De letras, vida y lecturas…

Los libros siempre han estado ahí, a mi alcance. Primero de mi apatía, después de mi curiosidad, ahora de mi fascinación. Desde mis primeros recuerdos los libreros llenos de lomos con títulos sugerentes y grosores tan diversos como la humanidad son habitantes de los espacios donde respiro, como cómplices incondicionales de mis locuras.

Los primeros que recuerdo son El nuevo tesoro de la juventud, enciclopedia con 20 tomos gris con rojo que fueron fuente de todos mis trabajos de primaria y secundaria. También Mi primera enciclopedia, de Disney, que leí completa de niña; después de comer agarraba un tomo y me sentaba en la escalera de la entrada de la casa a leerlo de principio a fin; en ella aprendí sobre Beethoven y que no todos los pájaros negros con el pico alargado son cuervos, sino arrendajos.

Me acuerdo de Por quién doblan las campanas, de Hemingway, que me llamaba la atención porque el significado que existía en mi mente de la palabra doblar no tenía nada que ver con campanas, que por naturaleza son de materiales no maleables. De Las tentaciones de San Antonio, de Gustave Flaubert, que mi mamá me leía acostadas en la sala y yo imaginaba con los ojos cerrados. De Mujercitas, de Louisa May Alcott, que me hizo empezar a cuestionarme el papel de las mujeres en la sociedad, y a sospechar que mi historia se saldría de las rayas de los cuadernos. Tenía ocho años.

Otro libro que se fijó en mi memoria fue el de la portada con una niña de gesto irreverente tras las rejas, Motín en el reformatorio, de Jack Thomas, que nunca leí, pero cuyo nombre me resultaba confuso a los diez años; yo creía que la niña se llamaba Motín, lo cual me parecía raro, pero no improbable. De Un instante de optimismo, que era una compilación de fragmentos de la obra de varios autores, donde leí por primera vez a Benedetti, el Poema 20 de Neruda, partes del famoso Un mensaje a García, de Elbert Hubbard, que años después leí completo, y otros más que me hicieron enamorarme de la poesía. Aunque no entendía bien a qué se refería Cortázar con el capítulo siete de Rayuela, no podía dejar de leer. Los libreros estaban llenos de universos, y entonces yo empecé a intuir que más allá de las repisas de madera de mi casa se encontraba un mundo entero de letras sobre papel. Y yo quería explorarlo entero.

Tenía 14 años. Vacaciones. La época no era económicamente propicia para salir de viaje: quienes vivimos en México ese verano de 1994 lo sabemos. Mis padres trabajaban, mis hermanas salían con amigos, yo me aburría sola en casa y lo natural fue ir hacia el librero para ver qué encontraba.

Había un lomo amarillo, ancho, que decía El corazón de piedra verde. No recordaba haberlo visto antes por ahí y el verde era mi color favorito, así que la elección fue sencilla. Lo tomé, le di la vuelta y empecé a leer la contraportada. Era una historia situada en México Tenochtitlan en la época de la Conquista, tema que me interesaba por mi predilección hacia lo prehispánico.

Fui a mi recámara, me recosté en la cama y mis ojos empezaron a recorrer las líneas de sus 827 páginas sin saber que conforme iba devorando los párrafos como alguien que no ha comido en días, también iba trazando las líneas de mi destino. A partir de esa novela escrita por Salvador de Madariaga y publicada por primera vez en 1942 para mí el mundo estrenó colores, sonidos, aromas, texturas y sabores. Desde entonces los libros jamás me han quitado el hambre.

Los libros te cambian la vida. Los libros reconfiguran las ideas. No imponen, invitan. No denotan, transigen. No sólo enseñan, sino que convocan a explorar. Cuando lees es inevitable que cambie la vida a tu alrededor.

No sé si hubiera sido buena abogada, una científica que transformara el rumbo del planeta o una empresaria que aportara miles de empleos a la sociedad, no me interesa: desde la mitad de la segunda década de mi existencia supe que la transitaría con los dedos manchados de tinta y los ojos inundados de letras. Ni un segundo he soñado con que sea de otra manera.

Si quieres leer mis libros, puedes conseguirlos aquí:

Lo que he desaprendido con esta nueva vida

Hace tres años deconstruí mi vida.

En la tarea de volver a armarme tuve que hacer un análisis muy profundo de todos aquellos aspectos de mi educación que ya no me servirían, aspectos tan profundos que tuve que conocer los límites de mi interior para hacerlos conscientes y conseguir una transformación profunda.

Hoy quiero compartirlos contigo, porque cuando la vida ya no fluye, cuando ya no funcionan las rutinas, las antiguas creencias, es necesario desaprenderlas para dar lugar a luces nuevas, a un camino distinto que te llevará a lugares insospechados, pero diferentes y te moverán hacia un sitio mejor.

Lo principal que he desaprendido hasta este momento es:

  1. No puedes hacer lo que se te dé la gana. ¡Claro que puedes! No quiere decir que no tengas obligaciones, quiere decir que lo que haces es una convicción, y las convicciones nacen de los objetivos claros. La persona que vive la vida dentro de tu piel eres tú, sólo tú.
  2. No existe la libertad. Se puede ser libre y estar acompañado, tener una pareja igual de libre que tú. Dos personas satisfechas con su vida construyen una relación feliz, que es campo fértil para crecer y crear.
  3. Las obligaciones implican sacrificio. La idea del sacrificio es victimista y provoca que haya una dosis de sufrimiento en lo que hacemos, cuando en realidad todo es cuestión de la actitud que tomes ante el trabajo, la rutina diaria, los hijos, la pareja: la cotidianidad. Si la vida es una consecución ininterrumpida de días que son prácticamente iguales, hay que hacer lo que uno ama y gozar el tiempo en el aquí y el ahora.
  4. Si eres una mujer inteligente y decidida, los hombres te van a tener miedo. Es simple: una mujer inteligente y decidida tiene la pareja que quiere, y esa pareja valora la importancia de las ideas y decisiones tuyas, porque valora las suyas.
  5. Finge demencia y hazte la inútil para que tu pareja sienta que sí lo necesitas. Esta es otra de las caras del victimismo, culpable de que nuestro amor propio sea relativo, así como relativa se vuelve nuestra relación. El victimismo es una enfermedad muy arraigada en nuestra cultura, muy sencilla de adoptar porque así nada de lo que hacemos resulta ser nuestra responsabilidad. Pero ser la víctima te quita la oportunidad de elegir con libertad. Alguien que se queja de todo, pero no toma acción sobre lo que le sucede, sencillamente deja que la consecución de días y noches suceda en su paso por la vida, sin ser un agente de transformación ni propio ni para los demás. Y tu vida, con todos los segundos que contiene, es sólo tuya.

Cuando eres una mujer libre, que ha decidido construir y transitar su propio camino, encontrarás la mayor resistencia en las personas que se han acostumbrado a una felicidad mediocre, y por eso ven como enemigas a quienes sí tienen la valentía de elegir cómo y con quién quieren vivir.

Tú no te conformes con menos de lo que deseas.

Mónica

Manifiesto contra la sopa tibia #cuento

“Si el mesero llega en cuatro minutos le digo que sí”, pensó Susana después de escuchar a Federico pronunciar las consabidas y anticuadas, pero románticas palabras: “¡quieres ser mi novia?”

Para hacer honor a la verdad, Susana no estaba nada segura de que el amor que Fede le ofrecía era siquiera cercano al que ella quería en la vida, con eso de que su anterior novio era amoroso tan del tipo mediocre que parecía una sopa de cebolla fría: en vez de tragarse con tersura y deleite, terminaba apelmazado en el paladar.

Atinado como siempre, pero inoportuno como nunca, el mesero, con el nombre “Julián” prendido del uniforme marrón con beige, llegó justo a los 240 segundos a tomar la orden: la dama ensalada César con el aderezo aparte, el caballero una hamburguesa con tocino, nada perfecta para una primera cita.

Acto seguido, ella procedió a darle a Federico la respuesta positiva por culpa del mesero. Y digo por culpa, porque la historia de amor entre Susana y Federico, por más que iniciara un 14 de febrero, pronto se convirtió en una de esas malas coincidencias de la vida chocarrera que vivimos la mayoría de los mortales.

A pesar del vaticinio nefasto que implica dejarle el futuro sentimental a un golpe de suerte, sobre todo cuando está involucrado un mesero en la ecuación, meses después Federico se hallaba ante la disyuntiva de hacerle caso a su madre y al fin sentar cabeza, o continuar con sus breves y temporales aventuras.

Entonces sucedió que una tarde, sentado en el banco de un parque al Centro de la Ciudad, mientras observaba a un vendedor de algodones de azúcar preparar sus manjares, se dijo a sí mismo: “si el niño elige el algodón rosa, le doy a Susana el anillo de compromiso”, lo que hizo esa misma noche, después de que el escuincle eligiera el dulce casi rojo de tanto colorante, y de la única forma en que sabría que Susana le daría un “Sí” rotundo: en la cama mientras se abrazaban desnudos; todo lo mal que se llevaban sobre el suelo, lo contrarrestaban en el colchón, lo que, a final de cuentas, termina sin ser garantía.

Con el paso de los años la cotidianidad se impuso en Susana y Federico, así como las decisiones basadas en el lado de la escalera por la que subiría una viejita a la planta alta del centro comercial, el color de la corbata del siguiente señor que cruzara por la puerta o la cantidad de personas que se bajaran de un taxi, mismas que les cobraron la factura, algo así como cuando el atún fresco se pasa de cocción y en vez de ser un manjar se vuelve una bola seca, difícil de masticar: potencialmente delicioso, pero arruinado, y su siguiente éxito como pareja fue una firma en el documento de divorcio, donde se asentaba lo estéril de su matrimonio: no hubo ni propiedades qué negociar, ni hijos a consolar, y sus pocas pertenencias terminaron abandonadas por aquello de no conjurar desagradables recuerdos.

Después de varios sucesos en la vida de Susana y Federico, como el aumento en la graduación de sus anteojos, la aparición de algunas canas o el descubrimiento de nuevos platillos favoritos, una noche Susana estaba sentada frente a otro hombre con intenciones amorosas, en otro restaurante con meseros llamados Julián y uniformes beige con marrón. Cuando escuchó la pregunta que su interlocutor le hizo con la misma indiferencia con la que años atrás Federico lo hiciera, miró a su alrededor para buscar una señal, pero sólo se encontró con un plato extraordinario frente a ella, lo que la hizo pensar en que las decisiones son como la confección de un buen platillo: tienes una sola oportunidad para alcanzar la perfección y el fracaso.

Y antes de dar una respuesta positiva o negativa, se dio cuenta que desde ese momento se convertiría en alguien que lucha por el amor como vapor contra válvula de olla chifladora: no se escapa hasta que está bien caliente.

 


* Texto publicado en la revista El Gourmet de México, en febrero de 2018.

“La infidelidad de Mónica Soto Icaza”, por Ricardo Sevilla

En el último apartado de Libera tus libros, Mónica Soto Icaza recomienda que nos pongamos muy guapetones a la hora de ir a presentar un libro y que, si es en domingo, elijamos que la salutación sea en punto del mediodía. Como me gustan mucho los consejos, aquí estoy, a la hora sugerida, y vestido lo más decentemente que he podido: cual si fuese a conmemorar los quince años de una amiga o sobrina muy querida. Yo sé que no he conseguido hacer gran cosa para subsanar mi fealdad ingénita, pero de eso ya no me culpen: la herencia genética no es algo que se pueda uno sacudir fácilmente.

Pero es mejor dejar a un lado las asimetrías de mi físico y entrar, en corto y por lo derecho, a conversar sobre Grab my pussy!, el más reciente libro de Mónica.

Narradora, poeta, pianista, editora y defensora arriesgada de la autoedición, Soto Icaza  es, por si fuera poco, una mujer que, a la hora de escribir, esgrime un discurso políticamente insolente. Hay que escucharla debatir ─y, en serio, nos divertiremos horrores─ sobre aquellos temas que escuecen los ánimos de las malhumoradas buenas conciencias, de las que ya bien nos alertaba Carlos Fuentes hace 59 años.

Dicen sus comentaristas ─que no son pocos─ que Mónica es una transgresora y una infractora. En efecto, lo es. ¿Pero qué reglas profana, qué estatutos contraviene? De entrada, la ramplona idea de que la literatura debe ser aburridota, ladrillesca y montada sobre un discurso presuntuoso. Y eso hay que celebrarlo. No es fácil encontrar en el actual concierto literario mexicano ─tan lleno de autores pretensiosos y sabelotodos─ a personalidades cuya principal apuesta sea la claridad.

¿Y de qué se trata este libro, por lo demás? ¿Son cuentos eróticos, como se dice? Sí, desde luego. Y no hay forma de equivocarse, el título nos lo dice en tres palabras: Grab my pussy! Basta, simplemente, traducirlo. ¿Y qué será, por otra parte? ¿Una obra pornográfica, erótica, licenciosa?, se preguntará más de un curioso. Sí, también es eso. Pero es más cosas. Pese a que el erotismo y la sensualidad laten en cada una de las briosas descripciones que la autora nos obsequia en estos diecisiete relatos, no estamos hablando sólo de una obra de corte erótico. Afirmar semejante cosa sería reducir drásticamente el resto de sus aportaciones. Aunque no puede negarse que los enredos lúbricos juegan en estas piezas un papel primordial, lo cierto es que aquí también encontramos una enorme ─y nítida─ riqueza verbal.

Alguna vez, en cierto programa de televisión de cuyo nombre no quiero acordarme, escuché a Mónica defender la idea de que el ser humano es por naturaleza polígamo. Haciendo gala de una gran técnica pugilística, se subió a un ring, se puso los guantes, y se dispuso a propinarle una tunda proverbial a cierto contrincante acartonado, arrojándole a la cara una serie de argumentos, como yunques, que tenían que ver con los neurotransmisores ─la oxitocina, la vasopresina, la dopamina y otros conceptos que, por mi habitual distraimiento, no logro recordar. Si como alega Mónica, la infidelidad está dentro de la naturaleza humana, supongo que creerá que la poligamia también existe en la literatura. ¿Pero qué estoy diciendo? ¿Acaso estoy sugiriendo que Mónica le ha sido infiel a la literatura? No, por cierto. Lo que estoy acusando es algo más concreto: Mónica le ha puesto el cuerno a todos y cada uno de los géneros literarios con los que ha tratado. Hay que leer Grab my pussy! para darnos cuenta de que nuestra amiga no ha resistido la tentación de solazarse con todos los géneros que ha podido. Ha coqueteado con la lírica cotidiana, la épica amorosa y el drama pasional. Y no conforme con eso, también ha flirteado con cuanto subgénero le ha salido al paso: la sátira, la epístola y la epopeya, por mencionar sólo a unos cuantos. Y qué bien que lo haya hecho. Los resultados no podrían haber sido más provechosos. Por fortuna, el escritor israelí Amos Oz nos enseñó que las vidriosas ─y estúpidas─ fronteras entre los llamados géneros literarios se desplomaron hace mucho tiempo. ¿Entonces? ─se preguntarán, desesperados y tirándose del cabello los catalogadores─, ¿dónde colocamos este libro? ¿Serán crónicas, relatos escritos con recursos líricos, autoficción? Ellos pueden colocarlo en donde gusten y manden que, en donde sea que se les ocurra implantarlo, cabrá muy bien.

Pero si, aun con todo, alguien me apurara a adjetivarlo, yo diría sin temor a equivocarme que se trata de un libro irónico, irreverente y desfachatado. Y es que otra de las características de Grab my pussy! es su descomedido acento narrativo. Pero tampoco debe creerse que todo es jugar a la insolencia. De hecho, su discurso puede ser cualquier cosa, menos descuidado. Al contrario: todo el entramado prosístico ─e incluso el atmosférico─ está perfectamente vigilado. Su prosa ─que ha cuidado concienzudamente las imágenes, las metáforas, los diálogos─ combina perfectamente los recursos narrativos con los poéticos. Pese a que lo que narra son escenas habituales de una muy activa vida amorosa, asombra el celo estilístico que Mónica ha puesto en narrar estas menudencias. Hay párrafos donde la autora se concentra pertinazmente en la exaltación artística del detalle, en la descripción morosa de lo aparentemente insignificante. En cierto sentido, Icaza no escribe: dibuja con las palabras. Su narrativa me recuerda las técnicas de los pintores que, con trazos aéreos, saben delinear las sutiles líneas tras las que se filtran los secretos más íntimos del corazón.

Decir que Soto Icaza posee una visión poco convencional sobre el amor y el erotismo también es describir ─y reducir─ sus aportaciones con torpes lugares comunes. Su visión, en realidad, es más fecunda. Con enunciados cortos pero precisos, la autora nos habla en estos cuentos sobre asuntos que logran tocar zonas muy íntimas.

Ya se ha dicho suficiente que todos estos relatos tienen como denominador común el erotismo y que el hilo conductor son los amores transgresores e inconfesados. Pero la escritora no sólo rinde su obra al hedonismo. Hay más. Mucho más. Grab my pussy! puede leerse como un tratado sobre las perversiones sexuales de la época. No se equivocaba Mario Vargas Llosa cuando decía que “no hay gran literatura erótica, lo que hay es erotismo en grandes obras literarias”.

Y aunque en esta obra el tratamiento de lo erótico, más que atrevido, es absolutamente desinhibido, jamás cede a la chabacanería. Por el contrario: cada uno de los relatos de Mónica Soto Icaza son piezas refinadas que caen suavemente sobre la piel del lector como la seda. O dicho en otras palabras: son una caricia voluptuosa, un gusto para almas sibaritas.

La autora nos enseña que siempre hay algo inconfesado ─y bestialmente atractivo─ en los deseos más íntimos. Y lo mejor de todo es que no sólo se ha quedado en una introspección erótica, sino que ha sabido cómo sacar esas reflexiones a la luz. Sospecho que desde hace mucho tiempo la autora ha estado muy conectada con su cuerpo y las múltiples sensaciones y percepciones que la envuelven. Es probable que Soto Icaza coincida con Margaret Atwood cuando, en La mujer comestible, escribió que “lo erótico radica en concederle al acto sexual un decorado, una teatralidad que sirve para añadirle al sexo una dimensión artística al sexo”.

En resumen: no tengo duda de que quien se anime a cursar las procelosas aguas del Grab my pussy! se encontrará inmerso en un mundo literario fértil e inquietante. Estoy persuadido, además, de que el lector de estos relatos ─como me ocurrió a mí─ saldrá con los deseos inflamados.


Texto creado por Ricardo Sevilla a propósito de la presentación del libro Grab my pussy!, cuentos eróticos y algunos relatos de sexo explícito, en la FIL Minería, el 4 de marzo de 2018, en punto de las 12 del día. No me alcanzan las palabras para agradecerle su compañía y su confianza en mis letras.


*Ricardo Sevilla. (Ciudad de México, 1974). Ha sido editor de política, cultura y literatura en el Fondo de Cultura Económica, Excélsior y La Razón en diferentes periodos. También ha sido colaborador de revistas, suplementos culturales y literarios, dentro y fuera de México: Tiempo Libre, La Mosca en La Pared, Quimera (Madrid), La Jornada Semanal, Ovaciones en la Cultura, Novedades en la Cultura, Sábado del periódico Unomásuno y Paréntesis. Ha sido columnista de Arena de Excélsior, del periódico Folha de São Paulo (Brasil) y de la revista La Rabia del Axolotl. En 2001 obtuvo el Premio Internacional de traducción João Guimarães Rosa. Alternativamente, ha sido profesor de español y literatura en varias escuelas y universidades, como el ITAM y la Universidad Iberoamericana, ha sido lector y profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidade Federal de Minas Gerais, en Belo Horizonte, Brasil. Es autor de los libros Según dijo o mintió, Elogio del desvarío, Álbum de fatigas y Pedazos de mí mismo.


Si te interesó el libro puedes adquirirlo en electrónico para Kindle aquí:

O si lo prefieres impreso, está aquí:

Sobre amar la vida… y el erotismo #pensandoenvozalta

Podría escribir sobre los pueblos de mi tierra o sobre bicicletas, hacerle poesía al cambio climático, la inmensidad del océano o la belleza de las nubes… o sangrar con palabras los dolores ajenos para sanar los propios y ser espejo que se multiplique al infinito.

Tal vez lo haga algún día. En esta o en otra vida.

Pero hoy. Hoy prefiero escribir sobre orgasmos, buscar distintas formas de describir el milagro que descubro en otro cuerpo dentro del mío. Quiero nombrar lo innombrable, hablar de lo que pasa debajo de las faldas, entre las piernas, liberar las mariposas de las panzas para enamorarse con la piel, pero también con las neuronas.

Hoy tengo predilección por las aventuras, por las medias rasgadas y los dientes en los pezones. Tengo inclinación por las humedades nuevas, por la expectativa de otras formas y la sorpresa de sabores. Por las diagonales-experimentos-hallazgo de la doble cara de los dedos: uña-piel-corrientes subterráneas.

¿Que el mundo es demasiado terrible para hablar solo de lo bello? ¿Que si uso los sustantivos explícitos para hablar de vaginas, masturbación, penes, orgasmos? ¿Que si mi gusto por aclararle a los hombres cuando solo quiero sexo me hace frívola? ¿Que si prefiero la verdad aunque se confunda con cinismo, a las mentiras piadosas que terminan rompiendo el corazón?

A fin de cuentas he descubierto que escribir el sexo y experimentarlo con abundancia es vivir con libertad.

Taller de erotismo para la creación literaria

Taller de erotismo 7 de febrero 2018

Explora tus sentidos para conectarte de forma más intensa con el mundo en mi delicioso Taller de Erotismo para la Creación Literaria.

La mañana del miércoles 7 de febrero de 2018, de 10 a 14 horas vivirás una experiencia única, de la que te acordarás toda la vida, al mismo tiempo que crearás textos de diversas extensiones basados en distintos estímulos sensoriales que te llevarán a explorar las múltiples facetas de tu creatividad.

En este curso aprenderás a:

  • Caminar por el mundo y relacionarte con él de manera más abierta, haciéndote consciente de los estímulos que te rodean para utilizarlos a tu favor.
  • Descubrir y explotar tu potencial erótico para la creación (y para todo lo demás).
  • Trazar personajes que transmitan al lector sensaciones intensas.
  • Crear textos que provoquen reacciones extremas en el lector.

Es un curso práctico, en el que tendrás la oportunidad de interactuar con tus sentidos de manera muy íntima, utilizando vista, oído, tacto, gusto, olfato y tu sexto sentido para la configuración y perfeccionamiento de tu estilo.

Y la cereza del pastel: te enseñaré a generar textos con métodos de escritura libre e hipnótica.

Garantizo que saldrás del curso con una sonrisa y mil ideas en la cabeza para continuar escribiendo con energía renovada.

Fecha: 7 de febrero de 2018

Hora: 10 a 14 horas

Lugar: Colonia Anzures, CDMX (se proporciona domicilio al momento de la inscripción).

CUPO LIMITADO

Puedes inscribirte aquí, pagando con PayPal:

 

 

Taller de Erotismo para la Creación Literaria

Taller presencial de cuatro horas. Alimentos y bebidas de cortesía. Material incluido.

MX$0,00

¡Nos vemos muy pronto para compartir una mañana inolvidable!