí escribir y publicar estas ideas como parte de mi libro Libera tus libros, el arte de hacer y vender libros en México, basadas en errores, aciertos y golpes de suerte,  sujetas a cambios y ampliación por nuevas experiencias. Que sean de utilidad:

  1. Escribe sin pensar demasiado, sin presión, sin censura, sin fijarte en la gramática o la ortografía, solo escribe. Una vez que termines, corrige con lupa y a conciencia.
  2. Por cada puerta que se cierra, pueden abrirse muchas más. La carrera del escritor es de resistencia, tenacidad y, sobre todo, pasión.
  3. En ocasiones es difícil saber cuándo el texto ya está terminado, por eso es recomendable dejarlo descansar en un cajón, sin verlo para nada ni pensar en él al menos por unas tres o cuatro semanas.
  4. Tu familia, desde tu mamá hasta tus parientes lejanos, leerán tu libro y te dirán que es magnífico. Ponlo en duda: el cariño puede nublar su objetividad.
  5. Tu libro va a gustarle a mucha gente y otras personas van a odiarlo. No gastes tu energía en preocuparte por eso.
  6. Registra tu libro antes de mandarlo a dictamen a alguna editorial o a concursos.
  7. Somete tu obra a concurso antes de buscar publicarla, sobre todo si se trata de géneros literarios: novela, poesía, cuento, ensayo, teatro, porque de esta forma tienes más posibilidades de llamar la atención de las editoriales.
  8. Ten claro el tipo de libro que quieres publicar, así caminarás sobre suelo sólido y no sobre sueños guajiros.
  9. Es básico conocer cuál es el mercado de tu libro, qué tipo de libro es, si es ficción o no ficción, antes de mandarlo a una editorial.
  10. Investiga qué tipos de libros publica la editorial a la que piensas enviar tu libro. Normalmente esa información aparece en su sitio web.
  11. Escucha con apertura los comentarios y sugerencias sobre el texto, y luego deshazte de los que no le aporten algo.
  12. Cuando escribes un libro y quieres publicarlo, la suerte es un factor importante, pero mucho más determinante será el trabajo, la tenacidad, el esfuerzo y el desafío a tus miedos y prejuicios.
  13. Aléjate de los editores que te adulen demasiado, sobre todo si en esa editorial tienes que pagar por publicar tu libro.
  14. Precisa por escrito todos los acuerdos a los que llegues con el editor.
  15. Firma siempre un contrato de edición, sin miedo ni reparos a lo legal. Te puedes salvar de muchos problemas.
  16. Los únicos Derechos que puedes transferir al editor o la editorial son los Derechos Patrimoniales.
  17. Si vas a invertir en la impresión del libro, no cedas tus Derechos Patrimoniales. A menos que recibas un pago o hagas un intercambio, si tú pagas por hacer el libro, es ilegal y absurdo que los transfieras.
  18. Si vas a transferir tus Derechos Patrimoniales fíjate por cuánto tiempo. Algunas editoriales los reservan dos, cinco, siete años, a veces, más tiempo y, normalmente, son ellos quienes fijan la vigencia. Al negociar tu contrato toma en cuenta que a mayores beneficios (en promoción, difusión, distribución, presentaciones, regalías, etcétera), mayor tiempo. Si tú tienes que pagar por todo y encargarte de la mayoría de los asuntos mencionados, no los transfieras.
  19. En caso de dudas siempre es mejor consultar a un abogado o acercarse a las oficinas del Indautor.
  20. Aunque te conviertas en un escritor auto-publicado en plataformas digitales o impresas, siempre busca asesoría de un editor o corrector de estilo. El gran problema de esta época es la cantidad de autores que no publican sus libros con rigor, lo que lleva a que no tengan el éxito que esperaban.
  21. Si vas a llevar tu texto directamente a una imprenta, pregunta (y constata que te estén diciendo la verdad) si ellos realizan directamente el trabajo o si lo maquilan. Pide muestras de otros libros que hayan hecho.
  22. Cuando termines de escribir tu libro imprime la versión final para revisarla. Es común que en la pantalla se oculten los errores.
  23. Los lectores tienen un radar de libros malos, trabaja en el tuyo lo suficiente como para que le den una oportunidad.
  24. Algunas editoriales independientes trabajan más como imprentas, solo diseñan e imprimen en libro y te los entregan para que tú te encargues de difundirlos y venderlos.
  25. Antes de pagar para que una editorial independiente (de aquellas en las que tú debes invertir dinero) te publique tu libro, somete el texto a corrección de estilo y luego a concursos. Cuando empiezas, abona más prestigio ganar un concurso o una beca, que tener un libro.
  26. Para saber si un editor o editorial va a cumplir con lo que promete, investiga si ya ha trabajado de esa forma con otros libros o escritores, si distribuye en las librerías que dice, si conoce a la gente que declara conocer; si ha logrado con otros títulos lo que asegura logrará con el tuyo.
  27. Trabajar en la promoción del libro es importante, así como también lo es el uso de las redes sociales, blogs y otras plataformas para darte a conocer; pero cuida de no pasar tanto tiempo promoviéndote de forma tal que pierdas las horas que puedes ocupar para hacer lo tuyo: escribir.
  28. Lo más probable es que estés inconforme con el trabajo que desarrolla tu editor o la editorial respecto a la difusión y distribución del libro, así que lo mejor es relajarse y tener una buena actitud para recibir lo que sale bien y tolerancia a la frustración hacia lo que no resulta como lo esperabas.
  29. Toma en cuenta que los medios de comunicación buscan hablar sobre temas de interés general, así que, si tu libro no trata sobre algo novedoso, polémico o de actualidad es difícil que centren su atención en ti. Aunque no imposible.
  30. Cuando eres un autor desconocido el trabajo de promoción será doble, porque hay que dar a conocer tu libro, pero también a ti.
  31. Es lógico que tendrás expectativas respecto a la publicación de tu libro, pero es mentalmente sano recibir lo positivo que llega como si fuera una hermosa sorpresa, y trabajar por lo que no resultó así.
  32. Al momento de negociar tu contrato, toma en cuenta que tendrás acuerdos y desacuerdos: tanto la editorial como tú deben ser flexibles para llegar a un convenio satisfactorio para ambos.
  33. Cuando decides publicar tu libro deja de ser un poco tuyo y se vuelve, afortunadamente, pertenencia del lector.
  34. Si decides hacer público tu libro, también tienes que decidir trabajar por él todo lo que sea necesario. Ya seas tú o alguien más quien invierta en la publicación, existe un riesgo de capital, trabajo y esfuerzo por tu obra. Eso se agradece y valora.
  35. Se debe realizar el Depósito Legal de dos ejemplares de la edición: uno se va a la Biblioteca Nacional y otro a la Biblioteca del Congreso de la Unión.
  36. Por más éxito que tengas nunca olvides cómo era todo cuando iniciaste.
  37. Cuando seas de la generación de los autores consagrados, no te conviertas en quien cree que la literatura ha muerto y todo era mejor antes. No hay generación que no haya pensado eso.
  38. No creas promesas de nadie hasta que sean una realidad.
  39. Atrévete a romper algunas reglas y lleva a cabo las locuras que se te ocurran para llamar la atención sobre tu libro. En la literatura todavía queda mucho campo virgen por explorar.

¡Prepárate para una de las experiencias más emocionantes y enriquecedoras de tu vida!


 

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Libera tus libros

¿Quién no ha pensado alguna vez escribir un libro?, ¿quién no ha soñado con publicar lo que ha escrito?, ¿quién no ha querido contarle algo al mundo? Libera tus libros es resultado de más de 15 años de trabajo en el mundo editorial mexicano. No es una autobiografía: constituye un manual con información, datos reales, golpes de suerte y paracaídas escrito en forma clara y concreta sobre todo lo relacionado con el mundo de los libros en este peculiar país. En estas páginas encontrarás desde los momentos que han transformado la historia del libro hasta recomendaciones legales para la firma de un contrato; temas como el funcionamiento de los diferentes tipos de editoriales, la forma en que ciertos libros se convierten en best sellers, pasando por los tipos de libros y las alternativas de publicación que han traído las nuevas tecnologías, entre otros asuntos de interés.

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Palabras VS Ideas

Libertad. Felicidad. Fe. Amor. Sexo. Abundancia. Prosperidad. Valentía. Vocación. Todas ellas palabras muy manoseadas, compradas por el mejor postor, erigidas en pedestales a veces, emputecidas en ocasiones, pero dichas por toda la gente en cualquier idioma: freedom, happiness, faith, love, sex, prosperity, freiheit, felicitat, amour, cesaret, kön…

De nada sirven si no las convertimos en verbos cotidianos. Por ejemplo, en mujeres tomando decisiones, en desigualdad acotada, en políticos incorruptibles, en gente que invierta con fe en las ideas de otros, en quienes dan su vida por llevar sus utopías a la práctica, porque las palabras son así: estériles cuando solo son pronunciadas y todo cuando trascienden su condición de conceptos para simplemente ser consecuencias en algunos, o al menos en alguien de carne y hueso.

Es inútil una retórica impecable si no puedes asirla entre los dedos…

Sobre amar la vida… y el erotismo #pensandoenvozalta

Podría escribir sobre los pueblos de mi tierra o sobre bicicletas, hacerle poesía al cambio climático, la inmensidad del océano o la belleza de las nubes… o sangrar con palabras los dolores ajenos para sanar los propios y ser espejo que se multiplique al infinito.

Tal vez lo haga algún día. En esta o en otra vida.

Pero hoy. Hoy prefiero escribir sobre orgasmos, buscar distintas formas de describir el milagro que descubro en otro cuerpo dentro del mío. Quiero nombrar lo innombrable, hablar de lo que pasa debajo de las faldas, entre las piernas, liberar las mariposas de las panzas para enamorarse con la piel, pero también con las neuronas.

Hoy tengo predilección por las aventuras, por las medias rasgadas y los dientes en los pezones. Tengo inclinación por las humedades nuevas, por la expectativa de otras formas y la sorpresa de sabores. Por las diagonales-experimentos-hallazgo de la doble cara de los dedos: uña-piel-corrientes subterráneas.

¿Que el mundo es demasiado terrible para hablar solo de lo bello? ¿Que si uso los sustantivos explícitos para hablar de vaginas, masturbación, penes, orgasmos? ¿Que si mi gusto por aclararle a los hombres cuando solo quiero sexo me hace frívola? ¿Que si prefiero la verdad aunque se confunda con cinismo, a las mentiras piadosas que terminan rompiendo el corazón?

A fin de cuentas he descubierto que escribir el sexo y experimentarlo con abundancia es vivir con libertad.

Grab my happiness!

Dicen que hay dos momentos más importantes en la vida de todo ser humano: cuando naces y cuando descubres para qué.

Antier, martes 14 de noviembre de 2017, entre dos y cuatro y media de la tarde, recibí uno de esos regalos que te otorgan épocas determinadas, experiencias que te marcan, que imponen de manera dulce una huella indeleble en tu transitar por los días.

Llegué, café en mano, al auditorio de la Facultad de Ciencias de la Conducta (mejor conocida como FaCiCo) de la Universidad Autónoma del Estado de México a las dos de la tarde en punto. Al pie del proscenio se encontraba un grupo de jóvenes, hombres y mujeres, cuya sonrisa se hizo pronunciada al escuchar el sonido de mis tacones bajar por la escalera.

Caminé por el pasillo entre las butacas, saludando a quienes ya se encontraban ahí, me dirigí a la mesa con tres sillas que se encontraba al frente y tomé mi sitio al centro. Junto a mí, del lado derecho, se sentó María Fernanda, de la licenciatura en Educación y del lado izquierdo, Fernando, de la licenciatura en Psicología.

Hablando en FaCiCo

He presentado libros desde hace muchos años en foros diversos, algunos tradicionales, como casas de cultura y bibliotecas, otros extraños, como tiendas temáticas o cantinas, incluso ya había estado antes en ese mismo auditorio… pero lo que sucedió ayer en la tarde fue único: los alumnos se organizaron para que los acompañara, me buscaron a través de las redes sociales, gestionando ellos mismos el proceso para que yo estuviera ahí, desafiando a algunos maestros y otras personas sólo para escucharme hablar de mi nuevo libro, “Grab my pussy!” y poder platicar conmigo.

No me alcanzan las palabras para describir la gratitud que sentí, la energía que me contagiaron, la esperanza, la sensación de saberme afortunada por el hecho de estar ahí.

Para una autora independiente, que lleva toda su vida profesional (y un poco más) luchando por escribir, por dar a conocer su trabajo, seducir a nuevos lectores para la poesía peleándose con propios y extraños, defendiendo ideales, buscando caminos y atreviéndose a romper todas las reglas, escuchar a Fernanda y Fernando hablar sobre mi trabajo, ver desde mi silla en el público las cabezas que asentían, las bocas con sonrisas o haciendo comentarios, el brillo en los ojos; escuchar las preguntas, ser testigo de las reacciones, fue ir de asombro en asombro, de deleite en deleite, de la incredulidad al gozo absoluto.

Antier un grupo de jóvenes me recordó el “para qué” de mi existencia. Antier un grupo de jóvenes me regaló una renovada certeza de que el cansancio que siento y el defender las convicciones con mi vida ha valido la pena.

Sé que la próxima vez que esté a punto de darme por vencida evocaré ese martes 14 de noviembre de 2017, de catorce a dieciséis treinta horas, y seguiré adelante.

Moni sonríe en la FaCiCo

Confesiones de una escritora auto-publicada

Me hice mi primer libro a los 20 años pensando en que algún día una importante editorial me publicaría alguna novela y me volvería una escritora famosa. En esa época no podría imaginar que me convertiría en una autora auto-publicada por convicción, y menos que veinte años después disfrutaría del placer de mirar la historia que he construido y sonreír ante la infinidad de trasgresiones que he cometido e hicieron nacer a esta mujer de 40 años y deleite infinito.

Me gusta ser una escritora de las lectoras, de mis lectores. Lo más emocionante que puede sucederme es saber que alguien experimente alegría, libertad, furia con una historia, que se asombre con un inicio o un desenlace, que me escriba al terminar de leer para compartir conmigo ideas y sensaciones.

Me gusta ser una provocadora innata. Desde niña me ocupé de hacer, por eso, cuando en la adolescencia leí el libro sobre un hacedor, definí un futuro construido sobre la valentía, el atrevimiento, fuera de zonas de confort.

Me gusta conocer las partes de atrás de los centros comerciales entregando libros en librerías (he descubierto que mientras más bonita y lujosa es la plaza de compras, más feas son sus catacumbas); hacer fila, con vestido y tacones, junto a mensajeros y choferes para entregar libros; sencillamente porque si me espero a que alguien lo haga por mí, o a tener el éxito económico con mis libros para lograrlo, el tiempo sigue pasando, los sueños se van alejando y las posibles realidades se hacen imposibles poco a poco.

Por eso ver mi libro en una mesa de novedades de una librería o en un estante me inyecta un pasón de adrenalina que me lleva a volverme adicta a hacer, hacer y hacer lo que más me gusta: escribir historias, releerlas, corregir las publicables, congraciarme con las no publicables (las coloco en la computadora en una carpeta llamada “textos random”); formar colecciones de poesía, de cuentos, proyectar los posibles nombres, imaginar el formato del libro (tengo predilección por los ejemplares fuera de formato); buscar la imagen de portada perfecta (ya sea una fotografía tomada por mí, o la obra de alguien más); hacer la formación; escribir los textos editoriales; mandar diseño de interiores y portada por WeTransfer a la imprenta de Fernando (tengo once años trabajando con Impresos Morales, que usa tintas amigables con el medio ambiente porque Fer es Ingeniero Ambiental); comprar el papel (las señoritas del mostrador y yo hemos envejecido al mismo tiempo, el otro día se asombraban de lo grandes que están mis hijos: me conocieron aún soltera); recoger los interiores de la imprenta, llevarlos a encuadernar con Antonio (quien lleva colaborando conmigo 15 años, y ahora no nada más es mi proveedor de doblez y encuadernación, sino un amigo invaluable junto con su esposa y sus tres hijos, a quienes vi graduarse de la Universidad); ir a recoger los libros con la emoción de conocerlos (claro, cuando no se me ocurre hacer ediciones que tengan que ser terminadas a mano, adivinen por quién); después hacer cartas de propuesta para venta en librerías; armar boletines de prensa; entregar todos esos documentos en empresas y medios de comunicación; llevar libros a las sucursales de Gandhi, El Sótano y el Fondo de Cultura Económica, las tres librerías que me han abierto las puertas, gracias a Toño Cerón, Luz Elena Silva e Israel Taboada, y todo lo demás que es necesario para que los libros tengan la posibilidad de llegar a las manos de la mayor cantidad posible de lectores.

Sé que a muchos escritores no les gusta hablar del esfuerzo que trasciende la escritura. Sé que para muchos resulta humillante vender sus propios libros, entregar sus propias invitaciones, servir el vino en sus presentaciones. Sé que muchos se sienten frustrados con sus editores, con sus colegas, pero hablar del trabajo detrás de dar a conocer un libro nos pone como comunidad en una dimensión distinta a los ojos de quienes nos hacen el regalo de leerlos.

Cuando quieres dedicarte a escribir, no basta con tener mucho talento, tiempo para escribir y encontrar quien te publique tu libro, sino tienes que buscar que la gente tenga tus ejemplares en las manos, que los lean, no puedes darte el lujo de no involucrarte.

Sé bien los sacrificios de no buscar un camino más institucional, uno donde tuviera el cobijo de empresas públicas o privadas, y más en un país donde la mayoría de la gente venera la fama, a las grandes corporaciones, y menosprecia la independencia. Pero no me importa. Yo vivo encantada con el placer de crear nuevos esquemas, con la satisfacción del esfuerzo, y sobre todo, con el valor de mi libertad. Cada logro, por pequeño que sea, me permite conocer la gloria.

Si alguna vez has leído uno de mis libros, has invertido tu dinero, tu tiempo, un fragmento de tu vida con los ojos sobre mis líneas, me has invitado a hablar de ellos o los has recomendado, tienes que saber que cuentas para siempre con mi aprecio y mi gratitud. Cada libro en tus manos es una recompensa a esta lucha por sembrar lo impensable y cosechar lo posible.

Mónica Soto Icaza

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Hallazgos color a Vargas Llosa

Dijo que el viaje sería una locura: 18 horas de vuelo, 10 de espera en aeropuertos, para estar dos días al Sur de Perú. No había forma de rechazar su invitación… ¡Ah, el amor y sus impertinencias!

La ciudad de Arequipa está a 2328 metros sobre el nivel del mar. Además de ser una tierra cobijada por la majestuosa cordillera de los Andes, un lugar donde la gente posee una sonrisa perpetua y la amabilidad como símbolo, es el sitio que vio nacer al niño escribidor de historias que renunció a todo y se rebeló a todos para cumplir su sueño de ser escritor: Mario Vargas Llosa.

Ochenta y un años después de su nacimiento, Mario, justo el día de su cumpleaños, el 28 de marzo de 2017, llegó a su ciudad-cuna para entregar siete mil ejemplares de su acervo personal a la biblioteca que lleva su nombre en Arequipa, que ya poseía más de siete mil ejemplares, llevados por su propietario original en visitas anteriores, y la que espera otros 15 mil libros que irán llegando poco a poco.

Eran las 11:30 de la mañana cuando inició la entrega oficial de los libros, que incluía títulos en varios idiomas y de diversos autores, como Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Alonso Cueto, y más, muchos de ellos encuadernados en piel roja con letras doradas, otros en sus portadas originales, todos con las huellas de haber sido abiertos y contagiados de magia por las manos de su lector original, quien, tal vez sin saberlo, los convirtió en una familia de papel, tinta y leyenda.

El discurso de Vargas Llosa fue emocionante, de una humildad bella; se dirigió a los asistentes con la familiaridad de los amigos. “Aprender a leer fue la experiencia más importante de mi vida. El mundo se ensanchó, se alargó, se enriqueció. Aprender a leer fue aprender a vivir muchas vidas”, dijo. En sus palabras hizo énfasis en la importancia de la lectura como instrumento para la libertad.

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Después del “acto oficial” en la biblioteca, la gobernadora regional de Arequipa, Yamila Osorio, organizó una gran comida en la picantería tradicional “La Nueva Palomino”, donde probamos la comida típica de la zona, elaborada con técnicas ancestrales, como el rocoto relleno, ají de calabaza y el solterito de queso, mi favorito, preparado con habas frescas, anís, cebolla, queso, tomate, lechuga y otros deliciosos ingredientes. De postre disfrutamos queso helado, todo acompañado con jugo de papaya arequipeña, más anaranjada y dulce que la papaya maradol que normalmente comemos los mexicanos en el desayuno.

Vargas Llosa se veía feliz, con una sonrisa radiante. Saludó a la concurrencia, platicó con todo el que se le acercó a conversar, se tomó cientos de fotos; junto a su novia Isabel Preysler disfrutó el momento entre amigos, apagó las velas con el número 81 sobre un pastel blanco y recibió múltiples regalos, entre ellos un hipopótamo, obsequio de Yamila Osorio, para su colección. Al tomar el micrófono habló de la suerte que su colección de hipopótamos le ha dado siempre, y agradeció la comida y las atenciones. Al salir un grupo de gente lo esperaba con ejemplares de sus libros en las manos a la espera de una dedicatoria de puño y letra del autor.

A las cinco de la tarde nos encaminamos a la Casa-Museo Mario Vargas Llosa, ubicado en una Avenida Parra muy transitada. Al inicio del recorrido es el propio Vargas Llosa quien le da la bienvenida a los visitantes. Una imagen holográfica se enciende y el escritor habla: “Bienvenidos a este museo virtual. En esta casa nací y aquí pasé mi primer año de vida junto a mi madre y mi familia materna. Y aquí está reunida ahora, en una animada síntesis, toda mi trayectoria de escritor”; mi parte favorita del mensaje es cuando él comenta: “Recorriendo estos cuartos descubrirán cómo nació mi vocación, cómo se gestaron algunos de mis libros, las experiencias que me hicieron gozar o sufrir, las ciudades en que viví, los trabajos con los que me he ganado la vida, las cosas y las personas que me ayudaron a fantasear historias; mis ilusiones, mis aventuras y mis fracasos”.

Pasado este punto, el recorrido continúa fascinante. Empieza en la habitación donde dio su primer respiro, y pasa por múltiples escenarios, como su recámara infantil en Piura, el vagón de un tren, un bar de París, y más, así como una maravillosa conversación entre Mario y algunos de sus personajes, como la Niña Mala de su novela Travesuras de la niña mala, que se lleva a cabo en una ambientación del Café Boom.

El museo también contiene objetos muy valiosos para los seguidores del escritor, como el manuscrito de La ciudad y los perros y distintos diplomas, premios y reconocimientos que le han entregado. El paseo deja ver un museo hecho con mucho cariño, con un ánimo de perpetuar la historia por medio de recursos tecnológicos y mil detalles que lo convierten en un imperdible para los amantes del autor de La fiesta del Chivo.

La visita terminó antes de recorrer el museo completo. Dieron las siete de la noche y llegó el momento de entrar a un pequeño teatro que levantaron en el patio trasero de la antigua casa, y que lleva por nombre Teatro Mario Vargas Llosa. Poco antes de iniciar llegaron Mario e Isabel: es la primera vez que no me molesta que me tapen la visión de un espectáculo.

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La puesta en escena fue una adaptación de fragmentos de cuatro obras del Premio Nobel de Literatura 2010: La ciudad y los perros, Conversación en la Catedral, El paraíso en la otra esquina y Travesuras de la niña mala, todas representadas por distintos actores y actrices arequipeños.

Al terminar ofrecieron un brindis con jugos y bocadillos de la región; nosotros, por el cansancio tras muchas horas de viaje y poco sueño, decidimos regresar caminando al hotel, un paseo de veinte minutos por diversas calles del Centro, muy despiertas, con la gente conviviendo y respirando el espíritu de la ciudad.

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El hotel, Casa Andina de la calle Ugarte, en el corazón del Centro de Arequipa, en 1794 fue la Casa de la Moneda donde se acuñaba el metálico de la nación. Es un edificio de piedra volcánica blanca, que tiene el encanto de las construcciones antiguas combinado con las comodidades actuales de un hotel boutique. Se encuentra a tres cuadras de la Plaza de Armas, otro sitio donde se puede disfrutar la arquitectura sobria y luminosa de Arequipa que le ha dado el nombre de Ciudad Blanca.

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Al siguiente día nos levantamos temprano y bajamos a desayunar al restaurante del hotel, un patio con sombrillas que está frente a una Capilla, hallazgo que surgió de los trabajos de restauración y remodelación del recinto.

Al terminar el desayuno caminamos hacia el Colegio de Abogados de Arequipa, donde se llevó a cabo el Foro Internacional América Latina: Desafíos y Oportunidades, organizado por la Fundación Internacional para la Libertad. En las calles del Centro nos encontramos a decenas de personas que salieron a ver pasar a su ídolo, un Mario Vargas Llosa que decidió donar su biblioteca a Arequipa cuando después de ganar el Premio Nobel la ciudad lo recibió con una algarabía sin límite, como si Perú hubiera ganado un mundial de futbol, hecho que se quedó grabado en su corazón y lo unió mucho más a su lugar natal.

El foro fue moderado por el presidente de Fundación Libertad, Gerardo Bongiovanni, y tuvo como exponentes a personajes como Marcos Peña, jefe del Gabinete de Ministros de Argentina, cuya esposa Luciana Mantero, periodista y escritora, fue uno de los grandes encuentros de mi experiencia peruana; Luis Lacalle Pou, excandidato presidencial de Uruguay; el periodista mexicano Sergio Sarmiento, a quien acompañé; Marta Lucía Ramírez, ex ministra de Defensa de Colombia; y Álvaro Vargas Llosa, escritor y periodista, que dio un panorama de la importancia de que los países de América Latina trabajen juntos para el mayor desarrollo de la Región.

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Los ponentes hablaron de la situación particular de su país, de forma tal que los asistentes pudimos hacernos una idea muy amplia de los aciertos y los errores que los gobiernos de diversos Estados han cometido, en aras de aprender y buscar soluciones, siempre con la Libertad como bandera.

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En el discurso de cierre Mario Vargas Llosa afirmó que “La democracia permitió los mayores progresos de la humanidad”, culminando así una jornada llena de diálogo, diversas voces y sorpresas sobre la percepción de unos y otros respecto a la vida en América Latina y todas las alternativas que existen para impulsar el desarrollo.

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Al terminar asistimos a un brindis en el patio de la Biblioteca Mario Vargas Llosa, donde se dio la última oportunidad de conocer a los diversos asistentes al foro, quienes se tomaron fotos, compartieron los bocadillos y la palabra y se despidieron, con la promesa de encontrarse en las próximas oportunidades para hablar de desarrollo, cultura y libertad.

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El viaje de regreso nos llevó al Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, cerca de Lima, la capital de Perú, a su humedad del 80 % y al inconfundible olor a mariscos que reina en el aire y te provoca un recuerdo que queda para siempre en la memoria.

El avión despegó a las 8:50 de la mañana. Mientras volábamos regresaron las imágenes a mis ojos, los sonidos que escuché volvieron a mis oídos, los olores y sabores hicieron acto de aparición con un deleite maravilloso por Arequipa, la ciudad donde viví una experiencia transformadora, de esas que experimentas una vez y de las que no puedes pensar más que en gratitud.

 

De cómo la literatura erótica potencia el placer sexual…

Somos seres de imágenes en la mente, de memorias, de acciones y reacciones que tienen que ver con la imaginación. Lo que nos hace humanos es el arte, esas manifestaciones de la profundidad de nuestra experiencia. Es aquí donde la literatura hace acto de aparición; donde la acción de leer puede adquirir proporciones épicas, provocar deleite no sólo en las fantasías, sino en el cuerpo.

Cuando imaginamos la mente se confunde y le cuesta trabajo distinguir entre imágenes que suceden en la vida real y las que ocurren en la fantasía, por eso es tan placentero soñar despiertos. Lo mismo sucede cuando leemos, y mucho más si el autor tiene la capacidad de formar esas imágenes con sus palabras en nuestra mente. Así, leer se convierte en un acto de sufrimiento, reflexión o deleite.

Hoy quiero hablar del disfrute que se experimenta al leer literatura erótica, de las sensaciones que el erotismo despierta en los sentidos, de lo que el cuerpo pide, de las manos que traviesas se deslizan debajo de la ropa para rozar aquellos lugares que en segundos empezarán a inundarse.

La literatura erótica provoca mayor apertura hacia el sexo, nos da ideas, sensaciones nuevas y nos regala historias. A diferencia de una película con escenas de poca ropa, al leer tenemos la oportunidad de colocarnos en el lugar del héroe o la heroína, de desdoblarnos y asumir que somos un personaje que alguien imaginó para darle una vida de placer.

La vida se siente distinta después de un orgasmo. Los sonidos adquieren musicalidad, los colores tonos más intensos, los olores se dispersan como una explosión de mil maravillas. Después de un orgasmo los poros de la piel despiertan a las texturas, las neuronas retoman los pensamientos, el mundo se aparece ante nuestros ojos como un lugar menos hostil, y quedamos dispuestos a explorarlo sin miedo. Lo mismo sucede con los orgasmos intelectuales, esos que experimentamos al leer algo que nos parece genial, creado en un momento de trance en la inspiración.

¿Quién no ha oído hablar del legendario Kamasutra, el clásico de la literatura oriental que se ha posicionado como el ejemplo de erotismo por excelencia? Es el libro erótico más popular de todos los tiempos. En él no solamente aparecen las famosas posturas para hacer el amor, sino que habla de los tipos de mujeres y hombres según el tamaño de su sexo, de su compatibilidad. Es un manual de seducción, con los rituales y requisitos necesarios para que el disfrute de la unión sea más intenso, más perfecto.

La sensualidad, junto con el amor, es uno de los temas más recurrentes en los libros de ficción. Ambos forman parte de esa otra dimensión que nos habita a las personas: la de la trascendencia. El sexo es tan poderoso porque es capaz de generar vida, de darle continuidad a la especie humana, de transformar absolutamente el ánimo de quien lo practica, de quien lo lee o quien lo escribe.

El sexo es una necesidad básica del ser humano, que adquiere mayor importancia al estar insertada en todos los niveles de la motivación que bien describió Abraham Maslow en su famosa pirámide, en el siglo XX. Desde las necesidades fisiológicas, donde lo incluye de manera explícita, pasando por las necesidades de seguridad, sociales, de estima y autorrealización. El sexo lo transforma todo. Y todo es culpa de las endorfinas, de la dopamina, de la oxitocina, esas drogas naturales que estimulan la manera en que nos enfrentamos con el mundo.

Cuando leemos literatura erótica nuestro cuerpo libera estas sustancias, porque fantasea con que somos nosotros los personajes, o imagina que lo que leemos está sucediendo justo frente a nuestros ojos. Desde la primera vez que tenemos una experiencia sexual, en nuestro cuerpo se guardará la memoria de las sensaciones que vivimos, por lo que el puro recuerdo es suficiente para que surja el deseo de repetirla, a pesar de haberla llevado a cabo una y otra vez. Aquí es donde la literatura erótica encuentra la ventana para influir en las relaciones íntimas que compartimos con otros, incluso con nosotros mismos.

Hay a quienes les gusta hacer una distinción entre literatura erótica y pornografía, porque es definitivo que se encuentran separadas por una línea muy delgada, tal vez demasiado. Esta diferenciación parece dividir al erotismo en dos categorías, una superior a la otra, pero no necesariamente es así. Todo depende del lector. Tal vez una mujer que siente incomodidad al ver una escena de sexo explícito en una película, al leerla se encuentra más cómoda. Quizás un hombre sí requiere un estímulo visual que no le deje nada a la imaginación para encontrar el placer que busca. A fin de cuentas vivimos en un mundo diverso y es maravilloso que existan propuestas para repartir.

Se dice mucho que leer aumenta el bagaje cultural, que provoca conexiones cerebrales nuevas, que abona al criterio, a la empatía de las personas. Por esto mismo al tomar entre las manos un libro de tema erótico, estamos ampliando los límites del marco de referencia sobre el que creamos y nos basamos en la toma de decisiones, y así nuestro cuerpo se enciende en automático y reacciona de forma instintiva recordando lo que leímos, enriqueciendo el contacto con el erotismo.

Nada puede crearse de la nada. No tenemos la capacidad de generar acciones sin el conocimiento previo, sin haber introducido a nuestro cerebro la información que pretendemos utilizar. Al leer, de inmediato hacemos que crezcan las respuestas que damos ante los estímulos, y podemos ejecutar esas ideas nuevas, que en el caso del sexo, por supuesto que provoca mayor satisfacción. El conocimiento genera también valentía. El autoconocimiento hace crecer la autoestima. No importa si estamos solos o acompañados, leer una escena erótica que nos parece deliciosa, nos lleva de inmediato a experimentar el cosquilleo previo al deseo.

También de la literatura han surgido los nombres de algunas de las perversiones más atractivas. Basta recordar a Donatien Alphonse Francois de Sade, el famoso y polémico Marqués de Sade, quien le dio nombre a una tendencia muy en boga en los últimos tiempos: el Sadomasoquismo. O el Bovarismo, inspirado en el personaje Madame Bovary, de Gustav Flaubert, que consiste en inventar historias excitantes hasta llegar al orgasmo.

Una novela, un cuento o un poema erótico no sólo puede ayudar a potenciar la vida sexual de las personas al ponerse en contacto con ellos desde un acto de soledad, sino también en pareja. ¿Qué puede ser más delicioso que compartir la lectura de un texto que aumente el ritmo cardiaco, leer lo que el autor describe y ejecutarlo en tiempo real con el compañero de aventuras? ¿Encontrar las palabras que tú querías decir, escritas de manera en que puedes adoptarlas y dedicarlas, porque alguien más supo expresarlas mejor que ti mismo?

La lectura de libros eróticos provoca que las personas disfruten más su sexualidad. Les abre mayores posibilidades, les ayuda a ver este aspecto de la vida humana de una manera menos artificial y racional, más en contacto con sus instintos. Escribirlos también conecta al escritor con su parte más animal, porque se convierte en el portavoz de lo que típicamente sucedía en las alcobas con las puertas cerradas y las cortinas corridas, y provoca que salga para compartir el deleite con más personas.

La información es poder. El poder es afrodisíaco. Mientras más información tengamos sobre el tema erótico, de mayor satisfacción serán las propias sensaciones. Mientras más experiencia se tenga, mejores serán esos encuentros, más memorables. De una intensidad adictiva.

Te invito a leer las líneas de Trópico de cáncer, de Henry Miller; Delta de Venus, de Anais Nïn; Las edades de Lulú, de Almudena Grandes; Historia de O, de Pauline Reage, La vida sexual de Catherine M., de Catherine Millet, El amante de Lady Chatterley, de D. H. Lawrence, y otras obras que han trascendido por ser atrevidas, originales y trasgresoras, por crear polémica y adelantarse a tu tiempo. No te pierdas la oportunidad de dejarte sorprender por esos fragmentos de genialidad ajena que termina sintiéndose como propia.

Los libros sí pueden cambiar vidas. El sexo también. Por eso juntos constituyen una de las mejores experiencias del ser humano. En el juego de la literatura erótica te garantizo que no hay manera de perder.

Problemas de autoridad

Una de las frases que más me impactó en la infancia fue: “No puedes hacer lo que se te da la gana”. Aunque era una niña bien portada, con calificaciones sobresalientes e intolerancia a decepcionar al prójimo, me tomaba el tiempo para sacar a flote a la pequeña rebelde, lo que sucedía en las historias al interior de mi mente y en los textos en las últimas páginas de mis cuadernos. Si en ese entonces ni yo podría imaginar que me convertiría en la personificación de esas palabras tan socorridas por las autoridades para convencer a los subordinados de obedecer las reglas, so pena de castigos, vergüenza y culpas eternas, mucho menos los adultos que me vieron crecer con apariencia tranquila, sin conocimiento de los mundos que habitaban al interior de mi piel.

Más grande, como buena adolescente, me urgía independizarme. No quería tener hora de llegada ni avisar mi ubicación ni explicar mis decisiones, que normalmente no coincidían con lo que se esperaba de mí. Conquistar esa libertad me llevó muchos años, reflexiones, pleitos y hasta un divorcio, pero al fin puedo afirmar que la excepción del “no puedes hacer lo que se te da la gana” debería aparecer en la enciclopedia de las reglas rotas con mi nombre.

Hace poco, en la maravillosa coincidencia entre la realidad y la ficción, y dentro de las marañas que cohabitan en mi cerebro y a veces hacen relaciones temáticas inusuales, leí las anécdotas de Peter Fortune, el personaje principal del libro En las nubes, del escritor inglés Ian McEwan, un ejemplo de esos especímenes que resultan extraños a los demás y causan preocupación, cuando en realidad saben exactamente quiénes son y qué quieren: donde los demás ven hojas en blanco o la banca del autobús, ellos ven un papalote recortado en el cielo y el barandal de la escalera hacia un planeta inexplorado. No es que las reglas estorben, al contrario, son necesarias para la armonía, pero hay otras reglas, las propias, que rigen al interior del individuo y tienen como consecuencia sacar de la zona de confort a los que no comprenden.

Hablo de esa legión de exploradores de posibilidades entregados a la contemplación del mundo para actuar con empatía y aportar algo a la sociedad de acuerdo a las particulares ideas. No es que desprecien las normas que hacen posible la convivencia entre personas, sino que han encontrado en el razonamiento interno, en la asimilación de la experiencia y las sensaciones, que existen caminos aún no trazados para avanzar hacia los propósitos y las metas coloreando el viento de tonos infinitos.

El libro de McEwan narra las fantasías de Peter: muñecas que adquieren vida propia, un humano metido en el cuerpo de un gato, una tierna vecina que en realidad es una viejita homicida en potencia, y más. Todo sucede en lugares cotidianos del niño, como su habitación o la escuela, e involucra recuerdos e ilusiones del escritor, que pone en la mente de quien lee, como si se tratara de magia, la voz inquieta y la mente curiosa de un niño de diez años que nació con el don de la claridad interior; su cuerpo está sentado en un pupitre, mientras su mente explora aventuras sin geografía donde el tiempo se expande.

Conforme lees, entiendes que los problemas de autoridad no lo tenía Peter ni los poseen siempre los rebeldes: son de quienes viven con miedo a atreverse a “hacer lo que se les da la gana” y pretenden uniformar los pensamientos e ideas sólo porque los distintos les resultan incómodos e inconvenientes.

Pero como la vida no se trata de resistirse, sino de encontrar el propio río o la singular corriente de aire, McEwan lo explica de forma simple pero contundente en el libro del que hablamos: “y el propio Peter aprendió, al hacerse mayor, que, puesto que la gente no sabe lo que te pasa por la cabeza, lo mejor que puede hacerse, si quieres que te comprendan, es decirlo. (…) Cuando se hizo adulto se convirtió en inventor, escritor de cuentos y llevó una vida feliz”.

Se supone que de eso se trata este transitar por la crónica de nuestros días, ¿no?

 McEwan, Ian. (2007). En las nubes. Barcelona: Anagrama.

De letras, vidas y lecturas…

Los libros siempre han estado ahí, a mi alcance. Primero de mi apatía, después de mi curiosidad, ahora de mi fascinación. Desde mis primeros recuerdos los libreros llenos de lomos con títulos sugerentes y grosores tan diversos como la humanidad son habitantes de los espacios donde respiro, como cómplices incondicionales de mis locuras.

Los primeros que recuerdo son El nuevo tesoro de la juventud, enciclopedia con 20 tomos gris con rojo que fueron fuente de todos mis trabajos de primaria y secundaria. También Mi primera enciclopedia, de Disney, que leí completa de niña; después de comer agarraba un tomo y me sentaba en la escalera de la entrada de la casa a leerlo de principio a fin; en ella aprendí sobre Beethoven y que no todos los pájaros negros con el pico alargado son cuervos, sino arrendajos.

Me acuerdo de Por quién doblan las campanas, de Hemingway, que me llamaba la atención porque el significado que existía en mi mente de la palabra doblar no tenía nada que ver con campanas, que por naturaleza son de materiales no maleables. De Las tentaciones de San Antonio, de Gustave Flaubert, que mi mamá me leía acostadas en la sala y yo imaginaba con los ojos cerrados. De Mujercitas, de Louisa May Alcott, que me hizo empezar a cuestionarme el papel de las mujeres en la sociedad, y a sospechar que mi historia se saldría de las rayas de los cuadernos. Tenía ocho años.

Otro libro que se fijó en mi memoria fue el de la portada con una niña de gesto irreverente tras las rejas, Motín en el reformatorio, de Jack Thomas, que nunca leí, pero cuyo nombre me resultaba confuso a los diez años; yo creía que la niña se llamaba Motín, lo cual me parecía raro, pero no improbable. De Un instante de optimismo, que era una compilación de fragmentos de la obra de varios autores, donde leí por primera vez a Benedetti, el Poema 20 de Neruda, partes del famoso Un mensaje a García, de Elbert Hubbard, que años después leí completo, y otros más que me hicieron enamorarme de la poesía. Aunque no entendía bien a qué se refería Cortázar con el capítulo siete de Rayuela, no podía dejar de leer. Los libreros estaban llenos de universos, y entonces yo empecé a intuir que más allá de las repisas de madera de mi casa, se encontraba un mundo entero de letras sobre papel. Y yo quería explorarlo entero.

Tenía 14 años. Vacaciones. La época no era económicamente propicia para salir de viaje: quienes vivimos en México ese verano de 1994 lo sabemos. Mis padres trabajaban, mis hermanas salían con amigos, yo me aburría sola en casa y lo natural fue ir hacia el librero para ver qué encontraba.

Había un lomo amarillo, ancho, que decía El corazón de piedra verde. No recordaba haberlo visto antes por ahí y el verde era mi color favorito, así que la elección fue sencilla. Lo tomé, le di la vuelta y empecé a leer la contraportada. Era una historia situada en México Tenochtitlan en la época de la Conquista, tema que me interesaba por mi predilección hacia lo prehispánico.

Fui a mi recámara, me recosté en la cama y mis ojos empezaron a recorrer las líneas de sus 827 páginas sin saber que conforme iba devorando los párrafos como alguien que no ha comido en días, también iba trazando las líneas de mi destino. A partir de esa novela escrita por Salvador de Madariaga y publicada por primera vez en 1942 para mí el mundo estrenó colores, sonidos, aromas, texturas y sabores. Desde entonces los libros jamás me han quitado el hambre.

Hay quien afirma: “Los libros te cambian la vida”, yo no estoy de acuerdo. Los libros reconfiguran las ideas. No imponen, invitan. No denotan, transigen. No sólo enseñan, sino que convocan a explorar. Cuando lees, es inevitable que seas tú quien cambie la vida a tu alrededor.

No sé si hubiera sido buena abogada, una científica que transformara el rumbo del planeta o una empresaria que aportara miles de empleos a la sociedad, no me interesa: desde la mitad de la segunda década de mi existencia supe que la transitaría con los dedos manchados de tinta y los ojos inundados de letras. Ni un segundo he soñado con que sea de otra manera.