Poderosa…

Soy poderosa. En mí habitan todas las mujeres de mi historia: las que aman, las que odian, las que lloran, las que ríen a carcajadas, las que gozan, las que sufren, las que viven, las que desean morir.

Sin embargo, este fragmento de historia que me toca; este cuerpo que habito, esta mente que me habla, este corazón que a veces me rige y otras tantas yo domino, esta voluntad que me lleva y trae me pertenecen, y por eso hoy me libero de miedos herencia, hoy me libero de inseguridades forasteras y vuelvo a ser esa niña que algún día se miró al espejo con orgullo, antes de que el mundo la convenciera de ser inadecuada. Y soy esa mujer plena que jamás duda de sí misma ni de sus emociones y cuestiona sus propias ideas para crecer.

Soy poderosa. En mí habitan todas las mujeres de mi historia. En mí habito yo.

Y todas juntas somos invencibles.

Mónica Soto Icaza

#PorUnaVidaSexy


Foto: Sinhué Villalobos

Los sueños de la niña de la montaña #LibrosQueMeGustan

A los cuarenta y tantos ya es una leyenda. Una leyenda viviente. Rebelde, decidida, descarada, miedosa valiente. Ella es Eufrosina Cruz, contadora pública, maestra, política mexicana, originaria de Oaxaca, un lugar donde aún hoy hacer mujer puede ser quizás, como una maldición… tanta violencia, tanta discriminación, tanta injusticia, tanta invisibilidad… hasta que alguien como Eufrosina nos cuenta su historia y entre lágrimas de rabia y orgullo descubres lo transformadora que puede ser la educación, vía los grandes maestros que a veces la vida pone en el camino de algunas personas.

Por eso hoy recomiendo su libro: Los sueños de la niña de la montaña, un testimonio necesario, contundente, emotivo, honesto, sincero, emocionante, para seguir teniendo fe en la lucha por los sueños y en la humanidad.

Tacones al vuelo

Tacones al vuelo es un libro-fetiche. Las anécdotas están contadas desde mis tacones, esos artefactos que han sido cómplices o protagonistas de múltiples aventuras para provocarme orgasmos o entretenerme en instantes de poco glamour. Contiene 33 textos, historias escritas en cuentos, relatos y listas desvergonzadas de mis intimidades, como la de mis primeros encuentros con el sexo, la lista de lo que me embelesa de los hombres y otra de mi ropa sexy favorita. Es mi mayor reto como escritora y como mujer.

Tacones al vuelo es una experiencia que trasciende a la literatura y desafía conceptos: si escaneas el código QR que aparece al principio entrarás a una dimensión distinta: la de mi voz y mis ojos leyéndote al oído.

Quiero hacer algo de justicia a esas mujeres que durante milenios tuvieron que callarse, reprimirse, soportar, por amor o por hacerse la vida más simple; a aquellas que trasladaron el amor hacia el bordado, las teclas de un piano o la adoración a los padres, en vez de revolcarse de piernas abiertas sobre colchones de dudosa limpieza en habitaciones de cuestionable reputación junto con otros seres que se reprimieron igual. A aquellas mujeres quemadas en hogueras, acusadas de ser brujas por pelear por su libertad.

Esta obra quiebra tabúes, regenera ideas, desafía a las convenciones sociales que pretenden convencerte de no gozar de tu existencia terrenal con el cuerpo, la mente y el espíritu.

Porque si la vida es un cuento, mejor que sea erótico.


Si lo quieres, lo encuentras aquí:

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Tacones al vuelo: Historias de sexo y otros libertinajes textuales eBook : Soto Icaza, Mónica: Amazon.com.mx: Tienda Kindle

Tacones, orgasmos y un funeral

¡Mis tres novelas eróticas juntas! Tacones en el armario, Galletitas para un funeral y Tus mujeres de mis orgasmos en el mismo libro. Tres historias llenas de amores y lujuria, en las que exploro temas polémicos como la infidelidad, el amor libre, el poliamor, las relaciones swinger, con personajes fuera de serie que divierten al tiempo que hacen temblar a las buenas conciencias y provoca deleite a los amantes de las aventuras de labios y piel… y de las sonrisas y carcajadas involuntarias.

Tacones en el armario es la historia de Ángela, quien le permite al lector vivir paso a paso con sus tacones de colores el proceso de la infidelidad, no como la víctima que hemos visto durante años, sino como una mujer que transforma el dolor en gozo y de paso obtiene venganza y mucho placer. Es la redención del sexo femenino llevada al extremo con mucho humor, erotismo e inteligencia.

Galletitas para un funeral es un homenaje a todas las formas femeninas de amar. En ella se explora cómo la percepción cambia la experiencia que acumulamos en los recuerdos, cómo una persona puede ser tantas personas, dependiendo del interlocutor.

Tus mujeres de mis orgasmos: La vida de algunas personas es como una película porno con cortes para dormir, comer y trabajar. En Tus mujeres de mis orgasmos, que es libro y experiencia en realidad aumentada, los protagonistas están juntos en un amor adúltero y delicioso; unidos por el placer, regidos por el deseo: la casualidad actuó a favor de su lascivia en común en una noche cualquiera para tomarse de las manos y de todos los espacios de piel disponibles en el cuerpo. Esta novela breve es un diario íntimo hacia las fantasías de Ella mientras Él le hace el amor con la lengua. Mónica Soto Icaza lee al oído la historia más intensa, explícita y erótica que ha escrito para continuar desafiando conceptos como el amor, la monogamia y la libertad.

Si quieres impreso tenerlo entre las manos, lo encuentras aquí:

O si lo prefieres electrónico en Amazon para Kindle, lo encuentras acá:

Jamás pretendí ser inmaculada

Doscientas páginas de poemas eróticos y fotografías en blanco y negro, Jamás pretendí ser inmaculada es mi más nuevo deleite literario.

Entré a la escuela, aprendí a escribir, me enamoré, me rompieron el corazón, rompí algunos corazones, llené los márgenes de mis cuadernos con historias, todo ello mientras se afianzaba mi fascinación por el hallazgo más importante de mi vida: los libros y las infinitas maravillas que se encuentran entre sus páginas.

Así llegaron mis XV años. Era 1995 y yo decidí que escribir sería mi ocupación principal. Luego llegaron mis 29. Era 2009 y yo decidí que enfrentaría la vida con el sexo abierto y dispuesto, que estar aquí era un regalo y yo no podía ser ingrata: debía celebrarla con cada partícula de mí, hacerle el amor a través de cuerpos ajenos en territorios políticamente correctos y también algunos clandestinos.

Jamás pretendí ser inmaculada. De niña me soñé aventurera, alguien que bien pudiera ser el personaje de un libro, y con eso en mente he creado las situaciones que configuran mis recuerdos. Aquella quinceañera que deseaba comerse al mundo sigue sazonándolo desde esta mujer de 41 con incontables recetas para la lujuria entre los dedos.

Si quieres tener este libro único y especial para mí entre las manos, lo encuentras aquí:

Libera tus libros: el arte de hacer y vender libros en México

Empecé a editar a los 21 años, en el auge de mi época más rebelde y con total ignorancia acerca de todo lo relacionado con el mundo editorial. Mi ímpetu se debía a la absoluta pasión que he sentido por los libros desde la adolescencia, así que con intuición y a veces imitando, fundé Amarillo Creatividad Editorial, que más tarde se convirtió en Amarillo Editores.

En mayo de 2004 publiqué el primer título: Ficciones Fugaces, de Edgar Rodríguez. Con el paso de las semanas, meses años, ese primer ejemplar germinó en más de 250 libros de más de 300 autores.

En este punto del relato suspiro y recuerdo: como no tenía idea de lo que estaba haciendo como editora, tuve la oportunidad de trazar caminos nuevos, de atreverme a hacer locuras, de ser en ocasiones políticamente incorrecta. Dos ejemplos son el lanzamiento del “Primer libro-periódico del mundo”, 60 minicuentos y un rebelde, que hice para celebrar el cuarto aniversario, o la presentación de la antología de poesía y fotografía eróticas, Poesía del siguiente orgasmo, en la Erótica Love Store de Polanco, en la CDMX (entre muchos otros sucesos más).

Tras 16 años de aprender el ámbito editorial, desde el campo de juegos, con una editorial pequeña, desconocida y que aprendió a aprovechar cada uno de los recursos disponibles, decidí escribir Libera tus libros: el arte de hacer y vender libros en México, que es un manual con información paso a paso sobre la publicación de libros, cómo funcionan las librerías, para qué sirven las Ferias de libros, tips acerca del contenido de un contrato de edición, auto-publicación en plataformas digitales, recomendaciones para editores independientes y escritores, y mucho más.

Hoy ya no publico libros de otros autores, me dedico exclusivamente a escribir y promover mi trabajo literario y de divulgación acerca del sexo y el erotismo. Por eso decidí compartir con quien le interese mi aprendizaje como editora y escritora independiente.

Aquí está el libro íntegro para descarga gratuita: 

Grab my pussy! Cuentos eróticos y algunos relatos de sexo explícito

Un genio de lámpara maravillosa, la mujer distraída de un hombre desesperado, el presidente del país más poderoso del orbe, personajes que podrían haber sido robados de la realidad y manipulados a mi antojo en la ficción es lo que encontrarás en las páginas de Grab my pussy!

Me gusta pensar en estos 17 cuentos como en travesuras literarias para recuperar el lado jovial e irreverente del sexo. En ellos rescato la ligereza de espíritu que permanece en el cuerpo después de un orgasmo, con textos en narrativa y prosa poética que buscan la carcajada y el asombro reflejado en comisuras de la boca torcidas o cejas levantadas.

Confieso que al escribir estos relatos el desafío fue permanecer frente al teclado; por eso reto al lector a terminar de leer con las dos manos sobre el papel…

¿Quieres leer algunos escritos del libro? Puedes descargarlos aquí: Grab my pussy! Mónica Soto Icaza. Adelanto.

¿Quieres un ejemplar físico del libro? Te lo mando impreso y dedicado especialmente para ti hasta la puerta de tu casa:

Si quieres leerlo, puedes encontrarlo en Amazon para Kindle aquí:

Tus mujeres de mis orgasmos

La vida de algunas personas es como una película porno con cortes para dormir, comer y trabajar.

En Tus mujeres de mis orgasmos, que es libro y experiencia en realidad aumentada, los protagonistas están juntos en un amor adúltero y delicioso; unidos por el placer, regidos por el deseo: la casualidad actuó a favor de su lascivia en común en una noche cualquiera para tomarse de las manos y de todos los espacios de piel disponibles en el cuerpo.

Esta novela breve es un diario íntimo hacia las fantasías de Ella mientras Él le hace el amor con la lengua.

Para este libro quise no nada más imaginar la historia más intensa, explícita y erótica que he escrito para continuar desafiando conceptos como el amor, la monogamia y la libertad, sino leerla al oído de los lectores, quienes por medio de un código QR podrán acceder a contenido exclusivo: el Video-libro, interpretado por mí, que lo pondrá al filo de las emociones más deliciosas.

Si deseas comprar el libro impreso está disponible aquí:

Si deseas adquirirlo en ebook para Kindle, lo encuentras acá:

Galletitas para un funeral

Un mensaje enigmático. Una esposa con mucha creatividad.

Un hombre y 35 mujeres, pero no cualquier número de mujeres: mujeres con las que ha hecho el amor. Podría ser el sueño erótico de un maestro seductor y, sin embargo, también podría convertirse en el inicio de una pesadilla.

Mónica Soto Icaza, la autora de Tacones en el armario, regresa a la carga con una historia de fino erotismo y sutil sentido del humor. Lea usted esta novela bajo su propio riesgo.

Galletitas para un funeral es un homenaje a todas las formas femeninas de amar. En ella se explora cómo la percepción cambia la experiencia que acumulamos en los recuerdos, cómo una persona puede ser tantas personas dependiendo del interlocutor.

“Cuando empecé a leer Galletitas para un funeral debo confesar que me excité, pero al terminarlo ya estaba profundamente aterrado.” Sergio Sarmiento

“Mónica tiene una pluma que describe con certeza la naturaleza de cruces inesperados, relaciones comprometidas y noches de esparcimiento. Su estilo es refinado y excitante. Las voces de sus protagonistas tienen personalidad y rostro.” Inés Récamier


Puedes encontrarlo en libro electrónico para Kindle aquí:

O impreso, enviado directamente a tu domicilio y dedicado por mí, aquí:

Mujer esquirla #PorUnaVidaSexy

“Tu negocio no sirve para nada. Eres un fraude. Eres mala en la cama. Odio hasta tu peinado. No me gusta cómo eres con los niños. Eres un desastre en la vida. Eres una puta. Eres insuficiente, no te importa más que tu trabajo. Eres una loca. Eres tonta. Coges mal, no me gusta tu ritmo. Me molesta tu cara. Llévate todas tus cosas. No quiero ver ni una de esas mierdas aquí. Llévate nada más lo que tú te compraste. Después de años de matrimonio no te mereces nada por puta. Te voy a matar. Te voy a perseguir. Voy a hacer que vivas con miedo, con temor, con fracaso. Eres una perdedora. No haces nada bien. Solo sirves para gastar el dinero, para estirar la mano. No aportas nada. Eres mala para todos. Ni tu mamá cree en ti. Estás sola. La gente que amas siempre elige a otros. No eres suficiente, por eso no te eligen a ti. Eres problemática. No entiendes razones. Solo quieres hacer lo que se te da la gana. No puedes cumplir tus sueños. Tus metas no son importantes. Eres una mala mamá. Abandonas a tus hijos. Pierdes el tiempo. Vives en las nubes. Eres estúpida. Estás confundida. Tomas malas decisiones. No te vas a ir porque no puedes. Sin mí no eres nada. Sin mi ayuda te vas a morir de hambre. No tienes a dónde ir. No sabes ganar dinero. Con dos hijos nadie va a quererte. Tienes la nariz enorme. Ya ni siquiera conservas el buen cuerpo que tenías. Te vistes como prostituta. Escribes puras pendejadas. Nadie va a querer comprarte tus libros. Si te matara, te haría un favor…”

El hombre que amaba apretó el gatillo y yo me convertí en esquirlas de mujer. En fragmentos de ser humano con el único fin de sobrevivir el día. Porque en un país de machos a las mujeres libres hay que destruirlas. Hay que quebrarles la voluntad y las piernas; ensuciar su sexo y sus sueños. Porque a una mujer que goza del erotismo puedes maltratarla, convertirla en blanco de dedos índices purificados por la tibieza de vivir sin consecuencias.

Me convertí en una mujer débil. Una mujer fea. Una mujer triste. Una mujer sola. Metí la sonrisa en el sitio más seguro: las páginas de los libros, ese lugar en donde no había corazones rotos ni palabras equívocas, en donde podía ser libre a mis anchas. Ignoraba que cada tomo devorado configuraba en mí a una mujer rebelde. Una mujer idealista. Y poco a poco volví a ser una mujer con alas de papel y tinta, con tantas capas que alcanza a volar alto, y también con predisposición a caer desde esa altura. Soy una mujer que se ha raspado las rodillas. Una mujer que ha perdido todo para conservarse a ella. Una mujer que ha llorado a solas. Una mujer que ha dado la mano, aunque en el otro extremo no hubiera otra mano abierta. Soy una mujer puta. Una mujer ligera. Una mujer de libido desbordada. Una mujer de fotos atrevidas. Una mujer libre. Una mujer con suerte. Una mujer con el corazón de multifamiliar. Una mujer que quiere a más de un hombre y ama a uno. Una mujer que juega con sus hijos a escribir el mundo. Una mujer arrepentida. Una mujer rebosante de certezas. Una mujer de imaginación traviesa. Una mujer que ya no tiene miedo. Una mujer que ya no está triste. Una mujer multiacompañada. Una mujer joven. Una mujer guapa. Una mujer que sigue con la sonrisa metida en los libros. Una mujer metáfora. Una mujer personaje. Una mujer carcajada. Una mujer sarcasmo en la punta lengua. Una mujer energía de la naturaleza.

Soy una mujer hasta nunca. Una mujer hasta siempre. Una mujer en sus marcas, listos, fuera. Una mujer búnker. Una mujer meta. Una mujer hola. Una mujer adiós. Una mujer Yo.


*Este texto fue originalmente publicado en la revista Vértigo Político.

La Venus de las pieles #LibrosQueMeGustan

Profundos son los misterios del placer. Lo que para unos podrían ser los peores castigos: el dolor y la esclavitud, para otros pueden resultar la manifestación más orgásmica del amor.

Ejemplo de esto es el protagonista de La Venus de las pieles, del escritor austriaco libertino y amante de las mujeres Leopold von Sacher-Masoch.

La novela cuenta la historia de Severin y Wanda, él mucho mayor que ella, y su interacción erótica entre latigazos y un contrato de esclavitud. El apellido del autor, Masoch, fue el vocablo que le dio nombre al masoquismo, ampliamente narrado en el libro.

En diversos momentos las disertaciones acerca del amor, el sexo, el matrimonio, la inmoralidad, la herejía, son dignas de tratados sociológicos, de análisis del comportamiento humano, por la magnitud de los diálogos entre los personajes, como: “—Creo que, para encadenar a un varón para siempre, lo que ante todo no debería una hacer nunca es serle fiel. ¿Qué mujer honesta ha sido nunca tan adorada como una hetaira?”

Ha sido adaptado para cine en diversas ocasiones, la más célebre es la película dirigida por Roman Polanski.

Es uno de los clásicos del erotismo, con la peculiaridad de tratarse de un hombre escribiendo y describiendo el amor y la sexualidad femenina, y más en una época (el siglo XIX), donde los personajes femeninos eran frágiles, enfermizos y llenos de sumisión.

¿Amar despacio?

No me gusta amar despacio,
prefiero ropa destrozada en el suelo
marcas de besos en el cuello
lenguas insolentes
dedos que conozcan el camino correcto.

Amo las caderas impulsivas
los deseos urgentes
la saliva que enloquece al torrente sanguíneo
las miradas que hacen cenizas los prejuicios.

Me encantan las palabras que humedecen
los pantalones marcados
las mordidas en las orejas que embriagan a los poros
y la imaginación.

Vamos a ponerle escenario a esta fantasía
y seamos nuestra propia ficción.

#poesíaMSI

Mónica Soto Icaza


La foto es de Érik Marvaz

* Este texto aparece en mi libro Jamás pretendí ser inmaculada.

Historias de Clítoris 1

Hola, soy el clítoris de Mónica. Me llamo así, Clítoris, porque a ella no le gustan los nombres propios, patronímicos ni diminutivos que algunas personas usan a veces para referirse a los órganos sexuales propios o ajenos. Yo estoy de acuerdo con ella. Alguna vez un señor me dijo “Amiguita” y me costó mucho trabajo vibrar con su lengua. Aunque cada quien, ¿no?

Sé que cuando le preguntan a mi poseedora cuál es la parte favorita de su cuerpo y ella responde “los ojos” o “las piernas”, en realidad está pensando en mí. He sentido cómo me aprieta mientras contesta, como si quisiera disculparse conmigo por ser políticamente correcta. A mí no me interesa lo que responda; a fin de cuentas, cuando estamos a solas o al elegir a un acompañante, su comportamiento es lo menos políticamente correcto. Eso es lo importante.

Me conoció a los once. Era su segunda o tercera menstruación. Mientras lavaba mi casa y los terrenos circundantes se metió el dedo corazón de la mano derecha en la vagina para ver si así lograba que la sangre se terminara más rápido. Como le gustó la sensación decidió introducirlo más adentro… y entonces la palma de su mano invocó el deseo de saber qué más había en esa área al rozarse con mi glande. No le importó que se enfriara el agua: siguió tocándolo todo. Fue así como ahí, en una regadera del segundo piso de una casa de tres recámaras pintada de blanco con columpios en el jardín, Mónica tuvo uno de los más grandes hallazgos de su vida que, como buena materialización de asombro, siempre estuvo en ella misma.

Mónica y yo gozamos impunemente durante varios meses, hasta una fatídica mañana en la clase de Moral. La escuela religiosa en la que la inscribieron sus papás con las intenciones más puras: que los valores familiares fueran reforzados, se encargó de arruinar sus corridas correrías eróticas, porque ahí le dijeron que el onanismo era un pecado, y de los graves. Como ella no deseaba irse al infierno, así, sentada en un pupitre del segundo piso de un centro educativo de tres edificios de ladrillos expuestos y una pista de carreras, la suscrita volvió a enterrarme entre sus piernas durante más años que los que hoy le gusta admitir.

Pero como no hay día que no llegue, ni plazo que no se cumpla, ni lujuriosa que lo soporte, Mónica cumplió 18 años. Sí, tuvo algunos encuentros semieróticos con los seis novios que había tenido, pero ninguno de ellos alcanzó a tocarme; yo esperé paciente el momento porque algo de entretenimiento tuve cuando mi dueña, amante del ejercicio, haciendo abdominales en la clase de educación física tenía orgasmos que no contemplaba como pecados al no ser provocados directamente por ella. ¿Ya ves por qué me cae tan bien?

Decía entonces que mi propietaria cumplió 18. Sus papás le hicieron una fiesta para celebrar la mayoría de edad, con amigos, familia y sí, su sexto novio, quien dicho sea de paso estaba algo frustrado con las continuas negativas de Mónica para irse a la cama, o por lo menos agarrarle algo más que la mano. Se acabó la reunión, familia y amigos se despidieron, los padres se fueron a dormir. Ella le dijo que lo acompañaba a la puerta para despedirlo. Ya ahí, antes de abrirla, se dieron un abrazo en la oscuridad, un beso de película romántica francesa y con las manos metidas en los mutuos jeans reaparecí en escena para no volver a esconderme jamás.

Pero ya luego te contaré de cuando conocí en piel y humedad a otro como yo, porque de tanto hablar de mí a Mónica ya le dieron ganas de saludarme con las yemas de los dedos. Y quién soy yo para hacer caso omiso a esa propuesta imposible de rechazar.


  • Texto publicado originalmente en la revista Vértigo Político en julio de 2020.

La muerte de Artemio Cruz #LibrosQueMeGustan

“Un hombre alto, lleno de fuerza, con unos ojos verdes hipnóticos y un hablar cortante. Artemio Cruz.”

Carlos Fuentes era un maestro para la creación de personajes entrañables: Felipe Montero en Aura, Félix Maldonado en La cabeza de la hidra. Pero sin duda uno de los  inolvidables es Artemio Cruz, protagonista de esta novela publicada por primera vez en 1962.

Esta historia narra los últimos días de Artemio Cruz exrevolucionario, expolítico, excorrupto cuando, recostado en la cama del hospital, moribundo, revive las memorias de su vida y describe las sensaciones que lo acompañan, todas desconocidas, que el autor describe con metáforas tan precisas y detalladas que es inevitable que tu yo lector se emocione: “Tengo la boca llena de centavos viejos.”

Este libro es sobresaliente, mi favorito de Fuentes, por la cantidad de frases memorables que tiene, que como aforismos, juzgan, juegan, evocan, explican: “Cuando cerró los ojos, se dio cuenta de la infinidad amorosa de ese cuerpo joven abrazado al suyo: pensó que la vida entera no bastaría para recorrerlo y descubrirlo, para explorar esa geografía suave, ondulante, de accidentes negros, rosados.”

Por fragmentos como ese y por el recuento histórico por el México de la Revolución y los años subsecuentes es que La muerte de Artemio Cruz es mi recomendación de este #ViernesDeLectura y #LibrosQueMeGustan.

Portada La muerte de Artemio Cruz

¿A imagen y semejanza? #cuento #ficción

Querido Dios. Qué digo querido: amado Diosito. Qué digo amado Diosito: adorado, omnipresente, idolatrado, omnipotente Diosesón:

Te doy gracias por el orgasmo nuestro de cada día. Estoy acostada en mi cama, la cabeza recargada en la almohada, las piernas abiertas, el abdomen en estado de incredulidad por lo que dos dedos pueden provocar en el cuerpo, desde la parte baja del vientre hasta todas sus esquinas, bordes y extremos.

Lo que siento es asombro. Qué sabio y maravilloso eres, ¡oh, rey de los Cielos!, que nos hiciste seres con capacidad de abstracción y potencia imaginativa, la misma que formó en mi mente la imagen de esas dos chicas besándose la lengua, los dientes, las puntas de los pezones, que hicieron gloriosa esta mañana.

Gracias por los recuerdos disfrazados de fantasías. Ruega por los hombres que me han penetrado, por las veces que los besos me han hecho adicta a los clímax. Te doy gracias por las inmensas posibilidades del sexo, por los labios, la vulva, las tetas, las corvas.

Si los seres humanos estamos hechos a tu imagen y semejanza, y me colocaste en la entrepierna el único órgano con la función de experimentar placer, entonces no dudo que todos estos años las personas hayamos vivido en el engaño y tú eres una mujer.

Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos, Amén.

El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde #LibrosQueMeGustan

Es bien sabido que al interior de todo ser humano habita una dualidad luz-oscuridad que se manifiesta según la voluntad o los instintos; así como podemos ser buenas personas, también nos es natural ser miserables: la manera en que interactuamos con el mundo, para individuos mentalmente sanos, depende de la capacidad de elección.

De este tema sencillito y carismático trata El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, una novela gótica de Robert Louis Stevenson publicada por primera vez en 1886 que se encuentra clasificada tanto como thriller psicológico, como drama, misterio, horror y ciencia ficción. Todo eso en apenas unas cien páginas (depende de la edición que leas).

Con una narración estructurada como una consecución de habladurías, el autor va desentrañando la intriga para llegar a un desenlace inesperado, de esos que te dejan de un humor extraño al terminar las páginas.

El libro es un clásico de la literatura universal que yo recomiendo leer porque para mí las obras más valiosas son aquellas que nos asombran y son memorables sin necesidad de grandes pretensiones, las historias que, como esta, sacan al lector sin piedad de la zona de confort.

Nos leemos y escuchamos el próximo #ViernesDeLectura con otra recomendación de #LibrosQueMeGustan

Vestido de novia #cuento

A los 21 años imaginaba el día de mi boda. Siempre que veía un vestido de novia en los aparadores de las tiendas mi mente volaba hacia el futuro día más feliz de mi vida. Me encantaba contemplarlos y escoger uno. En diversas ocasiones decidí cuál me gustaría usar, pero cambié de idea  muchas veces. Un día tuve que elegir al fin uno de ellos: era el vestido de novia de mis sueños: blanco, entallado, con una crinolina enorme y hermosas flores bordadas a mano. No recuerdo bien la cara de mi novio, creo que mi único recuerdo de esa boda es mi preciosísimo vestido blanco. Me ha sucedido lo mismo nueve veces.

Supongo que he desarrollado una manía por los vestidos de novia.

 


*Este cuento forma parte del libro MonoRetrato AutoLogo, publicado en 2006.

 

 

Jantipa #LibrosQueMeGustan

Si yo pronuncio “Sócrates” en la mente de cualquier persona de mediana cultura general aparecerá la antigua Grecia, la filosofía, el “yo solo sé que no sé nada”. Tal vez algunos piensen en la mayéutica, en grandes ideas, pero definitivamente pocos harán referencia a su ojo que se iba de paseo, a su mal aspecto, a su descuido personal. Y mucho menos pensarán en su vida sentimental.

Jantipa, novela de María Elena Sarmiento, habla de la esposa de Sócrates, una mujer de carácter difícil, indomable, quien, adelantadísima a su época, ya intuía que la relación de hombres y mujeres era injusta, por más que todos a su alrededor actuaran de esa manera.

La historia es intensa y fluida. La autora creó una ficción histórica que mantiene una tensión narrativa difícil de abandonar, al tiempo que consigue que el lector genere empatía con el personaje principal que adoró y sufrió al amor de su vida en la misma proporción. Además, María Elena es una mujer que investiga y se involucra profundamente con sus personajes.

Por eso este #ViernesDeLectura les recomiendo esta novela, a esta Jantipa, para no olvidar los contrastes del amor, que son los mismos que los contrates de los individuos que tenemos que cohabitar en este mundo, y como Sócrates, encontrar belleza en él, a pesar de sus imperfecciones.

La pieza que me faltaba #LibrosQueMeGustan

Karol vuelve al orfanato en donde la criaron cuatro mujeres. Era un sitio exclusivo para niñas, pero su madre biológica decide abandonarla ahí: sabía que sería cuidada como en ningún otro lugar, incluso mejor que con ella misma. Después de unos años, ya casi adulta, nuestra protagonista vuelve a ese lugar para descubrir aquellos detalles que le faltaba conocer de su vida para lograr, al fin, vivir con libertad.

La pieza que me faltaba de Alejandra Inclán, es una novela que habla de un tema polémico y dificil: la transformación de un niño transgénero en una mujer hecha y derecha, que, como cualquier persona, se enamora y desea encontrar su propia identidad, con la idea inequívoca de ser quien siempre ha querido ser, como todo ser humano.

Esta novela fue escrita por Alejandra Inclán, autora veracruzana, independiente, para quien el tema de la identidad de género ha adquirido una importancia mayúscula bajo un principio fundamental muy claro e importante: que cada ser humano viva la vida que sueña… en la realidad.

Alejandra también es autora de “No era quien me dijeron ser”, publicado en España en 2016, que habla de la configuración de la identidad femenina de una mujer que debe aprender a serlo. Ahora, con su segunda novela, el tema madura y evoluciona para emocionar al lector, quien no puede quedar indiferente tras sus páginas.

Recomiendo este libro con toda la fuerza de las sonrisas y las lágrimas que me provocó al leerlo, estoy segura que gozarás cada fragmento de su historia.

Nos leemos el próximo #ViernesDeLectura con otra recomendación de #LibrosQueMeGustan

Momo #LibrosQueMeGustan

Este #ViernesDeLectura quiero recomendar uno de esos libros encantadores que cuando los lees se quedan siempre en la memoria: Momo, del escritor alemán Michael Ende, famoso por ser el autor de La historia interminable, obra que los cuarentones conocemos muy bien porque en ella está basada la película La historia sin fin, que hizo época.

Publicada en 1973, Momo es un clásico por la vigencia de su historia y sus emociones. El título completo es: Momo, o la extraña historia de los ladrones de tiempo y de la niña que devolvió el tiempo a los hombres.

La protagonista es una niña que vive sola en una gran ciudad. Es muy especial porque posee una cualidad difícil de encontrar en el mundo de prisa y adicción al trabajo productivo: sabe escuchar, por eso sus amigos animales y humanos la quieren y la cuidan… hasta que de pronto ya casi nadie tiene tiempo para ella y cada vez se va quedando más sola.

Esta heroína, junto con Casiopea, la tortuga que puede adivinar lo que sucederá, se enfrenta a pequeñas batallas contra los hombres grises, unos seres que empiezan a aparecer en la vida de la gente y los convencen de ahorrar tiempo, diciéndoles que los momentos de contemplación, de juego, de convivencia con la familia y amigos les restan productividad. Así se genera una sociedad con cosas, sin espíritu y de gente triste con prisa.

Este es un libro catalogado como novela juvenil por su naturaleza fantástica, pero como El Principito debería ser una lectura obligada, sobre todo cuando los adultos olvidamos que en realidad no somos tan importantes y sobre todo, que el tiempo que no compartimos con la gente que amamos por estar distraídos con personas, cosas o situaciones sin verdadera trascendencia para nuestra vida no va a volver jamás.

Estoy segura que todos conocemos a alguien a quien le urge leerla (si no es que a nosotros mismos).

Con esto me despido, pero nos vemos el próximo viernes con otra recomendación de #LibrosQueMeGustan

El viejo y el mar #LibrosQueMeGustan

La narración épica de la batalla de un hombre contra la naturaleza que es al mismo tiempo una lucha contra sí mismo y contra una sociedad que pretende imponer la idea de que la vejez es un lugar estéril.

Leí esta novela o cuento largo de adolescente y desde entonces he vuelto a él en varias ocasiones; Santiago, su protagonista, me atrevo a decir que es uno de los personajes más entrañables de la literatura porque Ernest Hemingway provoca que el lector experimente una cercanía total con sus angustias y miedos, pero también con sus motivaciones para no dejarse vencer por los tiburones en la lucha por un pez vela de más de cinco metros. Como lectores lo acompañamos en pensamientos y diálogos consigo mismo, en los que por fuerza también encontramos esas palabras que todos nos hemos dicho en múltiples ocasiones.

El viejo y el mar, escrita en La Habana pre Fidel, está inspirada en los pescadores cubanos y en 1953 le dio a Hemingway el Premio Pulitzer de ficción (el siguiente año, 1954, el autor obtuvo el Premio Nobel de Literatura).

El viejo y el mar es el libro que siempre recomiendo cuando alguien a quien no le gusta leer me pregunta con qué puede empezar; mis hijos lo leyeron a los 10 años.

Cada vez que releo las páginas de este gran libro vuelvo a ser aquella adolescente de 14 años que fue cautivada por las pasiones que el autor dejó plasmadas en una historia breve en páginas, pero eterna en legado, y vuelvo a sentir la emoción de ser esta lectora que sufrió con sus personajes como si ese dolor sucediera en mi propia piel.

¡Hasta el próximo viernes con otra recomendación de #LibrosQueMeGustan!

¿Cuál título me recomiendas?

Oda a las canas #reflexión #noficción

Los 40 son la nueva adolescencia. Lo afirmo con la contundencia de mi tránsito por los últimos meses rumbo al inicio de la quinta década de mi vida. Como cuando te cambia la voz o empiezas a detectar que comienzan a crecer delicados vellos donde antes todo era piel tersa, de pronto al peinarte descubres un grueso pelo blanco en el copete, en franca rebeldía a la textura, el color y la dirección de los demás, o al tomarte una selfie en picada con bikini te das cuenta que hay un exceso de carne alrededor del ombligo, y ya no desaparece con cien abdominales, como antes.

A los 40 vuelves a cuestionarte todo, con la ventaja de que ahora sí te has equivocado tanto que si no tienes certeza de qué quieres, por lo menos sabes qué es lo que no estás dispuesta a tolerar; como en la adolescencia, caes en la cuenta de que necesitas comerte al mundo, pero ahora con la certidumbre de que, por estadística, probablemente estás en la mitad del camino (la esperanza de vida en México es de 75.5 años según el INEGI –dato de 2018–), así que vuelve esa urgencia por probar, aventurarte, por serle fiel a esa idea de que “más vale arrepentirte de lo que hiciste, que de lo que dejaste de hacer”.

Pero lo mejor de los 40 es esta sensación de libertad, de haber dejado atrás los dolores viejos o los enconos rancios; esta facilidad con la que abrazas incluso hasta a quienes te hicieron daño en algún momento. A esta edad las hormonas siguen haciéndote bullying, pero como ya conoces su potencial de destrucción, has aprendido a negociar con ellas, y también, por qué no, a gozar de las crestas y derrumbes que juegan con tu estado de ánimo continuamente.

Así es como día a día celebro la aparición de otra cana o de una sonrisa más pronunciada al costado de los ojos, y me regocijo en el ejemplo de las mujeres que abrazan con alegría las transformaciones de su cuerpo, pero sobre todo, la plenitud de su espíritu, con el candor adolescente, pero la sabiduría del paso del tiempo.

Sí. Es maravilloso crecer.

Carta a una erotómana viva que vive el EROTISMO EN VERSOS. Por Carlos Bracho

A Mónica Soto Icaza

Mónica: has entrado al mundo de las mujeres libres, de las mujeres sabias, de las mujeres que conocen a la perfección el acto amoroso y su sublimación que es el erotismo. Te felicito por ello. Y no voy a entrar en un análisis crítico o algún barrunto que se le parezca, no. Tu poesía está allí, está al rojo blanco. No necesita más que ser leída y gozada y puesta en práctica por los posibles lectores y las lectoras ávidas de vida. Son una profunda lección de amor, de profundo amor. Por ello digo que:


Al principio de la humanidad el erotismo era posicional y sólo garantizaba la continuación de la especie. Más tarde se registra una evolución , producto de la práctica cotidiana, de la convivencia y del trato continuo con la pareja, y entonces, poco a poco, la humanidad camina directo al erotismo.


Bien. Ahora, inspirado en tus bellos, calientes e ilustrativos poemas, cito a las mujeres que han glorificado este acto heroico y fundamental:
Anaïs Nin: “ También yo estoy interesada por el mal, y quiero para mí una vida dionisíaca, embriaguez, pasión y caos.”. Andrea Montiel: “…quiero bañarme el cuerpo/ caminar desnuda/ respirar profundo…”. Carmen Alardin: “…Se fugó nuestra negra doncellez/ por las botellas de champaña…”. Mariana Alcoforado: “…Harás igualmente bien en no querer a ninguna otra. ¿Podría satisfacerte una pasión menos ardiente que la mía?”. Gabriela Mistral: “Ruth lo miró de la planta a la frente,/ y fue sus ojos saciados bajando,/ como el que bebe en inmensa corriente…”. Alfonsina Storni: “La niña de quince años con su esponjado seno:/ ¿Sueñas echarla garras, oh, goloso animal?”. Pita Amor: “…con mis brazos vacíos de caricias,/ con ansias de estrecharte/ pensaba en las delicias/ de esas noches pasadas y ficticias.”. Carmen de la Fuente: “Porque encarnas un fauno con arrebatos místicos/ y abres rosas antiguas sobre los vientres pálidos/ de ardientes odaliscas.”. Griselda Alvarez: “No se puede vivir sin erotismo, / viene del más allá como mandato,/…”.

En vista de estas armoniosas y gratas declaraciones, Mónica, como digo arriba, con tus poesías, con tus amores, con tus sueños, ya estás dentro del carruaje literario en donde viajan las mujeres que tienen el alma al rojo vivo y que han amado como ningún otro ser lo ha hecho.

CARLOS BRACHO

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Galletitas para un funeral #libro #novela #ficción

Un mensaje enigmático. Una esposa con mucha creatividad. Un hombre y 35 mujeres, pero no cualquier número de mujeres: mujeres con las que ha hecho el amor. Podría ser el sueño erótico de un maestro seductor y, sin embargo, también podría convertirse en el inicio de una pesadilla.

Parte del asunto de escribir una novela es qué historias quieres contar, y parte es cómo quieres contarlas. Desde hace unos diez años sabía cuál sería el hilo conductor para una posible narración (no lo cuento aquí porque arruino la sorpresa del final), pero después de empezar a escribirla varias veces y abandonarla el mismo número de intentos, decidí alojarla en ese sitio del pensamiento al que se van las ideas que necesitan madurar desde el inconsciente.

Hasta enero de 2019. Así como cuando conoces a la persona exacta en el momento preciso y resulta ser el amor de tu vida (o uno de ellos), así la empecé a escribir.

Estaba en un hotel de París, sin computadora y con el dueño de mis suspiros, cuando los distintos personajes (o las distintas personajas) empezaron a dictarme sus historias… fue así como surgieron las 36 mujeres y un hombre que dan vida a Galletitas para un funeral: con la fuerza de aquellos diez años acumulados en mi cabeza, que, sin titubeos y a una velocidad sorprendente, fluían entre la pluma y la hoja de papel.

Escribí durante nueve días, entre carcajadas, fotos en el Pont des Arts, más aviones, otras ciudades, transportes por tierra, dos libretas, tres plumas, muchas emociones, conversaciones para matizar la historia y quienes la contaban. Hoy confieso que cuando camino por la calle me voy encontrando a mi Salomón, Nadia, Lucía, Paola, Lourdes y otras más, ya sea hablando por teléfono, tomándose un café o simplemente esperando a que el semáforo se ponga en verde para cruzar hacia la otra acera.

Galletitas para un funeral es antes que nada una comedia. Es también un homenaje a todas las formas femeninas de amar. En ella exploro cómo la percepción cambia la experiencia que acumulamos en los recuerdos, cómo una misma persona puede ser tantas personas, dependiendo del marco de referencia del interlocutor; algo así como que nadie lee el mismo libro, aunque lea el mismo libro.

La novela cuenta la vida de un matrimonio: Nadia y Salomón, él un famoso actor de cine, ella una brillante economista, quienes desde el inicio de su relación decidieron incluir a otros compañeros sexuales. Los personajes principales no hablan jamás con su propia voz: son las mujeres con las que se acostó Salomón las que cuentan su versión de los hechos, por lo que la trama está plagada de amor y odio, de sexo y erotismo, de decepciones y sucesos gloriosos.

Escribir para mí es un acto de deleite, apenas comparado con la alegría que me causa que alguien lea y se emocione con mis historias. Gracias por ser mi cómplice y gozar conmigo de esta increíble aventura.


Puedes adquirir el libro impreso, con dedicatoria y enviado hasta la puerta de tu casa u oficina aquí:

Galletitas para un funeral

Un mensaje enigmático. Una esposa con mucha creatividad. Un hombre y 35 mujeres, pero no cualquier número de mujeres: mujeres con las que ha hecho el amor. Podría ser el sueño erótico de un maestro seductor y, sin embargo, también podría convertirse en el inicio de una pesadilla. Mónica Soto Icaza, la autora de Tacones en el armario, regresa a la carga con una historia de fino erotismo y sutil sentido del humor. Lea usted esta novela bajo su propio riesgo. “Cuando empecé a leer “Galletitas para un funeral” debo confesar que me excité, pero al terminarlo ya estaba profundamente aterrado.” Sergio Sarmiento

MX$210,00

O si lo prefieres electrónico para Kindle, puedes comprarlo aquí:

Gesta carmesí #cuento #ficción

Una no se convierte en leyenda sentada en la sala de la casa con una taza de té de tila en las manos. Una se convierte en leyenda con ampollas en los pies, con los dedos curtidos por las texturas del fuego; por el rango, entre terrible y sublime, de las imágenes que penetran por los ojos.

La mancha rojo intenso en las sábanas blancas por sí sola no hubiera significado nada, sin esa forma confeccionada por los pequeños coágulos que expulsó su vagina durante las horas de sueño. Sintió la masa viscosa en la entrepierna antes de hacerse consciente de que había despertado. Agarró una orilla de las telas de diferentes grosores que la cubrían, con el sentimiento de fastidio previo a saber lo que encontraría: nada odiaba más que manchar algo o ensuciarse con su menstruación.

No, sí había algo que odiaba más: tener la menstruación justo los días del año en que tradicionalmente más había cogido, la exposición de libros y vergas, mínimo una por día, que esperaba con ansias durante todo el año y que éste, por culpa de los caprichos de su endometrio, no podría disfrutar.

Entró en la regadera. Abrió las piernas. Dobló las rodillas hacia afuera. Miró el chorro de sangre que la gravedad atraía hacia el mármol del piso y el agua diluía, no sin antes crear, otra vez, asientos como los que se hacen al fondo de una taza de café turco. Disfrutó la imagen de la tinta roja trazando augurios en sus piernas.

Dobló el codo de la mano derecha y dirigió el dedo corazón hacia la vulva. Avanzó despacio hacia adentro de su cuerpo, provocando que otro coágulo cayera de golpe sobre el suelo y se quedara colgado entre las rejillas de la coladera. La sangre escurría cada vez más abundante. Utilizó el índice y el anular de la mano izquierda para separar los labios mientras su dedo medio acariciaba de forma vertical el clítoris y la mano derecha continuaba con su juego de meter y sacar. Apretaba y soltaba. Apretar. Soltar. Apretar. Apretar. Soltar. Hasta que la matriz se convirtió en suelo debajo de desfile militar, en plantas de los pies a punto del calambre. Gimió fuerte. Nada le gustaba más que un orgasmo.

No. Sí había algo que le gustaba más que un orgasmo: seducir al próximo hombre que se lo provocaría en la materia, la energía o la imaginación. Ese pensamiento le recordó su sensualidad tullida. Suspiró.

A pesar de la abundancia que expulsaba su cuerpo, decidió ponerse un mini vestido negro casi transparente, ideal para provocar pensamientos pecaminosos, suyos y de otros. Se trepó en unos tacones negros y salió hacia el pasillo. Balanceaba la cadera al ritmo de la música que siempre sonaba en una de las dimensiones de su mente y la mantenía con el tempo armonizado a los latidos del aire, y en sintonía con los ejemplares del sexo opuesto, siempre dispuestos a satisfacer sus deseos una vez que eran elegidos.

Le calentaba saber la expectativa que el balanceo del vestido sobre las nalgas causaba en las miradas de quienes se topaban con sus piernas casi encueradas. Los días que no debía utilizar calzones salía desnuda debajo de la ropa y de tanto en tanto, cuando el espécimen que tenía enfrente le generaba algún interés, “accidentalmente” se movía de forma tal que dejaba ver su condición de mujer dispuesta a desvestirse ante el mejor postor.

Su primera escala era la sala donde se presentaría el libro del escritor que en la adolescencia le había cambiado la vida, haciéndola ver que existían más caminos, además de los que sus padres le habían enseñado, y no estaban relacionados con enamorarse del hombre perfecto, casarse entre tules y flores y cuidar de los hijos y del esposo hasta la muerte. Instrucciones que ella aparentemente había seguido al pie de la letra cuando decidió convertirse en alguien que bien podría ser el personaje de una de las novelas que tanto le llamaban la atención.

El autor del libro era un hombre grande, nacido poco más de dos décadas antes que ella. Vestía una playera gris, entallada, que testificaba las horas en el gimnasio y un interés en el cuerpo que a ella le resultaba importante; en los últimos años, y después de haberse cogido a una buena cantidad de hombres mayores de sesenta, aprendió que el cuerpo cobra el sedentarismo de la juventud justo después de las seis décadas, así que los músculos del buen escritor presagiaban una polla dura, y el tema de sus novelas dejaba adivinar una experiencia muy sexual y muy decadente.

Se sentó en la primera fila, con las rodillas bien juntas. Ella sabía que los autores se fijan en el público en su presentación unos segundos después de colocarse en su sitio, cuando el cerebro detecta el momento de relajarse y fluir, por eso ella esperó el instante perfecto para levantar la pierna derecha y con un movimiento parecido a la “Verónica” del torero, colocarla encima de la izquierda y dejar a la vista parte de la nalga.

El plan fue un éxito. El movimiento provocó la atención del autor y el consiguiente interés que tuvo en ella durante toda la presentación, curiosidad que ella aprovechó para dejarse observar y para seducirlo en silencio con sonrisas, caricias en el cuello, guiños y otros gestos sutiles, como cuando se puso las palmas de las manos en el interior de los muslos y los abrió ligeramente.

Cuarenta y cinco minutos después, al terminar las palabras de editor, escritor invitado y autor, ella permaneció sentada en su sitio mientras él firmaba libros, platicaba y se tomaba fotos con la concurrencia.

Recuerda lo que siguió como si lo hubiera visto en una película y no como si fuera parte de su experiencia vital.

Él se le acercó, estiró el brazo y con mano firme la jaló para levantarla de la silla. La inercia la hizo aterrizar en sus brazos, lo que él aprovechó para tomarla de la cintura, cargarla y abrir sus labios con la punta de la lengua. La besó con las comisuras de la boca, con el pecho, con los brazos; ella lo rodeó con las piernas. Sin importarle la gente de alrededor, dejó que su cuerpo sintiera al fin la dureza de los músculos de los brazos, de la espalda. Abrió los ojos para registrar en su memoria la cara de él tan cerca de la suya. Encontró que él también tenía los ojos abiertos. Vio cómo en las arrugas varoniles se dibujó una sonrisa; ella también sonrió. Siguieron besándose con los labios en deleite, hasta que la editora que momentos antes lo presentaba como uno de los escritores más disciplinados, serios y talentosos de la industria le tocó el hombro con un dedo para que volteara. Él ni se inmutó.

La puso en el suelo, estiró el minivestido para esconderle la ropa interior y la agarró de la mano. En el pantalón de él se veía la erección descaradamente; conforme caminaban se iba haciendo más notoria, para beneplácito de ella y escándalo de las señoras de la alta sociedad de aquella ciudad tan conservadora y amante de las manifestaciones religiosas más exhaustivas, requisito necesario para mantener el honor y la pureza de sus habitantes, sobre todo de los más jóvenes.

Claro que las lentes de las cámaras de los teléfonos celulares no se hicieron esperar, y pronto más de una decena de personas comenzaron a grabar tan interesante suceso acaecido entre el escritor ex heroinómano y la mujer desconocida, que era arrastrada a cada vez mayor velocidad hacia la salida del recinto, dirigida al paso de cebra y luego a las puertas de cristal del hotel, en donde caminaron hacia el elevador del que él apretó el botón del 21.

Adentro la tomó de nuevo por la cintura para levantarla y continuar besándola, con cada vez más violencia, hasta que se abrieron las puertas y salieron de ahí, ella alrededor de él, que puso en evidencia una vez más su imponente fuerza cuando no le permitió poner los pies en el suelo. Llegaron a la habitación, él puso la llave, que ella ni se enteró cuándo sacó, en el sensor de la chapa, lo que les dio acceso a una recámara espaciosa, cuya cama recibía de lleno los rayos del sol y en la que ella encalló de golpe.

Él la miraba con esa cara inundada de testosterona que ponen los hombres cuando ya se les desconectó el cerebro de los pantalones. Ella pensó en advertirle que cuando le quitara las bragas saldría sangre a borbotones, pero prefirió no hacerlo; quería que a él no se le olvidara nunca la mujer junto a la que había convertido la habitación de un hotel gran turismo en algo parecido a un matadero de cerdos; deseaba sorprenderlo con la copiosidad de su menstruación.

Él agarró los dos extremos de las bragas y las jaló hacia los pies. Ella levantó la cadera y lanzó un gemido involuntario, le fascinaba ese preciso instante en que la tela se deslizaba hacia sus pies; era encantador mirar el gesto de hallazgo del compañero ocasional, ver cómo la lengua saboreaba lo que estaba a punto de comerlo.

Esta vez no le iba a suceder como en otras ocasiones en las que dejó sus deseos en fantasías; esta vez dejaría que la realidad sobrepasara a sus expectativas, con el sí habitando cada partícula de su cuerpo, desde las huellas dactilares hasta las puntas del pelo.

Abrió las piernas. En vez de brillar con la consabida lubricación que expulsan las mujeres cuando están excitadas, de la vulva se desprendió el líquido rojo intenso que salió de ella. Con un gesto veloz él estiró el dedo corazón y lo introdujo en la vagina. Ella levantó la cadera. Él siguió metiendo y sacando el dedo hasta que la sangre era un exceso; entonces acercó la boca y comenzó a succionar todo, los labios, la vulva…. Lamía como lobo hambriento, se atragantaba de sangre, la manzana de Adán se elevaba con frenesí. Ella no podía creer las sensaciones en su cuerpo, levantaba y bajaba la cadera, doblaba los dedos de los pies, le arañó la espalda. Tuvo un orgasmo al que siguieron dos más; todo en apenas unos minutos.

Lo miró. La sangre se escurría por los dientes, remarcaba las líneas de los labios. Ella le puso las manos en el pecho y empujó hasta dejarlo hincado. Se incorporó. Le mordió el labio, la barbilla, el cuello y fue bajando por el pecho, el ombligo, para trazar una línea hacia el nacimiento de la erección coronada con un glande del tamaño de una pelota de golf. Se metió la pelota en la boca, la hizo llegar hasta la garganta.

El hombre gigante se contorsionaba, le puso la mano en la cabeza. Arremetía con fuerza dentro de la boca de ella, que le encajó las uñas en las nalgas, lo que aumentó todavía más el deseo de penetrarla. Al notarlo, ella se le adelantó. Retiró la cabeza de la verga de él y lo empujó hacia el colchón. Se puso de pie. Le escurrieron de nuevo unas gotas densas desde el cuerpo, que cayeron estratégicamente en la punta del pito, que parecía un panecillo de Navidad, glaseado con el color rojo de la ropa del señor de los juguetes.

De un solo movimiento ella dobló las rodillas y se penetró hasta el fondo. Sentía la presión de la punta de él sobre el cuello del útero, cómo empujaba para llegar más adentro: dolor y gloria; gloria y dolor. Él jaló una almohada y se la puso debajo de las nalgas, con lo que pudo entrar todavía más profundo. Ella se inclinó para besarlo de nuevo, provocando que la base del pene le rozara el clítoris. Otro orgasmo. El cuarto del día.

Escritor consagrado y escritora novata desafiaron las leyes de la física y de la prudencia por horas. Él bebió la sangre de ella cual vampiro posmoderno; ella dejó que él calara todos sus orificios disponibles con los apéndices más extravagantes de su cuerpo: manzana de Adán, nariz, codos…

El mediodía se convirtió en atardecer; el atardecer en noche; la noche en amanecer de horizonte rojo y dolor de coxis y la certeza de que el sexo duro del pasado inmediato provocaría que no pudiera sentarse en varios días.

Salió de ahí mientras él todavía descansaba el sueño de los bien cogidos, para evitar el riesgo de que volviera a despertarse y en lugar de comer o tomar algo, decidiera volver a hacerla el plato principal del siguiente día.

Se miró al espejo del elevador mientras descendía. Piso 21… 20… 19… Sus pupilas chisporroteaban, hacían un contraste vampírico con el color casi transparente de su piel, algunos rastros de sangre y las ojeras color de rosa. Suspiró y se dirigió a sí misma en voz alta, antes de que en el tablero digital del elevador apareciera la letra “L”:

“Bueno, si no te conviertes en leyenda, por lo menos ya te cogiste a una.”


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Daños colaterales #cuento #ficción

Queridos sobrinos,

Ustedes creen que moriré virgen. Y es probable que así sea. Pero no de la virginidad que ustedes imaginan: soy virgen de poseer al hombre que se me antojara, porque los tuve todos. Había pensado llevarme mis secretos a la tumba, pero no quiero ser injusta con la generosidad con que me ha tratado la vida ni con la imagen de mí que ustedes llevarán en la memoria.

¿Se acuerdan de Pedro, el sacerdote de la iglesia de San Juan? No puedo decir que fue el amor de mi vida, porque de esos tuve muchos; sí que es el amante más constante de los que tuve y, sobre todo, el más fiel, porque su otra relación íntima fue con Dios y jamás con mujer ajena.

Pasábamos horas en la sacristía, leyéndonos la biblia al oído mientras su mano o la mía provocaba orgasmos en su cuerpo o el mío. Él me enseñó lo glorioso del sexo, lo cercana a Dios que me sentía cada vez que lo tenía dentro al mismo tiempo que su pecho rozaba mis pezones.

Pedro era un hombre generoso con el pueblo y conmigo. Cuando ustedes dejaban de visitarme durante temporadas largas no saben lo maravilloso que era, porque podía pasar las noches enteras entre sus brazos, y ahí era feliz.

Varias veces estuve tentada a contarles mis aventuras amorosas; cuando los alcanzaba a escuchar cuchicheando el fastidio que les parecía visitarme, culpándome a mí de mi soledad al haber decidido no tener hijos. Qué egoístas y estúpidas son a veces las personas, que por prejuicios piensan que una solterona mayor de 50 años sólo está sentada frente a la ventana esperando a que alguno de sus familiares se apiade de ella y la visiten…

¡Si yo narrara las veces que estuvieron a punto de sorprenderme en la cama con el jardinero y el maestro de obras! ¡Tuve que esconderlos en la regadera para que no los encontraran en mi habitación en varias ocasiones! Ustedes me contaban historias, yo sólo deseaba que se marcharan para seguir lamiéndoles el glande y recibir el semen en el pecho, pero no, tenía que meterme al baño para darles una bata para que no se murieran de frío. Claro que me amaban, si no, ¿cómo soportar las horas perdidas, sentados en el escusado, esperando a que ustedes se largaran?

La tercera vez que el pobre de Justino, el plomero, se quedó atrapado en el baño les pedí que me ayudaran a hacer la puerta hacia el jardín, ¿se acuerdan? Por más que quisieron convencerme de la inutilidad de una salida junto al WC, yo me aferré a que se hiciera, con el pretexto de que ya estaba demasiado intensa mi reuma y me costaba trabajo salir a colgar la ropa al sol.

También me construyeron la nueva salida al costado del terreno, que mis novios y yo bautizamos como la “Salida de emergencia” entre carcajadas y jadeos, porque para estrenarla decidí hacer un simulacro como los de los sismos.

Esa tarde hubo pasteles y otros bombones, además de crema chantillí y condones de todos los sabores. Estábamos en la parte más rica del guateque, tenía yo la verga del jardinero en el culo, la del plomero en el coño y la de Pedro en la boca, cuando el sonido de la chapa de la puerta irrumpió entre los “qué ricos”, los “mamita deliciosa” y los “eres una lujuriosa”.

Como no habíamos ejecutado el simulacro de evacuación todavía, nos hicimos bolas. Pedro se tropezó con el plomero, el plomero cayó sobre el jardinero y yo no tuve más remedio que ponerme la piyama y salir con la mejor cara de amodorrada que alcancé a caracterizar, aunque no sé por qué, si ustedes nunca se fijaban realmente en mí.

Pero decía que salí con cara amodorrada, los pelos hechos bolas ya los tenía después de la arrastrada que me estaban poniendo. Me saludaron muy formales, beso, abrazo, cómo estás, tía, y de repente uno de ustedes me preguntó por qué había un señor en el jardín colgando la ropa. Casi se me sale una carcajada al ver al plomero con las manos sobre mis calzones, simulando que los acomodaba en los mecates, con cara de saber lo que estaba haciendo. Les respondí que me había venido a ayudar a tender porque me estaba sintiendo mal últimamente y él se ofreció. No sé si ustedes notaron que iba descalzo, supongo que como era un pueblo no les pareció sorprendente ver a un indio sin zapatos sobre el pasto.

Total, por más que intenté despacharlos rápido esa tarde para que me dejaran seguir con mi celebración, ustedes decidieron quedarse más tiempo, seguro sintiéndose culpables por haberme abandonado durante tantas semanas. Me llevaron de comer una sopa de frijoles molidos y un guisado de carne con verduras en salsa de tomate, que tuve que tragarme con mirada de gratitud, aunque en realidad eran un asco y no tenían nada que ver con el pozole que Pedro había preparado para la ocasión y tuvimos que dejar para después, cuando los cuatro pudiéramos volver a coincidir para acabar (en sentido metafórico, y también en el literal, ustedes entienden) lo que interrumpieron.

¿Por qué nunca dije nada? ¡Imagínense el escándalo! Pedro era sacerdote; el jardinero tenía esposa y siete hijos y el plomero fingía ser homosexual para poder almorzarse a todas las señoras del pueblo sin que los maridos tuvieran sospecha alguna. En lo que respecta a mí, así era más cómodo, porque si ustedes hubieran sabido que yo tenía novio, amante o cualquier hombre preocupado por mi suerte, habrían dejado de mantenerme, de darme dinerito para vivir, comer y regalarme de vez en cuando un lujito, como las sesiones de masaje que tanto amaba.

Lo hacía por ustedes también, porque con eso de que su mamá se murió cuando eran niños, necesitaban una figura femenina de ejemplo y autoridad, y qué mejor que la tía virgen y santísima que se fue a vivir a pueblo quieto para alejarse de la vida libidinosa y de perdición que se experimentaba en la gran ciudad y ella aborrecía con todas sus fuerzas.

Pero la verdad es que me vine a pueblo quieto, precisamente a este, siguiendo a Pedro, que un día, cuando todavía era el sacerdote de la iglesia de la colonia de junto, me notificó que el Vaticano ordenó su cambio a este lugar como castigo a una denuncia que una señora, esa sí muy estirada y muy decente (también muy reprimida), le puso con las autoridades eclesiástica por haberle agarrado las tetas en plena confesión. Cuando le pregunté por qué diablos había hecho algo así, me respondió que creyó que ella le había coqueteado. Ya luego se le fue quitando lo pendejo y decidió sólo encamarse conmigo: yo jamás le causaba problemas ni le quitaba el tiempo.

Si se preguntan si alguna vez me sentí culpable de estafarlos, la respuesta es no. Toda mi vida tuve que aguantar a su mamá, que de niña era abusiva y mentirosa. Cada vez que ella hacía una travesura me echaba la culpa a mí, y como era la consentida de la abuela, entonces yo era la que salía siempre castigada, y ella no sentía remordimiento alguno.

Me acuerdo que a los 15 años se puso un vestido para el que yo ahorré durante meses. Cuando la vi salir le pedí que se lo quitara porque, uno, no me lo había pedido prestado, y dos, no se lo prestaba. Me miró unos segundos, sonrió de ladito, burlándose de mi petición y se dio la vuelta.

Corrí a acusarla con mi mamá, pero la defendió y además me dijo que era yo una egoísta por no prestarle a mi hermana un simple vestido. De nada sirvió que le dijera que me había costado meses comprarlo, me tachó de desconsiderada y mala persona y afirmó que mi hermana tenía derecho de ponerse lo que quisiera, y además, de agarrar mi coche cuando se le diera la gana.

Al salir de la cocina me la encontré riéndose a carcajadas. Esa tarde se largó con mi vestido puesto, y yo llegué a la conclusión de que, si había perdido la batalla contra ella, además de no volver a comprarme nada para mí, lo pagarían sus hijos cuando los tuviera.

Así que ustedes han sido daños colaterales, dulce venganza. Y no. No les ofrezco disculpas.

Quería contarles la historia de cada uno de mis amantes, 365 para ser exacta (sí, como los días del año, linda coincidencia, ¿no?), pero ya llegaron las enfermeras para llevarme al quirófano y como no sé si saldré viva de ahí (ojalá no, pero igual y Dios sí existe y todavía me quiere aquí), mejor busquen mi diario, está en el buró del lado izquierdo de mi cama; la portada es azul oscuro y dice “Sagrada Biblia” en letras doradas.

Me voy entonces, sobrinos. Cuídense mucho y espero que algún día aprendan y se les quite lo culero.

Adiós, hijos de su pinche madre (literal),

Tía Dolorcitas


Puedes encontrar más cuentos en este volumen:

Grab my pussy! Cuentos eróticos y algunos relatos de sexo explícito

De la ingeniosa y polémica escritora Mónica Soto Icaza, autora del Best Seller Tacones en el armario, llega Grab my pussy!, cuentos eróticos y algunos relatos de sexo explícito. En este libro la autora rescata el lado sensorial, irreverente y jovial del sexo. Los cuentos de Grab my pussy! son provocadores de humedad y carcajadas. En textos breves e intensos los lectores entrarán en una dimensión de hallazgos y auto descubrimiento que les dejarán un delicioso sabor de boca. Al nadar por estas páginas el reto será que ambas manos permanezcan en el papel…

190,00 MXN

Lo que he desaprendido con esta nueva vida

Hace tres años deconstruí mi vida.

En la tarea de volver a armarme tuve que hacer un análisis muy profundo de todos aquellos aspectos de mi educación que ya no me servirían, aspectos tan profundos que tuve que conocer los límites de mi interior para hacerlos conscientes y conseguir una transformación profunda.

Hoy quiero compartirlos contigo, porque cuando la vida ya no fluye, cuando ya no funcionan las rutinas, las antiguas creencias, es necesario desaprenderlas para dar lugar a luces nuevas, a un camino distinto que te llevará a lugares insospechados, pero diferentes y te moverán hacia un sitio mejor.

Lo principal que he desaprendido hasta este momento es:

  1. No puedes hacer lo que se te dé la gana. ¡Claro que puedes! No quiere decir que no tengas obligaciones, quiere decir que lo que haces es una convicción, y las convicciones nacen de los objetivos claros. La persona que vive la vida dentro de tu piel eres tú, sólo tú.
  2. No existe la libertad. Se puede ser libre y estar acompañado, tener una pareja igual de libre que tú. Dos personas satisfechas con su vida construyen una relación feliz, que es campo fértil para crecer y crear.
  3. Las obligaciones implican sacrificio. La idea del sacrificio es victimista y provoca que haya una dosis de sufrimiento en lo que hacemos, cuando en realidad todo es cuestión de la actitud que tomes ante el trabajo, la rutina diaria, los hijos, la pareja: la cotidianidad. Si la vida es una consecución ininterrumpida de días que son prácticamente iguales, hay que hacer lo que uno ama y gozar el tiempo en el aquí y el ahora.
  4. Si eres una mujer inteligente y decidida, los hombres te van a tener miedo. Es simple: una mujer inteligente y decidida tiene la pareja que quiere, y esa pareja valora la importancia de las ideas y decisiones tuyas, porque valora las suyas.
  5. Finge demencia y hazte la inútil para que tu pareja sienta que sí lo necesitas. Esta es otra de las caras del victimismo, culpable de que nuestro amor propio sea relativo, así como relativa se vuelve nuestra relación. El victimismo es una enfermedad muy arraigada en nuestra cultura, muy sencilla de adoptar porque así nada de lo que hacemos resulta ser nuestra responsabilidad. Pero ser la víctima te quita la oportunidad de elegir con libertad. Alguien que se queja de todo, pero no toma acción sobre lo que le sucede, sencillamente deja que la consecución de días y noches suceda en su paso por la vida, sin ser un agente de transformación ni propio ni para los demás. Y tu vida, con todos los segundos que contiene, es sólo tuya.

Cuando eres una mujer libre, que ha decidido construir y transitar su propio camino, encontrarás la mayor resistencia en las personas que se han acostumbrado a una felicidad mediocre, y por eso ven como enemigas a quienes sí tienen la valentía de elegir cómo y con quién quieren vivir.

Tú no te conformes con menos de lo que deseas.

Mónica

Templos #cuento #ficción

Pasó frente a un motel y se persignó. Al principio sintió culpa y creyó haberlo hecho para ayudar a aquellos que no pudieron contener el deseo prohibido que hizo vibrar sus genitales para llevarlos a cierta habitación con una compañía condenada a ser pareja ocasional de hospedaje eventual, pecaminosa por naturaleza.

Dos luces verdes y una roja después, cuando empieza a pensar en la necesidad de parar en el supermercado por la harina para preparar las galletas que le prometió a su amiga no importa el nombre, se detiene en el semáforo y al voltear a la derecha se pregunta si existirá algún código secreto entre los amantes del sexo clandestino por el color durazno, al parecer el favorito de los expertos en esa rama de la hotelería fugaz, por la gran cantidad de edificios dedicados a esos fines pintados de ese tono tan desagradable a la vista, aunque agradable al paladar que gusta de los sabores finos en los primeros segundos, pero intensos al recuerdo.

Entonces se da cuenta que el “en el nombre del Padre”, que llevó su dedo índice hacia la frente; el “del Hijo”, que dirigió el dedo corazón hacia el centro del nacimiento de sus senos; el “del Espíritu” que la hizo recargar la palma de su mano ligeramente abierta en el hombro izquierdo, y el “Santo” que movió su extremidad superior derecha hacia la parte alta del pecho, arriba de sí misma, fue provocada por el recuerdo de los orgasmos que ella ha experimentado al habitar de manera fortuita aquellos templos del deleite y del placer.


*Este cuento forma parte de mi libro Grab my pussy: cuentos eróticos y algunos relatos de sexo explícito.

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Cicatrices. Una disertación sobre el desamor. #relato

Me vacié de casa. Empecé por los libros, la computadora; llené tres bolsas con mis vestidos y una valija con rencores añejos. Abrí cajones. De ellos separé la basura de las memorias, y convertí en desechos algunos de esos recuerdos.

Cuando eres feliz en un sitio esas paredes absorben partículas de tus fragmentos, hasta que te derrumbas y en la reconstrucción ya no puedes precisar quién posee a quién.

Todas las historias de amor son dignas de contar. No importa si conociste al sujeto de tu afecto por medio de una coincidencia épica, si fue amor a primera vista o un golpe de suerte, cada vuelta de tuerca, revolución o circunvolución para que dos personas se encuentren modifica para siempre el devenir del mundo.

Pero aún más dignas de contar son las historias de desamor: en ellas habitan las cicatrices —únicas, indivisibles y legendarias— que hablarán por nosotros en la mesa de autopsias, como el mapa infalible de cada existencia.

El camino del libro: de la creación a las manos del lector #noficción

Mi conducta de lector, tanto en mi juventud como en la actualidad, es profundamente humilde. Es decir, te va a parecer quizá ingenuo y tonto, pero cuando yo abro un libro lo abro como puedo abrir un paquete de chocolate, o entrar en el cine, o llegar por primera vez a la cama de una mujer que deseo; es decir, es una sensación de esperanza, de felicidad anticipada, de que todo va a ser bello, de que todo va a ser hermoso.

Julio Cortázar

 

Los libros son tan únicos como los seres humanos. El escritor argentino Jorge Luis Borges escribió: “de todos los instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones del brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación”. La riqueza literaria es aún mayor, una persona puede escribir varios libros y multiplicar pensamientos.

El principio de todo es una ocurrencia. Un día, estás inocentemente caminando por la calle, en la fila del banco, trabajando en tu oficina o teniendo un descanso reparador sobre tu cama y, de pronto, aparece la idea. Primero, tal vez, te mire tímida desde el rabillo del ojo, pero conforme le inspiras confianza, se va mostrando entera, hasta que toma posesión de tu ser durante semanas, meses e incluso años.

Convives con ella y juntos crean alquimia, convierten las palabras en combinaciones únicas; en ocasiones se odian, a veces se aman, pero no pueden abandonarse. Así, un día tras otro, con una fidelidad sin precedentes, inseparables, llegan a la meta: un texto que merece compartirse.

No hay un proceso creativo igual a otro. Algunos esperan a la caprichosa inspiración, otros la persiguen con trabajo constante, y otros creen que nacieron con ese talento. Pero, sin duda, ser un buen lector es importante para convertirse en un buen escritor.

Aquel texto que ya existe, fruto del idilio entre el escritor y las palabras, necesita entonces un acta de nacimiento que precise quién es su padre o madre intelectual. Es momento de pasar del trabajo creativo al mundano; se visita la oficina de registro de obra (Instituto Nacional del Derecho de Autor), para proteger al recién nacido de quienes pretendieran apropiarse de su origen.

Ya con el texto bajo un brazo y el certificado de registro bajo el otro, el escritor busca alternativas de publicación. La elección del editor es compleja y delicada: como será una relación estrecha y a largo plazo, ambos deben conocerse para saber si pueden convivir y trabajar de forma fluida y agradable. Así como el editor busca libros que le hagan ganar prestigio y dinero, el autor debe encontrar a quien le ofrezca el mejor balance entre costo y beneficio para potenciar al máximo los recursos que ya ha invertido en su producción.

Después de tocar puertas y entrar volando por algunas ventanas, ¡al fin! El escritor conoce al editor perfecto, quien lo invita a su casa editorial para platicar sobre las condiciones de la unión. Viene la lectura del contrato y la comprensión de todos los puntos que incluye: es una póliza de seguro para un futuro sonriente. Negociación. Firma. Apretón de manos.

Las letras transmutan en mercancía, en conceptos como edición y corrección de estilo. Primero, los archivos pasan a la pantalla del editor experto, quien ajusta la anécdota de ser necesario, retoca los personajes, revisa la temporalidad, pule todo lo posible para sacarle al texto las mejores formas (edición de contenido). Después, el libro brinca a los ojos de un profesional del idioma para transformarse en pulcritud de ortografía y sintaxis (edición técnica). Profesionales y escritor trabajan juntos. El objetivo: que ideas y anécdotas conserven fidelidad al original, sin errores.

El texto, perfumado como para una cena de gala, va al departamento de diseño. Ahí, junto con el editor y en ocasiones el autor, se encargan de construir el rostro que mejor hable de acuerdo con lo que el libro quiere compartir; se hacen pruebas, lluvia de ideas, propuestas y, después de considerar a los lectores, a los miles de libros en las librerías y de soñar con romper las expectativas de ventas, se define la portada con la que todos lo conocerán a partir de ese momento; también se forman las páginas interiores.

Estas tareas se llevan a cabo conforme el estilo de la editorial y la imagen de la colección en la que el texto se publicará; es importante precisar que hay diferentes tamaños de libros: de bolsillo [11×17 centímetros], tamaño trade[16×23 centímetros], media carta [14×21], y muchos más.

El libro, ya peinado para la ocasión, se convierte en archivos digitales impresos y aparece en escena el corrector de pruebas, encargado de revisar con lupa palabra por palabra, línea por línea, párrafo por párrafo, página por página. Sobre este personaje recae una gran responsabilidad, es el último en poder registrar correcciones antes de imprimir.

El corrector de pruebas busca errores de dedi y de hortografía, que no falen letras, incluso que el tipo y tamaño de letra sean uniformes; también revisa formato, márgenes, gráficas, líneas, fotografías e ilustraciones. En pocas palabras, cuida que todos los involucrados no se hayan equivocado.

El libro pasa entonces a los talleres de impresión, donde tintas y papel danzarán bajo manos expertas para convertir las ideas y el trabajo en grandes pliegos de colores que serán doblados y encuadernados (hay encuadernado rústico [cosido y pegado, o sólo pegado, con pasta blanda] y encuadernado en pasta dura [también se llama cartoné]).

La impresión es uno de los pasos más delicados porque cualquier error puede costar mucho tiempo, dinero y esfuerzo (y por qué no decirlo, también algunos empleos).

Mientras el libro está en proceso de materialización, empieza a funcionar el plan de mercadotecnia en los medios de comunicación tradicionales y digitales considerados en el presupuesto. La editorial, mediante el departamento de mercadotecnia y ventas trabajan para hacer la mayor difusión posible. Llega un nuevo libro y los lectores tienen que saberlo.

Cualquier hora de cualquier día es maravillosa para recibir LA llamada con la noticia que el escritor espera durante meses: al fin puede tener en sus manos el resultado de tanto esfuerzo y tantas ilusiones. Al fin puede hojear y percibir sus propias palabras en el aroma del papel y la tinta volcadas en libro.

Con esta aparición comienza otra etapa de la aventura. Se lleva a cabo una presentación: en alguna librería, biblioteca, centro cultural u otros lugares como tiendas, cafeterías, cantinas y restaurantes, según los límites de la creatividad y de las normas editoriales. La presentación es como la fiesta de XV años en la que el libro se lanza a la sociedad y los medios de comunicación son convocados.

A partir de cada presentación, el libro se convierte en moneda al aire con posibilidades infinitas. Llega a las mesas de novedades de las librerías, se convierte en protagonista de conversaciones, críticas y situaciones sorprendentes, propicia innumerables entrevistas a los autores y un sinfín de actividades.

La única manera de saberlo es iniciar la aventura y esperar a que suceda la magia…

 


  • Este texto forma parte de mi ensayo Libera tus libros: el arte de hacer y vender libros en México (2017). Si te interesa el libro completo puedes adquirirlo en físico (y dedicado) aquí:

Libera tus libros

¿Quién no ha pensado alguna vez escribir un libro?, ¿quién no ha soñado con publicar lo que ha escrito?, ¿quién no ha querido contarle algo al mundo? Libera tus libros es resultado de más de 15 años de trabajo en el mundo editorial mexicano. No es una autobiografía: constituye un manual con información, datos reales, golpes de suerte y paracaídas escrito en forma clara y concreta sobre todo lo relacionado con el mundo de los libros en este peculiar país. En estas páginas encontrarás desde los momentos que han transformado la historia del libro hasta recomendaciones legales para la firma de un contrato; temas como el funcionamiento de los diferentes tipos de editoriales, la forma en que ciertos libros se convierten en best sellers, pasando por los tipos de libros y las alternativas de publicación que han traído las nuevas tecnologías, entre otros asuntos de interés.

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Ten cuidado con lo que deseas #cuento #ficción

“¡Aaaaaah! ¡Manueeeeeeelaaaaaaaaaa!”

Antes de descubrir en qué lugar iba a incorporarse, el Genio lanzó un grito entre orgásmico y furioso. Era la quinta vez en una semana que esa mujer le provocaba humillación pública. Se manifestó entre el humo que lo acompañaba cada vez que aparecía ante alguno de sus amos, y unas carcajadas agudas de quien se había convertido en su peor pesadilla: Manuela Portillo, hembra de belleza extraordinaria y clítoris alegre.

La primera vez que la vio se creyó afortunado: en sus 347 años de servicio como Genio de Lámpara Maravillosa no había visto jamás a una persona tan bella; pero de inmediato se dio cuenta que había sonreído demasiado pronto; al escuchar el primer deseo se supo perdido. De eso no había pasado tanto tiempo, pero para él parecía una eternidad.

–Hola, Gen, ¿cómo has estado?

Ahí estaba él: parado junto a un futón de rayas, con la entrepierna del pantalón morado de raso húmeda, y los ojos todavía un poco en blanco.

–Ya te dije que no hagas esto en horas hábiles, estaba dando una conferencia en el Congreso de Genios del Mundo Occidental, ¡y me hiciste eyacular frente a todos mis colegas!

–¿Y no te encanta? ¡A nadie puede molestarle un orgasmo a las cuatro de la tarde!

–¡A mí! ¡A mí me molesta! Bien sabes que a este pantalón todo se le nota.

–Eso te pasa por ridículo, por usar esa ropa horrenda y ese pantalón de hace mil años.

–Es mi ropa de trabajo, y estaba en un Congreso, al que, además, me hiciste abandonar.

Terminó de hablar y fue entonces que se hizo consciente del entorno. El aire tenía un ligero olor a sexo. Manuela estaba acostada en el futón, desnuda; se metía los dedos a la boca, uno por uno, y cada vez suspiraba con los ojos cerrados.

Conoció a Manuela un año antes; era nieta de su antigua dueña, quien le dejó la lámpara como única herencia. Cada vez que lo llamaba él volvía a rogarle lo mismo: su segundo deseo debía ser revertir el primero; hasta el placer más exquisito se vuelve hartazgo cuando es excesivo y a la fuerza.

–No, Gen, no quiero usar mi segundo deseo todavía. De todas formas ni siquiera sé dónde dejé tu lámpara.

–¿Qué? ¿Además la perdiste?

–Ya no la necesito…

–¿Sabes qué? Me voy. Tú sólo me haces perder el tiempo.

El Genio desapareció dejando el humo más denso y desagradable que tenía en su repertorio. Mientras viajaba en el vórtice de imágenes y sonidos regresó a su memoria el primer deseo de Manuela, y a pesar de lo mal que le caía, no pudo evitar la curva ascendente que se dibujó en las comisuras de sus labios: “Deseo… que cada vez que tenga un orgasmo, tú también tengas uno y vengas hasta donde yo esté”.

No hubiera podido imaginar que meses después peligraría su salud mental; creyó que al fin la vida le había hecho justicia y que su propio deseo sería realidad, cuando pronunció las palabras que serían su perdición: “¡Concedido!”


Este texto forma parte de mi libro Grab my pussy!, cuentos eróticos y algunos relatos de sexo explícito.