Tu cabello es la frontera #LibrosQueMeGustan

Una mujer de belleza mágica y carácter indomable. Amores proporcionales a la cantidad de billetes, corrupción, narcotráfico, muerte, miedo. Un periodista valiente. Destinos entrecruzados con el poder y la seducción.

Todo habita en el thriller político/romántico Tu cabello es la frontera, de J. Jesús Esquivel, un retrato novelado de la frontera de Chihuahua con Estados Unidos, uno de los sitios especialmente golpeados por la guerra contra el narco, un lugar situado por la sed de supremacía, en el que lo menos importante es el futuro, y ya ni hablar de la vida.

De estilo periodístico bien adaptado a la ficción, la narración es fluida y permite al lector involucrarse poco a poco con los acontecimientos y los personajes. El principal, Carolina, es poseedor de un encanto íntimo y memorable y nos recuerda la importancia de la intuición para tomar decisiones firmes, por más arriesgadas que parezcan.

Porque es un libro de ritmo intenso, que provoca múltiples reacciones por su conexión con el mundo real, Tu cabello es la frontera, de J. Jesús Esquivel es mi recomendación en este #ViernesDeLectura en #LibrosQueMeGustan.

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Manifiesto contra el amor romántico #LibrosQueMeGustan

Hablar acerca de la violencia contra las mujeres es un triunfo de la sociedad, aunque no lo parezca.

Lo que sucedía de manera callada al interior de los hogares, el miedo, la resignación, el terror, el insomnio, los golpes, antes eran entendidos como problemas individuales, hasta que la misma sociedad se vio rebasada, y por fortuna ahora son problemas colectivos, y como tales, está en manos de todos ayudar en su solución.

Es un gran momento para las mujeres, y también para los hombres.

En este contexto orbita mi recomendación literaria de esta semana: Manifiesto contra el amor romántico, de Carla Castelo, un tomo formado por diversos ensayos acerca de la construcción social de las relaciones amorosas y cómo la idea de ese amor romántico, idealizado e idealizante, ha provocado muchas de las costumbres que provocan la violencia.

Es un libro que debe leer todo hombre y toda mujer interesados en comprender cómo hemos llegado a este punto de la historia, provocando en el lector la oportunidad de reflexionar la propia vida, las percepciones, elecciones y aspectos de cada quién que ayudan a avanzar o perpetúan actitudes dañinas en nuestra convivencia.

Me gusta porque es equilibrado; sus argumentos no atacan al sexo masculino ni al femenino, reconociendo que la violencia existe en todos y la responsabilidad de un cambio y mejora inicia con la comprensión personal.

Por ser un texto necesario para iluminar un tema que causa escozores, Manifiesto contra el amor romántico es mi recomendación de este #ViernesDeLectura en #LibrosQueMeGustan

Siete plantas #LibrosQueMeGustan

Guiseppe Corte llega al sanatorio donde lo tratarían de una dolencia ligera y su enfermedad termina siendo su perdición.

La narración de este cuento de Dino Buzzati comienza de una manera ligera, incluso agradable. Conforme avanzan las páginas el lector se va contagiando de la angustia del protagonista, hasta alcanzar la sensación de querer abrir las ventanas de ese sanatorio imposible, de siete plantas, para liberarse de la opresión y explayarse de la necesitad de salir de una prisión de médicos, enfermeros y otros individuos sordos a la salud y la razón.

Quien hojeé las páginas de este escritor y periodista italiano gozará de historias memorables, un estilo impecable, perfecto para compartir con otros amantes de la buena literatura y las magníficas historias.

Por ser uno de mis hallazgos de los últimos años, este #ViernesDeLectura recomiendo Siete plantas, de Dino Buzzati en #LibrosQueMeGustan

Rayuela #LibrosQueMeGustan

Este #ViernesDeLectura recomiendo una obra para aquellos lectores amantes de la trasgresión, de los retos, de las páginas de carrera larga: Rayuela, de Julio Cortázar.

La historia es relativamente simple: las aventuras amorosas de Horacio Oliveira, quien, como todo hombre romántico, converge en la cama y las emociones con múltiples mujeres. De entre ellas la Maga es inolvidable y ha servido de inspiración para nombrar grupos literarios, asignar sobrenombres y hasta bautizar mascotas.

Cortázar la definía como una “contranovela”. Su estructura es asombrosa y puede leerse de varias formas distintas: del capítulo 1 al 56 para enterarte de lo esencial; de principio a fin, como cualquier libro, o utilizando el “tablero de dirección” propuesto por el autor. Esta última forma resulta asombrosa y es la que convirtió a este libro a uno de los más importantes del boom latinoamericano.

Es una obra compleja, que requiere imaginación, ánimo de salir de la zona de confort, pero que te lleva de asombro en asombro con su estilo que es muchos estilos y la belleza poética y narrativa que aparece de pronto.

Recomiendo Rayuela, de Julio Cortázar porque es uno de los #LibrosQueMeGustan y porque una vez que consigues leerlo completo, no se te olvida nunca.

El amante #LibrosQueMeGustan

Un clásico erótico con apenas 36 años de existencia, El amante, de Marguerite Duras es mi recomendación para este #ViernesDeLectura.

Una chica de 15 años y medio coincide en un transbordador por el río Me-Kong con un hombre chino de mucho dinero. Ambos se enamoran, aunque es un amor imposible, porque el hombre y ella forman parte de clases sociales distintas y él ya está comprometido con una mujer impuesta por su padre.

Esta novela posee ciertos toques autobiográficos, como la edad de la protagonista y el romance que sostuvo con el chino Lee Von Kim.

La grandeza de esta historia radica en su narrativa delicada y sugerente, que como el buen erotismo, mantiene la tensión en el lector con tal sutileza que las palabras fluyen con la satisfacción de pasar un rato hermoso con alguien con quien amas platicar.

Por ser un romance posible en todos los tiempos, El amante, de Marguerite Duras es mi recomendación de este #ViernesDeLectura de #LibrosQueMeGustan

Marguerite Duras

Una habitación propia #LibrosQueMeGustan”

“Es mucho más importante ser uno mismo que cualquier otra cosa”, escribió Virginia Woolf casi al final de su ensayo Una habitación propia, mi recomendación de hoy.

Esta obra es considerada un clásico del feminismo, pero es una disertación muy certera y muy humana del contraste entre la realidad masculina y femenina del mundo, sin dejar de reconocer las diferencias y similitudes de cada sexo.

“Es funesto para todo aquel que escribe el pensar en su sexo”, afirma en el capítulo seis, con lo que desmonta el mito de la literatura con género implícito. Si bien es cierto que los temas de unos y otras sí son influidos por lo que cada uno vive, también lo es que lo que se necesita para poder escribir es un: un cuarto propio, independencia económica y un tema. Además de talento y práctica.

De narración que evoca autores, enumera libros y se sirve de la invención de un personaje, con lo que la autora se despersonaliza de sus opiniones, este #ViernesDeLectura les recomiendo Un cuarto propio, de Virginia Woolf, escrito en 1928 y de muchas formas vigente aún en nuestros días. Por eso y más es uno de los #LibrosQueMeGustan

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El señor de las moscas #LibrosQueMeGustan

Personajes y anécdotas que permanecen en la mente semanas después de que cerraste el libro con un suspiro de alivio son aspectos que le regalan al lector fe en la literatura, aunque no tanto en la humanidad…

Eso fue lo que me sucedió cuando terminé El señor de las moscas, libro de aventuras, crítica social y naturaleza humana del premio Nobel William Golding, una novela estremecedora cuyos protagonistas son niños víctimas de un naufragio que terminan varados en una isla en medio de la nada, y sobre todo, en medio de sus temores y la involución del aprendizaje que a sus cortos 7 a 12 años ya habían adquirido al vivir en sociedad.

Esta obra de narrativa profunda, pero narración ágil e intensa maneja diversos mensajes: algunos niños representan la democracia, otros la dictadura; el bien contra el mal (o el mal contra el bien); el orden y el desorden; la pérdida repentina de la inocencia en la infancia y el deseo de vivir, el poder de la sugestión al enfrentarse a lo desconocido para provocar miedo y control. En fin, los aspectos más aterradores de la psique humana y cómo reacciona al pasar del pensamiento a la acción.

Por ser un libro del que no regresas intacto, El señor de las moscas es mi recomendación de este #ViernesDeLectura.

El dilema de la pareja #LibrosQueMeGustan

Infidelidad. ¿Quién quiere vivirla? ¿Qué motiva al tercero en discordia a involucrarse con alguien que tiene una relación? ¿Por qué una mujer satisfecha con su pareja en todos los sentidos, casada con un hombre guapo y exitoso, de repente tiene una aventura con el jardinero? ¿Por qué un hombre con una esposa tan hermosa como muñeca pierde el deseo sexual por ella y solo consigue recuperarlo con otra mujer, y menos agraciada? ¿Si sucedió en el mundo virtual es infidelidad?

Estas y muchas otras respuestas se encuentran en mi recomendación de hoy: El dilema de la pareja, de Esther Perel, terapeuta de parejas que ha recorrido el mundo con conferencias basadas en sus años de experiencia frente al diván.

Recomiendo este libro a quienes se van a casar, a quienes han batallado y sufrido tristeza patrocinada por la infidelidad, a los interesados en el comportamiento humano relacionado con la sexualidad. Como la autora lo aclara, no es un manual para superar una infidelidad, sino una serie de testimonios de personas de distintos países, nacionalidades y orientaciones sexuales para comprender este fenómeno con mayor apertura y aprender una manera nueva y más sana para relacionarse con él.

Porque al terminarlo mi alma suspiró de alivio al saber que no tiene nada de malo ser infiel hasta para leer, El dilema de la pareja es mi recomendación de este #ViernesDeLectura en #LibrosQueMeGustan

Tiempos recios #ViernesDeLectura

Desde que leí La fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa, este autor ha sido uno de mis escritores favoritos. Mi gusto por sus historias creció al leer Pantaleón y las visitadoras, por eso al enterarme que había publicado una nueva novela la descargué en mi Kindle ni tarda ni perezosa. Fue así como llegué a Tiempos recios.

Tiempos recios cuenta diversas historias alrededor de un mismo hecho: el derrocamiento del presidente de Guatemala Jacobo Árvenz en 1954. Es una novela de conspiraciones internacionales, venganzas personales, hechos históricos mezclados con la ficción y personajes entrañables, como el de Martha Borero, una mujer fuera de serie que resulta ser el hilo conductor de varias de las historias.

La narración está estructurada con saltos temporales y geográficos. En este libro la verdadera protagonista es la naturaleza humana, que por ambición, sed de poder, avaricia puede transformar el destino de países enteros; lo único que hace el autor es colocar esa naturaleza en fragmentos de la vida de los personajes que narra, lo que la hace una novela de breves estampas que coincidieron en el tiempo y el espacio.

Tiempos recios no es mi novela favorita de Vargas Llosa. Está impecablemente escrita, al estilo del autor, pero me dejó sedienta de algunos desenlaces, que se quedan a la deriva; podría pensarse que al estar basada en hechos reales no hace falta que la ficción cierre todos los círculos, pero más bien me da la impresión de que hubo prisa en concluirla.

Aún así, me gusta que la narrativa no es lo que estoy acostumbrada de Mario Vargas Llosa, y eso lo aplaudo, porque animarse a innovar cuando ya eres una leyenda viviente tiene su mérito, Tiempos recios es el libro que recomiendo en este #ViernesDeLectura.

En brazos de la mujer madura #LibrosQueMeGustan

Best seller mundial, esta encantadora novela publicada en 1965 cuenta la historia de Andras, un hombre que desde niño sintió una atracción irresistible hacia las mujeres, al principio de su edad, pero después hacia las mayores (cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia).

La obra, escrita por Stephen Vizinczey está dividida en capítulos donde el autor narra sus relaciones con diversas mujeres, algunas inocentes, otras casadas, unas que parecían haber llegado para quedarse, pero resultan igual de fugaces. Inicia con las reuniones de amigas en casa de su madre, donde despierta su interés erótico por sus contrapartes femeninas, y de ahí el lector va descubriendo como si se tratara de una conversación con un amigo, las confesiones, estrategias de seducción y sentimientos del personaje principal: emotivo, sensible, elegante, sencillamente adorable, como algunos que andan por el mundo fascinando a algunas y sacándole canas verdes a otras.

En brazos de la mujer madura es una lectura obligada para los amantes de la literatura erótica. Por ser divertida, sugerente y deslizarse por las páginas como la caricia de nuestro sujeto de deseo, es mi recomendación de este #ViernesDeLectura en #LibrosQueMeGustan

El libro de la imaginación #LibrosQueMeGustan

Este #ViernesDeLectura voy a recomendarles uno de esos libros que compro cada vez que me encuentro y he regalado incontables veces, por eso el ejemplar que tengo en casa siempre está nuevo, aunque lo descubrí allá por 1998: El libro de la imaginación, compilado por el editor, cuentista y periodista mexicano Edmundo Valadés.

Esta pequeña antología fue publicada por primera vez en 1976 y para 2012 ya se había reeditado 19 veces. Cuenta con más de 400 ficciones breves de autores de diversas épocas, ideologías, sexos y talentos, que van desde Julio Cortázar, Plutarco, Gabriel García Márquez, James Joyce, Diderot, Franz Kafka, Marcel Proust, José Gorostiza, hasta tratados y máximas tradicionales, y muchos, muchos más.

Está dividida temáticamente en secciones como Enigmas, Algunos sueños, Retozos, De magia y magos, Humor negro, Zoología quimérica, Epitafios, Proposiciones, etcétera y lo recomiendo porque es una verdadera delicia entrar en sus páginas y en solo unos minutos sentir miedo, lujuria, asombro y por qué no, soltar una que otra carcajada.

Por ser uno de mis libros-hallazgos favoritos, El libro de la imaginación, de Edmundo Valadés es mi recomendación de esta semana de #LibrosQueMeGustan.

El libro de la imaginación

La palabra y los escritores #LibrosQueMeGustan

La entrevista es mi género periodístico favorito porque puede ser el más enriquecedor para ambos factores de la ecuación: entrevistador y entrevistado; si conjuntas pericia y profundidad de conocimiento del que pregunta, con inteligencia y sentido del humor de ambos, el resultado confecciona leyendas.

En la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de este 2019, el sábado 7 de diciembre, se presentó el libro de uno de los entrevistadores más conocidos de México: La palabra y los escritores, de Sergio Sarmiento (aquí declararé interés particular en el autor, no nada más porque esta colaboración existe por su programa de radio).

La palabra y los escritores es un compendio de entrevistas a 16 escritores como José Saramago, Jesús Reyes Heroles, Rosa Montero, Almudena Grandes, Arturo Pérez Reverte, Xavier Velasco, Irvine Welsh y Mario Vargas Llosa. Todos ellos conversaron con Sarmiento en su famoso programa de televisión La entrevista, que se transmite desde hace 22 años y ha juntado en la misma pantalla tanto a políticos, presidentes y expresidentes, como empresarios y todo tipo de personajes que de alguna manera influyen con su vida u obra cierto momento de la historia.

La característica principal de este libro es que en las entrevistas el lector encontrará no nada más declaraciones hechas y datos, sino la parte humana de los autores de libros, historias de la creación de sus protagonistas, sino procesos creativos y fuertes revelaciones.

Uno de los aspectos que resulta más enriquecedor es que en algunos casos aparecen más de dos conversaciones con el mismo autor con cinco, diez o más años de diferencia, lo que te permite ser testigo del crecimiento, la madurez y las modificaciones a las que todo ser humano está sometido en su transitar por la vida.

Por ser un documento histórico, literario y periodístico que garantiza al lector diversos ratos de entretenimiento, cultura y palabras precisas, La palabra y los escritores es mi recomendación este #ViernesDeLectura en #LibrosQueMeGustan.

Vivir Adrede #LibrosQueMeGustan

Este #ViernesDeLectura voy a hablarles de una joyita del escritor uruguayo Mario Benedetti, uno de los más populares de América Latina: su libro Vivir Adrede, un conjunto de breves ensayos que es una muestra de la sabiduría que el ser humano adquiere conforme transita por la vida.

En textos muy breves y contundentes divididos en Vivir y Adrede, esta obra nos cuenta en prosa que roza la poesía el punto de vista del autor acerca de cosas, objetos y asuntos varios, tales como el miedo, fulgores, sobre suicidios, los dioses y hasta picazones y rascacielos. Cada uno es entrañable por su equilibrio entre los suspiros y las risas que provoca en el lector.

Al final encontramos 83 “Cachivaches”, aforismos e historias de apenas unas líneas con el mismo toque de solemnidad y humor que los hace inolvidables, como “Los ascensores suben al décimo piso y luego vuelven a planta baja, pero nadie los llama descensores”.

Porque para mí fue un hallazgo y mucho deleite Vivir Adrede, de Mario Benedetti es mi recomendación de esta semana en #LibrosQueMeGustan

Carta abierta a la mujer que me acosó durante 16 meses y amenazó mi integridad y la de mis hijos

“La vida se encoge o expande en proporción al coraje de uno”.

Anaïs Nin

Estimada mujer,

En abril de 2018 irrumpiste en mi vida. Primero en forma de mensajes insultantes, después intentando sabotear mis redes sociales, luego con amenazas a mi integridad y la de mi hija de nueve años. Esto no es algo que deba contarte, tú sabes que cuando llegabas al trabajo, a la hora de la comida y en ocasiones antes de irte te dedicabas a revisar qué había escrito en Twitter y Facebook, buscar en tu repertorio de insultos los que mejor se acomodaran a mis publicaciones e invertir tu tiempo y energía en hacerme saber tus opiniones sobre mi forma de vestir, mi edad, mi trabajo, mi vida privada.

No es sencillo abrir todos los días el correo electrónico y encontrarte una mentada de madre más, mucho menos cuando había días en que eran cinco, ocho, trece, dieciocho, veinticinco. Lo que nunca entendiste es que eso que me decías a mí en realidad lo pensabas sobre ti misma. Como dijo la gran Anaïs Nin: “No vemos las cosas como son, las vemos como somos nosotros”.

Soy escritora, persona pública (y púbica, no es ningún secreto), escribo de erotismo, de sexo, y entiendo que esos temas generan cierto escozor en algunas personas. Tengo bien claro que no soy perfecta, que como todas las personas he cometido muchos errores, pero tengo esa misma certeza para saber que a ti solo te he dado mi cariño, gratitud, sonrisas; contigo solo he compartido risas, abrazos, cordialidad, y justo por eso al enterarme que eres tú quien estuvo detrás de esa pantalla con la intención de lastimarme entré en una vorágine de emociones encontradas: tristeza, rabia, decepción, incredulidad.

No sé qué te motivó a hacerlo. No sé por qué eliges vivir de esa manera, atacando al prójimo por puro deporte, por puro resentimiento, por pura envidia. O porque no tienes nada mejor qué hacer. Pero no lo creo. La mujer que tú eres y yo conozco es una profesionista exitosa, con un trabajo estable, un matrimonio feliz, una gran familia que ha tenido en la unión y el respeto los máximos atributos; la mujer con la que crecí es bella, con unos ojos espectaculares y un cuerpo exuberante que roba miradas y detiene el tráfico.

Por eso hoy quise escribirte, para recordarte que los rencores que guardamos nos lastiman a nosotros, no a quienes los reciben, que los malos deseos nos rebotan y terminan dañándonos más a nosotros que a quienes teníamos la intención de quitarle el sueño.

Hoy quiero decirte mil cosas, pero la principal es recordarte esa increíblemente preciosa e inteligente mujer que eres, la que bailaba más sexy en las fiestas, la que sonreía con felicidad y frescura, la que fue tan lista que esperó a casarse hasta que se supo segura, decidida y convencida, a pesar de tener una lista de pretendientes extensa. La que tiene trabajando tantos años en la misma empresa porque es alguien valorada y querida por propios y extraños.

En octubre del año pasado puse una denuncia ante la Procuraduría General de la República (hoy Fiscalía General de la República). Lo hice porque de pronto tus mensajes de odio comenzaron a ser amenazas. Tú bien sabes que tengo dos hijos, una niña y un niño. Lo sabes porque los conoces. También sabes que soy divorciada. Lo sabes porque fuiste a mi boda, porque fui a tu boda con mi marido, porque al separarme le conté a todos lo sucedido.

Tú aprovechaste esa información para hacerme daño, para crear miedo, para provocar que yo dejara de ser quien soy. Pero eso es imposible. A pesar del temor, yo seguí haciendo mi vida, continué publicando mis poemas, mis fotos, todo como si nada sucediera. Lo hacía con miedo, claro, pero continuaba. Y la denuncia avanzaba.

No sé qué te sucedió para amenazar con violar y matar a una niña de nueve años solo por la ocupación de su madre. Claro que cumpliste tu objetivo de provocarme miedo, culpa, todo lo que querías… pero no contaste con que parte de mi mensaje hacia las mujeres es de fuerza, independencia, contra la violencia, y por eso no podía dejar de denunciar a quien resultara responsable. Tampoco sabías que soy la persona más miedosa que conozco, pero que el miedo a mí me sirve de gatillo: soy una miedosa muy valiente.

Hoy reconozco el trabajo de todos los Ministerios Públicos que me escucharon, de los fiscales de la FGR que hicieron su trabajo de forma tan impecable que logramos dar contigo mediante los recursos materiales y humanos con los que ellos cuentan. Hoy me siento un poco más segura en las calles, en mi propia casa porque ellos adquirieron el compromiso de llegar hasta el fondo del asunto, y lo lograron.

Ignoro cómo terminará todo esto. De corazón deseo que sea de la mejor manera posible. Creo que en el mundo hay tanta porquería que necesitamos evitar más violencia de todas las formas que estén a nuestro alcance, procurar que el camino esté adornado con armonía y libertad.

También ignoro cómo terminar esta carta, por eso solo voy a agradecerte por haberme hecho recordar mi fuerza, mi tenacidad, mi capacidad de enfrentar las dificultades de la vida con dignidad y coraje. Gracias por hacerme ver de nueva cuenta que uno decide cómo utiliza lo negativo para aprender y crecer.

Mónica Soto Icaza

Diciembre 1, 2019.

 

Foto: Artem Beliaikim

Novecento. La leyenda del pianista en el océano #LibrosQueMeGustan

Un bebé es encontrado dentro de una caja en el transatlántico Virginia. Era la época entre guerras. El hombre que lo halló, el pianista Danny Boodmann lo bautiza como Danny Boodmann TD Lemon Novecento y así es como nace la leyenda de un pianista excepcional que incluso le gana en un duelo al pianista de jazz, Jelly Roll Morton, en una de las narraciones más emocionantes que he leído: la chispa que provoca el calor del frenesí en las cuerdas de un piano que encienden un cigarro.

Este monólogo teatral de Alessandro Baricco, escritor y periodista italiano bien podría ser una novela corta. Lo empecé en la banca de un parque de diversiones a donde llevé a mis hijos y desde las primeras líneas me reconquistó el estilo de Baricco, elegante, preciso, casi mágico.

Digo reconquistó porque ya otros libros del autor me han fascinado, como Seda y La esposa joven, dos obras eróticas de una sugerencia magistral.

Alessandro Baricco es un escritor que sabe utilizar las palabras para seducir. Sus obras están llenas de frases memorables que te dejan un sabor de boca exquisito y con ganas de más.

Por ideas como: Tú sabes que hay ochenta y ocho, sobre eso nadie puede engañarte. No son infinitas. Tú eres infinito, y con esas teclas es infinita la música que puedes crear.” es que Novecento es mi recomendación este #ViernesDeLectura en #LibrosQueMeGustan

Desayuno en Tiffany´s #LibrosQueMeGustan

Una chica texana llega a Nueva York e irrumpe en la socialité juntándose con hombres millonarios entrados en canas. Por azares del destino habita en un edificio del Upper East Side de Manhattan, donde coincide con un escritor en ciernes con quien empieza a relacionarse de una manera más intensa, develándole poco a poco su naturaleza delicadamente salvaje.

La joven se llama Holly Golightly y desde las primeras páginas se convierte en uno de los personajes favoritos de quienes adoramos a los personajes auténticos, irreverentes, pero encantadores, sencillos, pero brillantes.

Desayuno en Tiffany´s fue publicada en 1958. Es una novela inolvidable del escritor estadounidense Truman Capote, autor también del mundialmente famoso A sangre fría, historia pionera del periodismo literario o la novela de no ficción. Polémico y con un talento fuera de serie, sus obras han inspirado infinidad de películas, como la gran homónima del libro que nos ocupa en esta ocasión, cuya protagonista, interpretada por Audrey Hepburn, se ha convertido en un clásico del cine, aunque debo protestar un poco por la adaptación del final.

Por ser una obra que ha trascendido al tiempo, las ideologías y las circunstancias, Desayuno en Tiffany´s es mi recomendación de #LibrosQueMeGustan en este #ViernesDeLectura.

Infestados #LibrosQueMeGustan

La belleza no siempre es placentera, pero cuando se trata de los libros esa idea adquiere una mayor dimensión: palabras en acoplamiento perfecto pueden describir las realidades más crueles, como es el caso de Infestados, de Cristina Liceaga, una novela que nos cuenta las historias de los primos Susana y Santiago, descendientes más jóvenes de la familia Jáuregui, que parece infestada por una maldición que los condena a la desgracia.

Infestados lleva al lector de una manera hermosa y cruel hacia las profundidades de la enfermedad mental más común en nuestra época: la depresión. Con su narración amable en ocasiones y desgarradora en algunas páginas, su autora nos contagia de esperanza para luego volver a hundirnos en la angustia de comprender cómo se siente la invasión de mil monstruos que surgen del propio cuerpo y buscan aniquilarte.

Este es uno de los #LibrosQueMeGustan porque en estos tiempos de optimismo irracional es importante recordar que a veces no existen los finales felices, que las enfermedades mentales existen y si no se tratan son verdaderas tragedias.

Aprovecho también esta oportunidad como pretexto para hablar de la labor literaria de Cristina Liceaga, quien además de extraordinaria escritora, es creadora de la plataforma Escritoras Mexicanas (escritoras.mx), un “proyecto cultural que busca la difusión de escritoras mexicanas de todas las épocas. Aquí encontrarás reseñas de libros; entrevistas con expertos en literatura y con las mismas autoras; ensayos y notas académicas, frases destacadas de sus libros y una enciclopedia de mujeres escritoras mexicanas, entre otras cosas.” También acaban de inaugurar la Casa de las escritoras mexicanas, donde se llevan a cabo cursos y presentaciones de libros. Es por esto y por lo que seguramente creará en el futuro que Cristina Liceaga y su Infestados son mi recomendación en este #ViernesDeLectura de #LibrosQueMeGustan.

El amor es hambre #LibrosQueMeGustan

Cuando me preguntan quién es mi escritora de literatura erótica mexicana favorita el primer nombre que aparece en mi entusiasmo libresco es el de Ana Clavel, narradora, autora de libros como Territorio Lolita, Los deseos y su sombra y El amor es hambre, que es el libro que me ocupa este #ViernesDeLectura.

Artemisa es una mujer de ojos descomunales e imaginación voluptuosa, herencia de sus padres, Joaquín y Camila, quienes fallecen en un accidente cuando ella todavía es una niña. Este hecho, el legado de su madre bióloga, la pasión por las plantas de Mirna, su tutora y las enseñanzas de su tutor Joaquín, la llevan a una aventura de vida que se mezcla entre comida, sabores y erotismo compartido con sus parejas-amantes.

El amor es hambre es una novela narrada con sugerencia y sabrosura. El estilo de la autora envuelve al lector, quien por medio de las palabras llega a percibir las sensaciones en la propia piel. Esa es una de las características más sobresalientes de la obra de Ana Clavel, y por eso es mi recomendación de #LibrosQueMeGustan.

Expiación #LibrosQueMeGustan

Una de mis novelas favoritas es Expiación, de Ian McEwan. Me gusta porque hay en ella todos los temas que conforman los placeres y miedos más grandes del ser humano: amor, erotismo, guerra, muerte, asombro.

Inicia de una manera encantadora: con una reunión familiar, pero lo que debió ser un reencuentro de amores se convierte en pesadilla gracias a una adolescente con mucha imaginación, un florero roto, un amor secreto y un testimonio equivocado que arruina la vida de todos.

Es una historia de amor imposible y vergüenza con una narrativa tal que es imposible de soltar, con personajes definidos por sus pasiones y sus múltiples remordimientos.

El final es sorprendente y a mí me dejó con una lágrima escurriendo por la mejilla y un estado de ánimo extraño que permaneció durante varios días. Aún ahora, meses después de haber leído la novela, algunas imágenes permanecen en mi memoria y me doy cuenta que mi subconsciente sigue buscando algunas respuestas.

Por esa intensidad de mi reacción al terminar la lectura, Expiación de Ian McEwan es mi recomendación de #LibrosQueMeGustan en este #ViernesDeLectura

El vendedor de silencio #LibrosQueMeGustan

Este título de Enrique Serna es, seguramente, el libro de un autor mexicano más recomendado de los últimos meses. Cómo no, si en sus páginas se retrata no solamente la vida de Carlos Denegri, uno de los periodistas gloria de la historia de los cronistas de México, sino el contexto político, la cloaca del tráfico de influencias, pero sobre todo, y lo que más me atrajo, expone de forma clara y dolorosa los círculos de violencia que la misoginia y el machismo han desarrollado en la cultura y la psique de tantos hombres y mujeres a lo largo de nuestro devenir.

Esta novela de ficción histórica debe ser leída como retrato, pero también con la capacidad crítica en el rabillo del ojo, para no olvidar, para no permitir que prácticas que ya habían caído en desuso por su inviabilidad ética y humana, vuelvan. Hay que adentrarse en sus páginas con el deleite de la ficción, con esa conciencia de que nuestro legado será la interpretación de otros acerca de nuestra propia vida. Y está bien.

La narración es intensa, con buen equilibrio entre acción y reflexiones. La prosa de Serna es bien conocida por exigente, por precisa, por ese ánimo de darle a sus personajes una corporeidad que te hace dudar de si realmente puede meterse en la cabeza de alguien que murió hace casi 50 años, como si el mismo Denegri le hubiera hablado con esa exactitud de sus temores y fobias, con lo que comprendemos que el autor también es un gran conocedor de la naturaleza humana.

Por haberme atrapado durante días, con una sensación entre angustia, coraje y curiosidad, El vendedor de silencio es mi recomendación de este #ViernesDeLectura en #LibrosQueMeGustan.

Fuck me, Nancy #LibrosQueMeGustan

Una chica a punto de cumplir 20 con los sueños en la incubadora. Un profesor de literatura rozando los 40 con los sueños en la congeladora son los protagonistas de Fuck me, Nancy, del melómano-erótico-autor Arturo J. Flores.

Nancy y Xavier coinciden en un museo semi vacío del que jamás ven la colección, pero sí que se miran mutuamente. La promesa es que Xavier podrá llevarse a Nancy a la cama si a ella le gusta el cuento que él escribirá y así van conociéndose por medio de un intercambio de textos, todos con gran carga de perversión y lujuria.

Arturo J. Flores es, antes que nada, un buen escritor, lo que el lector leerá en sus libros serán historias que poseen la virtud de la irreverencia gramaticalmente impecable, sin costuras salidas y gran precisión al momento de provocar asombro, lascivia o una carcajada.

Es por esto y porque Arturo es un representante de la buena literatura erótica de México, es que Fuck me, Nancy es mi recomendación de este #ViernesDeLectura en #LibrosQueMeGustan.

Ensayo sobre la ceguera #LibrosQueMeGustan

Leí Ensayo sobre la ceguera en un viaje en tren entre Varsovia y Budapest. Bajé a mi teléfono el libro (antes de utilizar la maravillosa aplicación de Kindle para Android) con la intención de entretenerme entre salas de espera y paradas y lo siguiente que recuerdo es a mí leyendo sentada en la maleta, como poseída por las palabras de José Saramago.

El premio Nobel de literatura 1998 tenía la virtud de descolocar al lector, de sumergirlo en situaciones límite por medio de metáforas que rozan la ciencia ficción, como en esta novela.

Ensayo sobre la ceguera comienza con la mujer de un médico narrando cómo poco a poco una ceguera blanca se va apoderando de la población de la ciudad, luego del país y después del mundo, y cuenta, por medio de personajes anónimos, el caos que empieza a reinar entre quienes pretenden aislar a los enfermos y los infectados.

Es una historia que te mantiene los nervios de punta y las reflexiones al mil por hora, porque nos hace darnos cuenta de la ceguera que sufrimos respecto al otro, lo que provoca violencia irracional y un egoísmo mórbido entre personas, olvidando que, a final de cuentas, todos somos seres humanos.

Por las emociones desbocadas y el recuerdo del sonido de las vías del tren acompasado con el de las palabras de Saramago en mi cabeza al devorarme sus páginas, Ensayo sobre la ceguera es mi recomendación de este #ViernesDeLectura en #LibrosQueMeGustan.

Novela de ajedrez #LibrosQueMeGustan #ViernesDeLectura

La obra maestra del escritor austriaco Stefan Zweig, mi libro favorito de todos los tiempos, fue la última novela que escribió el autor poco antes de su suicidio. Se publicó de manera póstuma en 1943.

Era algún sábado de verano de 1998. Yo tenía 18 años y los libros ya se habían convertido en mi máxima pasión. Esa tarde empecé a leer: “A bordo del transatlántico que a medianoche debía zarpar rumbo a Buenos Aires reinaban la habitual acucia y el ir y venir apresurado de la última hora”, sin saber que en las siguientes horas las breves páginas que tenía enfrente se convertirían en deleite y angustia.

A las nueve de la noche llegaron mi novio y sus amigos por mí para irnos de “antro”. Le abrí. No estaba lista. Le dije que subiría rápido a mi recámara a cambiarme, pero en realidad lo que hice fue agarrar la novela y seguir leyendo, tenía una necesidad imperante de terminarla, no me importaba que me esperaran cuatro adolescentes ansiosos por salir, yo necesitaba saber el final.

La intensidad de la historia provocó que de pronto me sorprendiera con los puños apretados, ¡me estaba enterrando las uñas en las palmas de las manos! Recuerdo perfecto que cuando terminé de leer debí respirar hondo y profundo y sentí una emoción que aún hoy, 22 años después, no se me olvida.

Novela de ajedrez narra una historia de juego y supervivencia, de crítica al nazismo y retrato del poder que ejerce tener la mente ocupada.

En un rutinario viaje en barco para obtener más victorias en otros continentes Mirko Czentovic, campeón mundial de ajedrez, se enfrenta a quien deseé jugar con él, sin saber que entre ellos estaría aquel que lo retaría al punto de llegar a un empate: el ilustre desconocido doctor B, quien iba a bordo después de haber sido liberado por los nazis, quienes lo torturaron con aislamiento absoluto; en uno de los interrogatorios que le hacían, ya al borde de la locura, el doctor B logra robarse un pequeño libro de ajedrez del saco de uno de los oficiales, lo que le salva la vida. Con el orgullo herido por el empate, el campeón, sin conocer la historia de B, lo reta a una partida la siguiente noche.

Novela de ajedrez tiene pocas páginas, pero las historias de sus protagonistas son impactantes sin llegar a la grandilocuencia; eso es lo que me gusta del estilo de Zweig, también autor de poesía, cuento, ensayo, biografía, dramaturgia y coleccionista de autógrafos y manuscritos.

Nos leemos y escuchamos la próxima semana con otro de los #LibrosQueMeGustan en el #ViernesDeLectura, me encantaría conocer tus reacciones hacia esta narración épica.

La muerte de Artemio Cruz #LibrosQueMeGustan

“Un hombre alto, lleno de fuerza, con unos ojos verdes hipnóticos y un hablar cortante. Artemio Cruz.”

Carlos Fuentes era un maestro para la creación de personajes entrañables: Felipe Montero en Aura, Félix Maldonado en La cabeza de la hidra. Pero sin duda uno de los  inolvidables es Artemio Cruz, protagonista de esta novela publicada por primera vez en 1962.

Esta historia narra los últimos días de Artemio Cruz exrevolucionario, expolítico, excorrupto cuando, recostado en la cama del hospital, moribundo, revive las memorias de su vida y describe las sensaciones que lo acompañan, todas desconocidas, que el autor describe con metáforas tan precisas y detalladas que es inevitable que tu yo lector se emocione: “Tengo la boca llena de centavos viejos.”

Este libro es sobresaliente, mi favorito de Fuentes, por la cantidad de frases memorables que tiene, que como aforismos, juzgan, juegan, evocan, explican: “Cuando cerró los ojos, se dio cuenta de la infinidad amorosa de ese cuerpo joven abrazado al suyo: pensó que la vida entera no bastaría para recorrerlo y descubrirlo, para explorar esa geografía suave, ondulante, de accidentes negros, rosados.”

Por fragmentos como ese y por el recuento histórico por el México de la Revolución y los años subsecuentes es que La muerte de Artemio Cruz es mi recomendación de este #ViernesDeLectura y #LibrosQueMeGustan.

Portada La muerte de Artemio Cruz

60 años de soledad #LibrosQueMeGustan #ViernesDeLectura

60 años de soledad. La vida de Carlota después del imperio mexicano 1867-1927.

Este libro de Gustavo Vázquez Lozano me provocó angustia. ¿Cuánto talento en tantas épocas, cuánta inteligencia perdida ha provocado el ninguneo del que hemos sido objeto las mujeres durante siglos?

Un ejemplo doloroso es el de María Carlota Amalia Augusta Victoria Clementina Leopoldina de Sajonia-Coburgo-Gotha y Orleans, mejor conocida como “la esposa de Maximiliano de Habsburgo”, emperador de México, protagonista de este documental histórico narrado en forma de novela de no ficción, que nos demuestra una vez más que en asuntos humanos, la realidad siempre supera a la fantasía.

Con un estilo simple, libre de apasionamientos sentimentalistas y juicios radicales, el autor relata la personalidad, los ideales, las crisis existenciales y políticas en las que Carlota estuvo involucrada, al mismo tiempo que le da la importancia que la narración histórica no le dio como benefactora del pueblo mexicano, porque al acceder a reinar este país, lo hizo con un compromiso que pocos gobernantes han demostrado con la sociedad a la que van a dirigir.

Traicionada por propios y extraños, como Napoleón III y su hermano Leopoldo II, quien le robó para llevar a cabo la sangrienta conquista del Congo, en África, Carlota fue una mujer que por vivir en un mundo de hombres no pudo explotar su máximo potencial, sin que eso implicara, por fortuna, que no pasara a la historia, la que, en títulos como este, finalmente le hace justicia. Por eso es mi recomendación de este #ViernesDeLectura.

Nos leemos y escuchamos la próxima semana con otro de los #LibrosQueMeGustan. ¡Feliz finde!

¿A imagen y semejanza? #cuento #ficción

Querido Dios. Qué digo querido: amado Diosito. Qué digo amado Diosito: adorado, omnipresente, idolatrado, omnipotente Diosesón:

Te doy gracias por el orgasmo nuestro de cada día. Estoy acostada en mi cama, la cabeza recargada en la almohada, las piernas abiertas, el abdomen en estado de incredulidad por lo que dos dedos pueden provocar en el cuerpo, desde la parte baja del vientre hasta todas sus esquinas, bordes y extremos.

Lo que siento es asombro. Qué sabio y maravilloso eres, ¡oh, rey de los Cielos!, que nos hiciste seres con capacidad de abstracción y potencia imaginativa, la misma que formó en mi mente la imagen de esas dos chicas besándose la lengua, los dientes, las puntas de los pezones, que hicieron gloriosa esta mañana.

Gracias por los recuerdos disfrazados de fantasías. Ruega por los hombres que me han penetrado, por las veces que los besos me han hecho adicta a los clímax. Te doy gracias por las inmensas posibilidades del sexo, por los labios, la vulva, las tetas, las corvas.

Si los seres humanos estamos hechos a tu imagen y semejanza, y me colocaste en la entrepierna el único órgano con la función de experimentar placer, entonces no dudo que todos estos años las personas hayamos vivido en el engaño y tú eres una mujer.

Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos, Amén.

El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde #LibrosQueMeGustan

Es bien sabido que al interior de todo ser humano habita una dualidad luz-oscuridad que se manifiesta según la voluntad o los instintos; así como podemos ser buenas personas, también nos es natural ser miserables: la manera en que interactuamos con el mundo, para individuos mentalmente sanos, depende de la capacidad de elección.

De este tema sencillito y carismático trata El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, una novela gótica de Robert Louis Stevenson publicada por primera vez en 1886 que se encuentra clasificada tanto como thriller psicológico, como drama, misterio, horror y ciencia ficción. Todo eso en apenas unas cien páginas (depende de la edición que leas).

Con una narración estructurada como una consecución de habladurías, el autor va desentrañando la intriga para llegar a un desenlace inesperado, de esos que te dejan de un humor extraño al terminar las páginas.

El libro es un clásico de la literatura universal que yo recomiendo leer porque para mí las obras más valiosas son aquellas que nos asombran y son memorables sin necesidad de grandes pretensiones, las historias que, como esta, sacan al lector sin piedad de la zona de confort.

Nos leemos y escuchamos el próximo #ViernesDeLectura con otra recomendación de #LibrosQueMeGustan

Vestido de novia #cuento

A los 21 años imaginaba el día de mi boda. Siempre que veía un vestido de novia en los aparadores de las tiendas mi mente volaba hacia el futuro día más feliz de mi vida. Me encantaba contemplarlos y escoger uno. En diversas ocasiones decidí cuál me gustaría usar, pero cambié de idea  muchas veces. Un día tuve que elegir al fin uno de ellos: era el vestido de novia de mis sueños: blanco, entallado, con una crinolina enorme y hermosas flores bordadas a mano. No recuerdo bien la cara de mi novio, creo que mi único recuerdo de esa boda es mi preciosísimo vestido blanco. Me ha sucedido lo mismo nueve veces.

Supongo que he desarrollado una manía por los vestidos de novia.

 


*Este cuento forma parte del libro MonoRetrato AutoLogo, publicado en 2006.

 

 

Jantipa #LibrosQueMeGustan

Si yo pronuncio “Sócrates” en la mente de cualquier persona de mediana cultura general aparecerá la antigua Grecia, la filosofía, el “yo solo sé que no sé nada”. Tal vez algunos piensen en la mayéutica, en grandes ideas, pero definitivamente pocos harán referencia a su ojo que se iba de paseo, a su mal aspecto, a su descuido personal. Y mucho menos pensarán en su vida sentimental.

Jantipa, novela de María Elena Sarmiento, habla de la esposa de Sócrates, una mujer de carácter difícil, indomable, quien, adelantadísima a su época, ya intuía que la relación de hombres y mujeres era injusta, por más que todos a su alrededor actuaran de esa manera.

La historia es intensa y fluida. La autora creó una ficción histórica que mantiene una tensión narrativa difícil de abandonar, al tiempo que consigue que el lector genere empatía con el personaje principal que adoró y sufrió al amor de su vida en la misma proporción. Además, María Elena es una mujer que investiga y se involucra profundamente con sus personajes.

Por eso este #ViernesDeLectura les recomiendo esta novela, a esta Jantipa, para no olvidar los contrastes del amor, que son los mismos que los contrates de los individuos que tenemos que cohabitar en este mundo, y como Sócrates, encontrar belleza en él, a pesar de sus imperfecciones.

La pieza que me faltaba #LibrosQueMeGustan

Karol vuelve al orfanato en donde la criaron cuatro mujeres. Era un sitio exclusivo para niñas, pero su madre biológica decide abandonarla ahí: sabía que sería cuidada como en ningún otro lugar, incluso mejor que con ella misma. Después de unos años, ya casi adulta, nuestra protagonista vuelve a ese lugar para descubrir aquellos detalles que le faltaba conocer de su vida para lograr, al fin, vivir con libertad.

La pieza que me faltaba de Alejandra Inclán, es una novela que habla de un tema polémico y dificil: la transformación de un niño transgénero en una mujer hecha y derecha, que, como cualquier persona, se enamora y desea encontrar su propia identidad, con la idea inequívoca de ser quien siempre ha querido ser, como todo ser humano.

Esta novela fue escrita por Alejandra Inclán, autora veracruzana, independiente, para quien el tema de la identidad de género ha adquirido una importancia mayúscula bajo un principio fundamental muy claro e importante: que cada ser humano viva la vida que sueña… en la realidad.

Alejandra también es autora de “No era quien me dijeron ser”, publicado en España en 2016, que habla de la configuración de la identidad femenina de una mujer que debe aprender a serlo. Ahora, con su segunda novela, el tema madura y evoluciona para emocionar al lector, quien no puede quedar indiferente tras sus páginas.

Recomiendo este libro con toda la fuerza de las sonrisas y las lágrimas que me provocó al leerlo, estoy segura que gozarás cada fragmento de su historia.

Nos leemos el próximo #ViernesDeLectura con otra recomendación de #LibrosQueMeGustan

Momo #LibrosQueMeGustan

Este #ViernesDeLectura quiero recomendar uno de esos libros encantadores que cuando los lees se quedan siempre en la memoria: Momo, del escritor alemán Michael Ende, famoso por ser el autor de La historia interminable, obra que los cuarentones conocemos muy bien porque en ella está basada la película La historia sin fin, que hizo época.

Publicada en 1973, Momo es un clásico por la vigencia de su historia y sus emociones. El título completo es: Momo, o la extraña historia de los ladrones de tiempo y de la niña que devolvió el tiempo a los hombres.

La protagonista es una niña que vive sola en una gran ciudad. Es muy especial porque posee una cualidad difícil de encontrar en el mundo de prisa y adicción al trabajo productivo: sabe escuchar, por eso sus amigos animales y humanos la quieren y la cuidan… hasta que de pronto ya casi nadie tiene tiempo para ella y cada vez se va quedando más sola.

Esta heroína, junto con Casiopea, la tortuga que puede adivinar lo que sucederá, se enfrenta a pequeñas batallas contra los hombres grises, unos seres que empiezan a aparecer en la vida de la gente y los convencen de ahorrar tiempo, diciéndoles que los momentos de contemplación, de juego, de convivencia con la familia y amigos les restan productividad. Así se genera una sociedad con cosas, sin espíritu y de gente triste con prisa.

Este es un libro catalogado como novela juvenil por su naturaleza fantástica, pero como El Principito debería ser una lectura obligada, sobre todo cuando los adultos olvidamos que en realidad no somos tan importantes y sobre todo, que el tiempo que no compartimos con la gente que amamos por estar distraídos con personas, cosas o situaciones sin verdadera trascendencia para nuestra vida no va a volver jamás.

Estoy segura que todos conocemos a alguien a quien le urge leerla (si no es que a nosotros mismos).

Con esto me despido, pero nos vemos el próximo viernes con otra recomendación de #LibrosQueMeGustan

El viejo y el mar #LibrosQueMeGustan

La narración épica de la batalla de un hombre contra la naturaleza que es al mismo tiempo una lucha contra sí mismo y contra una sociedad que pretende imponer la idea de que la vejez es un lugar estéril.

Leí esta novela o cuento largo de adolescente y desde entonces he vuelto a él en varias ocasiones; Santiago, su protagonista, me atrevo a decir que es uno de los personajes más entrañables de la literatura porque Ernest Hemingway provoca que el lector experimente una cercanía total con sus angustias y miedos, pero también con sus motivaciones para no dejarse vencer por los tiburones en la lucha por un pez vela de más de cinco metros. Como lectores lo acompañamos en pensamientos y diálogos consigo mismo, en los que por fuerza también encontramos esas palabras que todos nos hemos dicho en múltiples ocasiones.

El viejo y el mar, escrita en La Habana pre Fidel, está inspirada en los pescadores cubanos y en 1953 le dio a Hemingway el Premio Pulitzer de ficción (el siguiente año, 1954, el autor obtuvo el Premio Nobel de Literatura).

El viejo y el mar es el libro que siempre recomiendo cuando alguien a quien no le gusta leer me pregunta con qué puede empezar; mis hijos lo leyeron a los 10 años.

Cada vez que releo las páginas de este gran libro vuelvo a ser aquella adolescente de 14 años que fue cautivada por las pasiones que el autor dejó plasmadas en una historia breve en páginas, pero eterna en legado, y vuelvo a sentir la emoción de ser esta lectora que sufrió con sus personajes como si ese dolor sucediera en mi propia piel.

¡Hasta el próximo viernes con otra recomendación de #LibrosQueMeGustan!

¿Cuál título me recomiendas?

Frida Kahlo #homenaje

“Yo quiero construir. Pero no soy sino una parte insignificante pero importante de un todo del que todavía no tengo conciencia.”

Frida Kahlo

 

Rebelde por naturaleza y apasionada de la vida. Así fue Frida Kahlo, una de las mujeres más influyentes en la historia de nuestro país. Podría asegurar que es hoy en día el rostro femenino más evocado en el imaginario universal cuando se escucha la palabra “México”.

Para las mujeres mexicanas Frida es más que una representante de nuestro arte, y es definitivamente mucho más que la esposa de Diego Rivera. Para nosotras su nombre es sinónimo de libertad, de oportunidad, de trascendencia. ¿Cómo no ser fuente de inspiración, si en 1922 fue una de las 35 mujeres de entre dos mil alumnos del sexo masculino de la Preparatoria Nacional de México?

Su famosa frase “¿Pies, para qué los quiero, si tengo alas para volar?” es un reflejo de su espíritu guerrero. Después de haber sufrido poliomelitis en la infancia, y el terrible accidente que la paralizó durante meses, a los 18 años, pudo haber escrito una historia muy distinta para su propia vida. Pero ella optó por lo extraordinario.

“Todo puede tener belleza, aún lo más horrible”, dijo. Y vaya que hablaba con conocimiento de causa. ¿Habrá alguna vez imaginado que lo peor que le había sucedido, terminaría haciéndola trascender al tiempo? Su amor y pasión por el gran compañero de su vida, Diego Rivera, también la coloca entre los amores épicos del mundo, como el de Sartré y Beauvoir, Helena y Paris, Marco Antonio y Cleopatra… A Diego le escribió cartas arrebatadas, sin censura, vivía su relación como lo más hermoso y lo más terrible, pero lo que quiero rescatar es esa franqueza ante la vida que ojalá nos atreviéramos a experimentar para disfrutar del gozo que representa despertar cada día.

Cito un fragmento de una carta: “Mi amor, hoy me acordé de ti. Aunque no lo mereces tengo que reconocer que te amo. Cómo olvidar aquel día cuando te pregunté sobre mis cuadros por vez primera. Yo chiquilla tonta, tú gran señor con mirada lujuriosa…”

Definitivamente los grandes amores hacen milagros, y así, entre los dos mayores accidentes de su vida, encontró su camino. Pasaba tanto tiempo acostada que empezó a pintar; pasaba tanto tiempo pintando sola que comenzó a pintarse a sí misma. Su gesto en los autorretratos era siempre duro, sus imágenes impactantes, de interpretaciones tan diversas como existen criterios, como se pueden encontrar puntos de vista. ¿Quién no se ha parado frente a “Las dos Fridas” buscando algo nuevo? ¿Quién no lo ha encontrado?

Para André Bretón “El trabajo de Frida Kahlo es la mecha de una bomba”. Al conocerse, la invitó a París a exponer. A esto Frida respondió: “Realmente no sé si mis pinturas son surrealistas, pero sí sé que son la más franca expresión de mí misma, sin tomar jamás en consideración ni juicios ni prejuicios de nadie. He pintado poco, sin el menor deseo de gloria ni ambición, con la convicción de, antes que todo, darme gusto y después poder ganarme la vida con mi oficio”. Y más adelante apuntó: “Creían que yo era surrealista, pero no lo era. Nunca pinté mis sueños. Pinté mi propia realidad”.

Tanto significa para las mujeres mexicanas porque rompió estereotipos. Su libertad nos liberó a todas. Su arrojo nos puso a todas un pie al borde del abismo. El testimonio de su vida nos hizo saber que hasta lo imposible puede cambiar de realidad, porque fue la primera artista mexicana en exponer su obra en el Museo de Louvre.

Termino con una de las últimas frases que escribió en su diario antes de morir:

“Recuerda que cada (tic tac) es un segundo de la vida que pasa y que no se repite, hay en ella tanta intensidad, tanto interés, que sólo es el problema de saberla vivir. Que cada uno la resuelva como pueda”.

Definitivamente en su presente, Frida se pintó alas para el futuro.

 

El pequeño libro de las 500 palabras para parecer más culto #librosquemegustan

¿Sabes qué es un grimorio?

Si tu respuesta es negativa, entonces déjame recomendarte El pequeño libro de las 500 palabras para parecer más culto, de Miguel Sosa, publicado por Alienta Editorial (también te lo recomiendo aunque sepas qué significa grimorio).

Aunque el título me parece más una estrategia de mercadotecnia que una idea que le haga justicia, este no tan pequeño libro (tiene 277 páginas) es una verdadera joya para los amantes de las palabras y el asombro por el lenguaje, como tú, como yo y muchas de las personas que conocemos.

Algunas palabras que no habitaban en mi marco de referencia y descubrí en él son:

  • Adarce. Costra salina que las aguas de mar forman en los objetos que mojan.
  • Añagaza. Artificio para atraer con engaño.
  • OcciduoPerteneciente o relativo al ocaso.
  • Ñiquiñaque. Persona o cosa muy despreciable.
  • Y muchas, muchas más.

La historia de este libro es rica en sí misma. Resulta que al autor le gusta leer el diccionario, entonces durante varios años compartió mediante un grupo de WhatsApp con amigos y familiares las palabras que iba encontrando y le parecían especiales e interesantes de alguna manera. Entonces sucedió que alguno de ellos le dijo que debería hacer un libro y fue así como ahora podemos disfrutarlo.

Además de las palabras en orden alfabético y sus significados, en este tomo encontramos fragmentos de obras literarias de todas las épocas y todo el mundo en donde se utiliza cada vocablo, lo que lo hace una experiencia absolutamente enriquecedora…

Por cierto, un grimorio es un libro de fórmulas mágicas usado por los antiguos hechiceros.

Nos leemos el próximo #ViernesDeLectura con otra recomendación de #LibrosQueMeGustan

Fantasías #cuento #ficción

El otro día formada en la infernalmente larga fila de la caja del supermercado, me puse a platicar con la señora que esperaba atrás de mí. Prefiero hacerle plática a la persona que está detrás de mí en las filas y no adelante, porque luego tienen que irse con prisa y me dejan con la conversación a la mitad. Y no lo soporto.

Ignoro en qué momento llegó el punto en que ella me preguntó a qué me dedicaba. Es extraño que en un lugar como ese, a las 12 del día, quien esté en la fila no sea un ama de casa, así que la pregunta me tomó un poco por sorpresa, pero de todas formas no tenía nada mejor en qué dedicar mi tiempo, y continué con la conversación.

Le respondí que soy ama de casa y escritora de libros de sexo, pero de sexo bien, no de esas ridiculeces de “erotismo”, que te deja caliente, pero no enseña nada, sino de algo parecido al porno, para que las señoras ganosas y con maridos que no las pelan fantaseen a gusto y recuerden cuando se las cogían todo el día con sus noches.

Me preguntó muy interesada cómo me inspiraba para mis historias, así que le conté que mi problema al escribir novelas es que las abandono para ir a mi cama a masturbarme y tener un orgasmo. Como en este momento en que cuento la historia del súper, una capa de pensamiento rebelde de mi cuerpo me insiste en dejarlo, poner la computadora en hibernación y levantarme a la cama. Total, ¿qué tanto me puedo tardar? “En cinco o diez minutos seguramente ya estarás de vuelta”. Es difícil ignorarla, sobre todo mientras esperas a que den las 2:30 de la tarde de este miércoles en el que veré a mi amante y nos revolcaremos sobre su impoluto edredón gris que ha tenido que mandar a la tintorería más de una vez por la abundancia de mi entrepierna.

Y así es como intenté cambiar de tema, pero ahora mi vagina hormiguea, haciendo equipo con aquel nivel de pensamiento alterno que quiere que me levante de la silla, vaya al baño a lavarme las manos, me quite la ropa interior y me acueste con las piernas abiertas sobre la cama, para con una mano abrir mis labios vaginales y con la punta de las yemas de los dedos acariciarme el clítoris, mientras con los ojos cerrados imagino cómo me la mete cada uno de los hombres con quienes he estado…

Miguel desliza las manos debajo de mi pantalón en un coche en movimiento. Su amigo, que conduce, intenta mirar hacia el asiento trasero, que ocupamos Miguel y yo, y yo estoy acostada en las piernas de Miguel, veo a través de las ventanas pasar los puentes, el cielo azul y las nubes. Estiro las piernas, inundada de deleite, mis nalgas se endurecen, siento cómo se me contraen hasta los dedos de los pies. El Grand Marquis negro modelo ochenta y cinco se convierte en mi cama de edredón café y cojines de colores…

Pero decía que le contaba a la señora curiosa que cuando escribo novelas de sexo tengo el problema de que me tardo mucho en terminarlas porque mi cuerpo de inmediato me pide un orgasmo. Como otra vez me está sucediendo en este instante, pero ahora sí no pienso hacerle caso, me debo ir en un cuarto de hora y quiero terminar de escribir esto antes de marcharme. “Te tardas menos de cinco minutos”, insiste mi clítoris, y aunque me muero de ganas de hacerle caso, mejor sigo contando la historia de la mujer en el súper. Me encanta tener las piernas abiertas y a un hombre entre ellas. Amo que me penetren con la lengua, con los dedos: si fuera algo malo o prohibido, definitivamente Dios no hubiera hecho el sexo tan rico.

Cuando eres una escritora de sexo parece que traes colgado del cuello un letrero de “se solicita individuo para coger”, supongo que lo despierto de tus hormonas pasea a las narices de los demás, despertando un deseo inexplicable, pero que no puede esperar.

Estábamos en ese punto de la conversación cuando me tocó pasar al fin con mi carrito de supermercado a la caja. Mientras ponía los artículos que llevaba en la banda que los lleva a las manos de la cajera, notaba que la señora no despegaba sus ojos de mi cuerpo. Yo volteaba disimuladamente a verla, y ella desviaba la atención a otro lado, pero era indudable su atención en mí.

Terminé de poner todo, la cajera terminó de pasar las cosas por el lector de códigos de barra; cuando me dijo el total y yo saqué mi cartera para pagar, la conversadora se adelantó y pidió que le cobraran mi cuenta a ella.

La miré para decirle que se lo agradecía mucho, pero no tenía por qué hacerlo, y en el instante siguiente ya la tenía a milímetros de mí. Me besó. Debo confesar que me resistí como un segundo, y después le devolví el beso. Ella me puso las manos en las nalgas, y un segundo después, también yo ya tenía las manos en las suyas. Las personas a nuestro alrededor murmuraban, pero a nosotras no nos importaba. Empezamos a quitarnos la ropa, como ambas traíamos vestido no fue difícil terminar con las tangas en las manos. Me agarró de la cintura y de un golpe me puso sobre la banda que avanza para poner las cosas en las manos de la cajera, y metió la cabeza entre mis piernas. Me acarició la vulva con la punta de la lengua mientras con las yemas de los dedos frotaba mi clítoris. Manaba un caudaloso torrente de mi entrepierna, y aunque mis ojos insistían en cerrarse para disfrutar, decidí mantenerlos abiertos para no olvidar jamás las trenzas de esa mujer rebotando con la piel de mis muslos.

Obviamente otras personas que andaban por ahí se excitaron con tal escena, y de repente, ya tenía al gerente de la tienda succionando uno de mis pezones, y al anciano que metía las compras en las bolsas lamiendo el otro. La policía de la entrada se acercó también y me besaba, al tiempo que un señor que quién sabe de dónde salió, le quitó el vestido a la que me hacía sexo oral y la penetró con tanta fuerza que tuve el segundo orgasmo de la mañana.

Mi problema al escribir historias, de abandonarlas para masturbarme y tener un orgasmo otra vez hizo de las suyas, ya son las dos, me tengo que ir con mi amante, y yo no pude terminar de contar la historia de lo que sucedió en el súper el día que esa señora me preguntó a qué me dedicaba. En fin, de todas formas la realidad no era tan interesante.

Ya será en otra ocasión.


Este cuento forma parte de mi libro de cuentos Grab my pussy! Si quieres leerlo completo lo encuentras aquí:

O si lo prefieres en electrónico para Kindle, está aquí:

Departamento 508 #cuento #ficción

Estiró el brazo para presionar el timbre del departamento 508. Antes de dejar impresas las huellas dactilares en el pequeño botón redondo que antaño fuera blanco y hoy es color mugre, un grito femenino de placer desaforado lo hizo dar un salto hacia atrás. Algún vecino despistado dejó mal colgado el interfón.

¿Ves? Te dije que te iba a gustar… Quiso presionar de nuevo el botoncito percudido, pero las instrucciones de esa voz masculina, profunda como un trueno en tormenta eléctrica, provocaba que su dedo temblara. Ponte de espaldas, abre las piernas, métete un dedo en el coño.

Se le hacía tarde para llegar al departamento de su novia, pero no podía dejar de escuchar al de la voz gruesa como bajo en un blues, que cuando calló dio paso al sonido de un golpe acuoso que percibía a través de la bocina y le provocó una erección. Empezó a salivar, sintió cómo sus pupilas crecían sin restricción en el iris.

Siguieron las instrucciones: frótate el clítoris, métete el vibrador. De la voz femenina no había ni rastro. La necesidad de frotarse el miembro por lo intenso de la cogida monumental que escuchaba lo decidió al fin a tocar el botón de su departamento destino, el 508, lo que hizo con el dedo no tan erecto como lo que presionaba dentro de su bragueta; a fin de cuentas ahí estaba su novia y podría desfogar la lujuria que los vecinos irresponsables le habían provocado.

Escuchó un correr presuroso sobre el piso de madera, jadeos de prisa, algunas risas algo ahogadas, un portazo, y finalmente, el “¿Quién es?” de esa voz que él tan bien conocía. Sus piernas adquirieron entonces cualidad de piedra, misma que desapareció de su pantalón y adoptó también el órgano de su cuerpo encargado del raciocinio y los sentimientos, hasta que un hombre con rostro sonrojado y voz de tenor le pidió permiso para salir del edificio.

Oda a las canas #reflexión #noficción

Los 40 son la nueva adolescencia. Lo afirmo con la contundencia de mi tránsito por los últimos meses rumbo al inicio de la quinta década de mi vida. Como cuando te cambia la voz o empiezas a detectar que comienzan a crecer delicados vellos donde antes todo era piel tersa, de pronto al peinarte descubres un grueso pelo blanco en el copete, en franca rebeldía a la textura, el color y la dirección de los demás, o al tomarte una selfie en picada con bikini te das cuenta que hay un exceso de carne alrededor del ombligo, y ya no desaparece con cien abdominales, como antes.

A los 40 vuelves a cuestionarte todo, con la ventaja de que ahora sí te has equivocado tanto que si no tienes certeza de qué quieres, por lo menos sabes qué es lo que no estás dispuesta a tolerar; como en la adolescencia, caes en la cuenta de que necesitas comerte al mundo, pero ahora con la certidumbre de que, por estadística, probablemente estás en la mitad del camino (la esperanza de vida en México es de 75.5 años según el INEGI –dato de 2018–), así que vuelve esa urgencia por probar, aventurarte, por serle fiel a esa idea de que “más vale arrepentirte de lo que hiciste, que de lo que dejaste de hacer”.

Pero lo mejor de los 40 es esta sensación de libertad, de haber dejado atrás los dolores viejos o los enconos rancios; esta facilidad con la que abrazas incluso hasta a quienes te hicieron daño en algún momento. A esta edad las hormonas siguen haciéndote bullying, pero como ya conoces su potencial de destrucción, has aprendido a negociar con ellas, y también, por qué no, a gozar de las crestas y derrumbes que juegan con tu estado de ánimo continuamente.

Así es como día a día celebro la aparición de otra cana o de una sonrisa más pronunciada al costado de los ojos, y me regocijo en el ejemplo de las mujeres que abrazan con alegría las transformaciones de su cuerpo, pero sobre todo, la plenitud de su espíritu, con el candor adolescente, pero la sabiduría del paso del tiempo.

Sí. Es maravilloso crecer.

Carta a una erotómana viva que vive el EROTISMO EN VERSOS. Por Carlos Bracho

A Mónica Soto Icaza

Mónica: has entrado al mundo de las mujeres libres, de las mujeres sabias, de las mujeres que conocen a la perfección el acto amoroso y su sublimación que es el erotismo. Te felicito por ello. Y no voy a entrar en un análisis crítico o algún barrunto que se le parezca, no. Tu poesía está allí, está al rojo blanco. No necesita más que ser leída y gozada y puesta en práctica por los posibles lectores y las lectoras ávidas de vida. Son una profunda lección de amor, de profundo amor. Por ello digo que:


Al principio de la humanidad el erotismo era posicional y sólo garantizaba la continuación de la especie. Más tarde se registra una evolución , producto de la práctica cotidiana, de la convivencia y del trato continuo con la pareja, y entonces, poco a poco, la humanidad camina directo al erotismo.


Bien. Ahora, inspirado en tus bellos, calientes e ilustrativos poemas, cito a las mujeres que han glorificado este acto heroico y fundamental:
Anaïs Nin: “ También yo estoy interesada por el mal, y quiero para mí una vida dionisíaca, embriaguez, pasión y caos.”. Andrea Montiel: “…quiero bañarme el cuerpo/ caminar desnuda/ respirar profundo…”. Carmen Alardin: “…Se fugó nuestra negra doncellez/ por las botellas de champaña…”. Mariana Alcoforado: “…Harás igualmente bien en no querer a ninguna otra. ¿Podría satisfacerte una pasión menos ardiente que la mía?”. Gabriela Mistral: “Ruth lo miró de la planta a la frente,/ y fue sus ojos saciados bajando,/ como el que bebe en inmensa corriente…”. Alfonsina Storni: “La niña de quince años con su esponjado seno:/ ¿Sueñas echarla garras, oh, goloso animal?”. Pita Amor: “…con mis brazos vacíos de caricias,/ con ansias de estrecharte/ pensaba en las delicias/ de esas noches pasadas y ficticias.”. Carmen de la Fuente: “Porque encarnas un fauno con arrebatos místicos/ y abres rosas antiguas sobre los vientres pálidos/ de ardientes odaliscas.”. Griselda Alvarez: “No se puede vivir sin erotismo, / viene del más allá como mandato,/…”.

En vista de estas armoniosas y gratas declaraciones, Mónica, como digo arriba, con tus poesías, con tus amores, con tus sueños, ya estás dentro del carruaje literario en donde viajan las mujeres que tienen el alma al rojo vivo y que han amado como ningún otro ser lo ha hecho.

CARLOS BRACHO

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El chisme con Galletitas de Mónica Soto Icaza. Por Inés Récamier

Uno de los mejores chismes que he leído, tan intrigante que no lo solté hasta haberlo terminado. Treinta y cinco mujeres han sido invitadas al lecho de muerte de Salomón Andrónico, un hombre cuyo apellido nos incita a pensar en un ser andrógino. Y sí, porque a pesar de que Salomón no sea hermafrodita se beneficia de una femineidad que le facilita comprendernos —y conquistarnos—a muchas de nosotras: treinta y cinco para ser exacta.

Un montón de amantes seducidas de distintas formas; algunas de ellas han sido traicionadas, otras le guardan lealtad y agradecimiento y, por supuesto, no falta quien le odie. El mito de guardarnos para el hombre perfecto se destruye en este relato. Cada mujer cuenta una historia. Cada encuentro transmite diferentes sensaciones. Mónica tiene una pluma que describe con certeza la naturaleza de cruces inesperados, relaciones comprometidas y noches de esparcimiento. Su estilo es refinado y excitante. Las voces de sus protagonistas tienen personalidad y rostro. A través de ellas Salomón también se perfila, confirmando que no existe lo bueno ni malo, solo un hombre disfrutando al máximo su vida hasta el día en que sufre un derrame cerebral y todas ellas son invitadas a un último beso, única despedida, y las Galletitas que son importantes —porque hay para todas—.

Inés Récamier

Galletitas para un funeral #libro #novela #ficción

Un mensaje enigmático. Una esposa con mucha creatividad. Un hombre y 35 mujeres, pero no cualquier número de mujeres: mujeres con las que ha hecho el amor. Podría ser el sueño erótico de un maestro seductor y, sin embargo, también podría convertirse en el inicio de una pesadilla.

Parte del asunto de escribir una novela es qué historias quieres contar, y parte es cómo quieres contarlas. Desde hace unos diez años sabía cuál sería el hilo conductor para una posible narración (no lo cuento aquí porque arruino la sorpresa del final), pero después de empezar a escribirla varias veces y abandonarla el mismo número de intentos, decidí alojarla en ese sitio del pensamiento al que se van las ideas que necesitan madurar desde el inconsciente.

Hasta enero de 2019. Así como cuando conoces a la persona exacta en el momento preciso y resulta ser el amor de tu vida (o uno de ellos), así la empecé a escribir.

Estaba en un hotel de París, sin computadora y con el dueño de mis suspiros, cuando los distintos personajes (o las distintas personajas) empezaron a dictarme sus historias… fue así como surgieron las 36 mujeres y un hombre que dan vida a Galletitas para un funeral: con la fuerza de aquellos diez años acumulados en mi cabeza, que, sin titubeos y a una velocidad sorprendente, fluían entre la pluma y la hoja de papel.

Escribí durante nueve días, entre carcajadas, fotos en el Pont des Arts, más aviones, otras ciudades, transportes por tierra, dos libretas, tres plumas, muchas emociones, conversaciones para matizar la historia y quienes la contaban. Hoy confieso que cuando camino por la calle me voy encontrando a mi Salomón, Nadia, Lucía, Paola, Lourdes y otras más, ya sea hablando por teléfono, tomándose un café o simplemente esperando a que el semáforo se ponga en verde para cruzar hacia la otra acera.

Galletitas para un funeral es antes que nada una comedia. Es también un homenaje a todas las formas femeninas de amar. En ella exploro cómo la percepción cambia la experiencia que acumulamos en los recuerdos, cómo una misma persona puede ser tantas personas, dependiendo del marco de referencia del interlocutor; algo así como que nadie lee el mismo libro, aunque lea el mismo libro.

La novela cuenta la vida de un matrimonio: Nadia y Salomón, él un famoso actor de cine, ella una brillante economista, quienes desde el inicio de su relación decidieron incluir a otros compañeros sexuales. Los personajes principales no hablan jamás con su propia voz: son las mujeres con las que se acostó Salomón las que cuentan su versión de los hechos, por lo que la trama está plagada de amor y odio, de sexo y erotismo, de decepciones y sucesos gloriosos.

Escribir para mí es un acto de deleite, apenas comparado con la alegría que me causa que alguien lea y se emocione con mis historias. Gracias por ser mi cómplice y gozar conmigo de esta increíble aventura.


Puedes adquirir el libro impreso, con dedicatoria y enviado hasta la puerta de tu casa u oficina aquí:

Galletitas para un funeral

Un mensaje enigmático. Una esposa con mucha creatividad. Un hombre y 35 mujeres, pero no cualquier número de mujeres: mujeres con las que ha hecho el amor. Podría ser el sueño erótico de un maestro seductor y, sin embargo, también podría convertirse en el inicio de una pesadilla. Mónica Soto Icaza, la autora de Tacones en el armario, regresa a la carga con una historia de fino erotismo y sutil sentido del humor. Lea usted esta novela bajo su propio riesgo. “Cuando empecé a leer “Galletitas para un funeral” debo confesar que me excité, pero al terminarlo ya estaba profundamente aterrado.” Sergio Sarmiento

MX$210,00

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De lo humano, lo secular y lo serio

Claro que un día no es nada más que un día, una progresión común y corriente de horas y tonos de luces en el cielo. Claro que el cielo no es nada más que el cielo, vapor de agua y atmósfera que lucha por su supervivencia contra la mierda humana. Claro que la gente es lo más común que existe, hay más de siete mil quinientos millones de nosotros jodiendo al prójimo por asuntos que al fin de cuentas se evaporan para formar parte de los grandes conflictos de la sociedad.

Por eso no pasa nada si tú o yo nos morimos mañana, salvo algunas personas que nos aman, los demás dirán “qué lástima, (ponga el nombre aquí) era tan buena gente”, y continuarán lavando la loza del desayuno y jalando la palanca del escusado día tras día. Porque sí: un día no es nada más que un día, luces, sombras y algunos matices a veces, como un atardecer que las nubes confeccionaron con un encanto involuntario, y a algunos provoca cierto asombro.

Claro que un amanecer no es más que un fenómeno de dispersión de la luz. Pero también es lo que obliga a levantarse de la cama para bien pasar o mal transitar la jornada, que corresponde a equis número de mediodías de la existencia en la que deberemos sobrevivir mientras resolvemos las cuestiones que aderezan con dulzura o salan el lugar del cerebro donde se alojan los recuerdos que, esto sí no maravilla a nadie, también morirán cuando nos hayamos ido.

Entonces aquí estamos: preocupados por cuestiones como si el vecino fue poco amable esta tarde, si el niño no hizo la tarea o si tenemos el corazón roto, mientras el mundo se prepara para reemplazarnos por otro individuo con sus propios problemas, enojos y metas por cumplir.

Y nosotros tomándonos tan en serio.

Mónica Soto Icaza

Marzo de 2019

Gesta carmesí #cuento #ficción

Una no se convierte en leyenda sentada en la sala de la casa con una taza de té de tila en las manos. Una se convierte en leyenda con ampollas en los pies, con los dedos curtidos por las texturas del fuego; por el rango, entre terrible y sublime, de las imágenes que penetran por los ojos.

La mancha rojo intenso en las sábanas blancas por sí sola no hubiera significado nada, sin esa forma confeccionada por los pequeños coágulos que expulsó su vagina durante las horas de sueño. Sintió la masa viscosa en la entrepierna antes de hacerse consciente de que había despertado. Agarró una orilla de las telas de diferentes grosores que la cubrían, con el sentimiento de fastidio previo a saber lo que encontraría: nada odiaba más que manchar algo o ensuciarse con su menstruación.

No, sí había algo que odiaba más: tener la menstruación justo los días del año en que tradicionalmente más había cogido, la exposición de libros y vergas, mínimo una por día, que esperaba con ansias durante todo el año y que éste, por culpa de los caprichos de su endometrio, no podría disfrutar.

Entró en la regadera. Abrió las piernas. Dobló las rodillas hacia afuera. Miró el chorro de sangre que la gravedad atraía hacia el mármol del piso y el agua diluía, no sin antes crear, otra vez, asientos como los que se hacen al fondo de una taza de café turco. Disfrutó la imagen de la tinta roja trazando augurios en sus piernas.

Dobló el codo de la mano derecha y dirigió el dedo corazón hacia la vulva. Avanzó despacio hacia adentro de su cuerpo, provocando que otro coágulo cayera de golpe sobre el suelo y se quedara colgado entre las rejillas de la coladera. La sangre escurría cada vez más abundante. Utilizó el índice y el anular de la mano izquierda para separar los labios mientras su dedo medio acariciaba de forma vertical el clítoris y la mano derecha continuaba con su juego de meter y sacar. Apretaba y soltaba. Apretar. Soltar. Apretar. Apretar. Soltar. Hasta que la matriz se convirtió en suelo debajo de desfile militar, en plantas de los pies a punto del calambre. Gimió fuerte. Nada le gustaba más que un orgasmo.

No. Sí había algo que le gustaba más que un orgasmo: seducir al próximo hombre que se lo provocaría en la materia, la energía o la imaginación. Ese pensamiento le recordó su sensualidad tullida. Suspiró.

A pesar de la abundancia que expulsaba su cuerpo, decidió ponerse un mini vestido negro casi transparente, ideal para provocar pensamientos pecaminosos, suyos y de otros. Se trepó en unos tacones negros y salió hacia el pasillo. Balanceaba la cadera al ritmo de la música que siempre sonaba en una de las dimensiones de su mente y la mantenía con el tempo armonizado a los latidos del aire, y en sintonía con los ejemplares del sexo opuesto, siempre dispuestos a satisfacer sus deseos una vez que eran elegidos.

Le calentaba saber la expectativa que el balanceo del vestido sobre las nalgas causaba en las miradas de quienes se topaban con sus piernas casi encueradas. Los días que no debía utilizar calzones salía desnuda debajo de la ropa y de tanto en tanto, cuando el espécimen que tenía enfrente le generaba algún interés, “accidentalmente” se movía de forma tal que dejaba ver su condición de mujer dispuesta a desvestirse ante el mejor postor.

Su primera escala era la sala donde se presentaría el libro del escritor que en la adolescencia le había cambiado la vida, haciéndola ver que existían más caminos, además de los que sus padres le habían enseñado, y no estaban relacionados con enamorarse del hombre perfecto, casarse entre tules y flores y cuidar de los hijos y del esposo hasta la muerte. Instrucciones que ella aparentemente había seguido al pie de la letra cuando decidió convertirse en alguien que bien podría ser el personaje de una de las novelas que tanto le llamaban la atención.

El autor del libro era un hombre grande, nacido poco más de dos décadas antes que ella. Vestía una playera gris, entallada, que testificaba las horas en el gimnasio y un interés en el cuerpo que a ella le resultaba importante; en los últimos años, y después de haberse cogido a una buena cantidad de hombres mayores de sesenta, aprendió que el cuerpo cobra el sedentarismo de la juventud justo después de las seis décadas, así que los músculos del buen escritor presagiaban una polla dura, y el tema de sus novelas dejaba adivinar una experiencia muy sexual y muy decadente.

Se sentó en la primera fila, con las rodillas bien juntas. Ella sabía que los autores se fijan en el público en su presentación unos segundos después de colocarse en su sitio, cuando el cerebro detecta el momento de relajarse y fluir, por eso ella esperó el instante perfecto para levantar la pierna derecha y con un movimiento parecido a la “Verónica” del torero, colocarla encima de la izquierda y dejar a la vista parte de la nalga.

El plan fue un éxito. El movimiento provocó la atención del autor y el consiguiente interés que tuvo en ella durante toda la presentación, curiosidad que ella aprovechó para dejarse observar y para seducirlo en silencio con sonrisas, caricias en el cuello, guiños y otros gestos sutiles, como cuando se puso las palmas de las manos en el interior de los muslos y los abrió ligeramente.

Cuarenta y cinco minutos después, al terminar las palabras de editor, escritor invitado y autor, ella permaneció sentada en su sitio mientras él firmaba libros, platicaba y se tomaba fotos con la concurrencia.

Recuerda lo que siguió como si lo hubiera visto en una película y no como si fuera parte de su experiencia vital.

Él se le acercó, estiró el brazo y con mano firme la jaló para levantarla de la silla. La inercia la hizo aterrizar en sus brazos, lo que él aprovechó para tomarla de la cintura, cargarla y abrir sus labios con la punta de la lengua. La besó con las comisuras de la boca, con el pecho, con los brazos; ella lo rodeó con las piernas. Sin importarle la gente de alrededor, dejó que su cuerpo sintiera al fin la dureza de los músculos de los brazos, de la espalda. Abrió los ojos para registrar en su memoria la cara de él tan cerca de la suya. Encontró que él también tenía los ojos abiertos. Vio cómo en las arrugas varoniles se dibujó una sonrisa; ella también sonrió. Siguieron besándose con los labios en deleite, hasta que la editora que momentos antes lo presentaba como uno de los escritores más disciplinados, serios y talentosos de la industria le tocó el hombro con un dedo para que volteara. Él ni se inmutó.

La puso en el suelo, estiró el minivestido para esconderle la ropa interior y la agarró de la mano. En el pantalón de él se veía la erección descaradamente; conforme caminaban se iba haciendo más notoria, para beneplácito de ella y escándalo de las señoras de la alta sociedad de aquella ciudad tan conservadora y amante de las manifestaciones religiosas más exhaustivas, requisito necesario para mantener el honor y la pureza de sus habitantes, sobre todo de los más jóvenes.

Claro que las lentes de las cámaras de los teléfonos celulares no se hicieron esperar, y pronto más de una decena de personas comenzaron a grabar tan interesante suceso acaecido entre el escritor ex heroinómano y la mujer desconocida, que era arrastrada a cada vez mayor velocidad hacia la salida del recinto, dirigida al paso de cebra y luego a las puertas de cristal del hotel, en donde caminaron hacia el elevador del que él apretó el botón del 21.

Adentro la tomó de nuevo por la cintura para levantarla y continuar besándola, con cada vez más violencia, hasta que se abrieron las puertas y salieron de ahí, ella alrededor de él, que puso en evidencia una vez más su imponente fuerza cuando no le permitió poner los pies en el suelo. Llegaron a la habitación, él puso la llave, que ella ni se enteró cuándo sacó, en el sensor de la chapa, lo que les dio acceso a una recámara espaciosa, cuya cama recibía de lleno los rayos del sol y en la que ella encalló de golpe.

Él la miraba con esa cara inundada de testosterona que ponen los hombres cuando ya se les desconectó el cerebro de los pantalones. Ella pensó en advertirle que cuando le quitara las bragas saldría sangre a borbotones, pero prefirió no hacerlo; quería que a él no se le olvidara nunca la mujer junto a la que había convertido la habitación de un hotel gran turismo en algo parecido a un matadero de cerdos; deseaba sorprenderlo con la copiosidad de su menstruación.

Él agarró los dos extremos de las bragas y las jaló hacia los pies. Ella levantó la cadera y lanzó un gemido involuntario, le fascinaba ese preciso instante en que la tela se deslizaba hacia sus pies; era encantador mirar el gesto de hallazgo del compañero ocasional, ver cómo la lengua saboreaba lo que estaba a punto de comerlo.

Esta vez no le iba a suceder como en otras ocasiones en las que dejó sus deseos en fantasías; esta vez dejaría que la realidad sobrepasara a sus expectativas, con el sí habitando cada partícula de su cuerpo, desde las huellas dactilares hasta las puntas del pelo.

Abrió las piernas. En vez de brillar con la consabida lubricación que expulsan las mujeres cuando están excitadas, de la vulva se desprendió el líquido rojo intenso que salió de ella. Con un gesto veloz él estiró el dedo corazón y lo introdujo en la vagina. Ella levantó la cadera. Él siguió metiendo y sacando el dedo hasta que la sangre era un exceso; entonces acercó la boca y comenzó a succionar todo, los labios, la vulva…. Lamía como lobo hambriento, se atragantaba de sangre, la manzana de Adán se elevaba con frenesí. Ella no podía creer las sensaciones en su cuerpo, levantaba y bajaba la cadera, doblaba los dedos de los pies, le arañó la espalda. Tuvo un orgasmo al que siguieron dos más; todo en apenas unos minutos.

Lo miró. La sangre se escurría por los dientes, remarcaba las líneas de los labios. Ella le puso las manos en el pecho y empujó hasta dejarlo hincado. Se incorporó. Le mordió el labio, la barbilla, el cuello y fue bajando por el pecho, el ombligo, para trazar una línea hacia el nacimiento de la erección coronada con un glande del tamaño de una pelota de golf. Se metió la pelota en la boca, la hizo llegar hasta la garganta.

El hombre gigante se contorsionaba, le puso la mano en la cabeza. Arremetía con fuerza dentro de la boca de ella, que le encajó las uñas en las nalgas, lo que aumentó todavía más el deseo de penetrarla. Al notarlo, ella se le adelantó. Retiró la cabeza de la verga de él y lo empujó hacia el colchón. Se puso de pie. Le escurrieron de nuevo unas gotas densas desde el cuerpo, que cayeron estratégicamente en la punta del pito, que parecía un panecillo de Navidad, glaseado con el color rojo de la ropa del señor de los juguetes.

De un solo movimiento ella dobló las rodillas y se penetró hasta el fondo. Sentía la presión de la punta de él sobre el cuello del útero, cómo empujaba para llegar más adentro: dolor y gloria; gloria y dolor. Él jaló una almohada y se la puso debajo de las nalgas, con lo que pudo entrar todavía más profundo. Ella se inclinó para besarlo de nuevo, provocando que la base del pene le rozara el clítoris. Otro orgasmo. El cuarto del día.

Escritor consagrado y escritora novata desafiaron las leyes de la física y de la prudencia por horas. Él bebió la sangre de ella cual vampiro posmoderno; ella dejó que él calara todos sus orificios disponibles con los apéndices más extravagantes de su cuerpo: manzana de Adán, nariz, codos…

El mediodía se convirtió en atardecer; el atardecer en noche; la noche en amanecer de horizonte rojo y dolor de coxis y la certeza de que el sexo duro del pasado inmediato provocaría que no pudiera sentarse en varios días.

Salió de ahí mientras él todavía descansaba el sueño de los bien cogidos, para evitar el riesgo de que volviera a despertarse y en lugar de comer o tomar algo, decidiera volver a hacerla el plato principal del siguiente día.

Se miró al espejo del elevador mientras descendía. Piso 21… 20… 19… Sus pupilas chisporroteaban, hacían un contraste vampírico con el color casi transparente de su piel, algunos rastros de sangre y las ojeras color de rosa. Suspiró y se dirigió a sí misma en voz alta, antes de que en el tablero digital del elevador apareciera la letra “L”:

“Bueno, si no te conviertes en leyenda, por lo menos ya te cogiste a una.”


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Daños colaterales #cuento #ficción

Queridos sobrinos,

Ustedes creen que moriré virgen. Y es probable que así sea. Pero no de la virginidad que ustedes imaginan: soy virgen de poseer al hombre que se me antojara, porque los tuve todos. Había pensado llevarme mis secretos a la tumba, pero no quiero ser injusta con la generosidad con que me ha tratado la vida ni con la imagen de mí que ustedes llevarán en la memoria.

¿Se acuerdan de Pedro, el sacerdote de la iglesia de San Juan? No puedo decir que fue el amor de mi vida, porque de esos tuve muchos; sí que es el amante más constante de los que tuve y, sobre todo, el más fiel, porque su otra relación íntima fue con Dios y jamás con mujer ajena.

Pasábamos horas en la sacristía, leyéndonos la biblia al oído mientras su mano o la mía provocaba orgasmos en su cuerpo o el mío. Él me enseñó lo glorioso del sexo, lo cercana a Dios que me sentía cada vez que lo tenía dentro al mismo tiempo que su pecho rozaba mis pezones.

Pedro era un hombre generoso con el pueblo y conmigo. Cuando ustedes dejaban de visitarme durante temporadas largas no saben lo maravilloso que era, porque podía pasar las noches enteras entre sus brazos, y ahí era feliz.

Varias veces estuve tentada a contarles mis aventuras amorosas; cuando los alcanzaba a escuchar cuchicheando el fastidio que les parecía visitarme, culpándome a mí de mi soledad al haber decidido no tener hijos. Qué egoístas y estúpidas son a veces las personas, que por prejuicios piensan que una solterona mayor de 50 años sólo está sentada frente a la ventana esperando a que alguno de sus familiares se apiade de ella y la visiten…

¡Si yo narrara las veces que estuvieron a punto de sorprenderme en la cama con el jardinero y el maestro de obras! ¡Tuve que esconderlos en la regadera para que no los encontraran en mi habitación en varias ocasiones! Ustedes me contaban historias, yo sólo deseaba que se marcharan para seguir lamiéndoles el glande y recibir el semen en el pecho, pero no, tenía que meterme al baño para darles una bata para que no se murieran de frío. Claro que me amaban, si no, ¿cómo soportar las horas perdidas, sentados en el escusado, esperando a que ustedes se largaran?

La tercera vez que el pobre de Justino, el plomero, se quedó atrapado en el baño les pedí que me ayudaran a hacer la puerta hacia el jardín, ¿se acuerdan? Por más que quisieron convencerme de la inutilidad de una salida junto al WC, yo me aferré a que se hiciera, con el pretexto de que ya estaba demasiado intensa mi reuma y me costaba trabajo salir a colgar la ropa al sol.

También me construyeron la nueva salida al costado del terreno, que mis novios y yo bautizamos como la “Salida de emergencia” entre carcajadas y jadeos, porque para estrenarla decidí hacer un simulacro como los de los sismos.

Esa tarde hubo pasteles y otros bombones, además de crema chantillí y condones de todos los sabores. Estábamos en la parte más rica del guateque, tenía yo la verga del jardinero en el culo, la del plomero en el coño y la de Pedro en la boca, cuando el sonido de la chapa de la puerta irrumpió entre los “qué ricos”, los “mamita deliciosa” y los “eres una lujuriosa”.

Como no habíamos ejecutado el simulacro de evacuación todavía, nos hicimos bolas. Pedro se tropezó con el plomero, el plomero cayó sobre el jardinero y yo no tuve más remedio que ponerme la piyama y salir con la mejor cara de amodorrada que alcancé a caracterizar, aunque no sé por qué, si ustedes nunca se fijaban realmente en mí.

Pero decía que salí con cara amodorrada, los pelos hechos bolas ya los tenía después de la arrastrada que me estaban poniendo. Me saludaron muy formales, beso, abrazo, cómo estás, tía, y de repente uno de ustedes me preguntó por qué había un señor en el jardín colgando la ropa. Casi se me sale una carcajada al ver al plomero con las manos sobre mis calzones, simulando que los acomodaba en los mecates, con cara de saber lo que estaba haciendo. Les respondí que me había venido a ayudar a tender porque me estaba sintiendo mal últimamente y él se ofreció. No sé si ustedes notaron que iba descalzo, supongo que como era un pueblo no les pareció sorprendente ver a un indio sin zapatos sobre el pasto.

Total, por más que intenté despacharlos rápido esa tarde para que me dejaran seguir con mi celebración, ustedes decidieron quedarse más tiempo, seguro sintiéndose culpables por haberme abandonado durante tantas semanas. Me llevaron de comer una sopa de frijoles molidos y un guisado de carne con verduras en salsa de tomate, que tuve que tragarme con mirada de gratitud, aunque en realidad eran un asco y no tenían nada que ver con el pozole que Pedro había preparado para la ocasión y tuvimos que dejar para después, cuando los cuatro pudiéramos volver a coincidir para acabar (en sentido metafórico, y también en el literal, ustedes entienden) lo que interrumpieron.

¿Por qué nunca dije nada? ¡Imagínense el escándalo! Pedro era sacerdote; el jardinero tenía esposa y siete hijos y el plomero fingía ser homosexual para poder almorzarse a todas las señoras del pueblo sin que los maridos tuvieran sospecha alguna. En lo que respecta a mí, así era más cómodo, porque si ustedes hubieran sabido que yo tenía novio, amante o cualquier hombre preocupado por mi suerte, habrían dejado de mantenerme, de darme dinerito para vivir, comer y regalarme de vez en cuando un lujito, como las sesiones de masaje que tanto amaba.

Lo hacía por ustedes también, porque con eso de que su mamá se murió cuando eran niños, necesitaban una figura femenina de ejemplo y autoridad, y qué mejor que la tía virgen y santísima que se fue a vivir a pueblo quieto para alejarse de la vida libidinosa y de perdición que se experimentaba en la gran ciudad y ella aborrecía con todas sus fuerzas.

Pero la verdad es que me vine a pueblo quieto, precisamente a este, siguiendo a Pedro, que un día, cuando todavía era el sacerdote de la iglesia de la colonia de junto, me notificó que el Vaticano ordenó su cambio a este lugar como castigo a una denuncia que una señora, esa sí muy estirada y muy decente (también muy reprimida), le puso con las autoridades eclesiástica por haberle agarrado las tetas en plena confesión. Cuando le pregunté por qué diablos había hecho algo así, me respondió que creyó que ella le había coqueteado. Ya luego se le fue quitando lo pendejo y decidió sólo encamarse conmigo: yo jamás le causaba problemas ni le quitaba el tiempo.

Si se preguntan si alguna vez me sentí culpable de estafarlos, la respuesta es no. Toda mi vida tuve que aguantar a su mamá, que de niña era abusiva y mentirosa. Cada vez que ella hacía una travesura me echaba la culpa a mí, y como era la consentida de la abuela, entonces yo era la que salía siempre castigada, y ella no sentía remordimiento alguno.

Me acuerdo que a los 15 años se puso un vestido para el que yo ahorré durante meses. Cuando la vi salir le pedí que se lo quitara porque, uno, no me lo había pedido prestado, y dos, no se lo prestaba. Me miró unos segundos, sonrió de ladito, burlándose de mi petición y se dio la vuelta.

Corrí a acusarla con mi mamá, pero la defendió y además me dijo que era yo una egoísta por no prestarle a mi hermana un simple vestido. De nada sirvió que le dijera que me había costado meses comprarlo, me tachó de desconsiderada y mala persona y afirmó que mi hermana tenía derecho de ponerse lo que quisiera, y además, de agarrar mi coche cuando se le diera la gana.

Al salir de la cocina me la encontré riéndose a carcajadas. Esa tarde se largó con mi vestido puesto, y yo llegué a la conclusión de que, si había perdido la batalla contra ella, además de no volver a comprarme nada para mí, lo pagarían sus hijos cuando los tuviera.

Así que ustedes han sido daños colaterales, dulce venganza. Y no. No les ofrezco disculpas.

Quería contarles la historia de cada uno de mis amantes, 365 para ser exacta (sí, como los días del año, linda coincidencia, ¿no?), pero ya llegaron las enfermeras para llevarme al quirófano y como no sé si saldré viva de ahí (ojalá no, pero igual y Dios sí existe y todavía me quiere aquí), mejor busquen mi diario, está en el buró del lado izquierdo de mi cama; la portada es azul oscuro y dice “Sagrada Biblia” en letras doradas.

Me voy entonces, sobrinos. Cuídense mucho y espero que algún día aprendan y se les quite lo culero.

Adiós, hijos de su pinche madre (literal),

Tía Dolorcitas


Puedes encontrar más cuentos en este volumen:

Grab my pussy! Cuentos eróticos y algunos relatos de sexo explícito

De la ingeniosa y polémica escritora Mónica Soto Icaza, autora del Best Seller Tacones en el armario, llega Grab my pussy!, cuentos eróticos y algunos relatos de sexo explícito. En este libro la autora rescata el lado sensorial, irreverente y jovial del sexo. Los cuentos de Grab my pussy! son provocadores de humedad y carcajadas. En textos breves e intensos los lectores entrarán en una dimensión de hallazgos y auto descubrimiento que les dejarán un delicioso sabor de boca. Al nadar por estas páginas el reto será que ambas manos permanezcan en el papel…

190,00 MXN

Las mujeres de más de 30

Las mujeres de más de 30 vivimos cada día realizando nuestros sueños de niñas. Tenemos pocos temores y muchos aprecios; sabemos emprender el vuelo, pero ponemos los pies en la tierra para estar con quienes amamos en los momentos y lugares precisos.

Las mujeres de más de 30 somos románticas, mas hemos aprendido a escuchar también a nuestro intelecto, lo que nos hace independientes cuando es necesario y solidarias si se trata de secar lágrimas y curar heridas.

Las mujeres de más de 30 además de esculturales cuerpos, hemos forjado esculturales almas; poseemos un brillo misterioso en la mirada, y con certeza digo que más de un secreto para quitarnos la tristeza.

Las mujeres de más de 30 conocemos los tiempos difíciles, sabemos resolver problemas con sutileza; nada es demasiado grande para nuestro ímpetu ni demasiado pequeño como para pasar desapercibido.

Las mujeres de más de 30 tenemos arrugas en la frente y varias canas en el cabello, con orgullo portamos nuestras cicatrices, sobre las que han sanado amores y nacido personas.

Las mujeres de más de 30 elegimos con cuidado los apegos, defendemos nuestra dignidad con humildad y soberbia, seducimos con elegancia y de nuestros dedos surge magia cuando compartimos humedades en la cama.

Las mujeres de más de 30 somos inocentes a voluntad, encontramos la respuesta correcta hasta a preguntas necias. A veces también somos malcriadas, nos regalamos placeres enormes disfrazados de mínimos detalles.

Las mujeres de más de 30 somos expertas en varios artes solo conocidos por nosotras, sentimos la adrenalina de la libertad y jamás dudaremos en lanzarnos descalzas a cualquier abismo, vistiendo sólo unas alas nuevas.

Mónica Soto Icaza

Derechos de Autor y otras peculiaridades #LiberaTusLibros

(O cómo evitar futuras noches de insomnio)

La originalidad no consiste en decir cosas nuevas,

sino en decirlas como si nunca hubiesen sido dichas por otro.

Goethe

El tema de los Derechos de Autor es uno de los que más preocupa a quienes decidieron utilizar su experiencia, talento, trabajo, visión del mundo y conocimiento para llevar a cabo una obra que trascienda a su propia vida y que tal vez transforme en algo la vida de alguien más. Por eso es importante conocer los conceptos básicos relacionados a ellos: conocimiento es poder de decisión.

Además, en estos tiempos en los que es muy popular compartir los textos en redes sociales, blogs y sitios web, la protección del trabajo intelectual adquiere proporciones mayúsculas.

Empecemos con algunos conceptos básicos:

Un autor es el creador de una obra artística: literatura, cine, pintura, música, danza, fotografía, arquitectura, dibujo, programas de radio y televisión, escultura, programas de cómputo, performance.

Una obra es una creación original que puede reproducirse por medio de una gran diversidad de soportes, medios y tecnologías, desde los libros impresos hasta los más inimaginables y no existentes.

La propiedad intelectual es la creación original que surge de la imaginación y la creatividad del autor.

El plagio es un delito contra la propiedad intelectual que se comete al copiar la obra ajena y presentarla como si fuera propia. En México se castiga con prisión.

El ISBN (International Standard Book Number) es un número compuesto por 13 dígitos. Contiene información sobre el país de origen, editorial y otras características físicas, como el número de páginas y hasta el precio. De éste surge el código de barras del libro. Es único por edición y por editorial. Se tramita en la Agencia Mexicana ISBN.

La institución que protege el Derecho de Autor en México es el Instituto Nacional del Derecho de Autor (Indautor), con la que el Estado cumple su función de preservar el patrimonio cultural y artístico del país para mantenerlo vivo.

Hay dos tipos de Derechos de Autor: el Derecho Moral y el Derecho Patrimonial.

El Derecho Moral es el que surge de la misma creación. El Indautor lo protege desde el momento en que decides hacer pública esa creación. Es imprescriptible, porque será tuyo incluso después de tu muerte; es inalienable, porque no se puede ceder, regalar o vender a alguien más; es irrenunciable, porque no puedes arrepentirte de haberlo creado (o sí puedes, pero no deja de ser tuyo), y es inembargable, porque nadie puede quitártelo.

El Derecho Patrimonial es el derecho de explotación comercial de la obra. El autor puede explotar su obra él mismo y también puede autorizar o prohibir a otros que lo hagan. Todo esto se hace dentro de los límites de la Ley Federal del Derecho de Autor.Los Derechos Patrimoniales se transfieren por escrito, no pueden donarse a título gratuito, sino que deben tener un precio, una contraprestación, ya sea en dinero, o en intercambio en especie. Cuando firmas un contrato con una editorial, este es el derecho que transfieres.

La vigencia de la protección del Derecho de Autor en México aplica durante toda la vida del autor más 100 años después de su muerte. Como autor tienes derecho a heredar los Derechos Patrimoniales de tu obra mediante un testamento o un juicio en caso de morir intestado; el sucesor tiene derecho a heredarlos de nuevo, y así sucesivamente, hasta que se extingan los derechos, cuando la obra pasa a ser del dominio público.

El trámite para proteger los Derechos de Autor en México, como ya comenté, se realiza en el Indautor. Es muy ágil, sencillo y la atención en la oficina de Registro es rápida y amable. Recomiendo llegar temprano (abren a las 9:30 de la mañana y cierran a las 14 horas).

En la página de internet http://www.indautor.gob.mx se encuentran domicilio, horarios, formatos de solicitud de registro y pagos y mucha más información sobre este tema tan importante y que debería ser una constante dentro del ámbito creativo de las naciones.

 

Derechos subsidiarios

 Además de los derechos que se desprenden de la creación original, en nuestros días suele ocurrir que la obra crece y trasciende al libro. Cuando esto sucede, es importante precisar que no por ser un formato diferente al original, los derechos dejan de ser del autor. Por ejemplo, si tu novela se convirtió en audio libro, el contenido sigue siendo tu creación; si es película, si se tradujo, si hicieron una caricatura, lo que sea que se produzca a raíz de tu idea, sigue siendo tuya.

Esto se llama: Derechos subsidiarios, e implican derechos de reproducción (con fines promocionales, si se publicó un fragmento en una revista, blog, etcétera); Derechos para Ediciones de Bolsillo (en caso de que en el contrato original se firmara para un libro en formato rústico); Derechos extranjeros (por si el libro se vende en algún otro país); Derechos de audio (audiolibros, música y otros); Derechos dramáticos (adaptaciones para televisión, cine o teatro); Derechos electrónicos (libros electrónicos, aplicaciones, software); y otros, como juguetes y accesorios.

Por todos los derivados de la obra en cuestión el autor deber recibir regalías, por eso es importante tomarlo en cuenta al firmar el contrato.

Creative Commons y el Movimiento de Libre Acceso

Si en tus planes está publicar tu obra en digital, ya sea en libro electrónico, blog, redes sociales, o cualquier otra plataforma que exista o llegue a existir, o si quieres que tu libro tenga oportunidad de reproducirse a gran escala, sin importarte demasiado recibir una remuneración por ese trabajo u obra de arte, existen alternativas que te permiten mantener tus derechos de autor, pero compartir a mayor escala sin riesgos.

Cuando le concedes a tu obra una licencia Creative Commons, como autor, puedes publicar tu obra de tal forma que otros la compartan sin necesidad de tener tu autorización por escrito. Las condiciones son que aparezcan tu crédito y el vínculo que lleve a ti, que no se le hagan modificaciones y, sobre todo, que no se explote comercialmente. Hay varios modelos diferentes de licencias; dependiendo de cada uno corresponde la restricción sobre el crédito a tu nombre que se deba llevar a cabo.

En caso de que le concedas a tu obra una licencia Creative Commons, en lugar de poner en la página legal “Todos los derechos reservados”, se usa la leyenda “Algunos derechos reservados”. (Más información en https://creativecommons.org)

El Movimiento de Libre Acceso ha enriquecido la divulgación de la obra de gran cantidad de autores, desde los clásicos hasta traducciones de textos raros u obra de escritores vivos. Con él se respeta la autoría de los textos, pero como están en línea pueden encontrarse de forma gratuita. No persigue fines de lucro, sino que tiene el ánimo de compartir la literatura y de esta forma permitir su difusión masiva hasta los últimos rincones de la tierra.

Al final del día, el autor es quien decide la protección que se le dará a su obra, pero es importante conocer estos detalles para abrir las posibilidades y alcanzar el máximo potencial del libro que queremos publicar.

 

Recomendaciones referentes al Derecho de Autor al momento de firmar un contrato:

  • Los únicos Derechos que puedes transmitir al editor o la editorial son los Derechos Patrimoniales.
  • Si vas a invertir en la impresión del libro, no cedas tus Derechos Patrimoniales. A menos que recibas un pago o hagas un intercambio, si tú pagas por hacer el libro, es ilegal y absurdo que transfieras tus derechos.
  • Si vas a transferir tus Derechos Patrimoniales fíjate durante cuánto tiempo. Algunas editoriales los reservan dos, cinco o siete años; otras, por más tiempo, y normalmente son ellas quienes fijan la vigencia. Al negociar tu contrato, toma en cuenta que a mayores beneficios (en promoción, difusión, distribución, presentaciones, regalías, etcétera), mayor tiempo. Si tú tienes que pagar por todo y encargarte de la mayoría de los asuntos mencionados, no los transfieras.
  • Los elementos que debe tener el contrato para que sea válido son: fecha de firma; nombre y domicilio de las partes firmantes (tiene que aparecer, en caso de que la editorial sea Persona Moral, el nombre del representante legal de la misma); declaración de autoría del libro por parte del escritor; si es un contrato de exclusividad y el autor no puede publicar la obra en otra editorial (esto es lo más común); vigencia de la transmisión de derechos (puede ser por tiempo transcurrido o porque se agotan los ejemplares sujetos del contrato); formato del libro; porcentaje de regalías; monto de adelanto de publicación; territorio de distribución (o en su caso, librerías y ferias de libros donde se venderá tu libro); derechos subsidiarios; soportes (si es impreso, electrónico, etcétera); requisitos fiscales para pago de regalías; cantidad de ejemplares a imprimir y en su caso, condiciones de reimpresión; si la editorial debe pedirle permiso o no al autor para hacerle modificaciones al texto, la imagen o cualquier elemento que contenga; quién correrá con los gastos de publicación, distribución, promoción y publicidad; negociación de traducciones y las regalías que el autor obtendrá en ese caso; beneficiario del contrato en caso de muerte del autor; a qué organismos legales se acudirá en caso de controversia.
  • En caso de dudas siempre es mejor consultar a un abogado o acercarse a las oficinas del Indautor.

La próxima semana publicaré mis recomendaciones para autopublicar en plataformas digitales, para que tomes decisiones basadas en información concreta.


*Este texto forma parte de mi libro: Libera tus libros, el arte de hacer y vender libros en México. Puedes adquirirlo aquí:

Libera tus libros

¿Quién no ha pensado alguna vez escribir un libro?, ¿quién no ha soñado con publicar lo que ha escrito?, ¿quién no ha querido contarle algo al mundo? Libera tus libros es resultado de más de 15 años de trabajo en el mundo editorial mexicano. No es una autobiografía: constituye un manual con información, datos reales, golpes de suerte y paracaídas escrito en forma clara y concreta sobre todo lo relacionado con el mundo de los libros en este peculiar país. En estas páginas encontrarás desde los momentos que han transformado la historia del libro hasta recomendaciones legales para la firma de un contrato; temas como el funcionamiento de los diferentes tipos de editoriales, la forma en que ciertos libros se convierten en best sellers, pasando por los tipos de libros y las alternativas de publicación que han traído las nuevas tecnologías, entre otros asuntos de interés.

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Lo que he desaprendido con esta nueva vida

Hace tres años deconstruí mi vida.

En la tarea de volver a armarme tuve que hacer un análisis muy profundo de todos aquellos aspectos de mi educación que ya no me servirían, aspectos tan profundos que tuve que conocer los límites de mi interior para hacerlos conscientes y conseguir una transformación profunda.

Hoy quiero compartirlos contigo, porque cuando la vida ya no fluye, cuando ya no funcionan las rutinas, las antiguas creencias, es necesario desaprenderlas para dar lugar a luces nuevas, a un camino distinto que te llevará a lugares insospechados, pero diferentes y te moverán hacia un sitio mejor.

Lo principal que he desaprendido hasta este momento es:

  1. No puedes hacer lo que se te dé la gana. ¡Claro que puedes! No quiere decir que no tengas obligaciones, quiere decir que lo que haces es una convicción, y las convicciones nacen de los objetivos claros. La persona que vive la vida dentro de tu piel eres tú, sólo tú.
  2. No existe la libertad. Se puede ser libre y estar acompañado, tener una pareja igual de libre que tú. Dos personas satisfechas con su vida construyen una relación feliz, que es campo fértil para crecer y crear.
  3. Las obligaciones implican sacrificio. La idea del sacrificio es victimista y provoca que haya una dosis de sufrimiento en lo que hacemos, cuando en realidad todo es cuestión de la actitud que tomes ante el trabajo, la rutina diaria, los hijos, la pareja: la cotidianidad. Si la vida es una consecución ininterrumpida de días que son prácticamente iguales, hay que hacer lo que uno ama y gozar el tiempo en el aquí y el ahora.
  4. Si eres una mujer inteligente y decidida, los hombres te van a tener miedo. Es simple: una mujer inteligente y decidida tiene la pareja que quiere, y esa pareja valora la importancia de las ideas y decisiones tuyas, porque valora las suyas.
  5. Finge demencia y hazte la inútil para que tu pareja sienta que sí lo necesitas. Esta es otra de las caras del victimismo, culpable de que nuestro amor propio sea relativo, así como relativa se vuelve nuestra relación. El victimismo es una enfermedad muy arraigada en nuestra cultura, muy sencilla de adoptar porque así nada de lo que hacemos resulta ser nuestra responsabilidad. Pero ser la víctima te quita la oportunidad de elegir con libertad. Alguien que se queja de todo, pero no toma acción sobre lo que le sucede, sencillamente deja que la consecución de días y noches suceda en su paso por la vida, sin ser un agente de transformación ni propio ni para los demás. Y tu vida, con todos los segundos que contiene, es sólo tuya.

Cuando eres una mujer libre, que ha decidido construir y transitar su propio camino, encontrarás la mayor resistencia en las personas que se han acostumbrado a una felicidad mediocre, y por eso ven como enemigas a quienes sí tienen la valentía de elegir cómo y con quién quieren vivir.

Tú no te conformes con menos de lo que deseas.

Mónica

“El quinto cristal” #librosquemegustan

Hay libros que nos dejan con un humor extraño, con sensaciones incómodas orbitando en el ánimo. Por eso tienes que leerlos, para experimentar la adrenalina de asombrarte con una historia, para saber qué resuelve el autor al final, para que el aire vuelva al cuerpo.

Eso me sucedió con El quinto cristal, cuento largo o novela corta de Inés Récamier, una obra sorprendente, que, como el más descarado de los intrusos, se introduce en las profundidades de la quietud para colocarle al lector una especie de piedrita en el zapato, o un pensamiento inquietante en el insomnio.

El quinto cristal es un libro breve, de apenas 124 páginas. Posee la intensidad del cuento, con las palabras exactas y las imágenes precisas para mantenerte con los ojos adheridos a las palabras. Su lectura no es sencilla, no porque el lenguaje sea complejo, sino porque los nervios te piden tregua, y tú no tienes más remedio que otorgarla.

Hay dos tipos de lectores: los que pasean los ojos por las páginas, y los que introducen el alma en los personajes. Inés Récamier tuvo el acierto de escribir una historia redonda, cuyos detalles escapan a los primeros; pero su mayor virtud, la cual se agradece, es que confía en la inteligencia del lector que es capaz de vivir el dolor y la desesperación de Dolores, que descansa conforme se desatan los nudos y se planchan las arrugas.

A mí no me queda más que recomendar este libro a los amantes de la buena literatura, y agradecerle a Inés la novela que más me ha emocionado en los últimos tiempos.


*Récamier, Inés. (2018). El quinto cristal. México: Endira.

Templos #cuento #ficción

Pasó frente a un motel y se persignó. Al principio sintió culpa y creyó haberlo hecho para ayudar a aquellos que no pudieron contener el deseo prohibido que hizo vibrar sus genitales para llevarlos a cierta habitación con una compañía condenada a ser pareja ocasional de hospedaje eventual, pecaminosa por naturaleza.

Dos luces verdes y una roja después, cuando empieza a pensar en la necesidad de parar en el supermercado por la harina para preparar las galletas que le prometió a su amiga no importa el nombre, se detiene en el semáforo y al voltear a la derecha se pregunta si existirá algún código secreto entre los amantes del sexo clandestino por el color durazno, al parecer el favorito de los expertos en esa rama de la hotelería fugaz, por la gran cantidad de edificios dedicados a esos fines pintados de ese tono tan desagradable a la vista, aunque agradable al paladar que gusta de los sabores finos en los primeros segundos, pero intensos al recuerdo.

Entonces se da cuenta que el “en el nombre del Padre”, que llevó su dedo índice hacia la frente; el “del Hijo”, que dirigió el dedo corazón hacia el centro del nacimiento de sus senos; el “del Espíritu” que la hizo recargar la palma de su mano ligeramente abierta en el hombro izquierdo, y el “Santo” que movió su extremidad superior derecha hacia la parte alta del pecho, arriba de sí misma, fue provocada por el recuerdo de los orgasmos que ella ha experimentado al habitar de manera fortuita aquellos templos del deleite y del placer.


*Este cuento forma parte de mi libro Grab my pussy: cuentos eróticos y algunos relatos de sexo explícito.

Si lo quieres electrónico para Kindle lo encuentras aquí:

O si lo deseas impreso, lo encuentras aquí:

Cicatrices. Una disertación sobre el desamor. #relato

Me vacié de casa. Empecé por los libros, la computadora; llené tres bolsas con mis vestidos y una valija con rencores añejos. Abrí cajones. De ellos separé la basura de las memorias, y convertí en desechos algunos de esos recuerdos.

Cuando eres feliz en un sitio esas paredes absorben partículas de tus fragmentos, hasta que te derrumbas y en la reconstrucción ya no puedes precisar quién posee a quién.

Todas las historias de amor son dignas de contar. No importa si conociste al sujeto de tu afecto por medio de una coincidencia épica, si fue amor a primera vista o un golpe de suerte, cada vuelta de tuerca, revolución o circunvolución para que dos personas se encuentren modifica para siempre el devenir del mundo.

Pero aún más dignas de contar son las historias de desamor: en ellas habitan las cicatrices —únicas, indivisibles y legendarias— que hablarán por nosotros en la mesa de autopsias, como el mapa infalible de cada existencia.

El camino del libro: de la creación a las manos del lector #noficción

Mi conducta de lector, tanto en mi juventud como en la actualidad, es profundamente humilde. Es decir, te va a parecer quizá ingenuo y tonto, pero cuando yo abro un libro lo abro como puedo abrir un paquete de chocolate, o entrar en el cine, o llegar por primera vez a la cama de una mujer que deseo; es decir, es una sensación de esperanza, de felicidad anticipada, de que todo va a ser bello, de que todo va a ser hermoso.

Julio Cortázar

 

Los libros son tan únicos como los seres humanos. El escritor argentino Jorge Luis Borges escribió: “de todos los instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones del brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación”. La riqueza literaria es aún mayor, una persona puede escribir varios libros y multiplicar pensamientos.

El principio de todo es una ocurrencia. Un día, estás inocentemente caminando por la calle, en la fila del banco, trabajando en tu oficina o teniendo un descanso reparador sobre tu cama y, de pronto, aparece la idea. Primero, tal vez, te mire tímida desde el rabillo del ojo, pero conforme le inspiras confianza, se va mostrando entera, hasta que toma posesión de tu ser durante semanas, meses e incluso años.

Convives con ella y juntos crean alquimia, convierten las palabras en combinaciones únicas; en ocasiones se odian, a veces se aman, pero no pueden abandonarse. Así, un día tras otro, con una fidelidad sin precedentes, inseparables, llegan a la meta: un texto que merece compartirse.

No hay un proceso creativo igual a otro. Algunos esperan a la caprichosa inspiración, otros la persiguen con trabajo constante, y otros creen que nacieron con ese talento. Pero, sin duda, ser un buen lector es importante para convertirse en un buen escritor.

Aquel texto que ya existe, fruto del idilio entre el escritor y las palabras, necesita entonces un acta de nacimiento que precise quién es su padre o madre intelectual. Es momento de pasar del trabajo creativo al mundano; se visita la oficina de registro de obra (Instituto Nacional del Derecho de Autor), para proteger al recién nacido de quienes pretendieran apropiarse de su origen.

Ya con el texto bajo un brazo y el certificado de registro bajo el otro, el escritor busca alternativas de publicación. La elección del editor es compleja y delicada: como será una relación estrecha y a largo plazo, ambos deben conocerse para saber si pueden convivir y trabajar de forma fluida y agradable. Así como el editor busca libros que le hagan ganar prestigio y dinero, el autor debe encontrar a quien le ofrezca el mejor balance entre costo y beneficio para potenciar al máximo los recursos que ya ha invertido en su producción.

Después de tocar puertas y entrar volando por algunas ventanas, ¡al fin! El escritor conoce al editor perfecto, quien lo invita a su casa editorial para platicar sobre las condiciones de la unión. Viene la lectura del contrato y la comprensión de todos los puntos que incluye: es una póliza de seguro para un futuro sonriente. Negociación. Firma. Apretón de manos.

Las letras transmutan en mercancía, en conceptos como edición y corrección de estilo. Primero, los archivos pasan a la pantalla del editor experto, quien ajusta la anécdota de ser necesario, retoca los personajes, revisa la temporalidad, pule todo lo posible para sacarle al texto las mejores formas (edición de contenido). Después, el libro brinca a los ojos de un profesional del idioma para transformarse en pulcritud de ortografía y sintaxis (edición técnica). Profesionales y escritor trabajan juntos. El objetivo: que ideas y anécdotas conserven fidelidad al original, sin errores.

El texto, perfumado como para una cena de gala, va al departamento de diseño. Ahí, junto con el editor y en ocasiones el autor, se encargan de construir el rostro que mejor hable de acuerdo con lo que el libro quiere compartir; se hacen pruebas, lluvia de ideas, propuestas y, después de considerar a los lectores, a los miles de libros en las librerías y de soñar con romper las expectativas de ventas, se define la portada con la que todos lo conocerán a partir de ese momento; también se forman las páginas interiores.

Estas tareas se llevan a cabo conforme el estilo de la editorial y la imagen de la colección en la que el texto se publicará; es importante precisar que hay diferentes tamaños de libros: de bolsillo [11×17 centímetros], tamaño trade[16×23 centímetros], media carta [14×21], y muchos más.

El libro, ya peinado para la ocasión, se convierte en archivos digitales impresos y aparece en escena el corrector de pruebas, encargado de revisar con lupa palabra por palabra, línea por línea, párrafo por párrafo, página por página. Sobre este personaje recae una gran responsabilidad, es el último en poder registrar correcciones antes de imprimir.

El corrector de pruebas busca errores de dedi y de hortografía, que no falen letras, incluso que el tipo y tamaño de letra sean uniformes; también revisa formato, márgenes, gráficas, líneas, fotografías e ilustraciones. En pocas palabras, cuida que todos los involucrados no se hayan equivocado.

El libro pasa entonces a los talleres de impresión, donde tintas y papel danzarán bajo manos expertas para convertir las ideas y el trabajo en grandes pliegos de colores que serán doblados y encuadernados (hay encuadernado rústico [cosido y pegado, o sólo pegado, con pasta blanda] y encuadernado en pasta dura [también se llama cartoné]).

La impresión es uno de los pasos más delicados porque cualquier error puede costar mucho tiempo, dinero y esfuerzo (y por qué no decirlo, también algunos empleos).

Mientras el libro está en proceso de materialización, empieza a funcionar el plan de mercadotecnia en los medios de comunicación tradicionales y digitales considerados en el presupuesto. La editorial, mediante el departamento de mercadotecnia y ventas trabajan para hacer la mayor difusión posible. Llega un nuevo libro y los lectores tienen que saberlo.

Cualquier hora de cualquier día es maravillosa para recibir LA llamada con la noticia que el escritor espera durante meses: al fin puede tener en sus manos el resultado de tanto esfuerzo y tantas ilusiones. Al fin puede hojear y percibir sus propias palabras en el aroma del papel y la tinta volcadas en libro.

Con esta aparición comienza otra etapa de la aventura. Se lleva a cabo una presentación: en alguna librería, biblioteca, centro cultural u otros lugares como tiendas, cafeterías, cantinas y restaurantes, según los límites de la creatividad y de las normas editoriales. La presentación es como la fiesta de XV años en la que el libro se lanza a la sociedad y los medios de comunicación son convocados.

A partir de cada presentación, el libro se convierte en moneda al aire con posibilidades infinitas. Llega a las mesas de novedades de las librerías, se convierte en protagonista de conversaciones, críticas y situaciones sorprendentes, propicia innumerables entrevistas a los autores y un sinfín de actividades.

La única manera de saberlo es iniciar la aventura y esperar a que suceda la magia…

 


  • Este texto forma parte de mi ensayo Libera tus libros: el arte de hacer y vender libros en México (2017). Si te interesa el libro completo puedes adquirirlo en físico (y dedicado) aquí:

Libera tus libros

¿Quién no ha pensado alguna vez escribir un libro?, ¿quién no ha soñado con publicar lo que ha escrito?, ¿quién no ha querido contarle algo al mundo? Libera tus libros es resultado de más de 15 años de trabajo en el mundo editorial mexicano. No es una autobiografía: constituye un manual con información, datos reales, golpes de suerte y paracaídas escrito en forma clara y concreta sobre todo lo relacionado con el mundo de los libros en este peculiar país. En estas páginas encontrarás desde los momentos que han transformado la historia del libro hasta recomendaciones legales para la firma de un contrato; temas como el funcionamiento de los diferentes tipos de editoriales, la forma en que ciertos libros se convierten en best sellers, pasando por los tipos de libros y las alternativas de publicación que han traído las nuevas tecnologías, entre otros asuntos de interés.

MX$210,00

 

O si te interesa adquirirlo para Kindle, lo encuentras aquí:

Manifiesto contra la sopa tibia #ficción #cuento

“Si el mesero llega en cuatro minutos le digo que sí”, pensó Susana después de escuchar a Federico pronunciar las consabidas y anticuadas, pero románticas palabras: “¡quieres ser mi novia?” Para hacer honor a la verdad, Susana no estaba nada segura de que el amor que Fede le ofrecía era siquiera cercano al que ella quería en la vida, con eso de que su anterior novio era amoroso tan del tipo mediocre que parecía una sopa de cebolla fría: en vez de tragarse con tersura y deleite, terminaba apelmazado en el paladar.

Atinado como siempre, pero inoportuno como nunca, el mesero, con el nombre “Julián” prendido del uniforme marrón con beige, llegó justo a los 240 segundos a tomar la orden: la dama ensalada César con el aderezo aparte, el caballero una hamburguesa con tocino, nada perfecta para una primera cita.

Acto seguido, ella procedió a darle a Federico la respuesta positiva por culpa del mesero. Y digo por culpa, porque la historia de amor entre Susana y Federico, por más que iniciara un 14 de febrero, pronto se convirtió en una de esas malas coincidencias de la vida chocarrera que vivimos la mayoría de los mortales.

A pesar del vaticinio nefasto que implica dejarle el futuro sentimental a un golpe de suerte, sobre todo cuando está involucrado un mesero en la ecuación, meses después Federico se hallaba ante la disyuntiva de hacerle caso a su madre y al fin sentar cabeza, o continuar con sus breves y temporales aventuras.

Entonces sucedió que una tarde, sentado en el banco de un parque al Centro de la Ciudad, mientras observaba a un vendedor de algodones de azúcar preparar sus manjares, se dijo a sí mismo: “si el niño elige el algodón rosa, le doy a Susana el anillo de compromiso”, lo que hizo esa misma noche, después de que el escuincle eligiera el dulce casi rojo de tanto colorante, y de la única forma en que sabría que Susana le daría un “Sí” rotundo: en la cama mientras se abrazaban desnudos; todo lo mal que se llevaban sobre el suelo, lo contrarrestaban en el colchón, lo que, a final de cuentas, termina sin ser garantía.

Con el paso de los años la cotidianidad se impuso en Susana y Federico, así como las decisiones basadas en el lado de la escalera por la que subiría una viejita a la planta alta del centro comercial, el color de la corbata del siguiente señor que cruzara por la puerta o la cantidad de personas que se bajaran de un taxi, mismas que les cobraron la factura, algo así como cuando el atún fresco se pasa de cocción y en vez de ser un manjar se vuelve una bola seca, difícil de masticar: potencialmente delicioso, pero arruinado, y su siguiente éxito como pareja fue una firma en el documento de divorcio, donde se asentaba lo estéril de su matrimonio: no hubo ni propiedades qué negociar, ni hijos a consolar, y sus pocas pertenencias terminaron abandonadas por aquello de no conjurar desagradables recuerdos.

Después de varios sucesos en la vida de Susana y Federico, como el aumento en la graduación de sus anteojos, la aparición de algunas canas o el descubrimiento de nuevos platillos favoritos, una noche Susana estaba sentada frente a otro hombre con intenciones amorosas, en otro restaurante con meseros llamados Julián y uniformes beige con marrón. Cuando escuchó la pregunta que su interlocutor le hizo con la misma indiferencia con la que años atrás Federico lo hiciera, miró a su alrededor para buscar una señal, pero sólo se encontró con un plato extraordinario frente a ella, lo que la hizo pensar en que las decisiones son como la confección de un buen platillo: tienes una sola oportunidad para alcanzar la perfección o el fracaso.

Y antes de dar una respuesta positiva o negativa, se dio cuenta que desde ese momento se convertiría en alguien que lucha por el amor como vapor contra válvula de olla chifladora: no se escapa hasta que está bien caliente.

 


*Este texto fue publicado en la revista “El Gourmet de México” de febrero de 2018.

Venezuela, my love #palabrasalviento #ficción

Vivir implica rasparse las rodillas, estar siempre al borde del abismo, saber que puedes perderlo todo en cualquier instante, pero también recuperarte en un segundo.

Hoy quiero hablar de un viaje de hallazgos, de casualidades que rayan en la magia, de un hombre alto que desapareció detrás de las puertas automáticas de un aeropuerto con la mano en el pecho y fragmentos de mí, y que hace apenas una semana ni siquiera existía en marco de referencia alguno de mi experiencia.

Vine a Venezuela a obtener respuestas, y lo que más traigo de regreso en la maleta son preguntas, aunque también algunas certezas. Parte de mí se queda en Caracas y sus esquinas, en las yemas de unos dedos, en unos labios: en sus pupilas.

Cuando crees tener todo calculado resulta que la vida se vuelca de nuevo en vida, y no tienes más remedio que sentirla en cada átomo que te contiene, te rodea y te precede.

Mientras escribo es inevitable que en mis lagrimales brille esta nostalgia que apenas nace, y entonces también inician las negociaciones con mi corazón, para convencerlo de que este ligero dolor en los ventrículos vale la pena por el simple hecho de volver a sentir ese regocijo por el amor.

Cara o cruz #cuento #ficción

¿La fecha? Un día de principios de febrero. ¿La hora? 14:30 de la tarde. ¿El lugar? Uno de los rascacielos que bordean el hermoso Paseo de la Reforma, la avenida más emblemática de la Ciudad de México. ¿El motivo? Jugar con fuego. ¿Lo que sucedió? He aquí esta historia:

Dos días antes, el mensaje inesperado del personaje inimaginable: “Ya quiero que sea lunes”. Corazón acelerado, choque de adrenalina sin control.

La noche anterior: el insomnio. Recordar cómo se veía su rostro en versión carne y hueso. Las preguntas que resuenan tan fuerte en la cabeza que no dejan escuchar los pensamientos.

Unos minutos previos: apagar el auto con manos temblorosas. Mirarse en el espejo retrovisor con un gesto nuevo, uno de esos gestos que incitan a la aventura, a buscar lo desconocido. Poner un pie en el suelo y sentir la fuerza de los tacones sobre el concreto. Caminar erguido, sonrisa incontenible. Alisar el vestido, retocar los labios. Revisar en el teléfono móvil y encontrarse con la notificación correspondiente al: “Ya estoy aquí”.

Subir a la cima de la escalera eléctrica. Avanzar algunos pasos al encuentro lejano de miradas. El sonido de pasos acorta la distancia convertida en el vórtice que converge en el otro. Latidos como tambor en desfile militar. El entorno desaparece. Saludo. Beso en la mejilla del lado izquierdo, mano con los dedos abiertos en la espalda. Caminar del brazo por una calle conocida que de pronto muestra colores nuevos.

Llegar a la puerta del restaurante. Sentir todos los ojos encima. Gozar con cada poro el presente inmediato. Saborear el instante como si pudiera controlarse el tiempo.

Sentarse a la mesa en dos sillas contiguas. El “este es mi restaurante favorito” que rompe el pudor. Servilletas en las piernas. Botella de vino. Agua mineral de burbujas miniatura. Ostiones sobre una cama de hielo. Dejarse consentir por el deseo convertido en hombre. Choque de copas en un sonido casi imperceptible. Los labios apenas tocan el borde del cristal, la lengua danza con el sabor dulce que en segundos se convierte en ácido; el líquido se desliza por la garganta como listón de seda.

Seducir con las papilas gustativas, con la sonrisa que se abre para saborear el primer bocado: frescura de tacto suave con sabor a mar de Baja California y olor a sal de grano con trufa, lo más parecido a la gloria. Juguetear con las palabras y las pupilas, con las yemas de los dedos en la piel del antebrazo, pronunciar la consigna: “anótame en la lista de quienes quieren hacerte el amor”, provocar rubor, sorpresa, una sensación cercana a caminar sin alas.

Romper las reglas de etiqueta y cruzar tenedores para compartir el deleite de una elección acertada: combinación de textura rugosa y lisa con aroma a cilantro y origen de memorias. Crear la expectativa del encuentro que seguirá al levantarse de la mesa. Prometer un tal vez en el pastel de chocolate con frutos rojos. Repartir las gotas de la felicidad antes de dar una respuesta.

Salir del lugar con un ligero mareo, más por culpa de Cupido que del vino. Poner un beso en la comisura de los labios. Caminar por la acera otra vez del brazo. Detenerse en la esquina. El semáforo en rojo es la excusa perfecta. Echar una moneda al aire: cara será una despedida disfrazada de “hasta pronto”; y cruz, la invitación a continuar el juego, con la ropa en el suelo frente a un ventanal a 80 metros hacia el cielo.

Cruz.


Este cuento apareció publicado en la revista El Gourmet de México en febrero de 2016 y forma parte de mi libro Grab my pussy! Cuentos eróticos y algunos relatos de sexo explícito. Si lo quieres leer lo encuentras aquí:

Preguntar en el país sin respuestas. ¿Sabes algo de Mariana?, de Andrés Castuera-Micher #JuevesDeLibros

Dar voz a quienes no pueden hablar. Ser ojos para quien no quiere mirar. Eso es lo que provoca la lectura de este libro.

¿Quién decide nuestra suerte? ¿Si la cuna donde dormiremos será de latón, madera o lodo? ¿Quién decide el material de las cortinas de la casa? ¿Si tendremos casa? ¿El color de nuestros ojos? ¿Quién elige si estaremos solos o si seremos parte de una familia? ¿El alcance de la conciencia con que viviremos?

Andrés Castuera-Micher escribió un libro que cuesta trabajo leer. Quién en su sano juicio continuaría descubriendo más líneas después de enfrentarse con esto: “Mariana no supo en qué momento fue la 481 de la lista del tipo de la chamarra negra, y del que manejaba con una botella en la mano… no podría precisar qué estaba tomando, porque cuando se negó a probar ese líquido le rompieron los dientes con la botella y luego la botella con la cabeza…”

Pero, ¿quién es Mariana? Es una muchacha desaparecida en Juárez; una niña a la que el padrastro le arrancó la sonrisa; una bebé calcinada mientras jugaba en la guardería; una víctima en manos de los que creen que es mejor pedir perdón que buscar pruebas; un cigoto por quien su madre se sacrificó para no verla sufrir en las banquetas; la madre que sacrificó a su hija y envenenó sus recuerdos.

Sin embargo, la narrativa del autor te obliga a continuar. Con oraciones cortas y el tono inocente de quien pregunta algo a lo que definitivamente no puede responderse, Andrés va hilando palabras de uso cotidiano para contarnos historias sacadas de la sección de nota roja de cualquier diario, que a su vez son escritas desde la vida real, de la terrible realidad de la familia de todas aquellas Marianas que han estado en el lugar equivocado y el peor momento: “A los siete años, le hubiera encantado saludar a un bombero y ponerse su gran casco, pero sería demasiado tarde; cuatro años antes, un bombero sacaría su cuerpo calcinado de su pequeña escuela, la que nadie conocía en una colonia popular en Sonora, cerca del trabajo de su madre…”

Mariana también es una mujer mayor abandonada por la ambición de sus propios hijos; la esposa a quien le borraron a golpes las ilusiones infantiles; la oficinista acostada por el jefe; la esclava del siglo XXI, que limpia una casa cuya belleza es directamente proporcional a la soberbia de sus habitantes; la universitaria que se enfrenta a porrazos mientras lucha por sus ideales.

Así, con 12 crónicas que recomiendo leer de a poco, nos convertimos en testigos de los horrores que somos capaces de concebir como seres humanos. Me gusta la manera en que narra Andrés, porque vuelve a poner en su justa dimensión de “asuntos que atender” a los sucesos que de pronto, con la exposición excesiva en los medios de comunicación, nos parecen tan normales, pero que en realidad no tendrían que ocurrir. ¿O será que hemos vivido engañados y la verdadera naturaleza humana es la indiferencia?

Sigamos compartiendo las caras de los desaparecidos, de las víctimas del sistema, de los agresores. No dejemos que nos callen a golpes las preguntas.

Si continuamos preguntando, estoy segura que algún día encontraremos las respuestas.


Si quieres adquirir el libro, puedes comprarlo directamente con el autor aquí:

http://castuera-micher.blogspot.com/2013/07/adquiere-cualquiera-de-los-libros-de.html

El hombre que fue jueves, de G. K. Chesterton #LibroEnFrases #JuevesDeLibros

Me gusta compartir mis lecturas con las frases memorables que encuentro en ellas. En esta ocasión presento esta imponente obra de Gilbert Keith Chesterton, El hombre que fue jueves, publicada por primera vez en inglés en 1908 y que leí con traducción del maravilloso Alfonso Reyes (1923).

Es, sin duda, uno de los mejores libros que he leído este 2018:

“… la esencia de las buenas maneras consiste en disimular el bostezo. Y el bostezo puede definirse como un aullido silencioso.”

“… la exageración es el análisis, la exageración es el microscopio, es la balanza.”

“… de precisión sensible a lo inefable.”

“Aquel joven —cabellos largos y castaños y cara insolente—, si no era un poeta, era ya un poema.”

“… dijerais que está el cielo lleno de plumas, y que éstas bajan hasta cosquillearos la cara.”

“El artista niega todo gobierno, acaba con toda convención. Sólo el desorden place al poeta. De otra suerte, la cosa más poética del mundo sería nuestro tranvía subterráneo.”

“… aquel silencio era un silencio vivo, no muerto.”

“No estoy seguro de que pudiera usted ver el farol a la luz del árbol.”

“… su voz rodó por la calle…”

“Esto de que una pesadilla acabe en langosta es, para mí, de una novedad encantadora.”

“… fue una de esas emociones arbitrarias, como la que impele a saltar de una roca o a enamorarse.”

“¿No ve usted que nos hemos embarcado juntos y juntos hemos de aguantar el mareo?”

“Todas las manos se levantan formando un bosque de ramas.”

“Rojo estaba el río donde el cielo rojo se reflejaba, y ambos remedaban su cólera.”

“Hay quien le llame buena a la noche en que ha de sobrevenir el fin del mundo.”

“El detective vulgar, hojeando un libro mayor o un diario, adivina un crimen pasado. Nosotros, hojeando un libro de sonetos, adivinamos un crimen futuro.”

“Afirmamos que el criminal peligroso es el criminal culto; que hoy por hoy, el más peligroso de los criminales es el filósofo moderno que ha roto con todas las leyes.”

“La aventura podrá ser loca, pero el aventurero debe ser cuerdo.”

“… el traje elegante le sentaba como cosa propia.”

“El crepúsculo escondido y hosco se adivinaba tras la cúpula de San Pablo, entre colores ahumados y siniestros: verde enfermizo, rojo moribundo, bronce desfalleciente…”

“Syme tuvo por un instante la impresión de que el cosmos se había vuelto de revés, de que los árboles estaban creciendo para abajo, y bajo sus pies lucían las estrellas.”

“… su compañero caminaba activamente hacia el extremo de la calle, donde un trozo iluminado del río fingía como un muro de llamas.”

“… cada vez que él decía algo que sólo él podía entender, yo contestaba algo que ni yo mismo entendía.”

“… aunque no entiendo mucho de casuística, no me decido a quebrantar la palabra dada a un pesimista moderno.”

“Parece que todos tenemos la misma moralidad o la misma inmoralidad.”

“Syme no pudo menos de advertir el contraste cómico de aquella procesión funeraria en aquel prado tan gozoso, brillante y florido.”

“Y decapitó una florecilla con el bastón.”

“La hierba, bajo sus plantas, parecía vivir.”

“El amor de la vida lo invadía todo. Hasta se figuró que oía crecer la hierba.”

“Todo lo que en él había de bueno cantó en el aire como en los árboles las alas del viento.”

“En tal desazón, casi se preguntaba qué es un amigo y qué es un enemigo. Las cosas, aparte de su apariencia, ¿tendrían alguna realidad?”

“Uno de ellos llevaba un antifaz negro, y torcía la boca en gesto nervioso, de modo que la mota de la barba iba de aquí para allá con inquietud viviente.”

“Una energía limitada se traduce en violencia. La energía suprema se demuestra en la levedad.”

“… ¿cómo va uno a resistir diez horas mortales en la compañía de un hombre distraído?”

“El mal es tan malo, que, junto a él, el bien parece un mero accidente; el bien es tan bueno, que, junto a él, hasta el mal resulta explicable.”

“¿Quieren ustedes que les diga el secreto del mundo? Pues el secreto está en que sólo vemos las espaldas del mundo. Sólo lo vemos por detrás, por eso parece brutal.”

“Nada tenía de extraño, salvo el color de su traje, que era el de las sombras violáceas, y el de su cara, que era el del cielo rojo, oscuro y dorado.”

“Sintió que los setos eran lo que deben ser muros vivientes. Que un seto vivo es como un ejército humano, disciplinado, pero todavía más vital.”

“Y es que aquel disfraz no lo disfrazaba: lo revelaba.”

“Si Syme hubiera podido verse a sí mismo, hubiera apreciado hasta qué punto él también parecía existir por primera vez plenamente.”

“Cada pareja parecía una novela aparte.”

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Fuente: Chesterton, G. K. Reyes, Alfonso. (1985). El hombre que fue jueves (Pesadilla).Biblioteca Universitaria de Bolsillo. México.

Lirios en el cielo #autoentrevista

Mi primer trabajo fue el de correctora de la fuente cultural. A las tres semanas de empezar a trabajar en la sección Camaleón de la Revista Época, mi jefe y ahora gran amigo, David Siller, me encomendó la redacción de los primeros artículos que publiqué: ensayos literarios, reseñas de libros, reportajes, y lo que más disfrutaba: entrevistas.

A los 22 años ya quería echarme el mundo al plato (estoy hablando del 2002, cuando se jugaba la Copa Mundial de Futbol en Corea-Japón y el Congreso de Estados Unidos reconocía al italiano Antonio Meucci como el auténtico inventor del teléfono), así que en mi lógica juvenil reflexioné que necesitaba generar un estilo propio para entrevistar, y qué mejor que haciendo preguntas inesperadas, y sobre todo, una que fuera mi sello personal: “Personaje, te han entrevistado muchas veces, ¿qué pregunta siempre has querido que te hagan y nunca te han hecho?”

Recibí infinidad de respuestas, desde un “por qué canto” de un cantante famoso, un “si me gustó la entrevista que me acaban de hacer” de un actor guapo y famoso, un “¿tienes los ojos amarillos?” de una chica Almodóvar, hasta un “de qué tamaño la tengo” de un músico vulgar y no tan famoso.

El caso es que amo entrevistar gente y entonces me di a la tarea de entrevistarme a mí misma acerca de mi nuevo libro de poemas Lirios en el cielo, una antología personalísima de textos y fotografías que posee dos temas centrales: el erotismo y la libertad, y que hoy comparto con ustedes con toda la gratitud para quienes han llegado hasta este punto.

Liros en el cielo. páginas

  1. Lirios en el cielo es el libro más vivencial que he escrito hasta ahora. Los textos surgieron de experiencias personales que tuve la necesidad de decantar en forma de poesía, prosa poética o prosa pura para convertir lo terrible en belleza. Siempre he creído que lo verdaderamente valioso de la creación es la materia prima, porque es lo que le da consistencia a las emociones que provocarás en el lector/testigo/espectador.
  2. Los libros que escribo son temáticos, mi mente los concibe como un todo: idea, historia, papel y formato dialogan durante varios días, a veces semanas, para lograr convertirse en una unidad. Este libro de poesía es un fuera de formato. Casi cuadrado, está encuadernado con wire-o en pasta dura, como si fuera una carpeta que además esconde la gama bicolor de las teclas de un piano (Andrés Castuera-Micher en la presentación del 18 de junio en la Casa del Poeta Ramón López Velarde develó este guiño oculto), entre páginas de texto y otras de fotografía. Amo que entre líneas haya no solo ideas, sino conceptos en general, porque a fin de cuentas, eso logra que la intención del erotismo llegue al subconsciente de quienes lo tienen en las manos.
  3. El tema de las fotos mías para acompañar mis textos ha sido muy comentado y al fin he dedido dar una respuesta concreta. La razón es muy sencilla: a través de los ojos de los fotógrafos he visto una visión distinta de mí que me ha ayudado a completarme. Los seres humanos nos hacemos conscientes de nuestra humanidad cuando nos miramos en los ojos de otros, es por eso que no podemos ser indiferentes ante una mirada de tristeza, ante la felicidad ajena o hasta un bostezo. Las fotos muestran el mismo rostro, el mismo cuerpo, pero en diálogos con otro, lo que enriquece la experiencia.
  4. Claro que las fotos han generado y generan emociones extremas en algunas personas, que van desde la lujuria, hasta el odio en ocasiones. ¿Por qué lo consiguen? Porque las imágenes de este tipo nos conectan con esa parte donde habitan el deseo y las perversiones: por eso confrontan, son un testimonio que no tiene entre sus posibilidades el engaño.
  5. Decidí no venderlo en librerías porque de esta forma tengo la oportunidad de firmar prácticamente todos los ejemplares del tiraje, y además los pedidos de libros de poesía, sobre todo de editoriales independientes, regresan casi íntegros (eso sí, emplayados con mucho orden, limpieza y cuidado). Como no se trata de sufrir ni hacer sufrir a los compradores de las tiendas de libros, mejor lo ofrezco directamente en este portal (https://monicasotoicaza.com/libreria/), ferias y presentaciones.
  6. El título del libro hace un guiño a mi yo de 12 años en medio de una experiencia aparentemente inocente, pero que ayudó a definir mi paso por la vida, algo así como le sucedió a la protagonista de El amante de Margarite Duras, que lo explicaba así: “A los quince años tenía el rostro del placer y no conocía el placer”. Fui con mi familia a Xochimilco en la época en que había una plaga de lirios en los canales. Entonces para ayudar a “acabar” con la plaga mis hermanas y yo sacábamos las plantas del agua para ponerlas en la trajinera. Cuando levanté la primera y vi cómo se escurría el líquido por las raíces tuve la primera visión erótica de la que tengo memoria y me ha acompañado desde ese momento.
  7. Lirios en el cielo tiene dos naturalezas: la primera es la erótica, amorosa y desamorosa, en la que cuento una historia de dolor y desengaño y cómo esas emociones tristes transmutan en deleite, amor propio y erotismo. La segunda naturaleza es la de la libertad, donde se vuelve concreto lo aguerrido del espíritu fuerte, la solidez de las decisiones, el afán por gobernar la propia vida más allá de sus sinsabores, los golpes de suerte y las opiniones de los demás.
  8. Escribo sobre erotismo como protesta contra la violencia que se vive en el mundo. Yo protesto con los labios y las piernas listas, con la pluma dispuesta a escribir acerca de orgasmos propios y ajenos; porque el amor lo vale, el placer lo vale, la belleza lo vale. Porque el despertar del instinto lo vale. Porque el mundo está sediento de convicciones.

Lirios en el cielo. Formato

 


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Lirios en el cielo

Lirios en el cielo es un libro de poesía erótica, seductora, de libertad. En él todos los textos son anécdotas y están dedicados a quienes los inspiraron. En sus páginas encontrarás poemas y fotografías que quieren provocarte suspiros y fantasías para recordarte que cada momento cerca de tus deseos es experimentar en carne viva la felicidad.

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Para decir adiós…

Hay días buenos para decir adiós. Días convenientes para despedirse, para continuar la vida sin ciertas cadenas. Hoy es uno de ellos: el cielo acumula agua en los lagrimales, la misma que esta mañana mis ojos sí convirtieron en tormenta.

Los días para decir adiós no suelen ser soleados, pero sí cálidos: así el viento se convierte en el par de brazos que la despedida esfumará del repertorio. Los días para decir adiós son irreversibles, más que los días para empezar; se quedan marcados en el calendario con tinta invisible para ojos ajenos, pero fluorescente para quien llevó a cabo la acción de desprenderse.

Los días para decir adiós son justo como hoy. Son esos que nos levantan los pies del suelo hacia direcciones y pupilas nuevas. Son días que borran el camino que vas dejando atrás e iluminan el sendero que aparece debajo de los pies mientras avanzas.

Los verdaderos días para decir adiós son caldo de cultivo para una despedida contundente, luminosa y sin retorno: como hoy.

 

Libros para dar a desear: La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes #juevesdelibros

Una de mis maneras favoritas de compartir mis lecturas (algunas de ellas), es mediante los fragmentos y frases memorables que subrayé mientras leía. Creo que las palabras elegidas hablan no solo de la calidad literaria del autor, sino de la riqueza que hay en la interpretación de los lectores (no hay nada más interesante que leer un libro que alguien subrayó y anotó previamente).

Así que este #juevesdelibros les dejo mis subrayados de La muerte de Artemio Cruz, mi libro favorito (por mucho), de Carlos Fuentes, uno de los mejores escritores de mi país:


Soy este viejo con las facciones partidas por los cuadros desiguales del vidrio. Soy este ojo. Soy este ojo.

 Tengo la boca llena de centavos viejos.

 … una chica muy guapa y tú siempre tendrás buen ojo para eso, aunque tu edad te condene a imaginar las cosas más que a hacerlas…

 Pensarás que has hecho tantas cosas cobardes que el valor te resulta fácil.

 … y estarás aquí y no sabrás cuáles datos pasarán a tu biografía y cuáles serán callados, escondidos.

 Trató de esquivar la mirada y fijarse en ese charco de miel que inundaba el plato de su hija, pero sin querer regresaba las manos de la pareja en la mesa contigua y lograba evitar sus rostros, pero no las manos acariciadas.

… les dijo que podían explotar el azufre hasta bien entrado el siglo XXI, pero que no lo iban a explotar a él ni un solo minuto del siglo XX…

… desde entonces has vivido con la nostalgia del error geográfico…

… siempre pensó que la acción contamina y nos obliga a traicionarnos, cuando no la preside el pensamiento claro.

 Quizá las muertes ajenas son las que alargan nuestra vida…

 Un hombre alto, lleno de fuerza, con unos ojos verdes hipnóticos y un hablar cortante. Artemio Cruz.

 … no debía admitir más el recuerdo del pie tosco y fuerte que buscó el suyo durante la cena y le inundó el pecho de un sentimiento desconocido, indomable.

 … dejarán a las mujeres encargadas de las tierras malas y volverán a trabajar nuestras tierras fértiles.

La quería. Supo, al tocarla, que la quería.

 Ella caminó hacia las jaulas coloradas del patio: ese trino de los pajarillos. Una a una, mientras él la contemplaba sin moverse, fue abriendo las rejas pintadas. Un petirrojo se asomó y emprendió el vuelo. El cenzontle se resistía, acostumbrado a su agua y su alpiste. Ella lo posó sobre el dedo meñique, le besó un ala y lo lanzó al vuelo. Cerró los ojos cuando el último pájaro voló y dejó que este hombre la tomara, la encaminara a la biblioteca donde don Gamaliel esperaba, otra vez sin prisa.

 … puedo respirar lo que guste, entretenerme escogiendo los olores que el viento trae: Sí bosques otoñales, sí hojas quemadas, ah, sí ciruelos maduros, sí sí trópicos podridos, sí salinas duras, piñas abiertas con un tajo de machete, tabaco tendido a la sombra, humo de locomotoras, olas del mar abierto, pinos cubiertos de nieve, ah metal y guano…

 ¿Cómo te invocaré?

 Tú cerrarás los ojos, consciente de que tus párpados no son opacos, de que a pesar de que los cierras, la luz penetra hasta la retina…

 … porque darse cuenta debilita, nos convierte en víctimas cuando nos damos cuenta de que sólo nosotros nos daremos cuenta de las fuerzas que no nos consultarán, no nos tomarán en cuenta…

 … naciste, nacerás con la palma lisa, pero bastará que nazcas para que, a las pocas horas, esa superficie en blanco se llene de signos, de rayas, de anuncios: morirás con tus líneas densas, agotadas, pero bastará que mueras para que, a las pocas horas, toda huella de destino haya desaparecido de tus manos…

            la memoria es el deseo satisfecho:

            sobrevive con la memoria, antes que sea demasiado tarde,

            antes que el caos te impida recordar.

Cuando cerró los ojos, se dio cuenta de la infinidad amorosa de ese cuerpo joven abrazado al suyo: pensó que la vida entera no bastaría para recorrerlo y descubrirlo, para explorar esa geografía suave, ondulante, de accidentes negros, rosados.

El calor de los muslos se fundió en una sola llama.

Las uñas hicieron un ruido de gato entre las sábanas…

 Se forma una laguna entre las rocas y uno puede mirarse en el agua blanca. Allí me miraba y un día apareció tu cara junto a la mía. De noche, las estrellas se reflejaban en el mar. De día, se veía al sol arder.

 … la erección escapó a los dedos y despertó con ellos: los muslos se separaron temblando, llenos, y la carne erguida encontró la carne abierta y entró acariciada, rodeada del pulso ansioso, coronada de huevecillos jóvenes, apretada entre ese universo de piel blanda y amorosa…

             mientras en las calles sonó un cubetazo de agua sobre el polvo y los patos silvestres pasaron graznando junto al río y un chiflido anunció las cosas que nadie podría detener…

 … me dije que en ese mismo momento tenía que decidirme. Que si tú pasabas de largo, perdería toda mi vida. ¿Tú no?

 Y cómo le iba a fallar al maestro Sebastián, que la había enseñado las tres cosas que sabía: leer, escribir y odiar a los curas.

 … todo lo que es, todo su amor, está hundido en la carne de esa mujer que los contiene a los dos.

 Ese cuerpo no era de él: Regina le había dado otra posesión: lo había reclamado con cada caricia. No era de él. Era más de ella. Salvarlo para ella.

 Metió el cucharón en el caldo hirviente del menudo, pellizcó la cebolla, el chile en polvo, el orégano; masticó las tortillas norteñas, duras, frescas; las patas de cerdo. Estaba vivo.

Dicen que las células de la esponja no están unidas por nada y sin embargo las esponja está unida: eso dicen, eso recuerdo porque dicen que si se rasga violentamente a la esponja, la esponja hecha trizas vuelve a unirse, nunca pierde su unidad, busca la manera de agregar otra vez sus células dispersas, nunca muere, ah, nunca muere.

            -Es más fácil el odio, te digo. El amor es más difícil y exige más…

 Tú la pronunciarás: es tu palabra: y tu palabra es la mía; palabra de honor: palabra de hombre: palabra de rueda: palabra de molino: imprecación, propósito, saludo, proyecto de vida, filiación, recuerdo…

 Nacidos de la chingada, muertos en la chingada, vivos por pura chingadera: vientre y mortaja, escondidos en la chingada.

 Tú y yo, miembros de esa masonería: la orden de la chingada. Eres quien eres porque supiste chingar y no te dejaste chingar: cadena de la chingada que nos aprisiona a todos: eslabón arriba, eslabón abajo, unidos a todos los hijos de la chingada que nos precedieron y nos seguirán: heredarás la chingada desde arriba; la heredarás hacia abajo: eres hijo de los hijos de la chingada; serás padre de más hijos de la chingada: nuestra palabra, detrás de cada rostro, de cada signo de cada leperada…

 … con la chingada te llevas a toda madre, es tu cuatezón, tu carnal, tu manito, tu vieja, tu peor-es-nada: la chingada…

 Observó las facciones: quiso descubrir al mismo de siempre, porqie al limpiar de nuevo el vaho que empañaba el cristal, sintió sin saberlo -en esa hora temprana, de quehaceres insignificantes pero indispensables, de malestares gástricos y hambres indefinidas, de olores indeseados que rodeaban la vida inconsciente del sueño- que había pasado mucho tiempo sin que, mirándose todos los días al espejo de un baño, se viera.

 Bajó la mirada y vio esas manos morenas, de venas verdosas, prominentes que suplían el vigor y la impaciencia de otras edades.

 … ese cuerpo lúbrico, ese talle estrecho, esos muslos llenos, también llevaban escondidos en una célula ahora minúscula, el cáncer del tiempo. Maravilla efímera, ¿en qué se distinguiría, al cabo de los años, de este otro cuerpo que ahora la poseía? Cadáver al sol chorreando aceites y sudor, sudando su juventud rápida, perdida en un abrir y cerrar de ojos, capilaridad marchita, muslos que se ajarían con los partos y la pura, angustiosa permanencia sobre la tierra y sus rutinas elementales, siempre repetidas, exhaustas de originalidad. Abrió los ojos. La miró.

 … un viento invisible, sin localización en la tarde calurosa, se empeñaba en apagarle los fósforos…

… recordarás para recordar dentro del recuerdo…

            -Morir a manos de uno de los caudillos y no creer en ninguno de ellos.

… ese airecillo de sabelotodo de estos licenciadetes que nunca peleaban, que nada más hablaban mucho tiempo mientras ellos ganaban batallas.

 … como si una mujer muerta necesitara del recuerdo de un hombre vivo para seguir siendo algo más que un cuerpo devorado por los gusanos en un hoyo sin nombre, en un pueblo sin nombre.

 … aprenderás a frotar dos maderos hasta incendiarlos porque necesitarás arrojar una tea a la entrada de tu cueva y espantar a las bestias que no te distinguirán, que no diferenciarán tu carne de la carne de otras bestias…

 … decidirás, escogerás uno de los caminos, sacrificarás los demás: te sacrificarás al escoger, dejarás de ser todos los otros hombres que pudiste haber sido…

la memoria es el deseo satisfecho.

            hoy que tu vida y tu destino son la misma cosa.

… sólo ahora me doy cuenta de que siempre, toda la vida, había un movimiento imperceptible en los intestinos, todo el tiempo, un movimiento que sólo ahora reconozco porque de repente no lo siento: se ha detenido.

 Y tú sólo quisieras, al recostarte sobre la arena y escuchar la vihuela jarocha de los pescadores, sólo quisieras explicarle que los años pasados, hace 40, algo se rompió aquí, para que algo comenzara o para que algo, aún más nuevo, no empezara jamás.

Oh, ese dolor, ay esa punzada, ay, qué ganas tendrás de levantarte, correr, olvidar el dolor caminando, trabajando, gritando, ordenando: y no te dejarán, te tomarán de los brazos, te obligarán a quedarte quieto, te obligarán, físicamente, a seguir recordando, y tú no querrás, quieres, ay, no quieres: sólo habrás soñado días tuyos, no quieres saber de un día que es más tuyo que otro cualquiera, porque será el único que alguien viva por ti, el único que podrás recordar en nombre de alguien; un día corto, terror, un día de álamos blancos, Artemio, tu día también, tu vida también… ay…

 En un balcón estaba sentado en su mecedora un viejo con la bufanda amarrada alrededor de la cabeza. No los miró cuando pasaron y ellos no entendieron qué hacía allí: si esperaba el regreso de alguien o si aguardaba la salida del sol o qué. No los miró.

 Y cuando ya sabían todo eso, les faltaba aprender lo más difícil de todo, ganar la victoria más dura, que era la victoria sobre sí mismos, sobre sus costumbres y comodidades.

 Él trató de explicarle la alegría que da montar, sobre todo en la playa al amanecer, cuando el aire sabe a yodo y el norte se está aplacando pero todavía llueve ligero y la espuma que levantan los cascos se mezcla con la llovizna y uno va con el pecho desnudo y los labios llenos de sal.

 Tan rica, tan sensual, tan suntuosa era la posesión de estos objetos como la del dinero y los signos más evidentes de la plenitud. Ah, sí, qué gusto redondo, qué sensualidad de las cosas inanimadas, qué placer, qué goce aislado…

 … ah viejas… viejas impotentes… que han tenido todos… los objetos de la riqueza… y la cabeza… de la mediocridad… si al menos… hubieran comprendido para qué sirven… cómo se usan… estas cosas… ni eso…

             aceptarán tu testamento: la decencia que conquistaste para ellos, la decencia: le darán gracias al pelado Artemio Cruz porque los hizo gente respetable; le darán gracias porque no se conformó con vivir y morir en una choza de negros; le darán gracias porque salió a jugarse la vida: te justificarán porque ellos ya no tendrán tu justificación: ellos ya no podrán invocar las batallas y los jefes, como tú, y escudarse detrás de ellos para justificar la rapiña en nombre de la Revolución y el engrandecimiento propio en nombre del engrandecimiento de la Revolución…

            les legarás sus líderes ladrones, sus sindicatos sometidos, sus nuevos latifundios, sus inversiones americanas, sus obreros encarcelados, sus acaparadores y su gran prensa, sus braceros, sus granaderos y agentes secretos, sus depósitos en el extranjero, sus agiotistas engominados, sus diputados serviles, sus ministros lambiscones, sus fraccionamientos elegantes, sus aniversarios y sus conmemoraciones, sus pulgas y sus tortillas agusanadas, sus indios iletrados, sus trabajadores cesantes, sus montes rapados, sus hombres gordos armados de aqualungy acciones, sus hombres flacos armados de uñas: tengan su México: tengan su herencia;

 … tú serás ese niño que sale a la tierra, encuentra la tierra, sale de su origen, encuentra su destino, hoy que la muerte iguala el origen y el destino y entre los dos clava, a pesar de todo, el filo de la libertad:

(-Quisiera recordarte de pequeño. Te quise entonces, porque en la juventud una madre debe querer a todos sus hijos. De viejos sabemos mejor. No hay por qué querer a nadie sin razón. La sangre natural no es una razón. La única razón es la sangre amada sin razón.)

 Ahora tengo mi vida entera para acompañarme y dejar de ser vieja…

… La sangre se entiende sin necesidad de acercarse…

… se mordería las manos pálidas con rabia, porque en su pecho algo -los años, la memoria, el pasado que era toda su vida- le diría que aún existiría un margen de vida fuera de su siglo de recuerdos…

La mirada de la vieja, desprendida del rostro gastado, flotó como una ola de mármol sobre el líquido caluroso de la recámara.

 Vas a vivir… Vas a ser el punto de encuentro y la razón del orden universal… Tiene una razón tu cuerpo… Tiene una razón tu vida… Eres, serás, fuiste el universo encarnado… Para ti se encenderán las galaxias y se incendiará el sol… Para que tú ames y vivas y seas… Para que tú encuentres el secreto y mueras sin poder participarlo, porque sólo lo poseerás cuando tus ojos se cierren para siempre…


La muerte de Artemio Cruz. Carlos Fuentes. Publicado por primera vez en 1962.

Esta edición publicada por Penguin Random House Grupo Editorial, en México, 2016.

Homenaje al hombre que dije adiós #relato

Hace poco amé a un hombre de nariz monumental y corazón de acorazado. Amante de las brujas, su cuerpo calmo trasmutaba en milagro. Cuando lo abrazaba por la espalda y ponía un beso en el centro, justo en la línea vertical que desemboca en la cintura, de su piel extraía temperaturas propias de un lugar cercano al centro de la Tierra.

Este individuo que amé tiene un nombre que rima con generosidad, con pasión, con entrega absoluta. Yo sabía que en sus brazos podía andar a ciegas y no corría riesgo ni siquiera de un leve rasguño.

Pensé en él llegando a recogerme algo encabronado por el tráfico, pero feliz de ya al fin besarme; entrando a casa con los ojos sonrientes y en las manos un edredón nuevo o un poema recién escrito; hablando apasionadamente de una idea o defendiendo una convicción hasta con las ofrendas más inverosímiles.

¡Y cuando provocaba que mi ropa terminara en el suelo y me poseía más allá del cuerpo! Él me enseñó que algunas leyendas sí son reales; a desaparecer del mundo en dedos ajenos.

De él aprendí sobre mí, porque así como juntos podíamos ascender al lugar con más altitud de la gloria, también podíamos descender a la fosa abisal más profunda del infierno.

Este ejemplar del sexo masculino que adoré hace no mucho posee mi despedida más dulce y más punzante; mis recuerdos más deliciosos y los más terribles; mis temblores más gozosos y los más aterradores.

Hoy me acordé de él porque hallé un poco de sus cenizas en los restos de la hoguera donde hace no tanto tiempo ardimos juntos: cenizas con fragmentos de las palabras que no volveremos a pronunciar.

Selfie Mónica Soto Icaza en Zacatlán
Fotos de cuando la ficción se parece más a la realidad…

 

Ten cuidado con lo que deseas #cuento #ficción

“¡Aaaaaah! ¡Manueeeeeeelaaaaaaaaaa!”

Antes de descubrir en qué lugar iba a incorporarse, el Genio lanzó un grito entre orgásmico y furioso. Era la quinta vez en una semana que esa mujer le provocaba humillación pública. Se manifestó entre el humo que lo acompañaba cada vez que aparecía ante alguno de sus amos, y unas carcajadas agudas de quien se había convertido en su peor pesadilla: Manuela Portillo, hembra de belleza extraordinaria y clítoris alegre.

La primera vez que la vio se creyó afortunado: en sus 347 años de servicio como Genio de Lámpara Maravillosa no había visto jamás a una persona tan bella; pero de inmediato se dio cuenta que había sonreído demasiado pronto; al escuchar el primer deseo se supo perdido. De eso no había pasado tanto tiempo, pero para él parecía una eternidad.

–Hola, Gen, ¿cómo has estado?

Ahí estaba él: parado junto a un futón de rayas, con la entrepierna del pantalón morado de raso húmeda, y los ojos todavía un poco en blanco.

–Ya te dije que no hagas esto en horas hábiles, estaba dando una conferencia en el Congreso de Genios del Mundo Occidental, ¡y me hiciste eyacular frente a todos mis colegas!

–¿Y no te encanta? ¡A nadie puede molestarle un orgasmo a las cuatro de la tarde!

–¡A mí! ¡A mí me molesta! Bien sabes que a este pantalón todo se le nota.

–Eso te pasa por ridículo, por usar esa ropa horrenda y ese pantalón de hace mil años.

–Es mi ropa de trabajo, y estaba en un Congreso, al que, además, me hiciste abandonar.

Terminó de hablar y fue entonces que se hizo consciente del entorno. El aire tenía un ligero olor a sexo. Manuela estaba acostada en el futón, desnuda; se metía los dedos a la boca, uno por uno, y cada vez suspiraba con los ojos cerrados.

Conoció a Manuela un año antes; era nieta de su antigua dueña, quien le dejó la lámpara como única herencia. Cada vez que lo llamaba él volvía a rogarle lo mismo: su segundo deseo debía ser revertir el primero; hasta el placer más exquisito se vuelve hartazgo cuando es excesivo y a la fuerza.

–No, Gen, no quiero usar mi segundo deseo todavía. De todas formas ni siquiera sé dónde dejé tu lámpara.

–¿Qué? ¿Además la perdiste?

–Ya no la necesito…

–¿Sabes qué? Me voy. Tú sólo me haces perder el tiempo.

El Genio desapareció dejando el humo más denso y desagradable que tenía en su repertorio. Mientras viajaba en el vórtice de imágenes y sonidos regresó a su memoria el primer deseo de Manuela, y a pesar de lo mal que le caía, no pudo evitar la curva ascendente que se dibujó en las comisuras de sus labios: “Deseo… que cada vez que tenga un orgasmo, tú también tengas uno y vengas hasta donde yo esté”.

No hubiera podido imaginar que meses después peligraría su salud mental; creyó que al fin la vida le había hecho justicia y que su propio deseo sería realidad, cuando pronunció las palabras que serían su perdición: “¡Concedido!”


Este texto forma parte de mi libro Grab my pussy!, cuentos eróticos y algunos relatos de sexo explícito.

Fragmentos del «Discurso sobre el estilo» del Conde de Buffon #librosclásicos

Georges-Louis Leclerc, mejor conocido como «Conde de Buffon», estudió Botánica, Matemáticas y Medicina. Nació en Francia en 1707 y dedicó su vida al estudio de la naturaleza. Pronunció su famoso «Discurso sobre el estilo» al ingresar a la Academia Francesa el 25 de agosto de 1753.

Transcribo los fragmentos que me parecen más aleccionadores y luminosos para todo aquel interesado en seguir mejorando su estilo, para tener bien abiertos los ojos a esos hallazgos que te encuentras a la hora de escribir:

 

Siempre ha habido hombres que han sabido mandar a los demás por el poder de la palabra.

La verdadera elocuencia supone El ejercicio del intelecto y la cultura del espíritu.

No es suficiente hacerse oír y atraer la mirada; es preciso influir en el alma e impresionar el corazón hablando al espíritu.

El estilo no es sino el orden y el movimiento que se pone en los pensamientos.

… quienes escriben como hablan, aunque hablen muy bien, escriben mal; quienes abandonan al primer arranque de su imaginación toman un tono que no pueden sostener; quienes temen desperdiciar los pensamientos aislados, fugitivos y en distintas ocasiones escribe en trozos sueltos, no los reúnen jamás sin transiciones forzadas; ésta es la razón, en una palabra, de que haya tantas obras hechas de retazos y tan pocas fundidas de un solo golpe.

… el gran número de divisiones, lejos de hacer más sólida una obra, destruye su coherencia, el libro parece más claro a la vista pero la intención del autor permanece oscura; no puede impresionar el espíritu del lector ni puede hacerse sentir sino por la ilación, por la dependencia armónica de las ideas, por un desarrollo sucesivo, una gradación sostenida, un movimiento uniforme que toda interrupción destruye o hace languidecer.

Por la falta de plan, por no haber reflexionado suficientemente sobre su tema, un hombre agudo puede meterse en embrollos y no saber por dónde comenzar a escribir.

Pero cuando haya hecho un plan, una vez que haya juntado y puesto en orden los pensamientos esenciales es su tema, percibirá fácilmente el instante en que debe tomar la pluma, sentir el punto de madurez de la producción del espíritu, estará obligado a ser la brotar y no tendrá seguramente sin el placer de escribir: las ideas se sucederán sin dificultad y el estilo cera natural y fácil, la demencia nacerá de este placer, lo esparcida por doquier y dará vida a cada expresión, todo se animará más y más, el tonos se elevará, los objetos tomarán color y el sentimiento, juntándose a la claridad, la aumentará, la llevará más lejos, la hará pasar de lo que se dice a lo que se va a decir y el estilo resultará interesante y luminoso.

Cuanto más ingenio nimio y brillante se ponga en un escrito, menos vigor tendrá, menos claridad, menos vehemencia y estilo; a no ser que este ingenio sea el fondo mismo del asunto y que el escritor no haya querido hacer otra cosa que chancear: en este caso el arte de decir pequeñas cosas resulta posiblemente más difícil que el arte de decir las grandes.

Este es el defecto de los espíritus cultivados pero estériles; usan palabras en abundancia, pero no ideas; trabajan, pues, sobre las palabras y se imaginan haber combinado ideas porque han combinado frases, haber depurado el lenguaje cuando lo han corrompido al torcer el sentido de las acepciones.

El estilo debe grabar los pensamientos, ellos no saben si no trazar palabras.

Para escribir bien es necesario, pues, dominar plenamente el tema.

Las reglas no pueden suplir el genio; si éste falta, aquéllas serán inútiles. Escribir bien es pensar bien y a la vez sentir bien y expresar bien, es tener a un mismo tiempo Ingenio, alma y gusto.

El tono no es sino la adecuación del estilo con la naturaleza del tema y no debe nunca ser forzado, nacerá naturalmente del fondo mismo de la cosa y dependerá mucho del grado de generalidad a que se hayan llevado los pensamientos.

… si se le puede agregar la energía del dibujo, la belleza del colorido, si se pueden una palabra representar cada idea por una imagen vida y bien acabada y formar en cada serie de ideas un cuadro armonioso y elegante el tono será no solamente elevado, sino sublime.

Las obras bien escritas eran las únicas que pasarán a la posteridad: el caudal de los conocimientos, la singularidad de los hechos, la novedad misma de los descubrimientos, no son garantía segura de inmortalidad.

… el estilo es el hombre mismo. El estilo no puede, pues, ni arrebatarse, ni transferirse, ni alterarse;

… un estilo bello no lo es, en efecto, sino por el número infinito de verdades que presente.

Lo sublime no puede encontrarse sin los grandes temas. La poesía, la historia y la filosofía tienen todas el mismo objeto, un objeto muy grande: el hombre y la naturaleza.

… el tono del orador y del poeta, cuando el tema es grande, debe ser siempre sublime, puesto que ellos son dueños de agregar a la grandeza de su tema tanto color, tanto movimiento, tanta ilusión cuanto les plazca.

 

Conde de Buffon


Discurso sobre el estilo,de Georges-Louis Leclerc, Conde de Buffon. Tomado de la Colección Pequeños Grandes Ensayos. UNAM, 2003.

 

Derechos de Autor y otras peculiaridades (o cómo evitar futuras noches de insomnio)

Para celebrar el Día Mundial del Libro y los Derechos de Autor reproduzco el capítulo cuatro de mi libro: “Libera tus libros. El arte de hacer y vender libros en México”.

Y… ¡feliz día de uno de los mejores inventos de la humanidad!

 

 La originalidad no consiste en decir cosas nuevas,

sino en decirlas como si nunca hubiesen sido dichas por otro.

Goethe

 

El tema de los Derechos de Autor es uno de los que más preocupa a quienes decidieron utilizar su experiencia, talento, trabajo, visión del mundo y conocimiento para llevar a cabo una obra que trascienda a su propia vida y que tal vez transforme en algo la vida de alguien más. Por eso es importante conocer los conceptos básicos relacionados a ellos: conocimiento es poder de decisión.

Además, en estos tiempos en los que es muy popular compartir los textos en redes sociales, blogs y sitios web, la protección del trabajo intelectual adquiere proporciones mayúsculas.

Un autor es el creador de una obra artística: literatura, cine, pintura, música, danza, fotografía, arquitectura, dibujo, programas de radio y televisión, escultura, programas de cómputo, performance.

Una obra es una creación original que puede reproducirse por medio de una gran diversidad de soportes, medios y tecnologías, desde los libros impresos hasta los más inimaginables y no existentes.

La propiedad intelectual es la creación original que surge de la imaginación y la creatividad del autor.

El plagio es un delito contra la propiedad intelectual que se comete al copiar la obra ajena y presentarla como si fuera propia. En México se castiga con prisión.

El ISBN (International Standard Book Number) es un número compuesto por 13 dígitos. Contiene información sobre el país de origen, editorial y otras características físicas, como el número de páginas y hasta el precio. De éste surge el código de barras del libro. Es único por edición y por editorial. Se tramita en la Agencia Mexicana ISBN.

La institución que protege el Derecho de Autor en México es el Instituto Nacional del Derecho de Autor (Indautor), con la que el Estado cumple su función de preservar el patrimonio cultural y artístico del país para mantenerlo vivo.

Hay dos tipos de Derechos de Autor: el Derecho Moral y el Derecho Patrimonial.

El Derecho Moral es el que surge de la misma creación. El Indautor lo protege desde el momento en que decides hacer pública esa creación. Es imprescriptible, porque será tuyo incluso después de tu muerte; es inalienable, porque no se puede ceder, regalar o vender a alguien más; es irrenunciable, porque no puedes arrepentirte de haberlo creado (o sí puedes, pero no deja de ser tuyo), y es inembargable, porque nadie puede quitártelo.

El Derecho Patrimonial es el derecho de explotación comercial de la obra. El autor puede explotar su obra él mismo y también puede autorizar o prohibir a otros que lo hagan. Todo esto se hace dentro de los límites de la Ley Federal del Derecho de Autor.Los Derechos Patrimoniales se transfieren por escrito, no pueden donarse a título gratuito, sino que deben tener un precio, una contraprestación, ya sea en dinero, o en intercambio en especie. Cuando firmas un contrato con una editorial, este es el derecho que transfieres.

La vigencia de la protección del Derecho de Autor en México aplica durante toda la vida del autor más 100 años después de su muerte. Como autor tienes derecho a heredar los Derechos Patrimoniales de tu obra mediante un testamento o un juicio en caso de morir intestado; el sucesor tiene derecho a heredarlos de nuevo, y así sucesivamente, hasta que se extingan los derechos, cuando la obra pasa a ser del dominio público.

El trámite para proteger los Derechos de Autor en México, como ya comenté, se realiza en el Indautor. Es muy ágil, sencillo y la atención en la oficina de Registro es rápida y amable. Recomiendo llegar temprano (abren a las 9:30 de la mañana y cierran a las 14 horas).

En la página de internet http://www.indautor.gob.mx se encuentran domicilio, horarios, formatos de solicitud de registro y pagos y mucha más información sobre este tema tan importante y que debería ser una constante dentro del ámbito creativo de las naciones.

 

Derechos subsidiarios 

Además de los derechos que se desprenden de la creación original, en nuestros días suele ocurrir que la obra crece y trasciende al libro. Cuando esto sucede, es importante precisar que no por ser un formato diferente al original, los derechos dejan de ser del autor. Por ejemplo, si tu novela se convirtió en audio libro, el contenido sigue siendo tu creación; si es película, si se tradujo, si hicieron una caricatura, lo que sea que se produzca a raíz de tu idea, sigue siendo tuya.

Esto se llama: Derechos subsidiarios, e implican derechos de reproducción (con fines promocionales, si se publicó un fragmento en una revista, blog, etcétera); Derechos para Ediciones de Bolsillo (en caso de que en el contrato original se firmara para un libro en formato rústico); Derechos extranjeros (por si el libro se vende en algún otro país); Derechos de audio (audiolibros, música y otros); Derechos dramáticos (adaptaciones para televisión, cine o teatro); Derechos electrónicos (libros electrónicos, aplicaciones, software); y otros, como juguetes y accesorios.

Por todos los derivados de la obra en cuestión el autor deber recibir regalías, por eso es importante tomarlo en cuenta al firmar el contrato.

Creative Commons y el Movimiento de Libre Acceso

Si en tus planes está publicar tu obra en digital, ya sea en libro electrónico, blog, redes sociales, o cualquier otra plataforma que exista o llegue a existir, o si quieres que tu libro tenga oportunidad de reproducirse a gran escala, sin importarte demasiado recibir una remuneración por ese trabajo u obra de arte, existen alternativas que te permiten mantener tus derechos de autor, pero compartir a mayor escala sin riesgos.

Cuando le concedes a tu obra una licencia Creative Commons, como autor, puedes publicar tu obra de tal forma que otros la compartan sin necesidad de tener tu autorización por escrito. Las condiciones son que aparezcan tu crédito y el vínculo que lleve a ti, que no se le hagan modificaciones y, sobre todo, que no se explote comercialmente. Hay varios modelos diferentes de licencias; dependiendo de cada uno corresponde la restricción sobre el crédito a tu nombre que se deba llevar a cabo.

En caso de que le concedas a tu obra una licencia Creative Commons, en lugar de poner en la página legal “Todos los derechos reservados”, se usa la leyenda “Algunos derechos reservados”. (Más información en https://creativecommons.org)

El Movimiento de Libre Acceso ha enriquecido la divulgación de la obra de gran cantidad de autores, desde los clásicos hasta traducciones de textos raros u obra de escritores vivos. Con él se respeta la autoría de los textos, pero como están en línea pueden encontrarse de forma gratuita. No persigue fines de lucro, sino que tiene el ánimo de compartir la literatura y de esta forma permitir su difusión masiva hasta los últimos rincones de la Tierra.

Al final del día, el autor es quien decide la protección que se le dará a su obra, pero es importante conocer estos detalles para abrir las posibilidades y alcanzar el máximo potencial del libro que queremos publicar.

 

Recomendaciones referentes al Derecho de Autor al momento de firmar un contrato:

  • Los únicos Derechos que puedes transmitir al editor o la editorial son los Derechos Patrimoniales.
  • Si vas a invertir en la impresión del libro, no cedas tus Derechos Patrimoniales. A menos que recibas un pago o hagas un intercambio, si tú pagas por hacer el libro, es ilegal y absurdo que transfieras tus derechos.
  • Si vas a transferir tus Derechos Patrimoniales fíjate durante cuánto tiempo. Algunas editoriales los reservan dos, cinco o siete años; otras, por más tiempo, y normalmente son ellas quienes fijan la vigencia. Al negociar tu contrato, toma en cuenta que a mayores beneficios (en promoción, difusión, distribución, presentaciones, regalías, etcétera), mayor tiempo. Si tú tienes que pagar por todo y encargarte de la mayoría de los asuntos mencionados, no los transfieras.
  • Los elementos que debe tener el contrato para que sea válido son: fecha de firma; nombre y domicilio de las partes firmantes (tiene que aparecer, en caso de que la editorial sea Persona Moral, el nombre del representante legal de la misma); declaración de autoría del libro por parte del escritor; si es un contrato de exclusividad y el autor no puede publicar la obra en otra editorial (esto es lo más común); vigencia de la transmisión de derechos (puede ser por tiempo transcurrido o porque se agotan los ejemplares sujetos del contrato); formato del libro; porcentaje de regalías; monto de adelanto de publicación; territorio de distribución (o en su caso, librerías y ferias de libros donde se venderá tu libro); derechos subsidiarios; soportes (si es impreso, electrónico, etcétera); requisitos fiscales para pago de regalías; cantidad de ejemplares a imprimir y en su caso, condiciones de reimpresión; si la editorial debe pedirle permiso o no al autor para hacerle modificaciones al texto, la imagen o cualquier elemento que contenga; quién correrá con los gastos de publicación, distribución, promoción y publicidad; negociación de traducciones y las regalías que el autor obtendrá en ese caso; beneficiario del contrato en caso de muerte del autor; a qué organismos legales se acudirá en caso de controversia.
  • En caso de dudas siempre es mejor consultar a un abogado o acercarse a las oficinas del Indautor.

 


Si deseas leer más del libro puedes adquirirlo aquí:

Libera tus libros

¿Quién no ha pensado alguna vez escribir un libro?, ¿quién no ha soñado con publicar lo que ha escrito?, ¿quién no ha querido contarle algo al mundo? Libera tus libros es resultado de más de 15 años de trabajo en el mundo editorial mexicano. No es una autobiografía: constituye un manual con información, datos reales, golpes de suerte y paracaídas escrito en forma clara y concreta sobre todo lo relacionado con el mundo de los libros en este peculiar país. En estas páginas encontrarás desde los momentos que han transformado la historia del libro hasta recomendaciones legales para la firma de un contrato; temas como el funcionamiento de los diferentes tipos de editoriales, la forma en que ciertos libros se convierten en best sellers, pasando por los tipos de libros y las alternativas de publicación que han traído las nuevas tecnologías, entre otros asuntos de interés.

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Manifiesto contra la sopa tibia #cuento

“Si el mesero llega en cuatro minutos le digo que sí”, pensó Susana después de escuchar a Federico pronunciar las consabidas y anticuadas, pero románticas palabras: “¡quieres ser mi novia?”

Para hacer honor a la verdad, Susana no estaba nada segura de que el amor que Fede le ofrecía era siquiera cercano al que ella quería en la vida, con eso de que su anterior novio era amoroso tan del tipo mediocre que parecía una sopa de cebolla fría: en vez de tragarse con tersura y deleite, terminaba apelmazado en el paladar.

Atinado como siempre, pero inoportuno como nunca, el mesero, con el nombre “Julián” prendido del uniforme marrón con beige, llegó justo a los 240 segundos a tomar la orden: la dama ensalada César con el aderezo aparte, el caballero una hamburguesa con tocino, nada perfecta para una primera cita.

Acto seguido, ella procedió a darle a Federico la respuesta positiva por culpa del mesero. Y digo por culpa, porque la historia de amor entre Susana y Federico, por más que iniciara un 14 de febrero, pronto se convirtió en una de esas malas coincidencias de la vida chocarrera que vivimos la mayoría de los mortales.

A pesar del vaticinio nefasto que implica dejarle el futuro sentimental a un golpe de suerte, sobre todo cuando está involucrado un mesero en la ecuación, meses después Federico se hallaba ante la disyuntiva de hacerle caso a su madre y al fin sentar cabeza, o continuar con sus breves y temporales aventuras.

Entonces sucedió que una tarde, sentado en el banco de un parque al Centro de la Ciudad, mientras observaba a un vendedor de algodones de azúcar preparar sus manjares, se dijo a sí mismo: “si el niño elige el algodón rosa, le doy a Susana el anillo de compromiso”, lo que hizo esa misma noche, después de que el escuincle eligiera el dulce casi rojo de tanto colorante, y de la única forma en que sabría que Susana le daría un “Sí” rotundo: en la cama mientras se abrazaban desnudos; todo lo mal que se llevaban sobre el suelo, lo contrarrestaban en el colchón, lo que, a final de cuentas, termina sin ser garantía.

Con el paso de los años la cotidianidad se impuso en Susana y Federico, así como las decisiones basadas en el lado de la escalera por la que subiría una viejita a la planta alta del centro comercial, el color de la corbata del siguiente señor que cruzara por la puerta o la cantidad de personas que se bajaran de un taxi, mismas que les cobraron la factura, algo así como cuando el atún fresco se pasa de cocción y en vez de ser un manjar se vuelve una bola seca, difícil de masticar: potencialmente delicioso, pero arruinado, y su siguiente éxito como pareja fue una firma en el documento de divorcio, donde se asentaba lo estéril de su matrimonio: no hubo ni propiedades qué negociar, ni hijos a consolar, y sus pocas pertenencias terminaron abandonadas por aquello de no conjurar desagradables recuerdos.

Después de varios sucesos en la vida de Susana y Federico, como el aumento en la graduación de sus anteojos, la aparición de algunas canas o el descubrimiento de nuevos platillos favoritos, una noche Susana estaba sentada frente a otro hombre con intenciones amorosas, en otro restaurante con meseros llamados Julián y uniformes beige con marrón. Cuando escuchó la pregunta que su interlocutor le hizo con la misma indiferencia con la que años atrás Federico lo hiciera, miró a su alrededor para buscar una señal, pero sólo se encontró con un plato extraordinario frente a ella, lo que la hizo pensar en que las decisiones son como la confección de un buen platillo: tienes una sola oportunidad para alcanzar la perfección y el fracaso.

Y antes de dar una respuesta positiva o negativa, se dio cuenta que desde ese momento se convertiría en alguien que lucha por el amor como vapor contra válvula de olla chifladora: no se escapa hasta que está bien caliente.

 


* Texto publicado en la revista El Gourmet de México, en febrero de 2018.

Ama y Dueña de Mí

Desde hoy me doy cuenta

que así como me pertenecen mis tristezas,

también me pertenecen mis bendiciones.

 

Desde hoy decidiré cuándo llorar por ti,

sabiendo que puedo disfrutar de mi tristeza

sin remordimientos.

 

Desde hoy decidiré cuándo reír por mí,

sabiendo que puedo disfrutar de mi alegría,

también sin remordimientos.

 

Desde hoy viviré mis días como dueña de mis emociones,

abandonaré el traje de víctima.

 

Desde hoy regaré mis momentos con agua de belleza

y lluvia de gotas mágicas.

 

Desde hoy soy Ama de mis circunstancias

y Dueña de mis pensamientos.

Desde este momento Soy Ama y Dueña de Mí.

DESDE HOY Y PARA SIEMPRE.

 


Escribí este texto después de una experiencia muy amarga. Tenía enfrente el desamor personificado, así que en vez de rasgarme las vestiduras y darle energía e importancia a la situación que vivía, decidí que contrarrestaría lo terrible con poesía, la tristeza con hermosura,  lo trivial de un desengaño, con un compromiso eterno conmigo misma.

Así surgió no sólo este texto, sino mi novela Tacones en el armario, y a partir de ella, la obra que he ido desarrollando con los años.

Hoy sé que nada ni nadie me detiene y que conquistarme a mí es el mayor logro de mi existencia; lo demás ya son puras cerezas del pastel transformadas en guiños que hacen de mi paso por este mundo una serie de eventos deliciosos.

Gracias por leer mis líneas y así convertirte en parte de este gozo.


AMA Y DUEÑA DE MÍ. MÓNICA SOTO ICAZA

Confesiones de una mujer, mujer, mujer

El otro día salí con un prospecto de enamorado. Para rematar una bastante buena plática pronunció una sentencia que seguro consideró como un halago: “no eres como otras mujeres”.

Todo el camino de regreso sus palabras fueron rebotando en mi cerebro, hasta que llegando a casa me quité toda la ropa y me paré desnuda frente al espejo para buscar la diferencia a la que el susodicho se refería.

Después de un rato tuve que aceptar el fracaso: juro que tengo una cabeza, dos hombros, el consabido par de tetas, ombligo, cintura, pubis, cadera, piernas, pies… separé los muslos y con un espejito me escudriñé por dentro: clítoris, vulva, vellos, vagina. Todo en orden; nada de más ni nada de menos. Sólo una mujer.

Con mi desnudez expuesta frente a mí en la habitación del hogar en donde vivo sola, me puse a pensar en la cantidad de adjetivos que nos cuelgan y nos colgamos, como aretes, diademas, collares y toda clase de accesorios, para elevar o mermar nuestra autoestima, para “empoderarnos” o intentar hacernos creer que debemos luchar por todo, porque no nos pertenece por derecho y justicia.

Porque eso somos todas las integrantes del sexo femenino en este planeta tierra: sólo mujeres. Sin etiquetas, sin adjetivos: nada de “guerreras”. Ni “hermosas”. Ni “luchonas”. Ni “especiales” ni “comúnes”.

Ni “putas”, “atrastradas”, “frígidas”. Sin sentimientos de superioridad ni inferioridad. Ni “inteligentes” ni “tontas”.

Hay mujeres con oportunidades distintas, con realidades diversas, de edades diferentes, incluso con suerte favorecedora o no, porque nosotros no decidimos el lugar ni la situación en la que nacemos, y eso influye de manera determinante en el personal camino por el mundo.

Estoy harta de escuchar que entre mujeres nos destrozamos. De leer que una mujer se tenga que defender diciendo que es “pensante”. De seguir aceptando el término “minoría” para referirse a nosotras. De perpetuar la creencia de que no podemos trabajar juntas porque somos las primeras en traicionar a la otra. De pedir respeto y sean otras mujeres quienes se burlen. De permitir que otra persona nos ponga en rivalidad, ya sea por una posición, un empleo o por un hombre. Eso nos reduce a seres limitados, sin habilidades ni recursos personales suficientes para conquistar nuestras metas. Nada más lejano de la realidad.

Es momento de cambiar los discursos y afirmar de una vez por todas que no: no es un halago que nos digan que hacemos algo como hombres ni que somos mejores que otra mujer.

Hoy tenemos que aprender que los distintos tipos de feminismo, desde el más radical hasta el involuntario, a fin de cuentas aportan diferentes argumentos para lograr una mayor visión de la realidad y todos han sido necesarios para alcanzar este punto de la historia en el que las mujeres hemos alcanzado, además de otros derechos, el de levantar la voz y poner en evidencia las injusticias sin ser encarceladas por el marido ni lapidadas por la sociedad.

Seamos sin etiquetas, sin adjetivos. Las mujeres no necesitamos empoderarnos, y mucho menos que nos empoderen: ya poseemos ese poder desde el mismo momento que nacemos seres humanos; si acaso necesitamos algo, es recordarlo para ejercer sus prerrogativas con libertad.

 

Ficciones culinarias #cuento

Las mejores historias de amor empiezan frente a un plato de comida. Puede ser una crema de almejas o una Kartoffelsuppe; una ensalada caprese, o unos sopes de frijoles con pollo cubiertos con salsa verde y espolvoreados de queso.

El inicio de la serie de anécdotas que ellos dos, a quienes llamaremos Helena y Paris, compartirían, sucedió en los contornos de una mesa cuadrada, mantel blanco, servilletas amarillas de tono elevado, los demás elementos necesarios para la degustación de los alimentos, dos copas grandes y profundas de cristal y una botella de vino tinto francés, el que a efectos de esta narración nombraremos “rompe hielos, quiebra miedos y crea mariposas en la panza”, porque en realidad a Helena no le encantaba Paris, pero después de unas cuantas horas con él y con los dedos sujetando el cuello del cristal que contenía el líquido rojo intenso, la persistencia en boca de sus lenguas se alargó hasta los confines de la ciudad, a donde ella lo llevó con el pretexto de entregarle el libro que le había prometido y olvidó en casa.

Una vez ahí intercambiaron ideas, objetos de papel y tinta, caricias en los territorios más sensibles de sus mapas corporales y un fetuccini cubierto de salsa de albahaca, aceite de oliva, ajo, piñones y parmesano, preparado entre los dos en medio de un ritual consistente en roce de pupilas, miradas en los poros y fuegos artificiales en el extremo de la pasta que permanecía en las comisuras de los labios unos segundos antes de desaparecer entre los dientes.

Esa noche, la primera del resto de sus días, transcurrió entre el sonido sutil de los carros que corrían por la avenida, brazos nuevos, suspiros frescos y sueños caramelizados, y terminó detrás de la taza del café arábigo humeante que el hombre configuró para Helena y detrás de la que sonreía, ofreciéndosela a la mujer que despertó por el aroma de la adrenalina y el recuerdo del sabor de los granos recién molidos en una pequeña cafetera automática, trofeo de su último viaje por otros rumbos más allá del océano, cerca de las estrellas.

Los atardeceres intensos y amaneceres en ocasiones con cúmulos nimbos, a veces con cirros, se multiplicaron en las manos entrelazadas de Helena y Paris. Lo extraño se fue haciendo conocido: aprendieron sus colores favoritos, que a ella le gustan los huevos rancheros al desayuno y él prefiere el jugo de zanahoria con naranja; que una jornada sin un ataque de risa es tiempo estéril, que los ostiones Kumamoto son capaces de esfumar dudas y provocar deseos.

Desde entonces, cada vez que una Helena y un Paris se sientan ante tenedores, cucharas y cuchillos y llevan a su boca ingredientes cotidianos convertidos en arte, el viento suspira satisfecho, y en las memorias del universo se escriben letras de ficciones compuestas de promesas. A fin de cuentas, cualquier pretexto es bueno para comer. Y para enamorarse.

 


*Cuento publicado en la revista El Gourmet de México. Noviembre de 2017.

 

Mónica Soto Icaza en revista El Gourmet de Noviembre 2017

El juez del 57, de Francisco de Icaza Reza #cuento #Homenaje

El juez de aquel pequeño poblado de Arkansas miraba distraído por la ventana hacia el lote de estacionamiento donde esa mañana había dejado su flamante automóvil Cadillac, de descomunales colas recargadas con cromo y luces de reversa en color ámbar, que alguien le había obsequiado con la negra intención de que él a su vez declarara culpable de homicidio al joven negro, de sobresaliente estatura, delgado y sonriente como si fuera talla en madera de ébano, proveniente de la tierra natal de sus ancestros, en el África meridional.

Hacía tres días que en Little Rock el ejército de la Guardia Nacional había forzado la entrada de estudiantes de piel oscura en las escuelas reservadas para alumnos de raza blanca. En medio de las revueltas que aquello originó, se perpetró el horrendo crimen de una señora de la más encumbrada sociedad, que fue encontrada en su recámara, amordazada y con visibles signos de lucha y violación, que al decir de los investigadores de la policía federal, culminó con el estrangulamiento de la infeliz mujer, por medio de un grueso cordón forrado de satín, que por aquellas épocas se utilizaba para afianzar las pesadas cortinas de pana y terciopelo, que se usaban en las mansiones dignas de mención por los tabloides especializados en las actividades privadas de las personas consideradas como de la aristocracia singular.

En el sitio del artero asesinato, descubrieron un fuste elaborado con cerdas de cola de elefante con el que supuestamente había sido lacerada la mujer. Aquello se consideró como prueba irrefutable de que el homicidio había sido perpetrado por un negro y en especial por aquel, el altivo comerciante en objetos de importación, a quien días antes se le había sorprendido en la mansión teatro del delito amenazando a la víctima porque se había negado a pagarle un servicio de decoración.

El juez, como casi todos los magistrados de esa región, eran miembros de la ahora repudiada secta del Ku klux klan, a quienes la situación les había venido casi a la medida, para solapar y a la vez justificar sus aviesos propósitos de declarar, de una vez por todas, la supremacía blanca en cada uno de los confines de la todavía atribulada región del sur en la Unión Americana.

La sala del juzgado, como era de suponerse, estaba abarrotada hasta el último de sus resquicios, el calor había sobrepasado ya los 40 grados y todos esperaban el veredicto del jurado, que el mismo juez había seleccionado y que para casi todos era ya un rutinario trámite burocrático, ant4es de condenar al acusado a morir en la horca construida en la plaza principal, y ante la encolerizada muchedumbre que afuera del recinto judicial se encontraba desquiciada profiriendo todo tipo de alaridos e insultos para el cruel asesino de color, cuya túnica bantú de llamativas grecas magenta y negro le hacía destacar su singular figura y extraña distinción.

Luego de escuchar la sentencia, los asistentes al juicio, tanto los de adentro como los de afuera, celebraron con gritos y balazos al aire el triunfo del bien sobre el mal, se abrazaron y se besaron para luego ser conminados a guardar silencio, pues las leyes del estado le conferían al acusado la prerrogativa de decir unas últimas palabras, antes de ser trasladado al llamado callejón de la muerte dentro de la cárcel municipal.

El esbelto representante de la raza Bantú, ahora condenado a muerte, sí tomó la prerrogativa de sus póstumas palabras y sobre el banquillo de acusado, se puso de pie, esperó al silencio absoluto que el juez había ordenado y que los fotógrafos de la prensa ahora aprovecharon para tomar miríadas de placas, iluminadas por bulbos desechables de inconel.

—Bien, dijo el negro con sorprendente serenidad y sin perder su extraña sonrisa. —Se me ha acusado, se me ha condenado y se piensa deshacerse de mí en la horca.

El defensor de oficio que se le había adjudicado aprovechó para tomarse un gran trago de ginebra de un ánfora que siempre cargaba en el bolsillo.

—Lo celebro y les felicito, había que encontrar al culpable y en mí recayó la culpa, solamente que hay un detalle que posiblemente se pasó por alto; el señor fiscal, como consta en las actas de este juicio, destacó la cobarde y artera violación sexual de la que fue objeto la señora Pinkerton y que yo como un chacal sin alma en su habitación llevé a cabo. Lo que no pensaron fue que para cometer una violación a una mujer, por necesidad el violador tiene que ser varón y yo para desgracia de su proceso judicial, soy también mujer.

Dicho lo anterior, dejó caer la túnica de grecas magenta y negro sobre el suelo, dejando a la vista de todos la ahora sí, admirable escultura africana de ébano, completamente desnuda y con la mirada perdida en la nada, con cierta sonrisa en los labios y entre ahora, más fotografías de la prensa especializada, de todos los diarios de la nación.

 


Autor: Francisco de Icaza Reza, quien dejó este plano terrenal el 14 de marzo de 2018. Sirva este texto como un homenaje al autor, talentoso escritor y mejor persona.

Este cuento apareció en la antología 60 minicuentos y un rebelde, de Amarillo Editores, publicado por mí en 2008.

Somos las insaciables #8deMarzo

Somos las insaciables

las que caminan por los bordes

las que desgarran etiquetas

las que con una sonrisa conquistan universos.

 

 

Somos las hechiceras

las que conjuran en los orgasmos

las que son capaces de abandonarlo todo

para ser fieles a sí mismas.

 

Somos las alquimistas

las que tejen el dolor con los dedos

las creadoras de remembranzas

las que adivinan los días por venir.

 

Somos las aventureras

las que bailan descalzas

las que corren como niñas bajo la lluvia

y se atreven a saltar en las fronteras.

 

Somos las valientes

las que nombran todo por su nombre

las que hablan en voz alta

las que incomodan porque transparentan la verdad.

 

Somos las que caminan erguidas

las que pisan con fuerza

las sin dudas

las tan nuestras

las que transforman el fragmento de historia

que les tocó vivir.

 

 

Somos las insaciables. Mónica Soto Icaza

“La infidelidad de Mónica Soto Icaza”, por Ricardo Sevilla

En el último apartado de Libera tus libros, Mónica Soto Icaza recomienda que nos pongamos muy guapetones a la hora de ir a presentar un libro y que, si es en domingo, elijamos que la salutación sea en punto del mediodía. Como me gustan mucho los consejos, aquí estoy, a la hora sugerida, y vestido lo más decentemente que he podido: cual si fuese a conmemorar los quince años de una amiga o sobrina muy querida. Yo sé que no he conseguido hacer gran cosa para subsanar mi fealdad ingénita, pero de eso ya no me culpen: la herencia genética no es algo que se pueda uno sacudir fácilmente.

Pero es mejor dejar a un lado las asimetrías de mi físico y entrar, en corto y por lo derecho, a conversar sobre Grab my pussy!, el más reciente libro de Mónica.

Narradora, poeta, pianista, editora y defensora arriesgada de la autoedición, Soto Icaza  es, por si fuera poco, una mujer que, a la hora de escribir, esgrime un discurso políticamente insolente. Hay que escucharla debatir ─y, en serio, nos divertiremos horrores─ sobre aquellos temas que escuecen los ánimos de las malhumoradas buenas conciencias, de las que ya bien nos alertaba Carlos Fuentes hace 59 años.

Dicen sus comentaristas ─que no son pocos─ que Mónica es una transgresora y una infractora. En efecto, lo es. ¿Pero qué reglas profana, qué estatutos contraviene? De entrada, la ramplona idea de que la literatura debe ser aburridota, ladrillesca y montada sobre un discurso presuntuoso. Y eso hay que celebrarlo. No es fácil encontrar en el actual concierto literario mexicano ─tan lleno de autores pretensiosos y sabelotodos─ a personalidades cuya principal apuesta sea la claridad.

¿Y de qué se trata este libro, por lo demás? ¿Son cuentos eróticos, como se dice? Sí, desde luego. Y no hay forma de equivocarse, el título nos lo dice en tres palabras: Grab my pussy! Basta, simplemente, traducirlo. ¿Y qué será, por otra parte? ¿Una obra pornográfica, erótica, licenciosa?, se preguntará más de un curioso. Sí, también es eso. Pero es más cosas. Pese a que el erotismo y la sensualidad laten en cada una de las briosas descripciones que la autora nos obsequia en estos diecisiete relatos, no estamos hablando sólo de una obra de corte erótico. Afirmar semejante cosa sería reducir drásticamente el resto de sus aportaciones. Aunque no puede negarse que los enredos lúbricos juegan en estas piezas un papel primordial, lo cierto es que aquí también encontramos una enorme ─y nítida─ riqueza verbal.

Alguna vez, en cierto programa de televisión de cuyo nombre no quiero acordarme, escuché a Mónica defender la idea de que el ser humano es por naturaleza polígamo. Haciendo gala de una gran técnica pugilística, se subió a un ring, se puso los guantes, y se dispuso a propinarle una tunda proverbial a cierto contrincante acartonado, arrojándole a la cara una serie de argumentos, como yunques, que tenían que ver con los neurotransmisores ─la oxitocina, la vasopresina, la dopamina y otros conceptos que, por mi habitual distraimiento, no logro recordar. Si como alega Mónica, la infidelidad está dentro de la naturaleza humana, supongo que creerá que la poligamia también existe en la literatura. ¿Pero qué estoy diciendo? ¿Acaso estoy sugiriendo que Mónica le ha sido infiel a la literatura? No, por cierto. Lo que estoy acusando es algo más concreto: Mónica le ha puesto el cuerno a todos y cada uno de los géneros literarios con los que ha tratado. Hay que leer Grab my pussy! para darnos cuenta de que nuestra amiga no ha resistido la tentación de solazarse con todos los géneros que ha podido. Ha coqueteado con la lírica cotidiana, la épica amorosa y el drama pasional. Y no conforme con eso, también ha flirteado con cuanto subgénero le ha salido al paso: la sátira, la epístola y la epopeya, por mencionar sólo a unos cuantos. Y qué bien que lo haya hecho. Los resultados no podrían haber sido más provechosos. Por fortuna, el escritor israelí Amos Oz nos enseñó que las vidriosas ─y estúpidas─ fronteras entre los llamados géneros literarios se desplomaron hace mucho tiempo. ¿Entonces? ─se preguntarán, desesperados y tirándose del cabello los catalogadores─, ¿dónde colocamos este libro? ¿Serán crónicas, relatos escritos con recursos líricos, autoficción? Ellos pueden colocarlo en donde gusten y manden que, en donde sea que se les ocurra implantarlo, cabrá muy bien.

Pero si, aun con todo, alguien me apurara a adjetivarlo, yo diría sin temor a equivocarme que se trata de un libro irónico, irreverente y desfachatado. Y es que otra de las características de Grab my pussy! es su descomedido acento narrativo. Pero tampoco debe creerse que todo es jugar a la insolencia. De hecho, su discurso puede ser cualquier cosa, menos descuidado. Al contrario: todo el entramado prosístico ─e incluso el atmosférico─ está perfectamente vigilado. Su prosa ─que ha cuidado concienzudamente las imágenes, las metáforas, los diálogos─ combina perfectamente los recursos narrativos con los poéticos. Pese a que lo que narra son escenas habituales de una muy activa vida amorosa, asombra el celo estilístico que Mónica ha puesto en narrar estas menudencias. Hay párrafos donde la autora se concentra pertinazmente en la exaltación artística del detalle, en la descripción morosa de lo aparentemente insignificante. En cierto sentido, Icaza no escribe: dibuja con las palabras. Su narrativa me recuerda las técnicas de los pintores que, con trazos aéreos, saben delinear las sutiles líneas tras las que se filtran los secretos más íntimos del corazón.

Decir que Soto Icaza posee una visión poco convencional sobre el amor y el erotismo también es describir ─y reducir─ sus aportaciones con torpes lugares comunes. Su visión, en realidad, es más fecunda. Con enunciados cortos pero precisos, la autora nos habla en estos cuentos sobre asuntos que logran tocar zonas muy íntimas.

Ya se ha dicho suficiente que todos estos relatos tienen como denominador común el erotismo y que el hilo conductor son los amores transgresores e inconfesados. Pero la escritora no sólo rinde su obra al hedonismo. Hay más. Mucho más. Grab my pussy! puede leerse como un tratado sobre las perversiones sexuales de la época. No se equivocaba Mario Vargas Llosa cuando decía que “no hay gran literatura erótica, lo que hay es erotismo en grandes obras literarias”.

Y aunque en esta obra el tratamiento de lo erótico, más que atrevido, es absolutamente desinhibido, jamás cede a la chabacanería. Por el contrario: cada uno de los relatos de Mónica Soto Icaza son piezas refinadas que caen suavemente sobre la piel del lector como la seda. O dicho en otras palabras: son una caricia voluptuosa, un gusto para almas sibaritas.

La autora nos enseña que siempre hay algo inconfesado ─y bestialmente atractivo─ en los deseos más íntimos. Y lo mejor de todo es que no sólo se ha quedado en una introspección erótica, sino que ha sabido cómo sacar esas reflexiones a la luz. Sospecho que desde hace mucho tiempo la autora ha estado muy conectada con su cuerpo y las múltiples sensaciones y percepciones que la envuelven. Es probable que Soto Icaza coincida con Margaret Atwood cuando, en La mujer comestible, escribió que “lo erótico radica en concederle al acto sexual un decorado, una teatralidad que sirve para añadirle al sexo una dimensión artística al sexo”.

En resumen: no tengo duda de que quien se anime a cursar las procelosas aguas del Grab my pussy! se encontrará inmerso en un mundo literario fértil e inquietante. Estoy persuadido, además, de que el lector de estos relatos ─como me ocurrió a mí─ saldrá con los deseos inflamados.


Texto creado por Ricardo Sevilla a propósito de la presentación del libro Grab my pussy!, cuentos eróticos y algunos relatos de sexo explícito, en la FIL Minería, el 4 de marzo de 2018, en punto de las 12 del día. No me alcanzan las palabras para agradecerle su compañía y su confianza en mis letras.


*Ricardo Sevilla. (Ciudad de México, 1974). Ha sido editor de política, cultura y literatura en el Fondo de Cultura Económica, Excélsior y La Razón en diferentes periodos. También ha sido colaborador de revistas, suplementos culturales y literarios, dentro y fuera de México: Tiempo Libre, La Mosca en La Pared, Quimera (Madrid), La Jornada Semanal, Ovaciones en la Cultura, Novedades en la Cultura, Sábado del periódico Unomásuno y Paréntesis. Ha sido columnista de Arena de Excélsior, del periódico Folha de São Paulo (Brasil) y de la revista La Rabia del Axolotl. En 2001 obtuvo el Premio Internacional de traducción João Guimarães Rosa. Alternativamente, ha sido profesor de español y literatura en varias escuelas y universidades, como el ITAM y la Universidad Iberoamericana, ha sido lector y profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidade Federal de Minas Gerais, en Belo Horizonte, Brasil. Es autor de los libros Según dijo o mintió, Elogio del desvarío, Álbum de fatigas y Pedazos de mí mismo.


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Consideraciones antes de publicar un libro

Cuando terminas de escribir un libro experimentas un par de emociones contradictorias: felicidad e incertidumbre. Llegan a ti mil preguntas, mil cuestiones por resolver y entonces empiezas un viaje épico, en el que se agradecen las respuestas que se van encontrando.

Por eso decidí escribir y publicar estas ideas como parte de mi libro Libera tus libros, el arte de hacer y vender libros en México, basadas en errores, aciertos y golpes de suerte,  sujetas a cambios y ampliación por nuevas experiencias. Que sean de utilidad:

  1. Escribe sin pensar demasiado, sin presión, sin censura, sin fijarte en la gramática o la ortografía, solo escribe. Una vez que termines, corrige con lupa y a conciencia.
  2. Por cada puerta que se cierra, pueden abrirse muchas más. La carrera del escritor es de resistencia, tenacidad y, sobre todo, pasión.
  3. En ocasiones es difícil saber cuándo el texto ya está terminado, por eso es recomendable dejarlo descansar en un cajón, sin verlo para nada ni pensar en él al menos por unas tres o cuatro semanas.
  4. Tu familia, desde tu mamá hasta tus parientes lejanos, leerán tu libro y te dirán que es magnífico. Ponlo en duda: el cariño puede nublar su objetividad.
  5. Tu libro va a gustarle a mucha gente y otras personas van a odiarlo. No gastes tu energía en preocuparte por eso.
  6. Registra tu libro antes de mandarlo a dictamen a alguna editorial o a concursos.
  7. Somete tu obra a concurso antes de buscar publicarla, sobre todo si se trata de géneros literarios: novela, poesía, cuento, ensayo, teatro, porque de esta forma tienes más posibilidades de llamar la atención de las editoriales.
  8. Ten claro el tipo de libro que quieres publicar, así caminarás sobre suelo sólido y no sobre sueños guajiros.
  9. Es básico conocer cuál es el mercado de tu libro, qué tipo de libro es, si es ficción o no ficción, antes de mandarlo a una editorial.
  10. Investiga qué tipos de libros publica la editorial a la que piensas enviar tu libro. Normalmente esa información aparece en su sitio web.
  11. Escucha con apertura los comentarios y sugerencias sobre el texto, y luego deshazte de los que no le aporten algo.
  12. Cuando escribes un libro y quieres publicarlo, la suerte es un factor importante, pero mucho más determinante será el trabajo, la tenacidad, el esfuerzo y el desafío a tus miedos y prejuicios.
  13. Aléjate de los editores que te adulen demasiado, sobre todo si en esa editorial tienes que pagar por publicar tu libro.
  14. Precisa por escrito todos los acuerdos a los que llegues con el editor.
  15. Firma siempre un contrato de edición, sin miedo ni reparos a lo legal. Te puedes salvar de muchos problemas.
  16. Los únicos Derechos que puedes transferir al editor o la editorial son los Derechos Patrimoniales.
  17. Si vas a invertir en la impresión del libro, no cedas tus Derechos Patrimoniales. A menos que recibas un pago o hagas un intercambio, si tú pagas por hacer el libro, es ilegal y absurdo que los transfieras.
  18. Si vas a transferir tus Derechos Patrimoniales fíjate por cuánto tiempo. Algunas editoriales los reservan dos, cinco, siete años, a veces, más tiempo y, normalmente, son ellos quienes fijan la vigencia. Al negociar tu contrato toma en cuenta que a mayores beneficios (en promoción, difusión, distribución, presentaciones, regalías, etcétera), mayor tiempo. Si tú tienes que pagar por todo y encargarte de la mayoría de los asuntos mencionados, no los transfieras.
  19. En caso de dudas siempre es mejor consultar a un abogado o acercarse a las oficinas del Indautor.
  20. Aunque te conviertas en un escritor auto-publicado en plataformas digitales o impresas, siempre busca asesoría de un editor o corrector de estilo. El gran problema de esta época es la cantidad de autores que no publican sus libros con rigor, lo que lleva a que no tengan el éxito que esperaban.
  21. Si vas a llevar tu texto directamente a una imprenta, pregunta (y constata que te estén diciendo la verdad) si ellos realizan directamente el trabajo o si lo maquilan. Pide muestras de otros libros que hayan hecho.
  22. Cuando termines de escribir tu libro imprime la versión final para revisarla. Es común que en la pantalla se oculten los errores.
  23. Los lectores tienen un radar de libros malos, trabaja en el tuyo lo suficiente como para que le den una oportunidad.
  24. Algunas editoriales independientes trabajan más como imprentas, solo diseñan e imprimen en libro y te los entregan para que tú te encargues de difundirlos y venderlos.
  25. Antes de pagar para que una editorial independiente (de aquellas en las que tú debes invertir dinero) te publique tu libro, somete el texto a corrección de estilo y luego a concursos. Cuando empiezas, abona más prestigio ganar un concurso o una beca, que tener un libro.
  26. Para saber si un editor o editorial va a cumplir con lo que promete, investiga si ya ha trabajado de esa forma con otros libros o escritores, si distribuye en las librerías que dice, si conoce a la gente que declara conocer; si ha logrado con otros títulos lo que asegura logrará con el tuyo.
  27. Trabajar en la promoción del libro es importante, así como también lo es el uso de las redes sociales, blogs y otras plataformas para darte a conocer; pero cuida de no pasar tanto tiempo promoviéndote de forma tal que pierdas las horas que puedes ocupar para hacer lo tuyo: escribir.
  28. Lo más probable es que estés inconforme con el trabajo que desarrolla tu editor o la editorial respecto a la difusión y distribución del libro, así que lo mejor es relajarse y tener una buena actitud para recibir lo que sale bien y tolerancia a la frustración hacia lo que no resulta como lo esperabas.
  29. Toma en cuenta que los medios de comunicación buscan hablar sobre temas de interés general, así que, si tu libro no trata sobre algo novedoso, polémico o de actualidad es difícil que centren su atención en ti. Aunque no imposible.
  30. Cuando eres un autor desconocido el trabajo de promoción será doble, porque hay que dar a conocer tu libro, pero también a ti.
  31. Es lógico que tendrás expectativas respecto a la publicación de tu libro, pero es mentalmente sano recibir lo positivo que llega como si fuera una hermosa sorpresa, y trabajar por lo que no resultó así.
  32. Al momento de negociar tu contrato, toma en cuenta que tendrás acuerdos y desacuerdos: tanto la editorial como tú deben ser flexibles para llegar a un convenio satisfactorio para ambos.
  33. Cuando decides publicar tu libro deja de ser un poco tuyo y se vuelve, afortunadamente, pertenencia del lector.
  34. Si decides hacer público tu libro, también tienes que decidir trabajar por él todo lo que sea necesario. Ya seas tú o alguien más quien invierta en la publicación, existe un riesgo de capital, trabajo y esfuerzo por tu obra. Eso se agradece y valora.
  35. Se debe realizar el Depósito Legal de dos ejemplares de la edición: uno se va a la Biblioteca Nacional y otro a la Biblioteca del Congreso de la Unión.
  36. Por más éxito que tengas nunca olvides cómo era todo cuando iniciaste.
  37. Cuando seas de la generación de los autores consagrados, no te conviertas en quien cree que la literatura ha muerto y todo era mejor antes. No hay generación que no haya pensado eso.
  38. No creas promesas de nadie hasta que sean una realidad.
  39. Atrévete a romper algunas reglas y lleva a cabo las locuras que se te ocurran para llamar la atención sobre tu libro. En la literatura todavía queda mucho campo virgen por explorar.

¡Prepárate para una de las experiencias más emocionantes y enriquecedoras de tu vida!


 

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Libera tus libros

¿Quién no ha pensado alguna vez escribir un libro?, ¿quién no ha soñado con publicar lo que ha escrito?, ¿quién no ha querido contarle algo al mundo? Libera tus libros es resultado de más de 15 años de trabajo en el mundo editorial mexicano. No es una autobiografía: constituye un manual con información, datos reales, golpes de suerte y paracaídas escrito en forma clara y concreta sobre todo lo relacionado con el mundo de los libros en este peculiar país. En estas páginas encontrarás desde los momentos que han transformado la historia del libro hasta recomendaciones legales para la firma de un contrato; temas como el funcionamiento de los diferentes tipos de editoriales, la forma en que ciertos libros se convierten en best sellers, pasando por los tipos de libros y las alternativas de publicación que han traído las nuevas tecnologías, entre otros asuntos de interés.

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Palabras VS Ideas

Libertad. Felicidad. Fe. Amor. Sexo. Abundancia. Prosperidad. Valentía. Vocación. Todas ellas palabras muy manoseadas, compradas por el mejor postor, erigidas en pedestales a veces, emputecidas en ocasiones, pero dichas por toda la gente en cualquier idioma: freedom, happiness, faith, love, sex, prosperity, freiheit, felicitat, amour, cesaret, kön…

De nada sirven si no las convertimos en verbos cotidianos. Por ejemplo, en mujeres tomando decisiones, en desigualdad acotada, en políticos incorruptibles, en gente que invierta con fe en las ideas de otros, en quienes dan su vida por llevar sus utopías a la práctica, porque las palabras son así: estériles cuando solo son pronunciadas y todo cuando trascienden su condición de conceptos para simplemente ser consecuencias en algunos, o al menos en alguien de carne y hueso.

Es inútil una retórica impecable si no puedes asirla entre los dedos…

Sobre amar la vida… y el erotismo #pensandoenvozalta

Podría escribir sobre los pueblos de mi tierra o sobre bicicletas, hacerle poesía al cambio climático, la inmensidad del océano o la belleza de las nubes… o sangrar con palabras los dolores ajenos para sanar los propios y ser espejo que se multiplique al infinito.

Tal vez lo haga algún día. En esta o en otra vida.

Pero hoy. Hoy prefiero escribir sobre orgasmos, buscar distintas formas de describir el milagro que descubro en otro cuerpo dentro del mío. Quiero nombrar lo innombrable, hablar de lo que pasa debajo de las faldas, entre las piernas, liberar las mariposas de las panzas para enamorarse con la piel, pero también con las neuronas.

Hoy tengo predilección por las aventuras, por las medias rasgadas y los dientes en los pezones. Tengo inclinación por las humedades nuevas, por la expectativa de otras formas y la sorpresa de sabores. Por las diagonales-experimentos-hallazgo de la doble cara de los dedos: uña-piel-corrientes subterráneas.

¿Que el mundo es demasiado terrible para hablar solo de lo bello? ¿Que si uso los sustantivos explícitos para hablar de vaginas, masturbación, penes, orgasmos? ¿Que si mi gusto por aclararle a los hombres cuando solo quiero sexo me hace frívola? ¿Que si prefiero la verdad aunque se confunda con cinismo, a las mentiras piadosas que terminan rompiendo el corazón?

A fin de cuentas he descubierto que escribir el sexo y experimentarlo con abundancia es vivir con libertad.

¿Venganza? #cuento #Ámsterdam

Ámsterdam. Barrio rojo. Marihuana. Prostitutas. La recibe el cielo soleado. El viento frío. Sus ojos quieren sonreír ante tanta belleza, pero ella no lo hace. Debe estar triste. Se supone que cuando te rompen el corazón lo natural es la tristeza. Ella sólo piensa en venganza. Venganza estúpida: él jamás se enterará.

En el mapa abierto se dibuja el cuadro azul entre las calles Zeedijk, Damrak y Damstraat, detrás de la iglesia de San Nicolás de Bari –patrón de los marineros y las putas–, que el recepcionista del hotel marcó cuando ella preguntó dónde podía contratar una prostituée.

Camina por las calles empedradas, sobre múltiples puentes, entre canales, turistas, flores, restaurantes, bicicletas, coffee shops, con la mirada fija en el cielo. Se niega a disfrutar. El edificio de la Estación Central le roba la mirada, hace que llegue la incómoda sonrisa.

El viaje, planeado desde hacía meses, debía ser una segunda luna de miel; la celebración de su cuarto aniversario de bodas, pero se convirtió en platos rotos y bofetadas, en papeles firmados para finiquitar el matrimonio.

El asiento vacío junto al suyo en el avión le recordó todo el trayecto la conversación que acabó con su matrimonio: “voy a tener un hijo con Fulana”. Típico. Ojalá hubiera sido por alguna razón más sofisticada, pero no; era simplemente otra mujer, un hijo sorpresa: adiós planes. Porque a final de cuentas irse había sido su decisión, él quería conservarlas a las dos. ¿Con qué sentido? De golpe perdió al marido, la casa y las ilusiones.

Mira el letrero: “Live sex: hetero, homo, lesbian”. El siguiente local es un edificio bajo con tres vitrinas iluminadas de rojo. La primera tiene la cortina corrida; en la segunda una prostituta de lencería verde y rosa fluorescente la ve y con una sonrisa la invita a entrar. En la tercera la mujer textea en su celular. Da un paso atrás para mirar de nuevo a la chica fosforescente. Se le antoja el ombligo, la cintura, la cosquilla de su cabello en la cara. No se imagina haciendo el amor con otra mujer, pero esa rubia afina su idea de venganza.

Sigue caminando. Los edificios le ofrecen putas internacionales: asiáticas, latinas, europeas. Se detiene frente a una ventana. La chica del otro lado del vidrio la deja muda: alta, delgada, cabello negro. Ropa interior también negra, con un liguero anclado en la pierna derecha, cintura pequeñísima, pechos grandes. De unos 20 años. Decide que será ella.

Se acerca a la entrada. La mujer abre un poco la puerta y le pregunta de qué país viene. Ella responde “México”. Sonríe. El cristal se abre y ella da un paso adentro de un cuartito de tres por tres metros, con una cama de colcha roja en una esquina.

Paga por adelantado. Es la primera vez que compra sexo; es su primera mujer y el primer viaje a Ámsterdam. Ella creía que a su edad le quedaban pocas primeras veces, y ahí tiene tres al mismo tiempo.

Parálisis. Incertidumbre. Caricia.

Deshielo.

Piel despierta.

Torrente.

Uñas en las sábanas. En la espalda.

Grito.

Lágrimas.

Libertad.

Sale de ahí a la hora del día en que el blanco brilla y el negro parece vacío. Transita sobre los puentes como si sus huellas se hubieran convertido en una corriente distinta a la que pisaba hace unos segundos. Aprieta los párpados y cuando vuelve a abrirlos mira a su tristeza volar hacia un cielo dulce, como el nuevo aroma de su piel.


* Este cuento forma parte de mi libro Grab my pussy! Cuentos eróticos y algunos relatos de sexo explícito.

Semillas para el #Año2018

Que este año encuentres el amor. El amor a ti misma. Que tus días se llenen de hallazgo en lo cotidiano. Que lo cotidiano te revele su lado extraordinario. Que confecciones algo extraordinario con el miedo. Que tus miedos sean alas y no anclas. Que la tristeza te limpie. Que tu historia sea perfecta para el futuro que deseas. Que las decisiones rompan tus nudos. Que los errores se escurran hacia tus cimientos. Que se reinstale el brillo de tus ojos. Que las yemas de tus dedos se graben en las superficies que tocan. Que tus papilas gustativas dancen de gozo. Que la seducción sea una constante. Que tus pies dejen constancia en el suelo que pisan. Que tus palabras sean las exactas y tus sensaciones se derramen. Que te conviertas en alquimista de tus segundos y en artista del recuento nocturno sobre el transitar diurno. Que la poesía se apodere de tus reacciones; la justicia de tus pensamientos. Que ondeen en la cima de tus montañas banderas de autenticidad. Que la verdad se mezcle con tu saliva. Que la gratitud surja de cada uno de tus latidos. Que recuerdes que la fuerza del rayo, la electricidad del agua y la contundencia de la tierra no son tan fuertes como tu voluntad.

MonoRetrato AutoLogo #Minificciones para gente con sentido del humor

Cristina

Quería escribirte un cuento, pero recordé la imagen de ustedes dos en un portaretratos de tu recámara. Llevábamos tres días de novios y todavía estaba ahí: restregándome en la cara su relación de tanto tiempo. Una hora busqué inspiración, caminé, escuché música, leí poemas de amor. Al final mi pluma te escupió una mentada de madre.

La sonrisa de mantarraya, foto por Mónica Soto Icaza

Once pasos

“ “El que siga se muere” ”. Dijo mientras doblaba una esquina. Dio once pasos. Se encontró de frente con el cañón de una pistola sostenida por un hombre dispuesto a disparar a la siguiente persona que se cruzara en su camino.

El mirón

La cantidad de mujeres que volteas a ver cuando salimos a la calle es directamente proporcional al número de hombres que me ven a mí, no tiene sentido enojarme por eso. Tu problema es que si no dejas de ser tan descarado, un día esos besitos en los ojos que tanto te gustan se convertirán en un arma mortal.

Para que no te atropellen. Foto Mónica Soto Icaza

Martina

Creí que Martina era la persona más civilizada en la faz de la tierra hasta que la vi sacarse un moco. Tenía varios meses sin encontrarme con ella, cuando nuestros automóviles coincidieron en la esquina de Reforma y Río Tiber. En el momento que iba a tocar la bocina para hacerla voltear, metió su dedo en la nariz, hizo una bolita entre sus dedos, bajó el cristal de la ventana y lo lanzó hacia la calle. Yo me hice de la vista gorda y miré hacia otro lado, pero ella reconoció mi automóvil amarillo. En ese instante no tuvo más remedio que saludarme. Le sonreí entre cómplice y burlona. La luz verde separó nuestras miradas, tal vez para siempre.

Después de todo Martina sí era poco civilizada, no me ha vuelto a llamar desde hace cuatro años.

El martillo

Cuando él le mostro el martillo ella sonrió. Al fin podría colgar los cuadros guardados durante años para cuando tuviera su primera casa. Él se paró frente a la pared con los brazos extendidos para medir el centro, ella se recostó en el piso para mirarlo. Él tomó el martillo, colocó el primer clavo. Ella se levantó para verificar si estaba derecho. Él volteó para preguntarle a ella si estaba derecho el cuadro. La cabeza de ella se convirtió en una mezcla de sangre y lágrimas cuando las inevitables leyes de la física los hizo comprobar que dos objetos no pueden estar en el mismo sitio al mismo tiempo.

Vestido de novia

A los 21 años imaginaba el día de mi boda. Siempre que veía un vestido de novia en los aparadores de las tiendas mi mente volaba hacia el futuro día más feliz de mi vida. Me encantaba contemplarlos y escoger uno. En diversas ocasiones decidía cuál me gustaría usar pero cambié de idea muchas veces. Un día tuve que elegir al fin uno de ellos: era el vestido de novia de mis sueños: blanco, entallado, con una crinolina enorme y hermosas flores bordadas a mano. No recuerdo bien la cara de mi novio, creo que mi único recuerdo de esa boda es mi preciosísimo vestido blanco. Me ha sucedido lo mismo nueve veces.

Supongo que he desarrollado una manía por los vestidos de novia.

Antropólogo

Este mesero fue un antropólogo cansado de estudiar la miseria humana. Después de unos meses y algunos cientos de comensales atendidos, se da cuenta que le avergüenza haber nacido humano y se tira de cabeza en un puente.

Cebolla

Cortaba cebolla como pretexto para llorar… por eso Andrea aprendió a cocinar sopa de cebolla gratinada, aros empanizados de cebolla, huevos a la mexicana (con jitomate, cebolla y chiles jalapeños), cochinita pibil con cebolla morada, hígado encebollado… así podía llorar de forma descarada y con cada vez más frecuencia. Pero la vida siguió y un día se le acabaron los motivos. Cuando esto sucedió empezó a quemarse con las ollas y sartenes, incluso con el horno. Un tres de abril, la mamá de Andrea entendió al fin que su hija es adicta al sufrimiento.

El vendedor de vírgenes

Eran dos hermanas. Las vi en el tren. Hablaban y reían mucho. A su alrededor había un aura de felicidad que no había visto antes en alguien. Pero también las rondaba un espíritu bromista. De esos que se roban lo bueno que encuentran en su camino. Entonces me acerqué a ellas y les regalé un par de Vírgenes. Eran las ocho de la noche y no había vendido, pero al momento de verlas una voz gritó desde el fondo de mi estómago hasta mis neuronas. Era un alarido desesperado, el aviso que rodea a quien va a morir. Y eran ellas. Las dos. Iban en un viaje de tres semanas. Por eso me acerqué y le regalé una Virgen de cinco dólares a cada una. Y también les di la continuación de su vida. Aunque ellas nunca lo sepan. Las semanas siguientes busqué en el periódico la noticia fatal de su accidente. Pero no la encontré. Supongo que regresaron a su casa con vida. El estómago no me ha vuelto a arder desde aquel día.

Selfie antes del tiempo de las selfies. Reflejo en el tren. Foto de Mónica Soto Icaza

El diario

Escribo esta noche para conciliar el sueño, pero en vez de lograrlo, mi mente inventa palabras nuevas para narrar experiencias viejas. Ahora entiendo por qué algunas personas escriben un diario, es cansado recordar los días cuando ya hay un humo de años sobre ellos, las experiencias acumuladas van haciendo insignificante a la cotidianeidad. Cuando escucho hablar a una persona mayor me doy cuenta cabal de eso, para ellos treinta años se resumen en unas cuantas palabras, pero en este momento yo misma no los tengo, ¿quiere decir que cuando tenga 70 mi vida hasta ahora va a ser un resumen de tres o cuatro cosas importantes?

Desde mañana empezaré a escribir un diario.

*Este libro fue publicado en enero de 2008 y contenía una colección de fotografías en blanco y negro, algunas de las que muestro aquí.

Una musa accidental

¿Quién le dijo a mi ex-adorado-ex-novio, que tiene el derecho de utilizar nuestros incipientes meses de relación como inspiración literaria? ¿Nuestras pláticas como diálogos convertidos en ficción? La respuesta puede sonar un poco imposible, pero la culpable es la Historia. Historia con mayúsculas, porque gracias a ella, una persona compuesta por infinidad de personas, las mujeres somos quienes somos hoy, o por lo menos somos lo que no se supone deberíamos ser. Tal vez eso ya es ganancia.

Me explico.

En 1762 apareció el tratado Emilio o de la educación, del célebre Juan Jacobo Rousseau. En el capítulo cinco, Rousseau expone el ideal educativo para Sofía, el cual es distinto al de Emilio por la razón de que las mujeres y los hombres poseemos diferentes naturalezas racionales, y por ende, pertenecemos a esferas distintas: los hombres están dentro de la esfera pública, o sea, en la acción cotidiana que hace girar el mundo social y financiero, y las mujeres estamos en la esfera privada, limitada a los ámbitos de la domesticidad y la familia. ¿Qué significa esto? Por supuesto que dependencia, convirtiendo a los hombres en los fuertes y a las mujeres en las débiles; a los hombres en los activos y a los hombres en las pasivas. En estas líneas se trasluce el meollo del asunto: la educación de la mujer es responsabilidad del hombre, así, la mujer alcanza una virtud familiar de esposa y madre, y el hombre, la virtud social, lo que quiere decir que una mujer que hace las cosas de una manera distinta, no es una mujer valiosa.

Cito a Rousseau: “(…) toda la educación de las mujeres debe referirse a los hombres. Agradarles, serles útiles, hacerse amar y honrar por ellos, educarlos de jóvenes, cuidarlos de adultos, aconsejarlos, consolarlos, hacerles la vida agradable y dulce: he ahí los deberes de las mujeres en todo tiempo, y lo que debe enseñárseles desde su infancia. Mientras no nos atengamos a este principio nos alejaremos de la meta, y todos los preceptos que se les den de nada servirán para su felicidad ni para la nuestra.” Ahí está entonces: la educación, y sobre todo, uno de los grandes ideólogos que ha dado la Historia, le da el derecho a los hombres de hacernos musas, sin preguntarnos, sin saber a ciencia cierta si estamos de acuerdo o no, ¿y cómo reaccionamos nosotras? Seamos sinceras: nos encanta cuando nos conviene y despotricamos cuando no.

En fin. Aquí dejamos de lado a Rousseau para abrirle paso a una mujer que en ese mismo siglo XVIII decidió rebelarse a las opiniones y costumbres de sus tiempos: Mary Wollstonecraft, una inglesa de la segunda mitad del siglo, madre de la novelista Mary Shelley. ¿pero qué creen? Que ser la madre de la autora de Frankenstein no fue lo que la hizo pasar a la Historia, de hecho, murió unos días después de dar a luz; sino su “Vindicación de los derechos de la mujer”, el primer tratado feminista que, como ya se imaginarán, causó escozor en la sociedad de su época. De hecho, fue un arma de doble filo, porque por un lado la hizo célebre, y por el otro, provocó que gran cantidad de personas la rechazara.

La intención de Mary era ayudar a las mujeres a conseguir una mejor calidad de vida, no sólo para ellas mismas, sino para sus hijos y para sus maridos; ella rechazaba el papel de la mujer como adorno inútil y encantador que sólo se dedicara a atender y embellecer su hogar, como demasiado sentimentales y tontas. Para ella, la educación era la llave para lograr un sentido de respeto a sí mismas y era necesaria una nueva auto-imagen que permitiera a las mujeres explotar sus capacidades para un mejor uso de ellas. ¿Les suena conocido?

Mary Wollstonecraft defendió la igualdad entre hombres y mujeres, sabía que la educación que habían recibido las mujeres era lo que las tenía en una situación de desventaja. Lo expresó así:  “debo declarar que creo con firmeza que todos los escritores que han tratado el tema de la educación y los modales femeninos, desde Russeau hasta el doctor Gregory, han contribuido a hacer a las mujeres más artificiales, caracteres débiles que de otro modo no habrían sido y, como consecuencia, miembros más inútiles de la sociedad.” Más adelante dice: “las mujeres, consideradas no sólo criaturas morales, sino también racionales, deben tratar de adquirir las virtudes humanas (o perfecciones) por los mismos medios que los hombres, en lugar de ser educadas como una especie de fantásticos seres a medias, una de las extravagantes quimeras de Rousseau”.

Algunos días todavía me siento en el siglo XVIII, cuando hay quienes intentan hacernos creer que estamos hechas sólo para musas, cuando intentan convencernos de que nuestro valor como mujeres radica en la importancia del hombre que tenemos como pareja o en la ausencia de alguien que nos ame, cuando en realidad somos las más grandes hacedoras, seres llenos de talentos, de visión ilimitada.

No pretendo ser feminista radical ni hacer menos a los hombres, por supuesto que no, soy una hija agradecida, novia orgullosa y madre de una niña y un niño… y por qué no, admito que también, en aquellas noches de inspiración y fuerza creadora suspiro por mis musos, quienes mueven mi pluma sobre el papel en blanco y me permiten crear a través de ellos, ¿eso me convertirá en algo así como una mujer masculina?

Dicen que nadie sabe para quién trabaja, ¿tú qué crees?

Grab my happiness!

Dicen que hay dos momentos más importantes en la vida de todo ser humano: cuando naces y cuando descubres para qué.

Antier, martes 14 de noviembre de 2017, entre dos y cuatro y media de la tarde, recibí uno de esos regalos que te otorgan épocas determinadas, experiencias que te marcan, que imponen de manera dulce una huella indeleble en tu transitar por los días.

Llegué, café en mano, al auditorio de la Facultad de Ciencias de la Conducta (mejor conocida como FaCiCo) de la Universidad Autónoma del Estado de México a las dos de la tarde en punto. Al pie del proscenio se encontraba un grupo de jóvenes, hombres y mujeres, cuya sonrisa se hizo pronunciada al escuchar el sonido de mis tacones bajar por la escalera.

Caminé por el pasillo entre las butacas, saludando a quienes ya se encontraban ahí, me dirigí a la mesa con tres sillas que se encontraba al frente y tomé mi sitio al centro. Junto a mí, del lado derecho, se sentó María Fernanda, de la licenciatura en Educación y del lado izquierdo, Fernando, de la licenciatura en Psicología.

Hablando en FaCiCo

He presentado libros desde hace muchos años en foros diversos, algunos tradicionales, como casas de cultura y bibliotecas, otros extraños, como tiendas temáticas o cantinas, incluso ya había estado antes en ese mismo auditorio… pero lo que sucedió ayer en la tarde fue único: los alumnos se organizaron para que los acompañara, me buscaron a través de las redes sociales, gestionando ellos mismos el proceso para que yo estuviera ahí, desafiando a algunos maestros y otras personas sólo para escucharme hablar de mi nuevo libro, “Grab my pussy!” y poder platicar conmigo.

No me alcanzan las palabras para describir la gratitud que sentí, la energía que me contagiaron, la esperanza, la sensación de saberme afortunada por el hecho de estar ahí.

Para una autora independiente, que lleva toda su vida profesional (y un poco más) luchando por escribir, por dar a conocer su trabajo, seducir a nuevos lectores para la poesía peleándose con propios y extraños, defendiendo ideales, buscando caminos y atreviéndose a romper todas las reglas, escuchar a Fernanda y Fernando hablar sobre mi trabajo, ver desde mi silla en el público las cabezas que asentían, las bocas con sonrisas o haciendo comentarios, el brillo en los ojos; escuchar las preguntas, ser testigo de las reacciones, fue ir de asombro en asombro, de deleite en deleite, de la incredulidad al gozo absoluto.

Antier un grupo de jóvenes me recordó el “para qué” de mi existencia. Antier un grupo de jóvenes me regaló una renovada certeza de que el cansancio que siento y el defender las convicciones con mi vida ha valido la pena.

Sé que la próxima vez que esté a punto de darme por vencida evocaré ese martes 14 de noviembre de 2017, de catorce a dieciséis treinta horas, y seguiré adelante.

Moni sonríe en la FaCiCo

Taller de erotismo para la creación literaria

Taller de erotismo 7 de febrero 2018

Explora tus sentidos para conectarte de forma más intensa con el mundo en mi delicioso Taller de Erotismo para la Creación Literaria.

La mañana del miércoles 7 de febrero de 2018, de 10 a 14 horas vivirás una experiencia única, de la que te acordarás toda la vida, al mismo tiempo que crearás textos de diversas extensiones basados en distintos estímulos sensoriales que te llevarán a explorar las múltiples facetas de tu creatividad.

En este curso aprenderás a:

  • Caminar por el mundo y relacionarte con él de manera más abierta, haciéndote consciente de los estímulos que te rodean para utilizarlos a tu favor.
  • Descubrir y explotar tu potencial erótico para la creación (y para todo lo demás).
  • Trazar personajes que transmitan al lector sensaciones intensas.
  • Crear textos que provoquen reacciones extremas en el lector.

Es un curso práctico, en el que tendrás la oportunidad de interactuar con tus sentidos de manera muy íntima, utilizando vista, oído, tacto, gusto, olfato y tu sexto sentido para la configuración y perfeccionamiento de tu estilo.

Y la cereza del pastel: te enseñaré a generar textos con métodos de escritura libre e hipnótica.

Garantizo que saldrás del curso con una sonrisa y mil ideas en la cabeza para continuar escribiendo con energía renovada.

Fecha: 7 de febrero de 2018

Hora: 10 a 14 horas

Lugar: Colonia Anzures, CDMX (se proporciona domicilio al momento de la inscripción).

CUPO LIMITADO

Puedes inscribirte aquí, pagando con PayPal:

 

 

Taller de Erotismo para la Creación Literaria

Taller presencial de cuatro horas. Alimentos y bebidas de cortesía. Material incluido.

MX$700,00

¡Nos vemos muy pronto para compartir una mañana inolvidable!

Días de Vidas #DíaDeMuertos

El motivo por el que no había escrito ni publicado sobre el Día de Muertos es que estaba gozando de la vida.

Desde el primero de noviembre intenté tener unos minutos para reflexionar del tema, pero entre retiro en la escuela de los hijos, el abordaje de un avión, la compañía del actual dueño de mis suspiros y la escritura de la novela que traigo entre las yemas de los dedos, postergué la ejecución del proyecto… hasta este instante en el que un camastro frente a una alberca me proporcionó la tranquilidad necesaria para llevar a cabo la tarea de compartir la idea que ronda mi cabeza desde que esta mañana apareció en la pantalla de mi teléfono un recuerdo de Facebook.

La publicación dice así:

“De niña adopté el ocho como mi número de la suerte. No recuerdo por qué, y mucho menos puedo explicar por qué sigue siéndolo, si me ha hecho quedar mal en rifas, sorteos y agostos, pero me resulta irresistible su figura torneada y circular que se cruza. Después me enteré que acostado era el símbolo del infinito, y entonces mi fascinación creció.

“Hace ocho meses estaba sentada frente a una ventana, viviendo la primera tarde del resto de mi vida sin saber cómo continuaría el tiempo ni cuándo tendría que dejar de improvisar. Desde entonces cada día tres de cada mes (curioso cómo el tres es la mitad de un ocho, un infinito incompleto) hago un recuento de mi nuevo transitar por el mundo como en una alfombra voladora desde la que he sido testigo, víctima, victimaria y culpable de las cicatrices que me ha dejado volar cada vez más alto, en ocasiones con tan poco cuidado que he terminado llena de sangre y polvo; a veces con tal precisión que he recuperado la fe en mí.

“Hoy vivo un ocho mágico en mi vida. Un ocho irremplazable y que volvería a transitar mil veces. Hoy me deslizo entre las paredes de mi infinito: bailo desnuda, duermo con estrellas en las pupilas y amo profundamente lo milagroso que es sacar un pie de las sábanas cálidas para levantarme al frío de las mañanas, aún oscuras, que inundan de adrenalina mi amanecer.

“Mónica Soto Icaza, 3 de noviembre de 2016: un día maravilloso porque es el único hoy.”

A los 20 meses del primer día del resto de mi vida, y a una jornada del Día de Muertos, pienso en todas las veces que morimos y resucitamos en la vida terrenal: cuando la gente que amamos trasciende, al cambiarnos de casa, al tomar la decisión de terminar relaciones amorosas o renunciar a un empleo, cuando tocamos fondo y en el nuevo impulso modificamos hábitos dañinos o nos alejamos de amistades tóxicas.

La lista de muertes y resurrecciones resulta tan infinita como lo únicos que somos los seres humanos.

Por eso esta mañana post Día de Muertos es una buena oportunidad para congraciarse con las vidas que dejamos atrás, para disfrutar la nueva piel, las nuevas miradas, las nuevas huellas que vamos marcando en la tierra, en las almas; es un buen momento para reconocer las maravillas del pasado, tanto del dolor, como de la alegría, y dejarlo ir para experimentar las texturas del futuro, que, prometedor o no, es inminente. Y hay que vivirlo con mucha vida hasta el segundo preciso en que nos toque morir de nuevo.

 

 

*Imagen del Facebook del escritor Isaí Moreno.

 

Grab my pussy! #AutoEntrevista

Siento desilusionar a los millones de apuntados para satisfacer la aparente demanda que la frase imperativa del título de este texto, Grab my pussy! representa, porque debo admitir que se trata simplemente del nombre de un libro y no de una propuesta sugerente a tomar entre los dedos cierto jugoso elemento de mi anatomía.

También siento desilusionar a mis hordas de fans que colocan mi rostro en el personaje con el que fantasean cuando leen mis ficciones, creyendo que son recuerdos y anécdotas y no historias de mi imaginación traviesa, empapada y colorida. Pero no. Temo decir que no todas son autobiográficas.

Aclarados los puntos anteriores debo decir, para beneplácito de mis lectores, mis verdaderos lectores, que son quienes seguro aún permanecen en estas líneas, algunas fuertes declaraciones sobre la obra que nos ocupa.

Grab my pussy! no nació para ser publicado. Su propósito inicial fue el de ser regalo de Navidad de mi novio, con quien me une, además del amor por los libros, la predilección por todos los asuntos referentes al erotismo. Para eso tomé textos escritos en distintas épocas de mi vida.

El parque es el primero que publiqué en 2007 sobre el tema. Aparecía en la antología Toco tu boca, de cuento poesía y fotografía; es especial porque fue mi debut en este atrevido y maravilloso mundo.  La marcha de Ximena fue creado mientras obedecía la orden de reposo absoluto del médico previo al nacimiento de mi segunda hija, hace poco más de ocho años.

El relato ¿Cara o cruz? también fue uno de los primeros en aparecer en el índice. Es muy significativo para mí porque narra la esencia y mis fantasías de la primera cita con mi amor actual. Éste apareció en la revista “El Gourmet” de febrero de 2016.

Los demás cuentos son más recientes, de 2016 y 2017 (obviamente esos no aparecían en la versión original), como Templos, Carlos y Georgina y Grab my pussy!, que le da nombre al libro. Los cuatro tienen en común ser ocurrencias escritas en vehículos de motor, como mi automóvil y un avión; empezaron como ideas sueltas que se convirtieron en comedia llevada a las letras.

¿Venganza? y Ten cuidado con lo que deseas fueron trabajados en el taller de creación literaria de Óscar de la Borbolla, y Matinal en el de Julia Santibáñez y Alma Delia Murillo. De los tres aprendí tanto, que ya en la versión publicable y definitiva elegí los cuentos de una manera más crítica, y dejé fuera algunos que aparecían originalmente en el regalo personal, pero no tenían una calidad suficiente para imprimir.

La constante en Grab my pussy! es el toque irreverente. Como se trataba de una colección no dirigida a un público específico, sino a hacerle algunos guiños a mi relación de pareja, con anécdotas compartidas, chistes locales y fantasías de ambos, escribí con una desfachatez sin precedentes, con el afán de provocarle a él diversas reacciones, desde sorpresa hasta, naturalmente, excitación.

En este punto debo confesar que me costaba trabajo terminar las historias, porque conforme escribía iba naciendo en mi cuerpo el deseo que experimentaban los protagonistas, por lo que me tardé el doble en culminar el proyecto, que quiero decir, está bañado con orgasmos de no ficción.

Aunque se supone que uno no debe decir cuál es su hijo predilecto, Conjuro tu nombre es mi favorito de este ejemplar, porque representó para mí la descarada libertad de confeccionar prosa poética o poesía en prosa con el verdadero sentido de mi actual relación con el erotismo, sin preocuparme por herir susceptibilidades ni crear animadversión.

Así fue como nació esta travesura literaria, que además está publicada en una edición especial, encuadernada con mis manos y una portada que detona la imaginación. Con él quiero divertir, levantar cejas, contagiar deseos y otras reacciones que ni imagino y me encantará conocer. A fin de cuentas, la vida también está hecha para gozar.

Do you Grab my pussy?


Si deseas leerlo está disponible la versión electrónica en Amazon:

O impreso aquí:

Un texto de domingo

Este es un pequeño texto de domingo que escribo en un escritorio ajeno. Utilizo palabras que me suenan, pero no son mías; ideas robadas de quién sabe dónde sin habilidad para atrapar mi estilo (no, no me equivoqué, lo que pasa es que mi estilo pasó de ser cazador para convertirse en presa). ¿Cómo voy a escribir, si mis verdaderos ojos se fugaron de casa, y las yemas de mis dedos no reconocen la textura de las letras sobre el teclado?

¡Tantos años de utilizar los símbolos, las ñ, las w, las f! A estas alturas se supone que ya debería dominarlas, pero tal vez siempre han sido ellas las que mandan. Mientras escribo este texto de domingo de extensión indeterminada, pienso en la manera en que las palabras me han manipulado, me han usado para decir sus deseos, engaños y perversiones.

¡Ah! ¡Las palabras! Tan dueñas del mundo, son lo único omnipresente, omnisciente y omnipotente. Son las que dibujan imágenes en la imaginación, las que describen el arte, el color de los camaleones. Vamos, ¡son las únicas que pueden delinear al amor y materializar a Dios!

Así transitamos por la vida: con las palabras encajadas cual piedrita en el zapato; con ellas en el placer del sol sobre la carne helada, en el sabor del helado de menta con chispas, en la punta de la nariz después del orgasmo, en la adrenalina previa al aterrizaje de cualquier vuelo.

Enfermas de celos, en vez de hacerme un drama en este instante por develar su más oscuro secreto, me reprochan desde la pantalla involuntariamente llena de sus formas, y se largan.

Ilusas. Si pudieran observar el cielo que yo estoy mirando, ellas también preferirían el silencio…

Una vida en palabras: confesiones de una mujer tartamuda… #reportaje

¿Cómo te conviertes en un guerrero, en una guerrera? Me respondí esa pregunta la noche del 14 de agosto de 2014, mientras presentaba la tercera edición de mi séptimo libro.

Cuando me tocaba hablarle a un auditorio lleno de gente, recordé a la niña de nueve años que fui, parada frente al salón de cuarto año de primaria, que no pudo decir una frase que para la mayoría podría ser muy sencilla: “Hola, me llamo Mónica y soy nueva”. Esa noche, 25 años después, recordé el instante en que comenzó la primera gran lucha de mi vida.

El habla es el sistema de comunicación por excelencia, el más práctico, el más inmediato, el que se presta a menos interpretaciones. Entonces, ¿qué pasa cuando algo falla y las palabras no salen como las estás pensando?

Según datos de la Fundación Americana de la Tartamudez, este desorden de la comunicación afecta a menos del 1% de la población adulta del mundo, y de ésta, a una mujer de cada cuatro hombres. Cuando supe estas cifras, en la adolescencia, me miré al espejo y me dije lo injusto de la situación: si afecta a tan poca gente, ¿por qué me había tocado a mí?

El tartamudeo, tartamudez o disfemia es un trastorno de la comunicación que provoca interrupciones involuntarias del habla, repetición de sonidos o sílabas o silencios prolongados.

A veces la interrupción está acompañada de tensión muscular, gesticulación excesiva y otras reacciones del cuerpo; incluso puede provocar movimiento de las extremidades inferiores, como si se estuviera pisando una araña, para que salga la palabra atorada en la lengua.

Este esfuerzo excesivo y que en ocasiones no funciona, provoca a su vez serios problemas en la autoestima de las personas. Por un lado al que tartamudea le apena que se note que tiene una dificultad, y por otro lado, el que está enfrente no sabe cómo reaccionar.

Vaya que puedo hablar del tema. A partir de mi primer día de clases de cuarto de primaria empecé a vivir con el tartamudeo cada día: definió mi comportamiento social. Me convertí en una niña tímida e insegura, con miedo a dirigirse a los demás para que no se dieran cuenta. Me volví callada e introspectiva, el silencio eliminaba todo el riesgo.

Un acto tan simple como hacer una llamada telefónica era un martirio. Varias veces me sucedió que la persona del otro lado de la línea colgó; claro, si lo que oyes a través de la bocina es al “mudo” o a alguien respirando fuerte, la primera reacción es terminar la llamada. Para mi fortuna aún no existían los identificadores de llamadas y no podían saber que el mudo involuntario era yo.

La tartamudez, sin embargo, no era algo nuevo para mí. Desde que tuve uso de razón conviví con ella porque mi abuelo también la sufría. Un día de visita en su casa encontré un libro sobre la mesa del comedor: “Solución al tartamudeo”, de Martin F. Schwartz, y lo empecé a leer. Él me vio y con una sonrisa preguntó si lo quería. Por supuesto respondí que sí.

Esa misma noche empecé a leer, y esa misma noche inició mi camino hacia la auto aceptación.

En ese libro aprendí que no había nada malo conmigo, sino que simplemente me tocó heredar uno de los rasgos que habían hecho único a mi abuelo toda su vida (claro que pensé que hubiera sido mejor heredar sus ojos azul cielo, pero bueno). También aprendí que a pesar de tartamudear podía hacer lo que quisiera, porque en la historia del mundo había varios célebres tartamudos. Y no poco célebres.

Si personas como Winston Churchill, Miguel de Cervantes, Lewis Carroll, Anthony Hopkins, Demóstenes (y no el de las caricaturas), Jorge VI de Inglaterra (la película El discurso del Rey cuenta su historia, maravillosa), Bruce Willis, Charles Darwin y Samuel L. Jackson habían sido tartamudos y se convirtieron en quienes se convirtieron, cada uno en su tiempo y en su lugar, ¿por qué no iba a poder yo lograr mis metas?

Leí el libro en dos días, pero no me tardé dos días en conseguir hablar sin dificultades.

Optar por el silencio me llevó a escribir, lo que empecé a hacer en serio y con la intención de convertirme en escritora a los 15 años. Con el papel y la tinta no había límites, podía construir personajes a mi capricho. En el correr de la pluma sobre la página no había nada que se trabara. También me volví lectora empedernida: en el mundo de los libros no había estrés, silencios incómodos ni miradas de lástima.

Porque sí. Suele suceder que la gente cuando está frente a un tartamudo reacciona de maneras inesperadas. Gabriela Morales, novia de un tartamudo que me pidió no dar su nombre, explica algunas situaciones que ha compartido con su pareja: “cuando él se empieza a trabar normalmente la persona a la que habla se pone nerviosa y lo mira fijamente, como dándole su tiempo. El problema es que ese silencio es muy incómodo”.

Gabriela cuenta que incluso hay quienes le ayudan a decir la palabra y él sigue hablando el resto de la oración como si nada.

Lo cierto es que muchas veces esta disposición de ayudar puede resultar humillante. El novio de Gabriela lo recuerda así: “hace tiempo tuve una experiencia muy incómoda. En la secundaria una maestra me presionaba mucho para que me dejara de trabar; decía que yo no era tartamudo, que pensaba más rápido de lo que hablaba. Entonces para ayudarme, me hacía pasar a hablar frente al grupo casi todos los días, a pesar de mi petición de que no lo hiciera; me hacía sentir muy mal.

“Empecé a faltar a la escuela, le ponía a mi mamá muchísimos pretextos. Era muy estresante llegar a esa clase, sabía que sí o sí la profesora me pasaría al frente sin justificaciones, y lo peor era que a ningún otro alumno le exigía así. Mi mamá se dio cuenta que le ponía mil pretextos y me obligó a no faltar; aunque yo le contaba lo que hacía la maestra, ella decía que seguramente la profesora sabía lo que más me convenía.

“Esto hizo que todo fuera más difícil, porque mi mamá y la maestra acordaron que seguirían ´ayudándome´.

“Hasta que en una clase pasó lo que tenía que pasar. Imagínate la escena: yo parado frente al grupo, mudo. Recuerdo a la maestra de pie entre las bancas, mirándome fijamente con una sonrisita de ´me voy a ir al cielo por ayudar a este niño´; mis compañeros se miraban unos a otros, esperando a que yo hablara. Los minutos pasaban y la situación seguía igual, yo mudo al frente, la maestra con la sonrisa ya un poco menos pronunciada, y mis compañeros ya inquietos.

“La maestra habló: ¿A qué hora vas a empezar? Yo a estas alturas ya tenía los ojos llenos de lágrimas y por más que lo intentaba, no lograba decir una sola palabra, me daba pavor trabarme y hacer reír al grupo, lo que de todas formas pasó. Me salí corriendo del salón, las risas de mis compañeros eran insoportables.

“Afortunadamente fue la última vez que me pasaron al frente”.

Gabriela comenta que para ella el tartamudeo de su novio nunca ha sido un problema, que cuando se traba le da su tiempo para que pueda articular las palabras. Y cada vez le sucede menos.

A los 18 años me llegó el momento de elegir profesión, de entrar a la Universidad. Me gustaba el Periodismo, escribir, los libros; sentía una profunda admiración por Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Elena Poniatowska, Truman Capote, y quería convertirme en periodista para de ahí brincar a la ficción.

En lugar de irme a una escuela de Periodismo escogí Ciencias de la Comunicación. Me matriculé ahí con la firme intención de quebrar mis temores más profundos, de luchar contra mis peores miedos, aunque mis calificaciones fueran de por medio.

No diré que fue fácil, sobre todo cuando algunos de mis compañeros se empezaron a burlar de mí. Me convertí en la que hacía los trabajos escritos para que otros pasaran a exponer; en la que ponía el dinero para las copias; en la que estaba detrás de la computadora. Era más cómodo así, no me arriesgaba a trabarme frente a un grupo lleno de veinteañeros.

Otro aspecto importante fue que mi especialidad de Periodismo estaba unida a la de Radio. Así llegué a la clase de Locución.

Cuando se dio cuenta que me costaba mucho trabajo hablar, al maestro le dieron ganas de ayudarme, y aunque lo hiciera muy mal me ponía buenas calificaciones. Una sesión hablé con él para pedirle que no me regalara dieces; le pedí que me reprobara si no lo hacía perfecto. Me miró con cara de sorpresa por varios segundos, y aceptó.

El día que me entregó el demo final, con varios comerciales grabados por mí, fue uno de los más importantes de mi vida: esa mañana supe que había vencido mi primera gran batalla contra el tartamudeo.

A los pocos meses publiqué y presenté mi primer libro. Recuerdo esa noche de junio de 2001 como uno de los primeros momentos en que debía hablar en público y el tartamudeo no estaba presente en mis pensamientos. Ya empezaba a dejar de ser un problema que definiera mi vida.

Un día después de mi último examen final empecé a trabajar, por lo menos mi temor de pasar de estudiante a desempleada no se hizo realidad. Me convertí a los 22 años en la correctora de estilo de la sección cultural de una revista de política.

Primer día de trabajo, primer obstáculo a vencer. Mi jefe entre otras cosas me entregó una lista de contactos y números telefónicos para hacer llamadas. Recibí la hoja de papel con dedos temblorosos y sentimientos encontrados. Tenía ganas de salir corriendo, pero no iba a desperdiciar la oportunidad.

Me senté en el escritorio, con el teléfono enfrente y la hoja de papel en las manos. Marqué el primer número. Estaba ocupado. Marqué el segundo. No respondieron. Sucedió lo mismo con el tercero y el cuarto. Me empezó a dar risa la situación, yo casi hiperventilaba cada vez que mis dedos apretaban los botones de un contacto nuevo, y luego nadie respondía, parecía una broma del destino.

Hasta la quinta vez escuché el “Sí, ¿diga?”, que tanto temía. Me quedé en silencio unos segundos, hasta que logré articular las palabras.

Colgué emocionada a punto de las lágrimas. Logré el objetivo de comunicar el mensaje encomendado por mi jefe; aunque me trabé un poco, salí bien librada. Tenía 22 años, y la segunda batalla había sido conquistada.

La terapeuta del lenguaje Alicia Sordo precisa que la mayoría de los casos inicia antes de los 10 años, y que el 60% de quienes lo desarrollan lo superan espontáneamente antes de los 16. También hay un factor hereditario, que se incrementa entre familiares en primer grado.

Las causas del tartamudeo son desconocidas. A pesar del avance de la ciencia no se han podido explicar con precisión.

Alicia explica: “es más sencillo entender que un paciente empiece a tartamudear por falta de seguridad o baja autoestima, sobre todo si hereda este rasgo, lo que provoca que los problemas psicológicos vengan después. Es un mito que los nervios o el estrés puedan causarlo; lo que no es un mito es que tenerlo causa nervios y estrés. Esto hace necesario tomar terapia psicológica para tratarlo, sobre todo cuando causa sufrimiento”.

El caso de Norma Hommel es tartamudeo hereditario. Lo sufre ella, su padre era tartamudo y su hija lo es. Lo cuenta así: “Cuando descubrí que mi hija lo hacía, me armé de valor para no volverlo a hacer yo; yo creía que ella nos imitaba a mi padre y a mí. Eso me sirvió para darme cuenta que no debería seguir haciéndolo, por lo que trabajé con más empeño en quitármelo lo más posible.”

El momento en que comenzó a trabarse no está muy claro en su memoria: “no recuerdo haber tartamudeado de niña, empecé a hacerlo más grande, como a los 16 años. Me di cuenta cuando mis hermanos se empezaron a burlar de mí”.

Entonces ideó estrategias para dejar de hacerlo: “Por ejemplo, cuando me empezaba a trabar, o sentía que me iba a trabar, hacía algo para distraerme, podía ser un manotazo en la pierna o un pisotón”.

En 2004, en la época en que terminaba la Maestría en Periodismo, fundé Amarillo Editores, mi proyecto de vida profesional, y con él, llegaron las presentaciones de libros, donde yo debía dirigirme al público por el simple hecho de ser la editora del título en turno.

Las primeras presentaciones me ponía muy nerviosa y eso hacía que se me complicara más, pero conseguir dejar de trabarte de vez en cuanto te va dando auto confianza, lo que elimina un poco la cuota del miedo, lo que a su vez elimina el tartamudeo; aunque no para siempre y no siempre en las mismas circunstancias.

Así, tenía presentaciones mejores que otras, porque cuando tienes este trastorno, hay días en que no tartamudeas para nada, y días en que sucede todo el tiempo.

Con los años empecé a tener logros importantes para mí, lo que me llevó a adquirir mayor seguridad e hizo crecer mi autoestima.

En el 2007 me invitaron a una entrevista en una estación de radio para hablar de la Editorial. Al terminar se me acercó la productora y me ofreció un espacio de dos minutos para leer poesía. De inmediato el fantasma de la tartamudez vino a mi mente, pero de todas formas respondí que sí, era una oportunidad magnífica para mirar de frente a mis miedos, para vencerlos. Dije que sí.

Así fue como durante un año grabé para una estación de radio nacional la cápsula “Libros, talento y compromiso”, en la que leía fragmentos de poemarios publicados por Amarillo Editores. No sólo vencía mi miedo, sino que promovía la lectura de poesía.

Al principio me preocupaba tanto por no trabarme, que no imprimía sentimiento; mi voz se escuchaba mecánica, hablaba demasiado despacio y sin emoción. Pero después, con el tiempo y la ayuda del técnico en los controles me fui soltando y llegó el punto en que grabé las cápsulas en una sola toma, sin trabarme para nada.

Tercera batalla contra el peor de mis miedos: ¡Conquistada!

Para superar el tartamudeo existen diversas alternativas, terapias y estrategias. El novio de Gabriela hacía ejercicios de vocalización, como los de los cantantes; se volvió experto en trabalenguas: “practiqué hasta que logré sentir que podía dominarme; mi lengua ya no hacía lo que se le daba la gana, sino que empezó a obedecer mis órdenes”.

La estrategia de Norma fue distinta: “algo que me ayudó mucho fue dedicar mi tiempo a leer, porque además de aprender más palabras, puse más atención; no enfocaba mi atención sólo al tema central del libro, sino que me fijaba en la escritura, en la formación de las palabras. Lo hacía porque me asumía más fuerte que mi tartamudez.

“Otra estrategia era no darle tanta importancia”.

Para mí fue básico hablar más despacio, abrir bien la boca, respirar antes de expresar mis ideas, detectar qué combinaciones de letras me costaban más trabajo para buscar otras que me salieran mejor.

La psicoterapeuta Alicia Sordo prefiere el tratamiento de la aceptación: “un paciente tartamudea mucho más debido a los esfuerzos que lleva a cabo para dejar de hacerlo, así que si eliminamos ese factor, si deja de ser causa de sufrimiento, es más probable superarlo.”

Hoy entiendo que el tartamudeo me tocó a mí no por azares del destino, sino porque las dificultades forjan el carácter; lejos de ser obstáculos, son detonantes del éxito: te conviertes en alguien acostumbrado a trabajar para cumplir sus metas.

Las batallas poco a poco dejan de ser tan encarnizadas; el tartamudeo de pronto se va quedando en segundo plano y llega un punto en el que te olvidas de él hasta en días enteros. Es un proceso que lleva tiempo, pero con tenacidad es posible.

Cada vez que estoy en la presentación de otro libro frente a cien, 200, 300 personas o más; en una entrevista en alguna estación de radio o en algún canal de televisión, o colaborando con algún programa de cualquier tipo, pienso en lo maravilloso que es disfrutar el haber ganado la guerra.

Sé que disfruto cada segundo de un discurso porque conozco todo lo que implicó para mí, y eso me hace sentir con poder sobre mi propia vida. Llega un momento en que el pensamiento es: “sí, tartamudeo, ¿y qué?”

¿Cómo te conviertes en un guerrero, en una guerrera? Cuando tomas tus circunstancias en las manos y explotas al máximo tus capacidades, sin límites.

Algunos recursos en línea donde se encuentran casos, descripciones y soluciones al tartamudeo son:

Confesiones de una mexicana que no dejará de temblar… #19S

El 19 de septiembre de 2017 a los mexicanos nos tembló más que la tierra. Eran las 13:14 de la tarde de un día que sólo parecía haber perdido la cotidianidad por el simulacro llevado a cabo poco más de dos horas antes, cuando (inserte aquí su particular historia del instante) el automóvil que conducía empezó a brincar. Apagué el motor, pensando que el brincoteo se debía a algún problema mecánico, pero al notar que el auto seguía moviéndose, me bajé. En cuanto puse los pies en el concreto y vi los árboles vibrar, supe que la vida volvía a cambiarnos para siempre.

No voy a platicar aquí lo que sucedió después, sólo diré que fui una de las afortunadas en sobrevivir, en seguir abrazando fuerte a la gente que amo, en volver a mi casa de noche y dormir en mi cama de siempre, en retomar mi trabajo sin cambios.

La diferencia es que hoy quiero una cotidianidad distinta. Lo natural en mí es correr a ayudar cuando alguien necesita algo, así he donado, desde cenas en las salas de espera de los hospitales públicos, hasta una biblioteca, además de otras acciones de las que no hablo ni hablaré; pero esta vez, este temblor del 19 de septiembre, debo confesar que me quedé paralizada.

Veía mediante las redes sociales cómo las calles se llenaron de gente generosa, jóvenes, adultos, viejos, niños, compartiendo su tiempo, sus recursos, su tiempo, para ayudar a quienes se les trozó el hilo de la vida, a las familias de los desaparecidos, a los rescatistas, demostrando una vez más que lo más importante es justamente esa vida, porque lo demás son cosas que el dinero puede volver a comprar.

Y yo no podía moverme. Mi ímpetu de cooperar se instaló en las plantas de mis pies, y sólo pude activar mi cerebro para compartir información, para pedirle a la gente que estacionara sus coches: veía por la ventana cómo las ambulancias, los bomberos, la policía, el ejército necesitaban pasar, y los automóviles estorbaban.

Estuve varios días sin entender qué me sucedía, por qué sentía esa necesidad de atrincherarme. Después de mucho pensar y pensar caí en la cuenta de que estaba enojada. Furiosa. A todos nos han dado ganas a veces, cuando vemos que alguien está cometiendo errores garrafales, de agarrarlo de los hombros y sacudirlo, tal vez con la ilusión de que se le reacomoden las neuronas y pueda pensar de forma más objetiva y así tomar mejores decisiones.

Aunque estoy segura que la magia nada tiene que ver con el movimiento de las cinco placas tectónicas sobre las que vivimos los mexicanos y provocan gran cantidad de sismos cada día, podemos retomar la metáfora que este septiembre nos ha regalado, la noche del 7 y el mediodía del 19, como ese zangoloteo a la conciencia de esta sociedad que ha demostrado una unión arrebatadora en los últimos días. Y sobre todo, una fuerza que puede reconstruir no sólo las construcciones caídas, sino todo un país.

Mi enojo se debía a las respuestas a algunas preguntas: ¿por qué esperar a que ocurra un huracán, un sismo? ¿Por qué reaccionar así en un momento de crisis, y no todos los días? ¿Por qué solidarizarnos sólo en la tragedia? Porque los mexicanos somos tan adaptables a las circunstancias, que no nos hemos dado cuenta que en realidad vivimos en crisis: el dinero que ganamos cada vez vale menos, la violencia nos arrebata a demasiados hombres y mujeres cada día, los gobernantes hacen lo que se les pega la gana con nosotros con total impunidad, los medios de comunicación crean historias para mantener la ignorancia intacta, y mucho más.

También porque extraviamos la empatía en indeterminado sitio de nuestra historia. Dejamos de mirarnos a los ojos de los otros para reconocernos seres humanos por sobre todas las cosas. Sucede en todas las esferas de esta sociedad dividida, que se odia porque no alcanza a comprenderse y por lo mismo no logrará mejorar hasta crear una conciencia nueva en la que la vida ajena vuelva a colocarse en la cima de la escala de valores.

Esta última semana hemos visto que es posible: ahora el reto es crear una cotidianidad donde la constante sea recordarlo.

Son días rojos, de conjuros, lluvia, sangre; son días de lucidez y rebeldía. Que el pasado se quede escrito en piedra para dejar sitio a las horas de hoy, espacio a los respiros de mañana, de un país renovado que no vuelva a olvidar en dónde radica su fuerza.

Escribo en la Ciudad de México, a los 27 días del mes de septiembre de 2017, deseando que la muerte de 337 personas que hasta ahora han fallecido a causa del terremoto no sea en vano.

Sangre entre las piernas #cuento #NiUnaMás

La sangre debe manar entre las piernas de una mujer como signo de vida, no de la yugular ni de las heridas que el odio y el vacío dejan en la piel tres metros bajo tierra, y en las lágrimas de quienes deben sostener los días apuntalados en ausencia.

Ella debió llegar a acostarse esa noche en su cama, dentro de las cuatro paredes que su juventud convertía en ocasiones en refugio, a veces en jaula, y no en la mesa de una morgue, donde sólo los chinos de su cabello y la forma de sus dientes delataban que esos pedazos alguna vez fueron una persona que se estremeció con el frío de la lluvia sobre el cuerpo.

La paradoja de despertar es que se ignora si ese día preciso del calendario se convertirá en el lugar equivocado en el momento erróneo. Abriste los ojos tres minutos antes de que sonara el despertador. Como te enseñaron desde niña, te estiraste sobre la cama, primero el brazo derecho, luego el izquierdo, después sumiste la panza, continuaste con las piernas al mismo tiempo. Cuando murmurabas el Padre Nuestro sonó la melodía elegida para animarte a levantar de la cama, lo que hiciste con una sonrisa; ese día cumplías tres meses en el trabajo y a las once debías reunirte con el director general de la empresa: iban a decirte si tu periodo de prueba había terminado en contratación definitiva o si se te transferiría al área de ventas. Tú sabías que permanecerías en el área en la que habías entrado, justo para la que elegiste estudiar algunos años atrás.

Te pusiste la ropa que compraste la tarde anterior para la ocasión, desayunaste con tu madre, que pidió la mañana en el trabajo para brindar con unas mimosas por tu inminente empleo definitivo y para llevarte a la oficina. Tú declinaste la oferta, querías disfrutar como nunca antes el camino a una meta más dentro de tus enormes sueños.

Antes de salir de casa pasaste al baño para descubrir una pequeña mancha de sangre en tu ropa interior; por fortuna todavía era temprano y tenías tiempo para cambiarte. Al abrir la gaveta debajo del lavabo te diste cuenta que las toallas femeninas se habían terminado. Se hizo necesaria una escala en la farmacia de la esquina. Por fortuna era un desvío breve.

Cerraste la pequeña reja blanca que separaba el garaje de la banqueta y empezaste a caminar; traías zapatos bajos, los tacones descansaban al fondo de tu bolsa, no los usabas para trasladarte, bastante suplicio era tener que someter tus pies a esa posición tan poco natural. Tus pasos eran silenciosos.

Mientras caminabas miraste hacia el cielo; te gustaba voltear a ver las nubes todos los días al salir, te decías que ese era el límite; nunca pudiste precisar qué significaba tal afirmación, pero te gustaba la frase “el cielo es el límite”, y pensabas demostrarlo con tu propia vida.

La cuadra en medio de tu casa y la farmacia. En la acera donde caminabas había un pedazo de pasto con botellas de agua encima para evitar que los perros se hicieran popó en él, y a ti te hicieron tropezar. Levantaste la otra pierna con la destreza que ser jugadora de futbol desde niña te había regalado. Cuando recuperaste el equilibrio te diste cuenta que dos hombres junto a un auto azul eléctrico te miraban, lo cual no era muy extraño porque en este país las mujeres son más trozos de carne con faldas, que personas. Lo que te pareció raro fue cómo se miraron uno al otro, cómo sonrieron en complicidad, asintieron y volvieron a mirarte.

Empezaste a caminar más rápido, la adrenalina estalló en tu cuerpo y una lágrima involuntaria rodó por tu cara. No diste más de diez pasos cuando sentiste los brazos que te levantaron del suelo. Pasto con botellas de agua, portón negro, casa blanca, árbol recién podado, cielo con nubes como de caricaturas para niños, techo gris del automóvil azul eléctrico, negro.

No tuviste tiempo de ni de gritar ni de mentar madres. Era real. A pesar de la situación mantuviste la calma y empezaste a rezar. Padre Nuestro que estás en el Cielo. Padre Nuestro que estás en el Cielo. Padre Nuestro que estás en el Cielo. Habías leído mil veces cómo podías evitar un asalto o un secuestro y creías entenderlo, pero nunca creíste que sería necesario. Padre Nuestro que estás en el Cielo. Decidiste que vivirías el seguro infierno en vida que te esperaba en los próximos ¿días?, ¿semanas?, ¿meses?, ¿horas? Con toda la paz y tranquilidad que pudieras; estabas segura que volverías a casa, que abrazarías a tu madre de nuevo, que irías a tu trabajo y te aceptarían de regreso, que tal vez te iba a hacer falta terapia, pero saldrías adelante por tus ganas de comerte al mundo. No ibas a dejar que el mundo te comiera a ti.

El auto se detuvo. Otros brazos, o los mismos, te jalaron hacia fuera del coche. Te encaminaron despacio hasta que quedaste de pie. Te soltaron. No camines. No grites. No intentes luchar. Luchar no estaba en tus planes, si ya te encontrabas en esa situación lo que ibas a hacer era fluir. Sentiste un aire muy frío en las piernas; en las manos un viento muy fuerte. Estabas en un lugar abierto.

Quitaron el saco negro que cubría tu cabeza. Los chinos volaron y volvieron a taparte la cara. No podías hacer nada, tenías las manos amarradas a la altura de las nalgas. El viento cambió de dirección. Abriste los ojos y apareció algo inesperado. A un paso de distancia había una barranca. La cubrían matorrales con las pequeñas flores moradas tan características de tus paseos infantiles al campo con tu madre. Pensaste en mamá. En las mimosas. En el abrazo que te dio al despedirte sin saber que ese sería tu día del momento y lugar equivocados.

Entonces decidiste dejar de fluir y empezar a influir en los acontecimientos. Ignorabas por qué no te habían amarrado también las piernas; tal vez era su primera vez. Diste un paso hacia la barranca y luego otro y de repente, ya estabas corriendo. Padre Nuestro que estás en el cielo. Necesitabas creer en un final feliz para tu historia.

Descubriste que no traían pistolas porque no escuchaste disparos, lo que no entendías era por qué no te perseguían.

Una rama salida. Se esfumó tu equilibro. La velocidad más la inercia más tu peso más el temor. Te convertiste en piedra rodante. Tu rodilla se quebró cuando la pierna quedó atorada entre los troncos de dos árboles. Tu cuello se rasgó con los restos de un automóvil oxidado.

Algo se te enterraba en la espalda, en el coxis. Tu cabeza descansaba sobre la hierba. Sentías los omóplatos calientes. Llevaste una mano al dolor que sufría tu cuello. La sangre era oscura, muy oscura. Reíste pensando en la otra sangre que te salía del cuerpo, que seguro ya había manchado tu ropa nueva.

No podías dejar de parpadear. El cielo azul. Sin nubes. Azul como el automóvil azul eléctrico. Las caras de los dos tipos que más temprano se habían mirado y sonreído. Esta vieja sí conviene, ya hizo sola el trabajo. Padre Nuestro que estás en el cielo. Padre Nuestro que estás en el cielo. Llegó la tos. El exceso de saliva. La sangre que empezó a salir por tus orificios nasales, que tiñó tus dientes.

Respiración imposible. ¿Era asesinato o suicidio? Reíste de nuevo con la paradoja. O esa era tu intención. Las caras de ellos crecieron, luego volvieron a desaparecer. El cielo azul, tan azul como el uniforme de las señoritas del piso de ventas de la empresa. La tos. Respirar hondo. El sabor de tu sangre. Respirar hondo. La sonrisa de mamá. Sus brazos en tu espalda. Tu reflejo sonriente de esa mañana en el espejo.

Empezó a ceder el dolor en el cuello. La molestia en la espalda. Padre Nuestro que estás en el cielo. Padre Nuestro que es…

La sangre debe manar de entre las piernas de una mujer como signo de vida, no de la yugular ni de las heridas que el odio y el vacío dejan en la piel de la superficie de la tierra. Te fuiste a tiempo para no perder la fe en el Dios en que creíste hasta el último instante, para no saber cómo convirtieron tu cuerpo en objeto donde dos hombres jugaron al sexo. Para no saber del semen seco en tu entrepierna ni en la comisura de los labios. Para no enterarte de cómo desafiaron a la vida y las leyes de la física y te acomodaron dentro de una maleta negra, robada de otra mujer con más suerte que tú.

Tú debiste llegar a acostarte esa noche en tu cama, no tres noches después sobre la mesa de una morgue sucia y helada. Tú debiste llegar a trabajar ese día, recibir tu contrato y firmar junto con tu nombre y la fecha el primer capítulo de tu vida adulta. Tú debiste enamorarte más de una vez. Debiste decidir si querías un matrimonio e hijos o la soltería. Tú debiste elegir, no un par de hombres que no tenían ni idea de tus fracasos y aciertos, de tus pasiones ni del color de tu corazón. Nadie debió elegir por ti.

 

En memoria de todas las mujeres que en mi país y en el mundo han sido víctimas de hombres que creen poder decidir por ellas. De las mujeres que han asesinado en cuerpo, alma o espíritu. Para que nunca más vuelva a suceder. En el nombre del Padre, quienquiera que sea. Amen.

 

 

#LibroEnFrases para dar a desear: “Novecento: La leyenda del pianista en el océano”

El martes pasado me senté en una banca de un parque de diversiones al sur de la Ciudad de México, y mientras mis hijos jugaban, abrí el pequeño libro de portada rosa que por la mañana antes de salir de casa metí en la bolsa: “Novecento: La leyenda del pianista en el océano”, de Alessandro Baricco (Anagrama, 1999).

Al momento de separar las portadas, abrir las páginas y posar mi mirada en las letras, ignoraba que en las próximas horas experimentaría cómo las palabras pueden acariciar los ojos, las yemas de los dedos y el sistema nervioso central.

En cuanto empecé a leer empuñé un bolígrafo rojo (el único que descansaba debajo de suéteres, cartera y gel antibacterial), y me dispuse a subrayar aquellas frases que me resultaran memorables y hoy quiero compartir.

“En los ojos de la gente puede verse lo que verán, no lo que han visto”.

“Porque es posible bajarse de un barco, pero del océano…”

“Tocábamos porque el océano es grande y da miedo, tocábamos para que la gente no notara el paso del tiempo, y se olvidara de dónde estaba, y de quién era. Tocábamos para hacer que bailaran, porque si bailas no puedes morir, y te sientes Dios. Y tocábamos ragtime, porque es la música con la que Dios baila cuando nadie lo ve”.

“… ¿qué demonios están haciendo aquí, a trescientas millas de cualquier jodidísimo mundo, y a dos minutos del próximo ataque de vómito?”

“No estás jodido verdaderamente mientras tengas una buena historia a cuestas y alguien a quién contársela.”

“… en aquellos veinte días de navegación cosían y cortaban, al final no encontrabas ni una sola cortina en el barco, ni una sábana, nada: se habían hecho el traje bueno para América. Toda la familia.”

“No es que apostara a las carreras: le gustaban los nombres de los caballos”.

“Sabía escuchar. Y sabía leer. No los libros, eso lo sabe hacer cualquiera, sabía leer a la gente.”

“Había empezado en los burdeles de Nueva Orleans, y allí había aprendido a rozar las teclas y a acariciar notas: en el piso de arriba hacían el amor y no querían jaleo”.

“Tenía unas manos que eran mariposas.”

“Era como cuando se sentaba al piano y empezaba a tocar, no había dudas en sus manos, y las teclas parecían haber estado esperando aquellas notas desde siempre, parecían haber acabado allí para ellas, y sólo para ellas.”

“Era necesario tener un gran cerebro para no perder el norte. Era necesario tener cualidades que yo no tenía. Yo sabía tocar la trompeta. Es sorprendente lo inútil que resulta tocar la trompeta cuando hay una guerra alrededor”.

“Las teclas empiezan. Las teclas acaban. Tú sabes que hay ochenta y ocho, sobre eso nadie puede engañarte. No son infinitas. eres infinito, y con esas teclas es infinita la música que puedes crear.”

“Yo nací en este barco. Y por aquí pasaba el mundo, pero a razón de dos mil personas cada vez. Y aquí había también deseos, pero no más de los que caben entre una proa y una popa.”

“No estamos locos cuando hemos encontrado el sistema para salvarnos.”

“Y uno a uno los fui dejando detrás de mí. Geometría. Un trabajo perfecto. A todas las mujeres del mundo las conjuré tocando una noche entera para una mujer, una, la piel transparente, las manos sin joyas, las piernas delgadas, movía la cabeza al compás de mi música, sin una sonrisa, sin bajar la mirada, nunca, una noche entera, cuando se levantó no fue ella la que salió de mi vida, fueron todas las mujeres del mundo…”

 

¿Ven por qué me declaro enamorada de la obra de Alessandro Baricco?

 

Baricco, A. (2012). Novecento. México: Anagrama, pp.13, 14, 15, 16, 19, 20, 21, 23, 41, 44, 49, 61, 66, 68, 69, 73, 76, 77.

Soy… #poesía

Soy el color blanco salpicado de rojo, negro y verde esmeralda; un lugar donde comienzan varias corrientes de aire. Corazón-condominio. Neuronas-multifamiliar. Hormonas-castillo.

Soy un alto contraste. Más silencio que palabras. Acción sobre discurso. Timidez extrovertida. Sonrisa más que llanto. Propensión a encontrar belleza. Soy yo y otras personas.

Soy el suelo que piso, mi historia.

Soy mi futuro.

Soy una y tantas. Mi pensamiento más recurrente. Mi error más placentero. Mi acierto más afortunado.

En defensa de la ficción

Hoy alzo la voz por todas aquellas historias inventadas que han caído bajo sospecha de realidad…

Hace unos años tuve una relación intensa y tormentosa con un poeta. A los pocos días de haber terminado con él, dolida y con las lágrimas siempre a punto de hacer su odiosa aparición, conocí a una mujer que por casualidad resultó ser la mejor amiga de una antigua pareja de mi ex.

La susodicha chismosa para hacerme sentir mejor preguntó, en el tono más serpentino que pudo: “¿Tú sabes que todos los textos que E escribe son anécdotas, no invenciones?” Tal afirmación me hizo sentir aliviada (tenía 25 años y todavía creía en la fidelidad): me había librado de un tipo promiscuo, que carecía de la imaginación necesaria para decirse escritor y, además, usaba a sus parejas como musas accidentales, aprovechándose de su circunstancia de artista de paladar hendido y voz sensual.

Tiempo después, metida en otra relación intensa y tormentosa con otro poeta, en algún momento me vi recibiendo una llamada de mi recién adquirido novio para preguntarme, con los celos y el enojo bailando salsa en su garganta, a quién le había escrito el poema que publiqué en Facebook. (En ese instante pensé en E y me sentí apenada retroactivamente por haberle creído a la metiche mejor amiga de la ex.)

Con toda la calma y la inocencia del mundo le expliqué que ese poema tenía escrito muchos años (léase, antes de conocerlo a él) y que no se lo había dedicado a nadie en particular. Le dije que, por si no lo recordaba, yo soy escritora y me dedico a crear textos de ficción; también le solicité que se relajara y no pensara de más cuando publicara algo, porque si no, corría el riesgo de volverse loco.

Para no hacer el cuento (sic) muy largo diré que una de las tantas razones por las que terminé con él fue precisamente esa: empecé a postear poemas y frases con miedo, por temor a que él malinterpretara y termináramos en una discusión interminable, él acusándome y yo defendiéndome por ser quien soy.

Soy escritora de ficción, lo que quiere decir que vivo para inventar historias para el entretenimiento, placer y provocación del lector. Ya sea en lágrimas, risas o furia, mi trabajo es entrometerme en los sentimientos, sensaciones y reacciones de quien posa sus ojos en mis letras.

En ocasiones el génesis de mis ficciones es resultado de mi estado de escuchadora sin remedio de conversaciones ajenas; otras veces un olor, una visión, texturas, son lo que detona esa serie de palabras ordenadas de una manera única dentro de la infinita combinación de letras que existen en todos los idiomas; también pasa que de los sucesos impactantes de mi experiencia tomo semillas que germinan en invenciones, como injertos de dos tipos de flores que dan como resultado especies exóticas y maravillosas, lo que me hace saber que hay poemas que también son orquídeas o cuentos bonsái.

Por eso hoy, además de huir despavorida de los intentos amorosos de los poetas, vivo una cruzada en defensa de la ficción, de la libertad de crear con todos los marcos de referencia posibles sin que el artista tenga que preocuparse por lastimar novias (o novios) celosos ni herir susceptibilidades. Y para que los lectores dejen de pensar que los protagonistas de nuestras novelas somos nosotros.

Hoy alzo la voz por todas aquellas historias inventadas que han caído bajo sospecha de realidad; el porcentaje de vivencias personales incluidas en cada narración o verso es decisión del autor.

El escritor tiene derecho a escribir sin dedicatoria, con libertad.

 

 

P.D. Ningún poeta fue lastimado en la redacción de este texto.

Hombre de fuego -tres poemas-

Él es mi hombre de olas e historias

guardián de mis noches

desde su insomnio.

Sus dedos largos

toman posesión de mi espalda

trazan poemas entre sus lunares

y abrevan al fondo de mi vientre.

 

Mi hombre de lumbre en las pupilas

me mira y calcina sus ausencias

ilumina mi lecho con mareas de antaño

y calienta el aire por donde paso.

 

Este hombre de recuerdos

es el dueño de mis más nuevas humedades

me toca con sabiduría de años

y susurra promesas en mis sueños.

 

De los ojos de mi hombre de hogueras

aprendo más de mil formas

de invocar al fuego.

 

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Esta noche

regresarás a tu cama

donde estuvimos juntos

apenas hace unas horas.

Encontrarás mis cabellos en tu almohada

el olor de mi sexo impregnado en las sábanas.

 

Intentarás dormir creyendo que tienes el control

que soy una entre las demás

que podrás olvidarme y continuar tu vida cotidiana.

 

Pero ahí acostado

en la oscuridad

aparecerán mis ojos en tu mente

mi voz danzará en el aire

rebotará en las paredes

se meterá entre las páginas de tus libros

escucharás mis respuestas

y sentirás mis piernas abrazándote la espalda.

 

Sabes que si te duermes

quizá me confundas con un sueño.

 

Esta noche no quieres despertar.

 

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Soy puta. Puta entre las putas. Porque no quise quedarme. Porque decidí abandonar esa sonrisa mentirosa. Porque me robé las llaves del cofre donde escondiste mis alas. Soy la peor puta. La más puta entre las putas. Porque dejé de regalarte mi sexo. Porque a cambio de gritos no se dan orgasmos, sino despedidas. Hoy me autoproclamo la más puta de entre todas las putas. Y elevo mi putez como bandera. Que ondee en el viento para que la vean bien quienes opinan. Quienes inventan estrados en mi alcoba, en mis espejos, en mis poemas, y se visten de jueces para arreglarme la vida sin permiso. No me importa que me llames puta. Soy la puta que te dejó.

 

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Textos: Mónica Soto Icaza

Fotografía: Érik Marváz

Conjuro tu nombre

Conjuro tu nombre para materializarte entre mis piernas. Mis dedos siembran estremecimientos en tu pelo. Llevas mi cuerpo despacio a tu cama, con los labios como dientes cual truco de magia desapareces mi vestido frente al espejo. Tus ojos fluyen al color del encaje de mis bragas. Tu piel suda en la mía, yo transmuto en aguacero. Trazas palabras entre mis pliegues, me convierto en esclava. Te cabalgo para verte recorrer mi piel con las pupilas. Bailo sobre ti, levantas la cadera, dices que te gustan mis figuras geométricas.

Pronunció un «te amo» que es mentira. Juego a que somos eternos. Desgarro tu corazón con los colmillos. Gritas como si en mis esquinas sucediera tu último orgasmo.

Conjuro tu nombre. El tuyo o cualquier otro.

De madrugada los espíritus se escurren en el espacio entre los edificios…

Las madrugadas son horas de trance, de escribir esas palabras que se forman debajo de la epidermis y se esconden cobardes en el día para no ser escuchadas o leídas ni por quien desea pronunciarlas. Las madrugadas. Con sus silencios intermitentes, sus luces que confunden billetes de doscientos pesos con papeles de veinte; las madrugadas, con los pensamientos de insomnio convertidos en humo denso flotando por los cubos de ventilación de los edificios e invadiendo sin pudor el sueño de los inocentes para sembrar ideas en ocasiones incómodas en quienes luchan por la felicidad. Madrugadas, con sus líneas de luz horizontales, con sus promesas rotas y palabras rimbombantes sin sentido.

Esta madrugada despierto donde deberías estar tú dormido. Esta madrugada de vida falsa, de este tiempo en el que soy alguien más viviendo adentro de mí, usurpando las horas de alguien a quien seguramente no conozco y no volveré a ver jamás. Esta madrugada tu cama me expuso las fibras de tus sueños. Esta madrugada sin amor, donde el enamoramiento engaña las tripas que hambrientas se retuercen sólo por eliminar las protuberancias que pueden acabar con la adoración que me tienes. Esta madrugada que descarnada y cruel me muestra la verdadera cara del desamor que siento por mí al ser orquídea en ramillete de claveles rojos de puesto de esquina. Esta madrugada que sangra en mis dedos y se escurre sobre el teclado para escribir una perorata de las razones por las que está bien quedarme, amarte por sobre todas las cosas y todas las personas, aun conociendo el riesgo de volver a quedar vacía.

Quise hacer cantos a la vida, pero a final de cuentas sólo somos estrofas en una sinfonía sin musicalidad ni orden que lanza disonancias al universo para perpetuar el caos y así mantenernos ocultos a los dioses que rescatan las almas de la falsedad justo antes de que salga el sol.

Confesiones de una escritora auto-publicada

Me hice mi primer libro a los 20 años pensando en que algún día una importante editorial me publicaría alguna novela y me volvería una escritora famosa. En esa época no podría imaginar que me convertiría en una autora auto-publicada por convicción, y menos que veinte años después disfrutaría del placer de mirar la historia que he construido y sonreír ante la infinidad de trasgresiones que he cometido e hicieron nacer a esta mujer de 40 años y deleite infinito.

Me gusta ser una escritora de las lectoras, de mis lectores. Lo más emocionante que puede sucederme es saber que alguien experimente alegría, libertad, furia con una historia, que se asombre con un inicio o un desenlace, que me escriba al terminar de leer para compartir conmigo ideas y sensaciones.

Me gusta ser una provocadora innata. Desde niña me ocupé de hacer, por eso, cuando en la adolescencia leí el libro sobre un hacedor, definí un futuro construido sobre la valentía, el atrevimiento, fuera de zonas de confort.

Me gusta conocer las partes de atrás de los centros comerciales entregando libros en librerías (he descubierto que mientras más bonita y lujosa es la plaza de compras, más feas son sus catacumbas); hacer fila, con vestido y tacones, junto a mensajeros y choferes para entregar libros; sencillamente porque si me espero a que alguien lo haga por mí, o a tener el éxito económico con mis libros para lograrlo, el tiempo sigue pasando, los sueños se van alejando y las posibles realidades se hacen imposibles poco a poco.

Por eso ver mi libro en una mesa de novedades de una librería o en un estante me inyecta un pasón de adrenalina que me lleva a volverme adicta a hacer, hacer y hacer lo que más me gusta: escribir historias, releerlas, corregir las publicables, congraciarme con las no publicables (las coloco en la computadora en una carpeta llamada “textos random”); formar colecciones de poesía, de cuentos, proyectar los posibles nombres, imaginar el formato del libro (tengo predilección por los ejemplares fuera de formato); buscar la imagen de portada perfecta (ya sea una fotografía tomada por mí, o la obra de alguien más); hacer la formación; escribir los textos editoriales; mandar diseño de interiores y portada por WeTransfer a la imprenta de Fernando (tengo once años trabajando con Impresos Morales, que usa tintas amigables con el medio ambiente porque Fer es Ingeniero Ambiental); comprar el papel (las señoritas del mostrador y yo hemos envejecido al mismo tiempo, el otro día se asombraban de lo grandes que están mis hijos: me conocieron aún soltera); recoger los interiores de la imprenta, llevarlos a encuadernar con Antonio (quien lleva colaborando conmigo 15 años, y ahora no nada más es mi proveedor de doblez y encuadernación, sino un amigo invaluable junto con su esposa y sus tres hijos, a quienes vi graduarse de la Universidad); ir a recoger los libros con la emoción de conocerlos (claro, cuando no se me ocurre hacer ediciones que tengan que ser terminadas a mano, adivinen por quién); después hacer cartas de propuesta para venta en librerías; armar boletines de prensa; entregar todos esos documentos en empresas y medios de comunicación; llevar libros a las sucursales de Gandhi, El Sótano y el Fondo de Cultura Económica, las tres librerías que me han abierto las puertas, gracias a Toño Cerón, Luz Elena Silva e Israel Taboada, y todo lo demás que es necesario para que los libros tengan la posibilidad de llegar a las manos de la mayor cantidad posible de lectores.

Sé que a muchos escritores no les gusta hablar del esfuerzo que trasciende la escritura. Sé que para muchos resulta humillante vender sus propios libros, entregar sus propias invitaciones, servir el vino en sus presentaciones. Sé que muchos se sienten frustrados con sus editores, con sus colegas, pero hablar del trabajo detrás de dar a conocer un libro nos pone como comunidad en una dimensión distinta a los ojos de quienes nos hacen el regalo de leerlos.

Cuando quieres dedicarte a escribir, no basta con tener mucho talento, tiempo para escribir y encontrar quien te publique tu libro, sino tienes que buscar que la gente tenga tus ejemplares en las manos, que los lean, no puedes darte el lujo de no involucrarte.

Sé bien los sacrificios de no buscar un camino más institucional, uno donde tuviera el cobijo de empresas públicas o privadas, y más en un país donde la mayoría de la gente venera la fama, a las grandes corporaciones, y menosprecia la independencia. Pero no me importa. Yo vivo encantada con el placer de crear nuevos esquemas, con la satisfacción del esfuerzo, y sobre todo, con el valor de mi libertad. Cada logro, por pequeño que sea, me permite conocer la gloria.

Si alguna vez has leído uno de mis libros, has invertido tu dinero, tu tiempo, un fragmento de tu vida con los ojos sobre mis líneas, me has invitado a hablar de ellos o los has recomendado, tienes que saber que cuentas para siempre con mi aprecio y mi gratitud. Cada libro en tus manos es una recompensa a esta lucha por sembrar lo impensable y cosechar lo posible.

Mónica Soto Icaza

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Confesiones de una mujer neófita en el arte del albur (aunque no en su ejecución carnal)

Si el cuerpo es nuestro templo,

yo quisiera un montón de feligreses.

Lourdes Ruíz, “La reina del albur”.

El país donde me tocó la suerte de nacer es en realidad muchos países. Existe el México de los edificios de espejos, el de los pisos de tierra, el de las paredes delgadas y techos de mentiritas; el México de dientes, manteles y cuellos blancos, el de sonrisas incompletas; el de podredumbre y polvo, el de ese y este lado de las bardas. El de amigui, porfi, papaw; el de mamacita, hueva y carrilla.

Mi México, tan cerca de Dios y tan lejos de la cordura, con su trastorno de personalidad múltiple, en desafío constante de las leyes del espacio y la materia, posee una capacidad de regeneración que lleva a sus habitantes a ser aves fénix: un súper poder que nos sacude el lodo de las rodillas cuando caemos, que nos mantiene con brillo en los ojos a pesar de las dificultades, del que hemos aprendido a celebrar a la vida y a la muerte por igual. Se llama irreverencia. Y una de sus manifestaciones es el albur.

El albur es un juego que usa el ingenio y la creatividad para convertir palabras inocentes en espadas, con su respectiva connotación sexual. Surgió en vecindades, bailes, baños públicos, en los mercados: lugares donde se congrega tanta gente que la convivencia y la cábula son irremediables. Tiene también su origen en las prohibiciones que ejercían la autoridades civiles y eclesiásticas sobre el pueblo en la época de la Colonia, lo que hizo necesario inventar nuevos significados para las palabras, y así darle la vuelta a cumplir las reglas.

Es un duelo lingüístico donde el primero en clavar el albur lanza la pelota en espera del batazo o la perplejidad temerosa o ignorante. Si resulta que no hay respuesta, entonces el alburero detiene el asunto: sólo puede jugar quien entiende el código de comunicación; quienes están al margen se ponen de inmediato en una situación de vulnerabilidad al no poder defenderse de una agresión que ni siquiera saben que están sufriendo.

Dos lugares se pelean el nacimiento del albur: la zona minera del Estado de Hidalgo y el barrio de Tepito en la ciudad de México, aunque existen antecedentes de juegos de palabras con referencias sexuales y de doble interpretación en la época prehispánica, específicamente en los Mexicas, como el Cuecuechcuícatl (Canto travieso), y el Cihuacuícatl (Canto de mujeres).

El albur posee diversas posibilidades de análisis. Puede ser como una manifestación machista, violencia verbal, separación de clases sociales, prejuicio negativo sobre el uso y maltrato del lenguaje; a fin de cuentas, es manifestación social y artística, identidad, es experimentar la vida con la carcajada y la travesura en la imaginación y en la garganta. Es tener en la punta de la lengua la frase precisa para no dejarse vencer. El albur es dejar huella de la risa en las líneas de expresión.

Y para terminar, un poema (dedicado a todas las veces que tuve que venirme a sentar para acabar de escribir este texto):

Quiero tu palíndromo

paronomasio

en mi retruécano,

que tu lengua

me haga un préstamo

y antes de la metáfora

se metátesis entre mis piernas

para provocarme calambures.

Haz un juego de palabras

sin crasis, dilogía ni alusiones,

derívate

en una jaula de pájaros

y ven a componerme

un corrido pintoresco

con la lluvia.

Quiero colgarte

mis medallas

a lo largo

y lo ancho

del tiempo

en la más amiga

de mis días:

Tu compañía.

*Texto escrito para el Diplomado en Albures Finos, impartido por Alfonso Hernández, Rusbel Navarro y la genial Lourdes Ruíz “La Reina del Albur”, en la Galería José María Velasco, en Tepito, Ciudad de México.

El corazón de Australia: Uluru

Las estrellas de pronto se convirtieron en sueños. El aire se transformó en la mano que acaricia un rostro descansando en una bolsa de dormir y el sonido lejano de los insectos del desierto permutó en una apacible canción de cuna. A las 4:30 de la madrugada sonó el despertador. La noche que transcurrió a la intemperie en el campamento de Yulara, Territorio del Norte, Australia, había terminado, aunque todavía faltaba una hora y media para que comenzara a salir el sol.

Antes del amanecer el paisaje es engañoso, parece que no existe formación alguna en el desierto: la oscuridad es penetrante. Pero conforme la luz se devela, Uluru (llamada Ayers Rock por el topógrafo y explorador inglés William Goose), se empieza a definir en el horizonte, primero como una roca gigantesca sin forma ni color, después como un enorme corazón rojo que irrumpe entre arena, matorrales e incredulidad ante la belleza y asombro al demostrar la imponencia de la naturaleza ante los pequeños hombres que sólo la admiran e interpretan.

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Uluru después de la salida del sol

Ayers Rock es el monolito más grande del mundo (el segundo es la bella Peña de Bernal, en el estado mexicano de Querétaro). Localizado en el Territorio del Norte de Australia, la hermosa mole de arenisca tiene una altura de 348 metros, 3.6 kilómetros de largo, dos de ancho y 9.2 de circunferencia; se ha estimado que por lo menos dos terceras partes de la roca se encuentran debajo de la superficie y que se formó en el fondo del mar hace alrededor de 600 millones de años.

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Uluru al amanecer

Al amanecer Uluru es café, sus formas están contorneadas únicamente por los relieves que sufrió hace millones de años; pero mientras más sube el sol hacia el cenit, un color rojo intenso se va apoderando de cada centímetro del llamado corazón de Australia, dotándolo de los claroscuros mágicos que hacen comprender por qué los aborígenes lo eligieron como un lugar sagrado.

Hay varias opciones para acercarse a la Roca: escalarla, caminar alrededor de ella o dar uno de los paseos que se ofrecen (Mala Walk, Mutitjulu Walk y Liru Walk), los cuales varían en distancia y se eligen según los sitios sagrados que deseen visitarse. La cuestión de escalarla o no la eligen los aborígenes, porque en días sagrados o cuando hay mucho viento el ascenso está clausurado para los turistas, aunque los Anangu, poseedores originales de Uluru, piden a los visitantes que respeten el sitio sagrado y no la escalen. También hay tours en helicóptero o la cena “Los sonidos del silencio”, donde un guía explica los misterios del lugar y las constelaciones.

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Captura de pantalla de Uluru desde Google Maps

La caminata de 10 kilómetros alrededor de Ayers Rock es el paseo más común. Durante ella se pueden apreciar formas excéntricas y caprichosas, además de escuchar el sonido del viento entrar en cuevas y formas y salir emitiendo un sonido fuerte que combina a la perfección con el silencio y el canto de algún pájaro.

Por cuestiones tradicionales, los aborígenes prohíben tomar fotografías de algunos lugares y hay cuevas donde pueden entrar sólo hombres o nada más mujeres, para no hacer enojar a los espíritus que habitan ahí, que conceden años de mala suerte a los infractores; así que es necesario ir al centro de Australia para apreciar formas que de otra manera jamás se podrán ver, como mágicas pinturas rupestres, bordes, hondonadas y pequeñas cascadas. Para muchos esta situación es molesta, el primer impulso es querer compartir lo que se mira, pero los aborígenes tienen sus fundamentos y es positivo que los visitantes respeten las creencias de una cultura ancestral necesaria para conocer las raíces de los australianos.

A 32 kilómetros de Uluru se encuentra otro de los íconos del país, The Olgas o Kata Tjuta, compuesto por 36 enormes monolitos. Su formación más alta, Monte Olga, se levanta 546 metros del suelo. Uluru y Kata Tjuta son las dos maravillas que forman parte del Parque Nacional que lleva su nombre.

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Incendio en el desierto de Australia: el sol enciende los matorrales secos. A lo lejos se ve Kata Tjuta

El camión se alejó de Uluru a las tres de la tarde. Todos los integrantes de la expedición se miraban con las palabras de admiración contenidas en el cuerpo. La roca los había dejado con la mente habitada, pero los labios en silencio: el poder de los espíritus ancestrales que rodean su misticismo es irresistible al estar frente a ella y tocarla.

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Vista del desierto australiano, con The Olgas de fondo

*Reportaje publicado originalmente en la Revista Época de México, el 12 de mayo de 2003.

¿Lista para morir?

Dicen que lo mejor de la vida es gratis, pero vivir cuesta caro. Sobre todo cuando los días suceden sin la conciencia de que un segundo que transcurre en el pasado inmediato, es un segundo menos en todas las dimensiones del futuro.

La primera vez que escuché esa idea era muy joven para agobiarme por la persona en la que se convertiría mi adulta. A pesar de considerar que tenía demasiado tiempo para cumplir mis sueños, conquistar mis metas, experimentar mi vida con la tristeza o la belleza que yo eligiera, para tragarme el mundo de un solo bocado, he transitado por mis veinte y lo que va de mis treinta así. Desde el principio.

A veces, debo admitir, me he atragantado, pero la mayoría de las ocasiones he podido paladear los instantes, captar fotografías de esos momentos y darles eternidad; he gastado mi cuerpo, mi mente y mi corazón de tanto usarlos: los he utilizado para el aprendizaje y el deleite.

He vivido con adrenalina, tomado decisiones despiadadas, gozado tanto la cotidianidad como los acontecimientos; he llorado con fuerza, pero luchado por mi libertad con más fuerza. He sido humana hasta la rabia.

Creo que vez en cuando es rico detenerse a analizar y reconocer la importancia que le hemos dado a la vida, analizar si hemos sido ingratos con ella, si hemos maldecido lo que pasa, aunque hayamos sido nosotros mismos los causantes de las aparentes maldiciones; reconocer que hemos sido víctimas y victimarios y, sobre todo, hacer un recuento de lo que se quedaría en el tintero si muriéramos en unas horas o mañana.

Nos han dicho que somos nuestro legado, o el lugar que ocupamos en una empresa; nos han convencido de que somos lo que hacemos, lo que pensamos, o las ideas de los demás sobre nosotros, porque la vida de todos está sujeta, siempre, a interpretaciones ajenas. Pero no estoy de acuerdo:

Somos lo que nos devuelve el espejo del alma; la alegría, la tristeza o la libertad que nos habita, nuestra respuesta, certera y personal a la pregunta: ¿Estoy lista para morir mañana?

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Madres ilimitadas: hijos libres

 

Ganas fuerza, coraje y confianza por cada experiencia en la que realmente dejas de mirar al miedo a la cara. Te puedes decir a ti mismo: “He sobrevivido a este horror y podré enfrentarme a cualquier cosa que venga”. Debes hacer lo que te crees incapaz de hacer.

Eleanor Rossevelt

 

Las madres no renunciamos. Las madres elegimos. Uno de los grandes problemas de nuestra sociedad es que somos una sociedad víctima: ahora resulta que por ser madre tengo que dejar de ser yo. Pues yo creo que no. Tengo dos hijos, una niña y un niño y por ningún motivo permitiría que cargaran en sus hombros de 7 y 9 años el peso de mis decisiones; no me imagino diciéndoles que por ellos no pude alcanzar mis metas y abandoné lo que me gustaba hacer. Al contrario, me veo predicando con el ejemplo, diciéndoles con mi propia vida que seguir tus sueños y conquistar tus metas es posible y te llena de satisfacción; decirles con mi propia vida que es posible vivir con decisión, con convicciones, con ideas propias, y ser una mamá cariñosa y presente también.

Ser una mujer con hijos y un proyecto profesional propio tiene implicaciones sociales importantes, porque a los demás les encanta sembrarte culpa y hacerte sentir que no eres tan buena madre porque, a su juicio, tus hijos no son tu prioridad. Pero eso nadie puede saberlo a ciencia cierta, porque nadie vive en tus zapatos 24/7, sólo tú.

Pensar que por ser madre debes renunciar a ti es lo que toda la vida nos han enseñado a las mujeres, pero yo creo que es una mentira:

Tener hijos no es un sacrificio. Las mujeres no somos sacrificadas, somos afortunadas de tener la oportunidad de formar a una persona con carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre, pero no sólo eso, sino de formarlos como seres humanos, de trazar con ellos el camino que transitarán por sí mismos cuando llegue el momento.

Creo en la libertad de las personas, y la libertad nace de la independencia. Creo en el amor verdadero, y el amor verdadero nace de aceptar a las personas como son.

Claro que es doloroso ver las miradas que te juzgan: “deberías pasar más tiempo con tus hijos”, dicen, pero yo creo que tres horas bien concentrada en mis niños, sin contestar el teléfono ni estar viendo quien actualizó el Facebook, sin lavar platos ni ver la televisión, son mucho más valiosas que toda una tarde con el cuerpo de mamá presente, pero con la mente deseando estar en otro lugar. Lo compruebo cuando veo a mis hijos seguros de sí mismos, contentos, independientes, creativos y sin miedo al futuro.

Cada día de mi vida me esmero por ser una mejor madre para mis hijos, leo libros y revistas de crianza, los escucho, los conozco cada vez mejor. Y también cada día me miro al espejo y me digo a mí misma que esta es la mamá que soy, que esta es la mamá que les tocó en suerte a mis hijos, y que haré todo lo que esté en mis manos para que sean felices. Les estoy enseñando a ser personas plenas, pero no de dientes para afuera, sino con mi propia vida, ¿cómo vas a convencer a un niño de que se puede vivir con plenitud, si tú te quejas de tus circunstancias?

¿Cómo les voy a enseñar a ser auto suficientes, tanto económica como emocionalmente, si ellos me ven depender completamente de alguien más? ¿Cómo les voy a enseñar a luchar por lo que quieren lograr en la vida, si no me han visto hacerlo, o no han sido testigos del esfuerzo que implica?

Lograr el equilibrio es complejo. Para conseguirlo pasas por diferentes y distintas etapas. Los retos son enormes, las miradas que enjuician agudas, pero no hay nada más satisfactorio que estar presentando un libro y ver a mi familia sentada entre el público, con sus miradas de orgullo y las sonrisas cómplices, porque los únicos que de verdad saben todo lo que implica el éxito son ellos, y crecemos juntos. Lo que los demás piensen francamente me tiene sin cuidado.

No negaré que hay días más difíciles que otros, que a veces el cansancio amenaza con hacerme renunciar, pero entonces hago un recuento de mi propia historia e invariablemente me doy cuenta que seguir no vale la pena, seguir vale la alegría.

Ojalá la sociedad evitara juzgar de manera tan radical a las madres que decidimos trabajar. Creo que hay algunos avances y cambios encaminados a más libertad de pensamiento, pero todavía estamos en ese camino. No podemos esperar a que el mundo sea un lugar más propicio para nosotros: tenemos que provocarlo.

Cuando me preguntan cómo le hago para llevar a cabo tantas cosas en una sola vida, la verdad no sé bien qué responder, sólo sé que sigo mis sueños y soy adicta a experimentar el éxito. Sé que mis hijos no son obstáculos, son mis compañeros. No hay persona más fuerte que una mujer motivada y feliz, porque la felicidad y la plenitud son contagiosas.

Terminaré con un cuento de Eduardo Galeano en “El libro de los abrazos”. Se titula “El Mundo”:

Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos. El mundo es eso -reveló- un montón de gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.

Definitivamente elijo ser un incendio.

Hallazgos color a Vargas Llosa

Dijo que el viaje sería una locura: 18 horas de vuelo, 10 de espera en aeropuertos, para estar dos días al Sur de Perú. No había forma de rechazar su invitación… ¡Ah, el amor y sus impertinencias!

La ciudad de Arequipa está a 2328 metros sobre el nivel del mar. Además de ser una tierra cobijada por la majestuosa cordillera de los Andes, un lugar donde la gente posee una sonrisa perpetua y la amabilidad como símbolo, es el sitio que vio nacer al niño escribidor de historias que renunció a todo y se rebeló a todos para cumplir su sueño de ser escritor: Mario Vargas Llosa.

Ochenta y un años después de su nacimiento, Mario, justo el día de su cumpleaños, el 28 de marzo de 2017, llegó a su ciudad-cuna para entregar siete mil ejemplares de su acervo personal a la biblioteca que lleva su nombre en Arequipa, que ya poseía más de siete mil ejemplares, llevados por su propietario original en visitas anteriores, y la que espera otros 15 mil libros que irán llegando poco a poco.

Eran las 11:30 de la mañana cuando inició la entrega oficial de los libros, que incluía títulos en varios idiomas y de diversos autores, como Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Alonso Cueto, y más, muchos de ellos encuadernados en piel roja con letras doradas, otros en sus portadas originales, todos con las huellas de haber sido abiertos y contagiados de magia por las manos de su lector original, quien, tal vez sin saberlo, los convirtió en una familia de papel, tinta y leyenda.

El discurso de Vargas Llosa fue emocionante, de una humildad bella; se dirigió a los asistentes con la familiaridad de los amigos. “Aprender a leer fue la experiencia más importante de mi vida. El mundo se ensanchó, se alargó, se enriqueció. Aprender a leer fue aprender a vivir muchas vidas”, dijo. En sus palabras hizo énfasis en la importancia de la lectura como instrumento para la libertad.

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Después del “acto oficial” en la biblioteca, la gobernadora regional de Arequipa, Yamila Osorio, organizó una gran comida en la picantería tradicional “La Nueva Palomino”, donde probamos la comida típica de la zona, elaborada con técnicas ancestrales, como el rocoto relleno, ají de calabaza y el solterito de queso, mi favorito, preparado con habas frescas, anís, cebolla, queso, tomate, lechuga y otros deliciosos ingredientes. De postre disfrutamos queso helado, todo acompañado con jugo de papaya arequipeña, más anaranjada y dulce que la papaya maradol que normalmente comemos los mexicanos en el desayuno.

Vargas Llosa se veía feliz, con una sonrisa radiante. Saludó a la concurrencia, platicó con todo el que se le acercó a conversar, se tomó cientos de fotos; junto a su novia Isabel Preysler disfrutó el momento entre amigos, apagó las velas con el número 81 sobre un pastel blanco y recibió múltiples regalos, entre ellos un hipopótamo, obsequio de Yamila Osorio, para su colección. Al tomar el micrófono habló de la suerte que su colección de hipopótamos le ha dado siempre, y agradeció la comida y las atenciones. Al salir un grupo de gente lo esperaba con ejemplares de sus libros en las manos a la espera de una dedicatoria de puño y letra del autor.

A las cinco de la tarde nos encaminamos a la Casa-Museo Mario Vargas Llosa, ubicado en una Avenida Parra muy transitada. Al inicio del recorrido es el propio Vargas Llosa quien le da la bienvenida a los visitantes. Una imagen holográfica se enciende y el escritor habla: “Bienvenidos a este museo virtual. En esta casa nací y aquí pasé mi primer año de vida junto a mi madre y mi familia materna. Y aquí está reunida ahora, en una animada síntesis, toda mi trayectoria de escritor”; mi parte favorita del mensaje es cuando él comenta: “Recorriendo estos cuartos descubrirán cómo nació mi vocación, cómo se gestaron algunos de mis libros, las experiencias que me hicieron gozar o sufrir, las ciudades en que viví, los trabajos con los que me he ganado la vida, las cosas y las personas que me ayudaron a fantasear historias; mis ilusiones, mis aventuras y mis fracasos”.

Pasado este punto, el recorrido continúa fascinante. Empieza en la habitación donde dio su primer respiro, y pasa por múltiples escenarios, como su recámara infantil en Piura, el vagón de un tren, un bar de París, y más, así como una maravillosa conversación entre Mario y algunos de sus personajes, como la Niña Mala de su novela Travesuras de la niña mala, que se lleva a cabo en una ambientación del Café Boom.

El museo también contiene objetos muy valiosos para los seguidores del escritor, como el manuscrito de La ciudad y los perros y distintos diplomas, premios y reconocimientos que le han entregado. El paseo deja ver un museo hecho con mucho cariño, con un ánimo de perpetuar la historia por medio de recursos tecnológicos y mil detalles que lo convierten en un imperdible para los amantes del autor de La fiesta del Chivo.

La visita terminó antes de recorrer el museo completo. Dieron las siete de la noche y llegó el momento de entrar a un pequeño teatro que levantaron en el patio trasero de la antigua casa, y que lleva por nombre Teatro Mario Vargas Llosa. Poco antes de iniciar llegaron Mario e Isabel: es la primera vez que no me molesta que me tapen la visión de un espectáculo.

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La puesta en escena fue una adaptación de fragmentos de cuatro obras del Premio Nobel de Literatura 2010: La ciudad y los perros, Conversación en la Catedral, El paraíso en la otra esquina y Travesuras de la niña mala, todas representadas por distintos actores y actrices arequipeños.

Al terminar ofrecieron un brindis con jugos y bocadillos de la región; nosotros, por el cansancio tras muchas horas de viaje y poco sueño, decidimos regresar caminando al hotel, un paseo de veinte minutos por diversas calles del Centro, muy despiertas, con la gente conviviendo y respirando el espíritu de la ciudad.

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El hotel, Casa Andina de la calle Ugarte, en el corazón del Centro de Arequipa, en 1794 fue la Casa de la Moneda donde se acuñaba el metálico de la nación. Es un edificio de piedra volcánica blanca, que tiene el encanto de las construcciones antiguas combinado con las comodidades actuales de un hotel boutique. Se encuentra a tres cuadras de la Plaza de Armas, otro sitio donde se puede disfrutar la arquitectura sobria y luminosa de Arequipa que le ha dado el nombre de Ciudad Blanca.

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Al siguiente día nos levantamos temprano y bajamos a desayunar al restaurante del hotel, un patio con sombrillas que está frente a una Capilla, hallazgo que surgió de los trabajos de restauración y remodelación del recinto.

Al terminar el desayuno caminamos hacia el Colegio de Abogados de Arequipa, donde se llevó a cabo el Foro Internacional América Latina: Desafíos y Oportunidades, organizado por la Fundación Internacional para la Libertad. En las calles del Centro nos encontramos a decenas de personas que salieron a ver pasar a su ídolo, un Mario Vargas Llosa que decidió donar su biblioteca a Arequipa cuando después de ganar el Premio Nobel la ciudad lo recibió con una algarabía sin límite, como si Perú hubiera ganado un mundial de futbol, hecho que se quedó grabado en su corazón y lo unió mucho más a su lugar natal.

El foro fue moderado por el presidente de Fundación Libertad, Gerardo Bongiovanni, y tuvo como exponentes a personajes como Marcos Peña, jefe del Gabinete de Ministros de Argentina, cuya esposa Luciana Mantero, periodista y escritora, fue uno de los grandes encuentros de mi experiencia peruana; Luis Lacalle Pou, excandidato presidencial de Uruguay; el periodista mexicano Sergio Sarmiento, a quien acompañé; Marta Lucía Ramírez, ex ministra de Defensa de Colombia; y Álvaro Vargas Llosa, escritor y periodista, que dio un panorama de la importancia de que los países de América Latina trabajen juntos para el mayor desarrollo de la Región.

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Los ponentes hablaron de la situación particular de su país, de forma tal que los asistentes pudimos hacernos una idea muy amplia de los aciertos y los errores que los gobiernos de diversos Estados han cometido, en aras de aprender y buscar soluciones, siempre con la Libertad como bandera.

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En el discurso de cierre Mario Vargas Llosa afirmó que “La democracia permitió los mayores progresos de la humanidad”, culminando así una jornada llena de diálogo, diversas voces y sorpresas sobre la percepción de unos y otros respecto a la vida en América Latina y todas las alternativas que existen para impulsar el desarrollo.

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Al terminar asistimos a un brindis en el patio de la Biblioteca Mario Vargas Llosa, donde se dio la última oportunidad de conocer a los diversos asistentes al foro, quienes se tomaron fotos, compartieron los bocadillos y la palabra y se despidieron, con la promesa de encontrarse en las próximas oportunidades para hablar de desarrollo, cultura y libertad.

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El viaje de regreso nos llevó al Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, cerca de Lima, la capital de Perú, a su humedad del 80 % y al inconfundible olor a mariscos que reina en el aire y te provoca un recuerdo que queda para siempre en la memoria.

El avión despegó a las 8:50 de la mañana. Mientras volábamos regresaron las imágenes a mis ojos, los sonidos que escuché volvieron a mis oídos, los olores y sabores hicieron acto de aparición con un deleite maravilloso por Arequipa, la ciudad donde viví una experiencia transformadora, de esas que experimentas una vez y de las que no puedes pensar más que en gratitud.

 

VIOLENCIA DE MUJERES CONTRA MUJERES: UNA REALIDAD INCÓMODA

(PONENCIA EN EL FORO MUJER CONTEMPORÁNEA MX. 3 DE ABRIL DE 2017. PALACIO LEGISLATIVO DE SAN LÁZARO)

 

(Antes de iniciar quisiera que todos respiren hondo y profundo y piensen en la persona que más aman. ¿Listo? Ahora, por favor, pregúntense si la amarían igual si fuera del sexo opuesto. ¿Importa en su respuesta, si esa persona es hombre o mujer? Con eso en la mente vamos a empezar).

Soy mujer, mamá, hija, esposa, exesposa, novia, amante, escritora, docente, alumna, cocinera, señora de la limpieza, ordinaria, chofer, académica, pianista, lectora, extraordinaria, viajera, confiada, enfermera, persona, terrícola, mexicana, hembra, psicóloga, (a veces psiquiatra), animal racional, olvidadiza, inteligente, apasionada, irreverente, emocionalmente equilibrada, loca, amiga, enemiga, vértice de varios destinos. Y quimera. También soy quimera. Todo eso en orden y en desorden. Lo he sido en el pasado, y lo seguiré siendo en el futuro. Sí, dije “soy”, porque no voy a entrar aquí en discusiones de si “eres lo que haces” o “eres, independientemente de lo que haces”. Todo somos, ni más ni menos, otro ser humano, como cualquiera.

Me han creído lesbiana más de una vez por hablar mucho y hablar bien de las mujeres; por tratarlas amorosamente y con admiración. Aunque no soy lesbiana, sí confieso que me gustan las mujeres tanto como los hombres, tanto como el género, que para mí jamás ha sido femenino o masculino, sino humano.

Cuando me preguntaron el tema del que hablaría este día, lo primero que me vino a la cabeza fue la violencia que mujeres ejercen hacia otras mujeres, porque lo experimento casi todos los días. Pero no vine aquí a contarles una historia en particular, sino a hablar de la reflexión que surgió de pensar en aquellos comportamientos que tanto las mujeres como los hombres hemos aprendido y no nos dejan ver cuando ejercemos la violencia en la vida cotidiana, o cuando la vivimos, como los juicios ligeros sobre la maternidad de alguien, o aquellas afirmaciones acerca de la forma de comportarse o de interactuar de una mujer con un hombre.

Empezaré precisando que hablar de género al tratar el tema de la violencia ha provocado una guerra absurda entre hombres y mujeres en aras de la búsqueda de condiciones de vida equitativas para ambos sexos.

Existe el sexo masculino y el sexo femenino, ambos en diversas interpretaciones y dimensiones que no hacen más que enriquecer el espectro de puntos de vista, metas y avances de la humanidad. Y existe un solo género: el humano, del que formamos parte hombres y mujeres por igual, independientemente de las creencias religiosas, políticas, la preferencia sexual o la clase social.

Es natural que por nuestras diferencias fisiológicas desde tiempos inmemoriales hombres y mujeres nos dividiéramos en grupos; definitivamente tenemos distinta fuerza física, distintas habilidades, distintas funciones reproductivas, pero sin duda, ambos somos necesarios para perpetuar la especie: para el embarazo hace falta por igual un espermatozoide, que un óvulo. Es esta división por grupos lo que nos ha separado, así como nos ha separado la nacionalidad, el color de piel, incluso la brecha generacional.

Para entender el fenómeno de la violencia entre los sexos, necesitamos hablar de poder, porque es lo que lleva a alguien a sentirse con el derecho de dominar al otro, y provoca violencia en una relación entre alguien vulnerable y alguien con poder sobre esa persona.

Vulnerable no es lo mismo que débil. Existen personas con gran fuerza física, pero debilidad intelectual; gente con fortaleza intelectual, pero debilidad física. Esta lista es interminable, como interminables son nuestras diferencias entre personas; como reza aquel dicho popular: “cada cabeza es un mundo”. Vulnerable es alguien que asume una relación de subordinación, otorgándole a otro un poder que en cualquier momento podría cambiar o desaparecer. Ejemplos de ello son las relaciones padres-hijos, viejos-jóvenes a cargo de ellos.

El poder que los hombres han ejercido sobre las mujeres desde hace tanto tiempo, radica no sólo en las funciones que unos u otros han cumplido a lo largo de la historia. Las mujeres pertenecían a la esfera privada, dedicada al hogar, a la preparación de los alimentos, al matrimonio y a ser amas de casa como únicos objetivos. En cambio, los hombres siempre han estado en la esfera pública, con cargos políticos, empresariales, desarrollándose fuera del nido familiar, a cargo de tomar las decisiones económicas, y en algunos casos las de todo tipo.

Gilles Lipovetsky en su revelador ensayo La tercera mujer, se pregunta y declara: “¿Cómo no interrogarse sobre el nuevo lugar de las mujeres y sus relaciones con los hombres, cuando medio siglo ha introducido más cambios en la condición femenina que todos los milenios anteriores? Las mujeres eran “esclavas” de la procreación, y han logrado liberarse de esa servidumbre inmemorial. Soñaban con ser madres y amas de casa, ahora quieren ejercer una actividad profesional. Se hallaban sometidas a una moral severa, y la libertad sexual ha adquirido derecho de ciudadanía. Estaban confinadas en los sectores femeninos, y hete aquí que abren brechas en las ciudadelas masculinas, obtienen los mismos títulos que los hombres y reivindican la paridad en política. No cabe duda de que ninguna conmoción social de nuestra época ha sido tan profunda, tan rápida, tan preñada de futuro como la emancipación femenina” (Lipovetsky, 1997).

Con la emancipación, con la apertura a las mismas oportunidades, con la conciencia de nuestra posibilidad de participar en el campo de juegos profesional como pares de los hombres, vino también un desbocamiento, una necesidad de tomar, casi a la fuerza, lo que por siglos nos ha correspondido y sólo algunas mujeres habían tomado, provocando que la lucha feminista se convirtiera en una lucha humana, desvirtuando las batallas y así, poniendo a las mujeres, no sólo contra los hombres, sino contra otras mujeres. Por supuesto que esto ahora provoca que estemos más divididos y divididas que nunca.

Hanna Arendt, filósofa política alemana-estadounidense, escribió en su libro Sobre la violencia: “El poder nunca es propiedad de un individuo, pertenece a un grupo y sigue existiendo mientras que el grupo se mantenga unido” (Arendt, 2005). Creo que las mujeres que trabajamos todos los días en circunstancias iguales que los hombres, que tenemos que pagar impuestos, renta, teléfono, luz, servicios de telecomunicaciones, tarjeta de crédito, tenemos mucho que aprender de esas palabras. No necesitamos pelearnos con los hombres, ni siquiera desbancarlos, sino asumir nuestra condición de iguales, no desde la vulnerabilidad ni el victimismo, sino desde la capacidad intelectual, que es, esa sí, igual a la de cualquier hombre. Mientras las feministas sigamos discutiendo sobre cuál es el verdadero significado de ser mujer, cuáles son los papeles que tenemos que representar, cuáles no, el mundo sigue su curso, y en vez de fortalecernos, nos debilitamos unas a otras, cuando a fin de cuentas lo que debemos aprender es a respetar las decisiones que cada una toma en libertad.

Las mujeres necesitamos medirnos con los mismos parámetros con los que medimos a los hombres, sin complacencias sólo porque somos “dadoras de vida”, tenemos que limpiar la casa o sufrimos cólicos menstruales. No es fingir ser súper héroes, es transportar el poder que tenemos a todas nuestras dimensiones. A fin de cuentas, si nos obligamos a serlo todo: bonitas, inteligentes, exitosas, buenas madres, amantes excelsas, y nadie en su sano juicio puede hacer todo eso posible al mismo tiempo, es porque nosotros elegimos serlo.

Hanna Arendt también propone: “Donde todos son culpables, nadie lo es; las confesiones de una culpa colectiva son la mejor salvaguarda contra el descubrimiento de los culpables, y la magnitud del delito es la mejor excusa para no hacer nada (…). La verdadera grieta entre negros y blancos no se cierra traduciéndola en conflicto aún menos reconciliable entre la inocencia colectiva y la culpa colectiva. El “todos los blancos son culpables” no es sólo un peligroso disparate, sino que constituye también un racismo a la inversa y sirve muy eficazmente para dar a las auténticas quejas y a las emociones racionales de la población negra una salida hacia la irracionalidad, un escape de la realidad” (Arendt, 2005).

Retomo la idea anterior, que Arendt utilizó para describir el racismo, y la traslado hacia la lucha de las mujeres contra los hombres, una lucha que además, ha puesto también en el contexto público a otros grupos que tradicionalmente se han tratado como minorías, como los mulatos, los indígenas, las personas con discapacidad, y todos aquellos que desde siempre han sufrido la dominación preponderantemente masculina. Basada en la idea de Hanna Arendt, podemos afirmar que no existe un sexo mejor que el otro, y seguir luchando de manera violenta para terminar con la violencia lo único que logrará es que ésta aumente en vez de disminuir.

En su libro La violencia en casa, Martha Torres Falcón, afirma: “La violencia no resuelve los conflictos. Los intensifica” (Torres Falcón, 2001), es por esto que es tan importante que las mujeres dejemos de buscar ocupar los lugares que nos corresponden insultando, faltando al respeto y violentando, también, a los hombres; mientras siga sucediendo, la violencia seguirá multiplicándose, así como el poco entendimiento.

Álvaro Vargas Llosa, en la reunión que la Fundación Internacional para la Libertad, presidida por su padre, Mario Vargas Llosa, y que tuvo lugar en Arequipa, Perú el 29 de marzo de este año, dijo: “la nueva generación, que creció en una realidad privilegiada, exige demasiado, y eso pone en riesgo todo lo que se ha construido antes” (Foro Internacional América Latina: Desafíos y Oportunidades, FIL). De estas palabras podemos aprender que el feminismo moderno debe trascender varias ideas de generaciones anteriores, retomar lo muy valioso que nos legaron, pero construir un feminismo que se ajuste a las nuevas realidades y nuevos conflictos que vivimos en esta época, en orden de seguir construyendo para las generaciones futuras, mujeres quienes han vivido y vivirán en un mundo distinto al nuestro, así como nosotras hemos vivido y viviremos en un mundo diferente al de ellas.

Si logramos utilizar lo que hemos experimentado para construir escalones, tendremos cimientos fuertes para seguir avanzando. Lo importante es conocer la historia, rescatar el aprendizaje, tanto de los aciertos, como de los errores que hemos cometido, para aprender, y así también ser capaces de compartir ese aprendizaje con todos los miembros del género humano.

Por eso decidí en esta oportunidad, donde tantas mujeres y hombres nos reunimos para fortalecer la misma causa, que me centraría en lo que podemos construir, y escribí una lista de las afirmaciones que jamás debemos volver a utilizar para hablar sobre una mujer. Es una lista también interminable, que completaremos entre todos:

  • La violaron porque mira cómo iba vestida…
  • Claro, se embarazó para atraparlo…
  • Si se viste así, ¿cómo la van a tomar en serio?
  • Ella sólo lo quiere por su dinero…
  • Para qué estudia, si va a terminar casándose y cuidando niños…
  • No amamanta a su hijo, qué mala mamá…
  • Sobreprotege a sus hijos, qué mala mamá…
  • Si iba a seguir trabajando, ¿para qué tuvo hijos?
  • Una mujer decente no sale sola de noche…
  • Qué exagerada, si ni está tan guapa…
  • La engañaron porque se dejó de arreglar para el marido…
  • Una dama no se viste (o habla) así…
  • No le hagas caso, está “en sus días”…
  • Ha logrado todo eso porque le abre las piernas a todos…
  • Está soltera porque nadie la soporta…

Muchas gracias por su atención y deseo que sigan teniendo una tarde magnífica.

 

Bibliografía:

Lipovetsky, Gilles. (2012). La tercera mujer. México: Anagrama.

Torres, Martha. (2001). La violencia en casa. México: Paidós.

Sefchovich, Sara. (2011). ¿Son mejores las mujeres? México: Paidós.

Arendt, Hanna. (2005). Sobre la violencia. España: Alianza.

De cómo la literatura erótica potencia el placer sexual…

Somos seres de imágenes en la mente, de memorias, de acciones y reacciones que tienen que ver con la imaginación. Lo que nos hace humanos es el arte, esas manifestaciones de la profundidad de nuestra experiencia. Es aquí donde la literatura hace acto de aparición; donde la acción de leer puede adquirir proporciones épicas, provocar deleite no sólo en las fantasías, sino en el cuerpo.

Cuando imaginamos la mente se confunde y le cuesta trabajo distinguir entre imágenes que suceden en la vida real y las que ocurren en la fantasía, por eso es tan placentero soñar despiertos. Lo mismo sucede cuando leemos, y mucho más si el autor tiene la capacidad de formar esas imágenes con sus palabras en nuestra mente. Así, leer se convierte en un acto de sufrimiento, reflexión o deleite.

Hoy quiero hablar del disfrute que se experimenta al leer literatura erótica, de las sensaciones que el erotismo despierta en los sentidos, de lo que el cuerpo pide, de las manos que traviesas se deslizan debajo de la ropa para rozar aquellos lugares que en segundos empezarán a inundarse.

La literatura erótica provoca mayor apertura hacia el sexo, nos da ideas, sensaciones nuevas y nos regala historias. A diferencia de una película con escenas de poca ropa, al leer tenemos la oportunidad de colocarnos en el lugar del héroe o la heroína, de desdoblarnos y asumir que somos un personaje que alguien imaginó para darle una vida de placer.

La vida se siente distinta después de un orgasmo. Los sonidos adquieren musicalidad, los colores tonos más intensos, los olores se dispersan como una explosión de mil maravillas. Después de un orgasmo los poros de la piel despiertan a las texturas, las neuronas retoman los pensamientos, el mundo se aparece ante nuestros ojos como un lugar menos hostil, y quedamos dispuestos a explorarlo sin miedo. Lo mismo sucede con los orgasmos intelectuales, esos que experimentamos al leer algo que nos parece genial, creado en un momento de trance en la inspiración.

¿Quién no ha oído hablar del legendario Kamasutra, el clásico de la literatura oriental que se ha posicionado como el ejemplo de erotismo por excelencia? Es el libro erótico más popular de todos los tiempos. En él no solamente aparecen las famosas posturas para hacer el amor, sino que habla de los tipos de mujeres y hombres según el tamaño de su sexo, de su compatibilidad. Es un manual de seducción, con los rituales y requisitos necesarios para que el disfrute de la unión sea más intenso, más perfecto.

La sensualidad, junto con el amor, es uno de los temas más recurrentes en los libros de ficción. Ambos forman parte de esa otra dimensión que nos habita a las personas: la de la trascendencia. El sexo es tan poderoso porque es capaz de generar vida, de darle continuidad a la especie humana, de transformar absolutamente el ánimo de quien lo practica, de quien lo lee o quien lo escribe.

El sexo es una necesidad básica del ser humano, que adquiere mayor importancia al estar insertada en todos los niveles de la motivación que bien describió Abraham Maslow en su famosa pirámide, en el siglo XX. Desde las necesidades fisiológicas, donde lo incluye de manera explícita, pasando por las necesidades de seguridad, sociales, de estima y autorrealización. El sexo lo transforma todo. Y todo es culpa de las endorfinas, de la dopamina, de la oxitocina, esas drogas naturales que estimulan la manera en que nos enfrentamos con el mundo.

Cuando leemos literatura erótica nuestro cuerpo libera estas sustancias, porque fantasea con que somos nosotros los personajes, o imagina que lo que leemos está sucediendo justo frente a nuestros ojos. Desde la primera vez que tenemos una experiencia sexual, en nuestro cuerpo se guardará la memoria de las sensaciones que vivimos, por lo que el puro recuerdo es suficiente para que surja el deseo de repetirla, a pesar de haberla llevado a cabo una y otra vez. Aquí es donde la literatura erótica encuentra la ventana para influir en las relaciones íntimas que compartimos con otros, incluso con nosotros mismos.

Hay a quienes les gusta hacer una distinción entre literatura erótica y pornografía, porque es definitivo que se encuentran separadas por una línea muy delgada, tal vez demasiado. Esta diferenciación parece dividir al erotismo en dos categorías, una superior a la otra, pero no necesariamente es así. Todo depende del lector. Tal vez una mujer que siente incomodidad al ver una escena de sexo explícito en una película, al leerla se encuentra más cómoda. Quizás un hombre sí requiere un estímulo visual que no le deje nada a la imaginación para encontrar el placer que busca. A fin de cuentas vivimos en un mundo diverso y es maravilloso que existan propuestas para repartir.

Se dice mucho que leer aumenta el bagaje cultural, que provoca conexiones cerebrales nuevas, que abona al criterio, a la empatía de las personas. Por esto mismo al tomar entre las manos un libro de tema erótico, estamos ampliando los límites del marco de referencia sobre el que creamos y nos basamos en la toma de decisiones, y así nuestro cuerpo se enciende en automático y reacciona de forma instintiva recordando lo que leímos, enriqueciendo el contacto con el erotismo.

Nada puede crearse de la nada. No tenemos la capacidad de generar acciones sin el conocimiento previo, sin haber introducido a nuestro cerebro la información que pretendemos utilizar. Al leer, de inmediato hacemos que crezcan las respuestas que damos ante los estímulos, y podemos ejecutar esas ideas nuevas, que en el caso del sexo, por supuesto que provoca mayor satisfacción. El conocimiento genera también valentía. El autoconocimiento hace crecer la autoestima. No importa si estamos solos o acompañados, leer una escena erótica que nos parece deliciosa, nos lleva de inmediato a experimentar el cosquilleo previo al deseo.

También de la literatura han surgido los nombres de algunas de las perversiones más atractivas. Basta recordar a Donatien Alphonse Francois de Sade, el famoso y polémico Marqués de Sade, quien le dio nombre a una tendencia muy en boga en los últimos tiempos: el Sadomasoquismo. O el Bovarismo, inspirado en el personaje Madame Bovary, de Gustav Flaubert, que consiste en inventar historias excitantes hasta llegar al orgasmo.

Una novela, un cuento o un poema erótico no sólo puede ayudar a potenciar la vida sexual de las personas al ponerse en contacto con ellos desde un acto de soledad, sino también en pareja. ¿Qué puede ser más delicioso que compartir la lectura de un texto que aumente el ritmo cardiaco, leer lo que el autor describe y ejecutarlo en tiempo real con el compañero de aventuras? ¿Encontrar las palabras que tú querías decir, escritas de manera en que puedes adoptarlas y dedicarlas, porque alguien más supo expresarlas mejor que ti mismo?

La lectura de libros eróticos provoca que las personas disfruten más su sexualidad. Les abre mayores posibilidades, les ayuda a ver este aspecto de la vida humana de una manera menos artificial y racional, más en contacto con sus instintos. Escribirlos también conecta al escritor con su parte más animal, porque se convierte en el portavoz de lo que típicamente sucedía en las alcobas con las puertas cerradas y las cortinas corridas, y provoca que salga para compartir el deleite con más personas.

La información es poder. El poder es afrodisíaco. Mientras más información tengamos sobre el tema erótico, de mayor satisfacción serán las propias sensaciones. Mientras más experiencia se tenga, mejores serán esos encuentros, más memorables. De una intensidad adictiva.

Te invito a leer las líneas de Trópico de cáncer, de Henry Miller; Delta de Venus, de Anais Nïn; Las edades de Lulú, de Almudena Grandes; Historia de O, de Pauline Reage, La vida sexual de Catherine M., de Catherine Millet, El amante de Lady Chatterley, de D. H. Lawrence, y otras obras que han trascendido por ser atrevidas, originales y trasgresoras, por crear polémica y adelantarse a tu tiempo. No te pierdas la oportunidad de dejarte sorprender por esos fragmentos de genialidad ajena que termina sintiéndose como propia.

Los libros sí pueden cambiar vidas. El sexo también. Por eso juntos constituyen una de las mejores experiencias del ser humano. En el juego de la literatura erótica te garantizo que no hay manera de perder.

El arte con nombre y apellido: Edward James

 

Porque he visto tanta belleza como rara vez se puede ver, estaré agradecido de morir en este pequeño cuarto, rodeado de la floresta, de la gran penumbra de los árboles. Mi única penumbra, y del murmullo, el murmullo del verdor…

Edward James

Eran las dos y media de la madrugada cuando al fin, diez horas después de la salida desde la Ciudad de México, apagamos el motor del auto. Estábamos frente a un portón metálico verde con contornos color óxido, rodeados de niebla, agotamiento y humedad.

La habitación se sintió como paraíso terrenal (gato gris con ojos azules incluido, para beneplácito de mi hija de siete años), y la cama como una promesa cumplida. La curiosidad nos llevó a abrir una puerta con forma de entrada a un cuento de hadas: lo que vimos confirmó la sospecha de que estábamos en un lugar mágico. Entre la niebla se levantaban cientos de bambúes, que bordeaban un camino hacia el que no alcanzábamos a ver más allá de los primeros metros.

Regresamos a la habitación con el estremecimiento aún alojado en los poros, y nos dispusimos a alcanzar la tan ansiada horizontalidad. En cuanto me acosté a mi mente chocarrera se le ocurrió la posibilidad de que en aquella cama me acompañaba alguna araña u otro insecto, especies propias del contexto vegetal del que nos aislaban cuatro paredes que por el cansancio no tuve el cuidado de revisar; poco me duró la inquietud, y caí en un sueño profundo. Eran las tres de la madrugada.

Desde muy joven soy apasionada de los viajes, herencia de los largos paseos en automóvil que hacía con mis padres de niña: cada vez que tenía un compromiso de negocios en otra ciudad, mi papá organizaba todo de forma tal que su familia pudiéramos acompañarlo. Ya más grande empecé a viajar sola: prefiero atesorar más experiencias que objetos.

Las risas de mis hijos me despertaron a las siete de la mañana: estaban ansiosos por salir a explorar el terreno. A través de las ventanas alcanzábamos a ver neblina, árboles y recovecos que se antojaban propios de una gran aventura. Nos pusimos los zapatos y como estábamos, en pijama, salimos de la habitación.

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El primer camino que tomamos fue el de los bambúes. Descubrimos que llegaba a una escalinata hacia un mirador. No alcanzábamos a ver muy lejos por la neblina densa que nos rodeaba, pero el entorno sugería un paisaje exuberante. La emoción de los niños por estar adentro de las nubes le imprimió una emoción extra al hallazgo.

Regresamos a bañarnos y cuando salimos a desayunar, la neblina había subido y al fin éramos testigos del paisaje más hermoso que mis ojos han visto: la Sierra Madre Occidental mostrando un homenaje a la belleza y la fertilidad. Terminamos la comida y nos dispusimos a caminar hacia Las Pozas y el Jardín Escultórico de Edward James, en Xilitla, San Luis Potosí.

Supe de Xilitla hace más de 20 años, curioseando sobre los lugares mágicos de mi país; desde entonces había querido estar ahí, pero por alguna circunstancia nunca organicé el viaje. Mientras bajábamos por el camino de terracería que lleva a la entrada del jardín pensé en el momento en que un día antes, viernes en la mañana, decidí que ese era el fin de semana para conocer aquellas escaleras que no llegan a ningún lado, esas columnas que no sostienen nada, la fusión de naturaleza y creación humana, que vi en fotos cientos de veces. Al fin caminaba hacia el objetivo de una locura materializada en la realidad.

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Xilitla es un Municipio del estado mexicano de San Luis Potosí, cercano a Hidalgo y Querétaro, que forma parte de las maravillas naturales de la Huasteca Potosina. Es un lugar de clima cálido, muy húmedo, con lluvias durante todo el año, lo que provoca una vegetación abundante, donde descubres infinidad de tonos de verde y las formas inverosímiles que llevaron a un artista escocés, Edward James, a construir en ese sitio la gran obra de su vida.

Edward James fue un poeta, escultor, editor y mecenas, muy relacionado con el movimiento surrealista, amigo de Salvador Dalí, Remedios Varo, Leonora Carrington, René Magritte, Pablo Picasso, Luis Buñuel, Aldous Huxley y otros artistas. Llegó a Xilitla recomendado por un jardinero de Cuernavaca, quien le habló de un lugar apropiado para cultivar orquídeas, flores que le fascinaban; ahí conoció al fotógrafo Plutarco Gastelum Esquerer, de ascendencia yaqui, con quien entabló una amistad que duró toda la vida, y cuya familia adoptó como un miembro más.

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Edward compró entonces, con ayuda de Plutarco como presta nombres, el terreno de las pozas, que se alimentan de hermosas caídas de agua. Ahí comenzó la construcción de su sueño surrealista, un conjunto de 40 estructuras de formas caprichosas, de concreto y metal, y que están en sintonía con el esplendor y la copiosidad de la vegetación donde están inmersas.

La entrada al Jardín Escultórico es a través del ojo de un anillo de piedra parado sobre el suelo, coronado por flechas que apuntan al cielo en distintas direcciones. De ahí en adelante lo que experimenté fue asombro tras asombro: en Las Pozas y el Jardín Escultórico de Edward James los afortunados visitantes podemos tocar, sentir, trepar, oler, respirar la obra, desde una cautivadora e intensa experiencia, y no desde atrás de una línea o a través de un cristal. La belleza de la fusión entre las formas, las texturas y los colores de la naturaleza y el concreto provoca a quienes la tienen enfrente una sensación de éxtasis que desemboca hasta en las lágrimas.

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Edward James consiguió en su jardín escultórico una descripción gráfica del verdadero significado del arte: una obra que trasciende al autor no nada más por su originalidad y calidad de ejecución, sino por la creación misma, que seguirá viva, transformándose de acuerdo a las estaciones del año o los caprichos de la naturaleza.

Dejo aquí la colección de fotografías que capturé en una de las tardes de sábado más increíbles, emocionantes e inolvidables de mi vida. Sé que la obra de Edward James, su visión del surrealismo, su legado personal y artístico, seguirán cautivando a propios y extraños, y sobre todo, seguirá haciéndonos sentir orgullosos de pertenecer al género humano al recordarnos las maravillas que somos capaces de construir.

 

 

Libera tus libros. El arte de hacer y vender libros en México

“¿Tú eres la editora?”, preguntaban con asombro en la mirada. “Sí”, respondía yo con regocijo. Tenía 24 años. Después de una llamada telefónica donde el autor me contaba el propósito de su publicación de libro, nos encontrábamos en algún café, parque, área de comida rápida de algún centro comercial o mi oficina, para conocernos, hablar de las condiciones comerciales, reparar con poesía alguna veta accidentada del mundo, y darnos un apretón de manos, que nos colocaba, al autor y a mí, en esa bitácora mutua de acontecimientos que transforman la historia.

 

Se sumaron los días, los meses, los años, los libros. Ejemplares, autores y afortunada editora pisaron infinidad de foros, desde cafeterías de barrio, hasta palacios de mármol, pasando por universidades, ferias de libros, bibliotecas, librerías, camellones, más parques. Cada nuevo autor se convertía en familia; cada nuevo libro en hijo de papel y tinta; cada presentación en momento único e irrepetible.

 

Mi pasión por los libros se convirtió entonces en mi modo de vida, en la razón por la que me levantaba todos los días para continuar creciendo en publicaciones, en las sonrisas de quienes al fin habían conseguido llevar a la realidad por lo menos una parte del sueño.

 

El año seis de Amarillo Editores llegó con el libro número cien del catálogo. Había conseguido lo imposible: cien libros financiados íntegramente de manera autónoma, sin dinero de empresas públicas o privadas, sino con el esfuerzo de autores y editorial, quienes, juntos, lográbamos llegar a la celebración de seis años de hacer libros; algunos eran pagados por sus autores, otros por mí. Y yo estaba muy orgullosa de tener en mis manos la distribución de libros independientes más amplia en el mercado, con la característica de ser libros de literatura: poesía, cuento, novela, teatro y ensayo. Y absoluta libertad.

 

Esa publicación número cien, una antología de cuentos, a mí me cambió la vida. En ella se encontraba, a manera de cuento erótico rayando en la pornografía, la primera versión de mi Tacones en el armario. Digo que mi vida cambió porque ese libro, ya reeditado fuera de la antología, nos colocó a la editorial y a mí en las grandes ligas.

 

Así, lográbamos de nuevo lo imposible: un libro con una exhibición en librerías del 1400 % más que cualquiera de sus compañeros de escaparate, que lleva 39 presentaciones en varias ciudades de la República Mexicana y una cobertura de prensa impensable para una autora desconocida.

 

La suma de esas experiencias: de la editora con más de 200 libros publicados, y la de la escritora de un Best Seller involuntario, más la oportunidad de convertirme en docente de materias sobre Edición, que me llevaron a llevar la práctica a la teoría, dieron como resultado la concepción, escritura, publicación (más lo que se acumule), de Libera tus libros. El arte de hacer y vender libros en México.

 

Libera tus libros está dirigido a todas aquellas personas interesadas en el mundo editorial mexicano: escritores (manifestados o de clóset), maestros, editores, alumnos, libreros, bibliotecarios y curiosos. En él escribí no desde un palco, sino desde el campo de juegos, lo que la experiencia me ha enseñado que es importante conocer antes de aventurarse a publicar un libro.

 

Libera tus libros es un manual con información, golpes de suerte y paracaídas para que el escritor a publicar tome decisiones informadas sobre el panorama de la edición en México.

 

Algunos temas que trato en él son:

  • Las editoriales en México. Qué publican y cómo publicar en ellas
  • Derechos de autor y otras peculiaridades
  • Auto-publicación en plataformas digitales
  • La venta de libros. Distribuidores, librerías, ferias de libros, tiendas en línea y más
  • Ser un Best Seller
  • Consideraciones antes de publicar un libro
  • Recomendaciones para quien desea ser editor independiente

 

Los libros, como decía Borges, son el instrumento más asombroso del hombre, por eso hoy es un placer tener esta oportunidad de compartir 16 años de este tránsito por el mundo del libro, un camino lleno de maravillas, una vida en constante estado de aprendizaje y admiración, de ser cautivada cada día por la belleza y la diversidad de la humanidad.

 

Hoy ya no publico libros de otros autores, me dedico exclusivamente a escribir y promover mi trabajo literario y de divulgación acerca del sexo y el erotismo. Por eso decidí compartir con quien le interese mi aprendizaje como editora y escritora independiente.

Aquí está el libro íntegro para descarga gratuita:

 

No se nace mujer. Se llega a serlo

Los seres humanos hemos perdido el instinto; ha sucedido de forma tan sutil, tan sencilla, que nos cuesta trabajo descubrirlo. Nuestro contacto con el mundo es artificial: miramos a través de un lente o una pantalla, en vez de respirar los instantes con presencia absoluta; nos ponemos perfumes y tantos productos encima, que nuestro olor real queda sepultado; nos depilamos el vello púbico, y junto con él eliminamos las feromonas que nos conectan sexualmente con otros olfatos; maquillamos la cara con colorete, las pestañas con rímel, teñimos el pelo, hasta acudimos a lentes de contacto de un color distinto al real. Tenemos tanta prisa que ya no nos detenemos a percibir la textura, el aroma y la geografía de las cosas. Simplemente damos por sentado lo que somos.

¿Pero qué pasa cuando encontramos un detonante que nos provoca recuperar esa conciencia del cuerpo? Puede ser una imagen, un sonido, un olor… un libro, algo que casualmente llega a los sentidos y provoca una modificación de nuestro pensamiento, una nueva idea.

En diciembre de 2016, durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, ese detonante acudió sin demora a la cita con mi destino. En un stand del área internacional, compré el libro No era quien me dijeron ser, de Alejandra Inclán, quien además me lo dedicó. Sabía de ella y el libro a través de las redes sociales.

El libro cuenta la historia de Valeria, una mujer transexual, nacida en México, que desde niña se dio cuenta que su cuerpo y su espíritu no cohabitaban en armonía. Conforme avanza el texto, el lector descubre los temores, anhelos, dificultades, falta de comprensión hasta de los más cercanos, angustia. Mientras el personaje resuelve las interrogantes de su vida, en la mente de quien lee van surgiendo más preguntas y sobre todo, más empatía.

La lectura inyectó una fuerte dosis de sensaciones a mi cuerpo: experimenté de nuevo como la primera vez el tacto de la piel del hombre que amo, la ligereza de las telas, el peso preciso de mis pasos en las banquetas, el deseo que me provocan otras personas y la percepción del que otras personas sienten hacia mí.

En el ensayo La segunda mujer, Simone de Beauvior sentenció: “No se nace mujer. Se llega a serlo”. Había leído  la frase en múltiples ocasiones, pero no fue sino hasta que tuve el libro de Alejandra Inclán en mis manos, que comprendí una nueva dimensión de las palabras de Beauvior, y me di cuenta que no podría continuar mi existencia como miembro del género femenino que habita en esta tierra de forma indiferente, sin encontrar un gran asombro cada día por mis formas femeninas, sin abrazarme ni agradecer el aprendizaje de cada día.

En la página 40 del libro se encuentra un texto absolutamente lúcido acerca del sentir de una mujer que ha nacido en el cuerpo de un hombre:

“Ser mujer es algo más que llevar un vestido. Es serlo en el corazón y los pensamientos.

“Es algo alejado a tener que maquillarse diariamente y lucir sexy ante los demás.

“Es mucho más que demostrar igual feminidad que una mujer biológica. Es vibrar en espíritu, alma, corazón y mente; con la convicción de que soy aquella que siento ser, aunque partes de mi cuerpo no encajen completamente con la armonía femenina.

“Muchas veces me pregunté por qué era diferente a los demás hombres. Ahora lo sé: porque soy una mujer, lo fui desde que nací, pero alguien lo reprimió. Eso último ya no importa, porque actualmente vivo esa intensidad de ser.

“¿Experiencia? No tanta. Las mujeres de mi edad han aprendido cómo ser una mujer desde que nacieron, así las enseñaron. A mí me lo prohibieron. Equivocadamente me enseñaron a ser un hombre, algo que no lograron nunca en su totalidad. Hoy vivo como mujer, pero sólo son instantes comparados con toda una vida. Aún tengo muchas cosas por vivir, para experimentar a profundidad, lo que es ser mujer.

“Soy mujer…”

Las páginas de No era quien me dijeron ser no son políticamente correctas ni siempre amables. Confrontan, cuestionan, narran injusticias y deleites por igual, dejan una profunda huella y una oportunidad para continuar paladeando la diversidad del mundo, de forma cercana, afortunada, y además, muy bien escrita.

El libro puede adquirirse en México en Profética Casa de Lectura y en Internet, con envíos a toda la República Mexicana: http://tiendaenlinea.profetica.com.mx/libro/no-era-quien-me-dijeron-ser_989367

Inclán, Alejandra. (2016). No era quien me dijeron ser. España: Edicions Bellaterra.

“Orígenes”, o cómo un niño descubre la pasión

Sus casi nueve años se multiplicaron a través de las yemas de sus dedos. Los minutos de ese domingo quedaron suspendidos en el choque de tímpanos simultáneo al golpeteo de los martillos en las cuerdas. No era la primera vez que la curiosidad lo llevaba a sentarse en el banquito frente a las teclas blancas con negro, ni se estrenaba en aporrearlas acompañando el temor a ser reprendido, con las carcajadas de placer al escuchar las disonancias que surgían de la inocente travesura: pero en ese momento, a la una de la tarde con veinticuatro minutos del séptimo día de la semana, mes de febrero, algo distinto caminó por la superficie de sus brazos y de pronto el sonido se transformó de estridencia en armonía.

 

Se apagaron las carcajadas. Se encendió su alma exploradora. Presionó las teclas una a una. Blanca. Negra. Blanca. Blanca. Negra. Los pedales. Deslizó el índice de izquierda a derecha, de graves a agudos. De La a Do. Las siete octavas. Silencio. Re. Silencio. Si. Silencio. Mi Fa Sol. Silencio. Y surgió la música: melodía y acompañamiento. Ritmo y cadencia. Allegro. Vivace. Adagio. Presto. Sus pupilas se dilataron. Los pulmones rebosaron de viento. Sus poros despertaron como cuando tienes frío y sales al sol. Su cuerpo, brazos extendidos hacia un propio infinito, voló a unos centímetros del suelo mientras él descubría tonos y se convertía en hallazgo.

 

Silencio. Suspiro. Pasos descalzos, presurosos sobre el suelo de madera.

 

Llegó corriendo a donde yo escribía sobre otro tipo de teclas; sus ojos brillaban de felicidad y por algunas lágrimas acumuladas en el párpado inferior. Me rodeó con sus brazos, puso la cabeza en mi pecho, escuchó mis latidos, apretó el abrazo. Algunos segundos después me besó ambas mejillas. Se miró las palmas de las manos con asombro, las giró y volvió a mirarme, con la adrenalina como onda que se expande en el espacio y lo inunda de luz.

 

“Mamá, ya sé por qué te gusta tanto tocar el piano: se siente como si tuvieras un palacio en el corazón y un montón de aves le volaran alrededor.”

Problemas de autoridad

Una de las frases que más me impactó en la infancia fue: “No puedes hacer lo que se te da la gana”. Aunque era una niña bien portada, con calificaciones sobresalientes e intolerancia a decepcionar al prójimo, me tomaba el tiempo para sacar a flote a la pequeña rebelde, lo que sucedía en las historias al interior de mi mente y en los textos en las últimas páginas de mis cuadernos. Si en ese entonces ni yo podría imaginar que me convertiría en la personificación de esas palabras tan socorridas por las autoridades para convencer a los subordinados de obedecer las reglas, so pena de castigos, vergüenza y culpas eternas, mucho menos los adultos que me vieron crecer con apariencia tranquila, sin conocimiento de los mundos que habitaban al interior de mi piel.

Más grande, como buena adolescente, me urgía independizarme. No quería tener hora de llegada ni avisar mi ubicación ni explicar mis decisiones, que normalmente no coincidían con lo que se esperaba de mí. Conquistar esa libertad me llevó muchos años, reflexiones, pleitos y hasta un divorcio, pero al fin puedo afirmar que la excepción del “no puedes hacer lo que se te da la gana” debería aparecer en la enciclopedia de las reglas rotas con mi nombre.

Hace poco, en la maravillosa coincidencia entre la realidad y la ficción, y dentro de las marañas que cohabitan en mi cerebro y a veces hacen relaciones temáticas inusuales, leí las anécdotas de Peter Fortune, el personaje principal del libro En las nubes, del escritor inglés Ian McEwan, un ejemplo de esos especímenes que resultan extraños a los demás y causan preocupación, cuando en realidad saben exactamente quiénes son y qué quieren: donde los demás ven hojas en blanco o la banca del autobús, ellos ven un papalote recortado en el cielo y el barandal de la escalera hacia un planeta inexplorado. No es que las reglas estorben, al contrario, son necesarias para la armonía, pero hay otras reglas, las propias, que rigen al interior del individuo y tienen como consecuencia sacar de la zona de confort a los que no comprenden.

Hablo de esa legión de exploradores de posibilidades entregados a la contemplación del mundo para actuar con empatía y aportar algo a la sociedad de acuerdo a las particulares ideas. No es que desprecien las normas que hacen posible la convivencia entre personas, sino que han encontrado en el razonamiento interno, en la asimilación de la experiencia y las sensaciones, que existen caminos aún no trazados para avanzar hacia los propósitos y las metas coloreando el viento de tonos infinitos.

El libro de McEwan narra las fantasías de Peter: muñecas que adquieren vida propia, un humano metido en el cuerpo de un gato, una tierna vecina que en realidad es una viejita homicida en potencia, y más. Todo sucede en lugares cotidianos del niño, como su habitación o la escuela, e involucra recuerdos e ilusiones del escritor, que pone en la mente de quien lee, como si se tratara de magia, la voz inquieta y la mente curiosa de un niño de diez años que nació con el don de la claridad interior; su cuerpo está sentado en un pupitre, mientras su mente explora aventuras sin geografía donde el tiempo se expande.

Conforme lees, entiendes que los problemas de autoridad no lo tenía Peter ni los poseen siempre los rebeldes: son de quienes viven con miedo a atreverse a “hacer lo que se les da la gana” y pretenden uniformar los pensamientos e ideas sólo porque los distintos les resultan incómodos e inconvenientes.

Pero como la vida no se trata de resistirse, sino de encontrar el propio río o la singular corriente de aire, McEwan lo explica de forma simple pero contundente en el libro del que hablamos: “y el propio Peter aprendió, al hacerse mayor, que, puesto que la gente no sabe lo que te pasa por la cabeza, lo mejor que puede hacerse, si quieres que te comprendan, es decirlo. (…) Cuando se hizo adulto se convirtió en inventor, escritor de cuentos y llevó una vida feliz”.

Se supone que de eso se trata este transitar por la crónica de nuestros días, ¿no?

 McEwan, Ian. (2007). En las nubes. Barcelona: Anagrama.

Confesiones de una mujer que ama los tacones

Desde niña sé que soy una mujer rara. No soy políticamente correcta ni anarquista. Ni celosa ni partidaria del drama, pero no permito, bajo ninguna circunstancia, que las ofensas se queden en el silencio. Como soy demasiado equilibrada para ser artista, escribo mis desequilibrios y los comparto en forma de poesía. Ayer fui mala esposa, hoy soy una soltera corregida y aumentada. En ocasiones una mala madre y casi siempre la mejor que conozco. Sé que mi cara no es la más linda ni mi cuerpo el más escultural, pero son los únicos que tengo, y los amo con sus poros abiertos y estas piernas de muslos abundantes que han caminado conmigo casi la mitad del mundo.

Dicen que soy sensual y estoy de acuerdo: me gusta el sexo y lo hago sólo con quien se me da la gana y cuando quiero. He sido más generosa que egoísta, en ocasiones mucho más de lo que otros merecían. He tenido la cartera vacía y también llena, sé que esa precisa circunstancia depende nada más de mí. Me gusta detenerme a mirar el cielo durante varios minutos al día, escuchar conversaciones ajenas en lugares públicos, sonreírle a extraños por curiosidad pura.

Confieso que me enamoro fácil, que me asombro fácil, que no me gustan las complicaciones y huyo de los problemas, por lo que es probable que jamás logre algo demasiado “importante” en la vida. Estoy tan segura que después de la muerte está la nada, que converso con mis muertos, aunque sean sordos. No comprendo a quienes no creen en Dios, pero no me peleo con nadie por lo que cree o deje de creer: seguramente ellos tampoco me comprenden a mí.

Como soy todo lo que tengo, valoro cada instante que comparto conmigo, y si al mismo tiempo coincido con familia y amigos, entonces la felicidad se multiplica. Me llamo Mónica y me gusta la vida. Cuando yo muera, no habrá quien se lamente por mis sueños sin cumplir o mis días sin gozo, porque no existen: he vivido sin miedo, amado sin medida; he hecho el amor con magia y conjurado mi presente, que se convierte en un futuro lleno de luz.

Carta de disculpa anticipada a los adultos que serán mis hijos

Hijos amados y adorados,

Hace poco más de un mes su papá y yo nos separamos. Sé que no ha sido fácil, pero el paso de los días nos ha mostrado que vamos a estar bien. Aunque desde antes que nacieran les he dirigido varias cartas, esta es sin duda la más dura y la que jamás creí escribir. Y heme aquí.

Lo primero que quiero decirles es que de su papá sólo tengo cosas buenas de qué hablar, nuestras diferencias y el motivo de la separación se han ido diluyendo con el paso de los días; él será siempre una persona muy importante para mí, y siempre lo querré: es el papá de las dos personas que más amo. Sé que todo lo que he tenido que vivir, tanto el sufrimiento, como el regocijo a su lado, fue para que ustedes sean precisamente las personas que son, y eso se lo agradeceré hasta el final de mi vida.

El motivo de escribirles esta carta a modo de disculpa, hoy que tienen siete y ocho años, es porque quiero que me perdonen por no haber elegido el camino fácil: con esta elección mía, a ustedes también les toca y les tocará sufrir. Aun así, deben saber que detrás de mis decisiones han estado y estarán ustedes en mi prioridad número uno, todo lo hago pensando en que ustedes estén bien, seguros y con una sonrisa en los ojos y en el corazón.

No es fácil ser una mujer que elige el camino fuera de la zona de confort, el camino de los sueños a realizar, el camino de romper esquemas de la sociedad. No sé en qué momento pasé de ser una niña que quería quedar bien siempre y agradar, a una adulta rebelde, que defiende sus ideales, vive de acuerdo a ellos y cree que las cosas mejoran con convicciones y esfuerzo. Desde muy chica supe que inventaría mi propia cotidianidad.

Quiero pedirles perdón porque seré una mamá soñadora, que viaja, crea, transforma, y eso tal vez en ocasiones no los pondrá en la situación más cómoda; sé que habrá momentos en que desearán tener a una mamá como la de sus primos o algunos amigos de la escuela, en vez de una que batalle contra molinos de viento, pero también sé que a la larga, cuando llegue el tiempo de volar para ustedes, yo seré la primera en impulsar sus sueños y apoyarlos, por muy disparatados que pudieran parecer.

Les ofrezco disculpas por las ausencias que ya hubo y las que habrá; porque mis ganas de gastar las alas en mi espalda me separaron de su padre, y a ustedes conmigo. Les ofrezco disculpas por no sentirme culpable.

Caminaremos los tres juntos, juntos construiremos una vida extraordinaria, con una mente ilimitada y experiencias que hagan de nuestros días un verdadero deleite. Sé que serán adultos que encontrarán y aprovecharán su máximo potencial en talentos, tiempo y experiencia.

Hijo e hija, vienen algunos días tristes, pero también vienen muchos días felices. Que todo este proceso les ayude también a ser personas independientes, futuros adultos sin miedo a expresarse ni a defender quiénes son, porque a fin de cuentas, la única persona que uno tiene en la vida es uno mismo; aunque tengamos cómplices, quienes transitamos cada día sobre nuestros pies y quienes nos acompañamos en la mente cada momento somos nada más nosotros mismos.

Cuentan conmigo y contarán conmigo siempre. Yo sé que viviremos una vida llena de aventura, encanto y pasión. Sé que estaremos juntos de alma y corazón cada día, y que los adultos que serán se sentirán muy orgullosos de pertenecer a esta familia.

Los ama, su mamá:

Mónica Soto Icaza

De letras, vidas y lecturas…

Los libros siempre han estado ahí, a mi alcance. Primero de mi apatía, después de mi curiosidad, ahora de mi fascinación. Desde mis primeros recuerdos los libreros llenos de lomos con títulos sugerentes y grosores tan diversos como la humanidad son habitantes de los espacios donde respiro, como cómplices incondicionales de mis locuras.

Los primeros que recuerdo son El nuevo tesoro de la juventud, enciclopedia con 20 tomos gris con rojo que fueron fuente de todos mis trabajos de primaria y secundaria. También Mi primera enciclopedia, de Disney, que leí completa de niña; después de comer agarraba un tomo y me sentaba en la escalera de la entrada de la casa a leerlo de principio a fin; en ella aprendí sobre Beethoven y que no todos los pájaros negros con el pico alargado son cuervos, sino arrendajos.

Me acuerdo de Por quién doblan las campanas, de Hemingway, que me llamaba la atención porque el significado que existía en mi mente de la palabra doblar no tenía nada que ver con campanas, que por naturaleza son de materiales no maleables. De Las tentaciones de San Antonio, de Gustave Flaubert, que mi mamá me leía acostadas en la sala y yo imaginaba con los ojos cerrados. De Mujercitas, de Louisa May Alcott, que me hizo empezar a cuestionarme el papel de las mujeres en la sociedad, y a sospechar que mi historia se saldría de las rayas de los cuadernos. Tenía ocho años.

Otro libro que se fijó en mi memoria fue el de la portada con una niña de gesto irreverente tras las rejas, Motín en el reformatorio, de Jack Thomas, que nunca leí, pero cuyo nombre me resultaba confuso a los diez años; yo creía que la niña se llamaba Motín, lo cual me parecía raro, pero no improbable. De Un instante de optimismo, que era una compilación de fragmentos de la obra de varios autores, donde leí por primera vez a Benedetti, el Poema 20 de Neruda, partes del famoso Un mensaje a García, de Elbert Hubbard, que años después leí completo, y otros más que me hicieron enamorarme de la poesía. Aunque no entendía bien a qué se refería Cortázar con el capítulo siete de Rayuela, no podía dejar de leer. Los libreros estaban llenos de universos, y entonces yo empecé a intuir que más allá de las repisas de madera de mi casa, se encontraba un mundo entero de letras sobre papel. Y yo quería explorarlo entero.

Tenía 14 años. Vacaciones. La época no era económicamente propicia para salir de viaje: quienes vivimos en México ese verano de 1994 lo sabemos. Mis padres trabajaban, mis hermanas salían con amigos, yo me aburría sola en casa y lo natural fue ir hacia el librero para ver qué encontraba.

Había un lomo amarillo, ancho, que decía El corazón de piedra verde. No recordaba haberlo visto antes por ahí y el verde era mi color favorito, así que la elección fue sencilla. Lo tomé, le di la vuelta y empecé a leer la contraportada. Era una historia situada en México Tenochtitlan en la época de la Conquista, tema que me interesaba por mi predilección hacia lo prehispánico.

Fui a mi recámara, me recosté en la cama y mis ojos empezaron a recorrer las líneas de sus 827 páginas sin saber que conforme iba devorando los párrafos como alguien que no ha comido en días, también iba trazando las líneas de mi destino. A partir de esa novela escrita por Salvador de Madariaga y publicada por primera vez en 1942 para mí el mundo estrenó colores, sonidos, aromas, texturas y sabores. Desde entonces los libros jamás me han quitado el hambre.

Hay quien afirma: “Los libros te cambian la vida”, yo no estoy de acuerdo. Los libros reconfiguran las ideas. No imponen, invitan. No denotan, transigen. No sólo enseñan, sino que convocan a explorar. Cuando lees, es inevitable que seas tú quien cambie la vida a tu alrededor.

No sé si hubiera sido buena abogada, una científica que transformara el rumbo del planeta o una empresaria que aportara miles de empleos a la sociedad, no me interesa: desde la mitad de la segunda década de mi existencia supe que la transitaría con los dedos manchados de tinta y los ojos inundados de letras. Ni un segundo he soñado con que sea de otra manera.