“Las damas se sientan con las piernas cerradas”, dicen manuales de buenas costumbres. Una mujer con las piernas abiertas es una amenaza para quienes tienen temor del cuerpo, de las sensaciones, de la libertad.
Las piernas abiertas suben escalones, dan zancadas, avanzan de prisa hacia las metas. Las piernas abiertas despiertan el sexo, lo que no quiere decir que por eso lo compartan con cualquiera.
Las piernas abiertas multiplican la vida, aminoran el miedo y devuelven el equilibrio que durante tantos años intercambiaron por castillos de arena.
Las piernas abiertas provocan deseo, permiten la entrada de corrientes de aire, impiden la irrupción de imposiciones absurdas. Sí, una mujer con las piernas abiertas tiene bien colocados los pies en la tierra.
Abre los ojos y observa cómo conquistan su lugar en el mundo.
Los 40 son la nueva adolescencia. Lo afirmo con la contundencia de mi tránsito por los últimos meses rumbo al inicio de la quinta década de mi vida. Como cuando te cambia la voz o empiezas a detectar que comienzan a crecer delicados vellos donde antes todo era piel tersa, de pronto al peinarte descubres un grueso pelo blanco en el copete, en franca rebeldía a la textura, el color y la dirección de los demás, o al tomarte una selfie en picada con bikini te das cuenta que hay un exceso de carne alrededor del ombligo, y ya no desaparece con cien abdominales, como antes.
A los 40 vuelves a cuestionarte todo, con la ventaja de que ahora sí te has equivocado tanto que si no tienes certeza de qué quieres, por lo menos sabes qué es lo que no estás dispuesta a tolerar; como en la adolescencia, caes en la cuenta de que necesitas comerte al mundo, pero ahora con la certidumbre de que, por estadística, probablemente estás en la mitad del camino (la esperanza de vida en México es de 75.5 años según el INEGI –dato de 2018–), así que vuelve esa urgencia por probar, aventurarte, por serle fiel a esa idea de que “más vale arrepentirte de lo que hiciste, que de lo que dejaste de hacer”.
Pero lo mejor de los 40 es esta sensación de libertad, de haber dejado atrás los dolores viejos o los enconos rancios; esta facilidad con la que abrazas incluso hasta a quienes te hicieron daño en algún momento. A esta edad las hormonas siguen haciéndote bullying, pero como ya conoces su potencial de destrucción, has aprendido a negociar con ellas, y también, por qué no, a gozar de las crestas y derrumbes que juegan con tu estado de ánimo continuamente.
Así es como día a día celebro la aparición de otra cana o de una sonrisa más pronunciada al costado de los ojos, y me regocijo en el ejemplo de las mujeres que abrazan con alegría las transformaciones de su cuerpo, pero sobre todo, la plenitud de su espíritu, con el candor adolescente, pero la sabiduría del paso del tiempo.
En la tarea de volver a armarme tuve que hacer un análisis muy profundo de todos aquellos aspectos de mi educación que ya no me servirían, aspectos tan profundos que tuve que conocer los límites de mi interior para hacerlos conscientes y conseguir una transformación profunda.
Hoy quiero compartirlos contigo, porque cuando la vida ya no fluye, cuando ya no funcionan las rutinas, las antiguas creencias, es necesario desaprenderlas para dar lugar a luces nuevas, a un camino distinto que te llevará a lugares insospechados, pero diferentes y te moverán hacia un sitio mejor.
Lo principal que he desaprendido hasta este momento es:
No puedes hacer lo que se te dé la gana. ¡Claro que puedes! No quiere decir que no tengas obligaciones, quiere decir que lo que haces es una convicción, y las convicciones nacen de los objetivos claros. La persona que vive la vida dentro de tu piel eres tú, sólo tú.
No existe la libertad. Se puede ser libre y estar acompañado, tener una pareja igual de libre que tú. Dos personas satisfechas con su vida construyen una relación feliz, que es campo fértil para crecer y crear.
Las obligaciones implican sacrificio. La idea del sacrificio es victimista y provoca que haya una dosis de sufrimiento en lo que hacemos, cuando en realidad todo es cuestión de la actitud que tomes ante el trabajo, la rutina diaria, los hijos, la pareja: la cotidianidad. Si la vida es una consecución ininterrumpida de días que son prácticamente iguales, hay que hacer lo que uno ama y gozar el tiempo en el aquí y el ahora.
Si eres una mujer inteligente y decidida, los hombres te van a tener miedo. Es simple: una mujer inteligente y decidida tiene la pareja que quiere, y esa pareja valora la importancia de las ideas y decisiones tuyas, porque valora las suyas.
Finge demencia y hazte la inútil para que tu pareja sienta que sí lo necesitas. Esta es otra de las caras del victimismo, culpable de que nuestro amor propio sea relativo, así como relativa se vuelve nuestra relación. El victimismo es una enfermedad muy arraigada en nuestra cultura, muy sencilla de adoptar porque así nada de lo que hacemos resulta ser nuestra responsabilidad. Pero ser la víctima te quita la oportunidad de elegir con libertad. Alguien que se queja de todo, pero no toma acción sobre lo que le sucede, sencillamente deja que la consecución de días y noches suceda en su paso por la vida, sin ser un agente de transformación ni propio ni para los demás. Y tu vida, con todos los segundos que contiene, es sólo tuya.
Cuando eres una mujer libre, que ha decidido construir y transitar su propio camino, encontrarás la mayor resistencia en las personas que se han acostumbrado a una felicidad mediocre, y por eso ven como enemigas a quienes sí tienen la valentía de elegir cómo y con quién quieren vivir.
Me vacié de casa. Empecé por los libros, la computadora; llené tres bolsas con mis vestidos y una valija con rencores añejos. Abrí cajones. De ellos separé la basura de las memorias, y convertí en desechos algunos de esos recuerdos.
Cuando eres feliz en un sitio esas paredes absorben partículas de tus fragmentos, hasta que te derrumbas y en la reconstrucción ya no puedes precisar quién posee a quién.
Todas las historias de amor son dignas de contar. No importa si conociste al sujeto de tu afecto por medio de una coincidencia épica, si fue amor a primera vista o un golpe de suerte, cada vuelta de tuerca, revolución o circunvolución para que dos personas se encuentren modifica para siempre el devenir del mundo.
Pero aún más dignas de contar son las historias de desamor: en ellas habitan las cicatrices —únicas, indivisibles y legendarias— que hablarán por nosotros en la mesa de autopsias, como el mapa infalible de cada existencia.
Me gusta compartir mis lecturas con las frases memorables que encuentro en ellas. En esta ocasión presento esta imponente obra de Gilbert Keith Chesterton, El hombre que fue jueves, publicada por primera vez en inglés en 1908 y que leí con traducción del maravilloso Alfonso Reyes (1923).
Es, sin duda, uno de los mejores libros que he leído este 2018:
“… la esencia de las buenas maneras consiste en disimular el bostezo. Y el bostezo puede definirse como un aullido silencioso.”
“… la exageración es el análisis, la exageración es el microscopio, es la balanza.”
“… de precisión sensible a lo inefable.”
“Aquel joven —cabellos largos y castaños y cara insolente—, si no era un poeta, era ya un poema.”
“… dijerais que está el cielo lleno de plumas, y que éstas bajan hasta cosquillearos la cara.”
“El artista niega todo gobierno, acaba con toda convención. Sólo el desorden place al poeta. De otra suerte, la cosa más poética del mundo sería nuestro tranvía subterráneo.”
“… aquel silencio era un silencio vivo, no muerto.”
“No estoy seguro de que pudiera usted ver el farol a la luz del árbol.”
“… su voz rodó por la calle…”
“Esto de que una pesadilla acabe en langosta es, para mí, de una novedad encantadora.”
“… fue una de esas emociones arbitrarias, como la que impele a saltar de una roca o a enamorarse.”
“¿No ve usted que nos hemos embarcado juntos y juntos hemos de aguantar el mareo?”
“Todas las manos se levantan formando un bosque de ramas.”
“Rojo estaba el río donde el cielo rojo se reflejaba, y ambos remedaban su cólera.”
“Hay quien le llame buena a la noche en que ha de sobrevenir el fin del mundo.”
“El detective vulgar, hojeando un libro mayor o un diario, adivina un crimen pasado. Nosotros, hojeando un libro de sonetos, adivinamos un crimen futuro.”
“Afirmamos que el criminal peligroso es el criminal culto; que hoy por hoy, el más peligroso de los criminales es el filósofo moderno que ha roto con todas las leyes.”
“La aventura podrá ser loca, pero el aventurero debe ser cuerdo.”
“… el traje elegante le sentaba como cosa propia.”
“El crepúsculo escondido y hosco se adivinaba tras la cúpula de San Pablo, entre colores ahumados y siniestros: verde enfermizo, rojo moribundo, bronce desfalleciente…”
“Syme tuvo por un instante la impresión de que el cosmos se había vuelto de revés, de que los árboles estaban creciendo para abajo, y bajo sus pies lucían las estrellas.”
“… su compañero caminaba activamente hacia el extremo de la calle, donde un trozo iluminado del río fingía como un muro de llamas.”
“… cada vez que él decía algo que sólo él podía entender, yo contestaba algo que ni yo mismo entendía.”
“… aunque no entiendo mucho de casuística, no me decido a quebrantar la palabra dada a un pesimista moderno.”
“Parece que todos tenemos la misma moralidad o la misma inmoralidad.”
“Syme no pudo menos de advertir el contraste cómico de aquella procesión funeraria en aquel prado tan gozoso, brillante y florido.”
“Y decapitó una florecilla con el bastón.”
“La hierba, bajo sus plantas, parecía vivir.”
“El amor de la vida lo invadía todo. Hasta se figuró que oía crecer la hierba.”
“Todo lo que en él había de bueno cantó en el aire como en los árboles las alas del viento.”
“En tal desazón, casi se preguntaba qué es un amigo y qué es un enemigo. Las cosas, aparte de su apariencia, ¿tendrían alguna realidad?”
“Uno de ellos llevaba un antifaz negro, y torcía la boca en gesto nervioso, de modo que la mota de la barba iba de aquí para allá con inquietud viviente.”
“Una energía limitada se traduce en violencia. La energía suprema se demuestra en la levedad.”
“… ¿cómo va uno a resistir diez horas mortales en la compañía de un hombre distraído?”
“El mal es tan malo, que, junto a él, el bien parece un mero accidente; el bien es tan bueno, que, junto a él, hasta el mal resulta explicable.”
“¿Quieren ustedes que les diga el secreto del mundo? Pues el secreto está en que sólo vemos las espaldas del mundo. Sólo lo vemos por detrás, por eso parece brutal.”
“Nada tenía de extraño, salvo el color de su traje, que era el de las sombras violáceas, y el de su cara, que era el del cielo rojo, oscuro y dorado.”
“Sintió que los setos eran lo que deben ser muros vivientes. Que un seto vivo es como un ejército humano, disciplinado, pero todavía más vital.”
“Y es que aquel disfraz no lo disfrazaba: lo revelaba.”
“Si Syme hubiera podido verse a sí mismo, hubiera apreciado hasta qué punto él también parecía existir por primera vez plenamente.”
“Cada pareja parecía una novela aparte.”
Fuente: Chesterton, G. K. Reyes, Alfonso. (1985). El hombre que fue jueves (Pesadilla).Biblioteca Universitaria de Bolsillo. México.
Mi primer trabajo fue el de correctora de la fuente cultural. A las tres semanas de empezar a trabajar en la sección Camaleón de la Revista Época, mi jefe y ahora gran amigo, David Siller, me encomendó la redacción de los primeros artículos que publiqué: ensayos literarios, reseñas de libros, reportajes, y lo que más disfrutaba: entrevistas.
A los 22 años ya quería echarme el mundo al plato (estoy hablando del 2002, cuando se jugaba la Copa Mundial de Futbol en Corea-Japón y el Congreso de Estados Unidos reconocía al italiano Antonio Meucci como el auténtico inventor del teléfono), así que en mi lógica juvenil reflexioné que necesitaba generar un estilo propio para entrevistar, y qué mejor que haciendo preguntas inesperadas, y sobre todo, una que fuera mi sello personal: “Personaje, te han entrevistado muchas veces, ¿qué pregunta siempre has querido que te hagan y nunca te han hecho?”
Recibí infinidad de respuestas, desde un “por qué canto” de un cantante famoso, un “si me gustó la entrevista que me acaban de hacer” de un actor guapo y famoso, un “¿tienes los ojos amarillos?” de una chica Almodóvar, hasta un “de qué tamaño la tengo” de un músico vulgar y no tan famoso.
El caso es que amo entrevistar gente y entonces me di a la tarea de entrevistarme a mí misma acerca de mi nuevo libro de poemas Lirios en el cielo, una antología personalísima de textos y fotografías que posee dos temas centrales: el erotismo y la libertad, y que hoy comparto con ustedes con toda la gratitud para quienes han llegado hasta este punto.
Lirios en el cielo es el libro más vivencial que he escrito hasta ahora. Los textos surgieron de experiencias personales que tuve la necesidad de decantar en forma de poesía, prosa poética o prosa pura para convertir lo terrible en belleza. Siempre he creído que lo verdaderamente valioso de la creación es la materia prima, porque es lo que le da consistencia a las emociones que provocarás en el lector/testigo/espectador.
Los libros que escribo son temáticos, mi mente los concibe como un todo: idea, historia, papel y formato dialogan durante varios días, a veces semanas, para lograr convertirse en una unidad. Este libro de poesía es un fuera de formato. Casi cuadrado, está encuadernado con wire-o en pasta dura, como si fuera una carpeta que además esconde la gama bicolor de las teclas de un piano (Andrés Castuera-Micher en la presentación del 18 de junio en la Casa del Poeta Ramón López Velarde develó este guiño oculto), entre páginas de texto y otras de fotografía. Amo que entre líneas haya no solo ideas, sino conceptos en general, porque a fin de cuentas, eso logra que la intención del erotismo llegue al subconsciente de quienes lo tienen en las manos.
El tema de las fotos mías para acompañar mis textos ha sido muy comentado y al fin he dedido dar una respuesta concreta. La razón es muy sencilla: a través de los ojos de los fotógrafos he visto una visión distinta de mí que me ha ayudado a completarme. Los seres humanos nos hacemos conscientes de nuestra humanidad cuando nos miramos en los ojos de otros, es por eso que no podemos ser indiferentes ante una mirada de tristeza, ante la felicidad ajena o hasta un bostezo. Las fotos muestran el mismo rostro, el mismo cuerpo, pero en diálogos con otro, lo que enriquece la experiencia.
Claro que las fotos han generado y generan emociones extremas en algunas personas, que van desde la lujuria, hasta el odio en ocasiones. ¿Por qué lo consiguen? Porque las imágenes de este tipo nos conectan con esa parte donde habitan el deseo y las perversiones: por eso confrontan, son un testimonio que no tiene entre sus posibilidades el engaño.
Decidí no venderlo en librerías porque de esta forma tengo la oportunidad de firmar prácticamente todos los ejemplares del tiraje, y además los pedidos de libros de poesía, sobre todo de editoriales independientes, regresan casi íntegros (eso sí, emplayados con mucho orden, limpieza y cuidado). Como no se trata de sufrir ni hacer sufrir a los compradores de las tiendas de libros, mejor lo ofrezco directamente en este portal (https://monicasotoicaza.com/libreria/), ferias y presentaciones.
El título del libro hace un guiño a mi yo de 12 años en medio de una experiencia aparentemente inocente, pero que ayudó a definir mi paso por la vida, algo así como le sucedió a la protagonista de El amante de Margarite Duras, que lo explicaba así: “A los quince años tenía el rostro del placer y no conocía el placer”. Fui con mi familia a Xochimilco en la época en que había una plaga de lirios en los canales. Entonces para ayudar a “acabar” con la plaga mis hermanas y yo sacábamos las plantas del agua para ponerlas en la trajinera. Cuando levanté la primera y vi cómo se escurría el líquido por las raíces tuve la primera visión erótica de la que tengo memoria y me ha acompañado desde ese momento.
Lirios en el cielo tiene dos naturalezas: la primera es la erótica, amorosa y desamorosa, en la que cuento una historia de dolor y desengaño y cómo esas emociones tristes transmutan en deleite, amor propio y erotismo. La segunda naturaleza es la de la libertad, donde se vuelve concreto lo aguerrido del espíritu fuerte, la solidez de las decisiones, el afán por gobernar la propia vida más allá de sus sinsabores, los golpes de suerte y las opiniones de los demás.
Escribo sobre erotismo como protesta contra la violencia que se vive en el mundo. Yo protesto con los labios y las piernas listas, con la pluma dispuesta a escribir acerca de orgasmos propios y ajenos; porque el amor lo vale, el placer lo vale, la belleza lo vale. Porque el despertar del instinto lo vale. Porque el mundo está sediento de convicciones.
Si te interesa el libro y quieres que lo envíe dedicado directamente a tu domicilio, puedes adquirirlo aquí:
Lirios en el cielo
Lirios en el cielo es un libro de poesía erótica, seductora, de libertad. En él todos los textos son anécdotas y están dedicados a quienes los inspiraron. En sus páginas encontrarás poemas y fotografías que quieren provocarte suspiros y fantasías para recordarte que cada momento cerca de tus deseos es experimentar en carne viva la felicidad.
MX$140,00
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Hay días buenos para decir adiós. Días convenientes para despedirse, para continuar la vida sin ciertas cadenas. Hoy es uno de ellos: el cielo acumula agua en los lagrimales, la misma que esta mañana mis ojos sí convirtieron en tormenta.
Los días para decir adiós no suelen ser soleados, pero sí cálidos: así el viento se convierte en el par de brazos que la despedida esfumará del repertorio. Los días para decir adiós son irreversibles, más que los días para empezar; se quedan marcados en el calendario con tinta invisible para ojos ajenos, pero fluorescente para quien llevó a cabo la acción de desprenderse.
Los días para decir adiós son justo como hoy. Son esos que nos levantan los pies del suelo hacia direcciones y pupilas nuevas. Son días que borran el camino que vas dejando atrás e iluminan el sendero que aparece debajo de los pies mientras avanzas.
Los verdaderos días para decir adiós son caldo de cultivo para una despedida contundente, luminosa y sin retorno: como hoy.
Hace poco amé a un hombre de nariz monumental y corazón de acorazado. Amante de las brujas, su cuerpo calmo trasmutaba en milagro. Cuando lo abrazaba por la espalda y ponía un beso en el centro, justo en la línea vertical que desemboca en la cintura, de su piel extraía temperaturas propias de un lugar cercano al centro de la Tierra.
Este individuo que amé tiene un nombre que rima con generosidad, con pasión, con entrega absoluta. Yo sabía que en sus brazos podía andar a ciegas y no corría riesgo ni siquiera de un leve rasguño.
Pensé en él llegando a recogerme algo encabronado por el tráfico, pero feliz de ya al fin besarme; entrando a casa con los ojos sonrientes y en las manos un edredón nuevo o un poema recién escrito; hablando apasionadamente de una idea o defendiendo una convicción hasta con las ofrendas más inverosímiles.
¡Y cuando provocaba que mi ropa terminara en el suelo y me poseía más allá del cuerpo! Él me enseñó que algunas leyendas sí son reales; a desaparecer del mundo en dedos ajenos.
De él aprendí sobre mí, porque así como juntos podíamos ascender al lugar con más altitud de la gloria, también podíamos descender a la fosa abisal más profunda del infierno.
Este ejemplar del sexo masculino que adoré hace no mucho posee mi despedida más dulce y más punzante; mis recuerdos más deliciosos y los más terribles; mis temblores más gozosos y los más aterradores.
Hoy me acordé de él porque hallé un poco de sus cenizas en los restos de la hoguera donde hace no tanto tiempo ardimos juntos: cenizas con fragmentos de las palabras que no volveremos a pronunciar.
Fotos de cuando la ficción se parece más a la realidad…
“Si el mesero llega en cuatro minutos le digo que sí”, pensó Susana después de escuchar a Federico pronunciar las consabidas y anticuadas, pero románticas palabras: “¡quieres ser mi novia?”
Para hacer honor a la verdad, Susana no estaba nada segura de que el amor que Fede le ofrecía era siquiera cercano al que ella quería en la vida, con eso de que su anterior novio era amoroso tan del tipo mediocre que parecía una sopa de cebolla fría: en vez de tragarse con tersura y deleite, terminaba apelmazado en el paladar.
Atinado como siempre, pero inoportuno como nunca, el mesero, con el nombre “Julián” prendido del uniforme marrón con beige, llegó justo a los 240 segundos a tomar la orden: la dama ensalada César con el aderezo aparte, el caballero una hamburguesa con tocino, nada perfecta para una primera cita.
Acto seguido, ella procedió a darle a Federico la respuesta positiva por culpa del mesero. Y digo por culpa, porque la historia de amor entre Susana y Federico, por más que iniciara un 14 de febrero, pronto se convirtió en una de esas malas coincidencias de la vida chocarrera que vivimos la mayoría de los mortales.
A pesar del vaticinio nefasto que implica dejarle el futuro sentimental a un golpe de suerte, sobre todo cuando está involucrado un mesero en la ecuación, meses después Federico se hallaba ante la disyuntiva de hacerle caso a su madre y al fin sentar cabeza, o continuar con sus breves y temporales aventuras.
Entonces sucedió que una tarde, sentado en el banco de un parque al Centro de la Ciudad, mientras observaba a un vendedor de algodones de azúcar preparar sus manjares, se dijo a sí mismo: “si el niño elige el algodón rosa, le doy a Susana el anillo de compromiso”, lo que hizo esa misma noche, después de que el escuincle eligiera el dulce casi rojo de tanto colorante, y de la única forma en que sabría que Susana le daría un “Sí” rotundo: en la cama mientras se abrazaban desnudos; todo lo mal que se llevaban sobre el suelo, lo contrarrestaban en el colchón, lo que, a final de cuentas, termina sin ser garantía.
Con el paso de los años la cotidianidad se impuso en Susana y Federico, así como las decisiones basadas en el lado de la escalera por la que subiría una viejita a la planta alta del centro comercial, el color de la corbata del siguiente señor que cruzara por la puerta o la cantidad de personas que se bajaran de un taxi, mismas que les cobraron la factura, algo así como cuando el atún fresco se pasa de cocción y en vez de ser un manjar se vuelve una bola seca, difícil de masticar: potencialmente delicioso, pero arruinado, y su siguiente éxito como pareja fue una firma en el documento de divorcio, donde se asentaba lo estéril de su matrimonio: no hubo ni propiedades qué negociar, ni hijos a consolar, y sus pocas pertenencias terminaron abandonadas por aquello de no conjurar desagradables recuerdos.
Después de varios sucesos en la vida de Susana y Federico, como el aumento en la graduación de sus anteojos, la aparición de algunas canas o el descubrimiento de nuevos platillos favoritos, una noche Susana estaba sentada frente a otro hombre con intenciones amorosas, en otro restaurante con meseros llamados Julián y uniformes beige con marrón. Cuando escuchó la pregunta que su interlocutor le hizo con la misma indiferencia con la que años atrás Federico lo hiciera, miró a su alrededor para buscar una señal, pero sólo se encontró con un plato extraordinario frente a ella, lo que la hizo pensar en que las decisiones son como la confección de un buen platillo: tienes una sola oportunidad para alcanzar la perfección y el fracaso.
Y antes de dar una respuesta positiva o negativa, se dio cuenta que desde ese momento se convertiría en alguien que lucha por el amor como vapor contra válvula de olla chifladora: no se escapa hasta que está bien caliente.
* Texto publicado en la revista El Gourmet de México, en febrero de 2018.
Desde hoy viviré mis días como dueña de mis emociones,
abandonaré el traje de víctima.
Desde hoy regaré mis momentos con agua de belleza
y lluvia de gotas mágicas.
Desde hoy soy Ama de mis circunstancias
y Dueña de mis pensamientos.
Desde este momento Soy Ama y Dueña de Mí.
DESDE HOY Y PARA SIEMPRE.
Escribí este texto después de una experiencia muy amarga. Tenía enfrente el desamor personificado, así que en vez de rasgarme las vestiduras y darle energía e importancia a la situación que vivía, decidí que contrarrestaría lo terrible con poesía, la tristeza con hermosura, lo trivial de un desengaño, con un compromiso eterno conmigo misma.
Así surgió no sólo este texto, sino mi novela Tacones en el armario, y a partir de ella, la obra que he ido desarrollando con los años.
Hoy sé que nada ni nadie me detiene y que conquistarme a mí es el mayor logro de mi existencia; lo demás ya son puras cerezas del pastel transformadas en guiños que hacen de mi paso por este mundo una serie de eventos deliciosos.
Gracias por leer mis líneas y así convertirte en parte de este gozo.
Las mejores historias de amor empiezan frente a un plato de comida. Puede ser una crema de almejas o una Kartoffelsuppe; una ensalada caprese, o unos sopes de frijoles con pollo cubiertos con salsa verde y espolvoreados de queso.
El inicio de la serie de anécdotas que ellos dos, a quienes llamaremos Helena y Paris, compartirían, sucedió en los contornos de una mesa cuadrada, mantel blanco, servilletas amarillas de tono elevado, los demás elementos necesarios para la degustación de los alimentos, dos copas grandes y profundas de cristal y una botella de vino tinto francés, el que a efectos de esta narración nombraremos “rompe hielos, quiebra miedos y crea mariposas en la panza”, porque en realidad a Helena no le encantaba Paris, pero después de unas cuantas horas con él y con los dedos sujetando el cuello del cristal que contenía el líquido rojo intenso, la persistencia en boca de sus lenguas se alargó hasta los confines de la ciudad, a donde ella lo llevó con el pretexto de entregarle el libro que le había prometido y olvidó en casa.
Una vez ahí intercambiaron ideas, objetos de papel y tinta, caricias en los territorios más sensibles de sus mapas corporales y un fetuccini cubierto de salsa de albahaca, aceite de oliva, ajo, piñones y parmesano, preparado entre los dos en medio de un ritual consistente en roce de pupilas, miradas en los poros y fuegos artificiales en el extremo de la pasta que permanecía en las comisuras de los labios unos segundos antes de desaparecer entre los dientes.
Esa noche, la primera del resto de sus días, transcurrió entre el sonido sutil de los carros que corrían por la avenida, brazos nuevos, suspiros frescos y sueños caramelizados, y terminó detrás de la taza del café arábigo humeante que el hombre configuró para Helena y detrás de la que sonreía, ofreciéndosela a la mujer que despertó por el aroma de la adrenalina y el recuerdo del sabor de los granos recién molidos en una pequeña cafetera automática, trofeo de su último viaje por otros rumbos más allá del océano, cerca de las estrellas.
Los atardeceres intensos y amaneceres en ocasiones con cúmulos nimbos, a veces con cirros, se multiplicaron en las manos entrelazadas de Helena y Paris. Lo extraño se fue haciendo conocido: aprendieron sus colores favoritos, que a ella le gustan los huevos rancheros al desayuno y él prefiere el jugo de zanahoria con naranja; que una jornada sin un ataque de risa es tiempo estéril, que los ostiones Kumamoto son capaces de esfumar dudas y provocar deseos.
Desde entonces, cada vez que una Helena y un Paris se sientan ante tenedores, cucharas y cuchillos y llevan a su boca ingredientes cotidianos convertidos en arte, el viento suspira satisfecho, y en las memorias del universo se escriben letras de ficciones compuestas de promesas. A fin de cuentas, cualquier pretexto es bueno para comer. Y para enamorarse.
*Cuento publicado en la revista El Gourmet de México. Noviembre de 2017.
Cuando terminas de escribir un libro experimentas un par de emociones contradictorias: felicidad e incertidumbre. Llegan a ti mil preguntas, mil cuestiones por resolver y entonces empiezas un viaje épico, en el que se agradecen las respuestas que se van encontrando.
Por eso decidí escribir y publicar estas ideas como parte de mi libro Libera tus libros, el arte de hacer y vender libros en México, basadas en errores, aciertos y golpes de suerte, sujetas a cambios y ampliación por nuevas experiencias. Que sean de utilidad:
Escribe sin pensar demasiado, sin presión, sin censura, sin fijarte en la gramática o la ortografía, solo escribe. Una vez que termines, corrige con lupa y a conciencia.
Por cada puerta que se cierra, pueden abrirse muchas más. La carrera del escritor es de resistencia, tenacidad y, sobre todo, pasión.
En ocasiones es difícil saber cuándo el texto ya está terminado, por eso es recomendable dejarlo descansar en un cajón, sin verlo para nada ni pensar en él al menos por unas tres o cuatro semanas.
Tu familia, desde tu mamá hasta tus parientes lejanos, leerán tu libro y te dirán que es magnífico. Ponlo en duda: el cariño puede nublar su objetividad.
Tu libro va a gustarle a mucha gente y otras personas van a odiarlo. No gastes tu energía en preocuparte por eso.
Registra tu libro antes de mandarlo a dictamen a alguna editorial o a concursos.
Somete tu obra a concurso antes de buscar publicarla, sobre todo si se trata de géneros literarios: novela, poesía, cuento, ensayo, teatro, porque de esta forma tienes más posibilidades de llamar la atención de las editoriales.
Ten claro el tipo de libro que quieres publicar, así caminarás sobre suelo sólido y no sobre sueños guajiros.
Es básico conocer cuál es el mercado de tu libro, qué tipo de libro es, si es ficción o no ficción, antes de mandarlo a una editorial.
Investiga qué tipos de libros publica la editorial a la que piensas enviar tu libro. Normalmente esa información aparece en su sitio web.
Escucha con apertura los comentarios y sugerencias sobre el texto, y luego deshazte de los que no le aporten algo.
Cuando escribes un libro y quieres publicarlo, la suerte es un factor importante, pero mucho más determinante será el trabajo, la tenacidad, el esfuerzo y el desafío a tus miedos y prejuicios.
Aléjate de los editores que te adulen demasiado, sobre todo si en esa editorial tienes que pagar por publicar tu libro.
Precisa por escrito todos los acuerdos a los que llegues con el editor.
Firma siempre un contrato de edición, sin miedo ni reparos a lo legal. Te puedes salvar de muchos problemas.
Los únicos Derechos que puedes transferir al editor o la editorial son los Derechos Patrimoniales.
Si vas a invertir en la impresión del libro, no cedas tus Derechos Patrimoniales. A menos que recibas un pago o hagas un intercambio, si tú pagas por hacer el libro, es ilegal y absurdo que los transfieras.
Si vas a transferir tus Derechos Patrimoniales fíjate por cuánto tiempo. Algunas editoriales los reservan dos, cinco, siete años, a veces, más tiempo y, normalmente, son ellos quienes fijan la vigencia. Al negociar tu contrato toma en cuenta que a mayores beneficios (en promoción, difusión, distribución, presentaciones, regalías, etcétera), mayor tiempo. Si tú tienes que pagar por todo y encargarte de la mayoría de los asuntos mencionados, no los transfieras.
En caso de dudas siempre es mejor consultar a un abogado o acercarse a las oficinas del Indautor.
Aunque te conviertas en un escritor auto-publicado en plataformas digitales o impresas, siempre busca asesoría de un editor o corrector de estilo. El gran problema de esta época es la cantidad de autores que no publican sus libros con rigor, lo que lleva a que no tengan el éxito que esperaban.
Si vas a llevar tu texto directamente a una imprenta, pregunta (y constata que te estén diciendo la verdad) si ellos realizan directamente el trabajo o si lo maquilan. Pide muestras de otros libros que hayan hecho.
Cuando termines de escribir tu libro imprime la versión final para revisarla. Es común que en la pantalla se oculten los errores.
Los lectores tienen un radar de libros malos, trabaja en el tuyo lo suficiente como para que le den una oportunidad.
Algunas editoriales independientes trabajan más como imprentas, solo diseñan e imprimen en libro y te los entregan para que tú te encargues de difundirlos y venderlos.
Antes de pagar para que una editorial independiente (de aquellas en las que tú debes invertir dinero) te publique tu libro, somete el texto a corrección de estilo y luego a concursos. Cuando empiezas, abona más prestigio ganar un concurso o una beca, que tener un libro.
Para saber si un editor o editorial va a cumplir con lo que promete, investiga si ya ha trabajado de esa forma con otros libros o escritores, si distribuye en las librerías que dice, si conoce a la gente que declara conocer; si ha logrado con otros títulos lo que asegura logrará con el tuyo.
Trabajar en la promoción del libro es importante, así como también lo es el uso de las redes sociales, blogs y otras plataformas para darte a conocer; pero cuida de no pasar tanto tiempo promoviéndote de forma tal que pierdas las horas que puedes ocupar para hacer lo tuyo: escribir.
Lo más probable es que estés inconforme con el trabajo que desarrolla tu editor o la editorial respecto a la difusión y distribución del libro, así que lo mejor es relajarse y tener una buena actitud para recibir lo que sale bien y tolerancia a la frustración hacia lo que no resulta como lo esperabas.
Toma en cuenta que los medios de comunicación buscan hablar sobre temas de interés general, así que, si tu libro no trata sobre algo novedoso, polémico o de actualidad es difícil que centren su atención en ti. Aunque no imposible.
Cuando eres un autor desconocido el trabajo de promoción será doble, porque hay que dar a conocer tu libro, pero también a ti.
Es lógico que tendrás expectativas respecto a la publicación de tu libro, pero es mentalmente sano recibir lo positivo que llega como si fuera una hermosa sorpresa, y trabajar por lo que no resultó así.
Al momento de negociar tu contrato, toma en cuenta que tendrás acuerdos y desacuerdos: tanto la editorial como tú deben ser flexibles para llegar a un convenio satisfactorio para ambos.
Cuando decides publicar tu libro deja de ser un poco tuyo y se vuelve, afortunadamente, pertenencia del lector.
Si decides hacer público tu libro, también tienes que decidir trabajar por él todo lo que sea necesario. Ya seas tú o alguien más quien invierta en la publicación, existe un riesgo de capital, trabajo y esfuerzo por tu obra. Eso se agradece y valora.
Se debe realizar el Depósito Legal de dos ejemplares de la edición: uno se va a la Biblioteca Nacional y otro a la Biblioteca del Congreso de la Unión.
Por más éxito que tengas nunca olvides cómo era todo cuando iniciaste.
Cuando seas de la generación de los autores consagrados, no te conviertas en quien cree que la literatura ha muerto y todo era mejor antes. No hay generación que no haya pensado eso.
No creas promesas de nadie hasta que sean una realidad.
Atrévete a romper algunas reglas y lleva a cabo las locuras que se te ocurran para llamar la atención sobre tu libro. En la literatura todavía queda mucho campo virgen por explorar.
¡Prepárate para una de las experiencias más emocionantes y enriquecedoras de tu vida!
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Libera tus libros
¿Quién no ha pensado alguna vez escribir un libro?, ¿quién no ha soñado con publicar lo que ha escrito?, ¿quién no ha querido contarle algo al mundo?
Libera tus libros es resultado de más de 15 años de trabajo en el mundo editorial mexicano. No es una autobiografía: constituye un manual con información, datos reales, golpes de suerte y paracaídas escrito en forma clara y concreta sobre todo lo relacionado con el mundo de los libros en este peculiar país.
En estas páginas encontrarás desde los momentos que han transformado la historia del libro hasta recomendaciones legales para la firma de un contrato; temas como el funcionamiento de los diferentes tipos de editoriales, la forma en que ciertos libros se convierten en best sellers, pasando por los tipos de libros y las alternativas de publicación que han traído las nuevas tecnologías, entre otros asuntos de interés.
Libertad. Felicidad. Fe. Amor. Sexo. Abundancia. Prosperidad. Valentía. Vocación. Todas ellas palabras muy manoseadas, compradas por el mejor postor, erigidas en pedestales a veces, emputecidas en ocasiones, pero dichas por toda la gente en cualquier idioma: freedom, happiness, faith, love, sex, prosperity, freiheit, felicitat, amour, cesaret, kön…
De nada sirven si no las convertimos en verbos cotidianos. Por ejemplo, en mujeres tomando decisiones, en desigualdad acotada, en políticos incorruptibles, en gente que invierta con fe en las ideas de otros, en quienes dan su vida por llevar sus utopías a la práctica, porque las palabras son así: estériles cuando solo son pronunciadas y todo cuando trascienden su condición de conceptos para simplemente ser consecuencias en algunos, o al menos en alguien de carne y hueso.
Es inútil una retórica impecable si no puedes asirla entre los dedos…
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