“La infidelidad de Mónica Soto Icaza”, por Ricardo Sevilla

En el último apartado de Libera tus libros, Mónica Soto Icaza recomienda que nos pongamos muy guapetones a la hora de ir a presentar un libro y que, si es en domingo, elijamos que la salutación sea en punto del mediodía. Como me gustan mucho los consejos, aquí estoy, a la hora sugerida, y vestido lo más decentemente que he podido: cual si fuese a conmemorar los quince años de una amiga o sobrina muy querida. Yo sé que no he conseguido hacer gran cosa para subsanar mi fealdad ingénita, pero de eso ya no me culpen: la herencia genética no es algo que se pueda uno sacudir fácilmente.

Pero es mejor dejar a un lado las asimetrías de mi físico y entrar, en corto y por lo derecho, a conversar sobre Grab my pussy!, el más reciente libro de Mónica.

Narradora, poeta, pianista, editora y defensora arriesgada de la autoedición, Soto Icaza  es, por si fuera poco, una mujer que, a la hora de escribir, esgrime un discurso políticamente insolente. Hay que escucharla debatir ─y, en serio, nos divertiremos horrores─ sobre aquellos temas que escuecen los ánimos de las malhumoradas buenas conciencias, de las que ya bien nos alertaba Carlos Fuentes hace 59 años.

Dicen sus comentaristas ─que no son pocos─ que Mónica es una transgresora y una infractora. En efecto, lo es. ¿Pero qué reglas profana, qué estatutos contraviene? De entrada, la ramplona idea de que la literatura debe ser aburridota, ladrillesca y montada sobre un discurso presuntuoso. Y eso hay que celebrarlo. No es fácil encontrar en el actual concierto literario mexicano ─tan lleno de autores pretensiosos y sabelotodos─ a personalidades cuya principal apuesta sea la claridad.

¿Y de qué se trata este libro, por lo demás? ¿Son cuentos eróticos, como se dice? Sí, desde luego. Y no hay forma de equivocarse, el título nos lo dice en tres palabras: Grab my pussy! Basta, simplemente, traducirlo. ¿Y qué será, por otra parte? ¿Una obra pornográfica, erótica, licenciosa?, se preguntará más de un curioso. Sí, también es eso. Pero es más cosas. Pese a que el erotismo y la sensualidad laten en cada una de las briosas descripciones que la autora nos obsequia en estos diecisiete relatos, no estamos hablando sólo de una obra de corte erótico. Afirmar semejante cosa sería reducir drásticamente el resto de sus aportaciones. Aunque no puede negarse que los enredos lúbricos juegan en estas piezas un papel primordial, lo cierto es que aquí también encontramos una enorme ─y nítida─ riqueza verbal.

Alguna vez, en cierto programa de televisión de cuyo nombre no quiero acordarme, escuché a Mónica defender la idea de que el ser humano es por naturaleza polígamo. Haciendo gala de una gran técnica pugilística, se subió a un ring, se puso los guantes, y se dispuso a propinarle una tunda proverbial a cierto contrincante acartonado, arrojándole a la cara una serie de argumentos, como yunques, que tenían que ver con los neurotransmisores ─la oxitocina, la vasopresina, la dopamina y otros conceptos que, por mi habitual distraimiento, no logro recordar. Si como alega Mónica, la infidelidad está dentro de la naturaleza humana, supongo que creerá que la poligamia también existe en la literatura. ¿Pero qué estoy diciendo? ¿Acaso estoy sugiriendo que Mónica le ha sido infiel a la literatura? No, por cierto. Lo que estoy acusando es algo más concreto: Mónica le ha puesto el cuerno a todos y cada uno de los géneros literarios con los que ha tratado. Hay que leer Grab my pussy! para darnos cuenta de que nuestra amiga no ha resistido la tentación de solazarse con todos los géneros que ha podido. Ha coqueteado con la lírica cotidiana, la épica amorosa y el drama pasional. Y no conforme con eso, también ha flirteado con cuanto subgénero le ha salido al paso: la sátira, la epístola y la epopeya, por mencionar sólo a unos cuantos. Y qué bien que lo haya hecho. Los resultados no podrían haber sido más provechosos. Por fortuna, el escritor israelí Amos Oz nos enseñó que las vidriosas ─y estúpidas─ fronteras entre los llamados géneros literarios se desplomaron hace mucho tiempo. ¿Entonces? ─se preguntarán, desesperados y tirándose del cabello los catalogadores─, ¿dónde colocamos este libro? ¿Serán crónicas, relatos escritos con recursos líricos, autoficción? Ellos pueden colocarlo en donde gusten y manden que, en donde sea que se les ocurra implantarlo, cabrá muy bien.

Pero si, aun con todo, alguien me apurara a adjetivarlo, yo diría sin temor a equivocarme que se trata de un libro irónico, irreverente y desfachatado. Y es que otra de las características de Grab my pussy! es su descomedido acento narrativo. Pero tampoco debe creerse que todo es jugar a la insolencia. De hecho, su discurso puede ser cualquier cosa, menos descuidado. Al contrario: todo el entramado prosístico ─e incluso el atmosférico─ está perfectamente vigilado. Su prosa ─que ha cuidado concienzudamente las imágenes, las metáforas, los diálogos─ combina perfectamente los recursos narrativos con los poéticos. Pese a que lo que narra son escenas habituales de una muy activa vida amorosa, asombra el celo estilístico que Mónica ha puesto en narrar estas menudencias. Hay párrafos donde la autora se concentra pertinazmente en la exaltación artística del detalle, en la descripción morosa de lo aparentemente insignificante. En cierto sentido, Icaza no escribe: dibuja con las palabras. Su narrativa me recuerda las técnicas de los pintores que, con trazos aéreos, saben delinear las sutiles líneas tras las que se filtran los secretos más íntimos del corazón.

Decir que Soto Icaza posee una visión poco convencional sobre el amor y el erotismo también es describir ─y reducir─ sus aportaciones con torpes lugares comunes. Su visión, en realidad, es más fecunda. Con enunciados cortos pero precisos, la autora nos habla en estos cuentos sobre asuntos que logran tocar zonas muy íntimas.

Ya se ha dicho suficiente que todos estos relatos tienen como denominador común el erotismo y que el hilo conductor son los amores transgresores e inconfesados. Pero la escritora no sólo rinde su obra al hedonismo. Hay más. Mucho más. Grab my pussy! puede leerse como un tratado sobre las perversiones sexuales de la época. No se equivocaba Mario Vargas Llosa cuando decía que “no hay gran literatura erótica, lo que hay es erotismo en grandes obras literarias”.

Y aunque en esta obra el tratamiento de lo erótico, más que atrevido, es absolutamente desinhibido, jamás cede a la chabacanería. Por el contrario: cada uno de los relatos de Mónica Soto Icaza son piezas refinadas que caen suavemente sobre la piel del lector como la seda. O dicho en otras palabras: son una caricia voluptuosa, un gusto para almas sibaritas.

La autora nos enseña que siempre hay algo inconfesado ─y bestialmente atractivo─ en los deseos más íntimos. Y lo mejor de todo es que no sólo se ha quedado en una introspección erótica, sino que ha sabido cómo sacar esas reflexiones a la luz. Sospecho que desde hace mucho tiempo la autora ha estado muy conectada con su cuerpo y las múltiples sensaciones y percepciones que la envuelven. Es probable que Soto Icaza coincida con Margaret Atwood cuando, en La mujer comestible, escribió que “lo erótico radica en concederle al acto sexual un decorado, una teatralidad que sirve para añadirle al sexo una dimensión artística al sexo”.

En resumen: no tengo duda de que quien se anime a cursar las procelosas aguas del Grab my pussy! se encontrará inmerso en un mundo literario fértil e inquietante. Estoy persuadido, además, de que el lector de estos relatos ─como me ocurrió a mí─ saldrá con los deseos inflamados.


Texto creado por Ricardo Sevilla a propósito de la presentación del libro Grab my pussy!, cuentos eróticos y algunos relatos de sexo explícito, en la FIL Minería, el 4 de marzo de 2018, en punto de las 12 del día. No me alcanzan las palabras para agradecerle su compañía y su confianza en mis letras.


*Ricardo Sevilla. (Ciudad de México, 1974). Ha sido editor de política, cultura y literatura en el Fondo de Cultura Económica, Excélsior y La Razón en diferentes periodos. También ha sido colaborador de revistas, suplementos culturales y literarios, dentro y fuera de México: Tiempo Libre, La Mosca en La Pared, Quimera (Madrid), La Jornada Semanal, Ovaciones en la Cultura, Novedades en la Cultura, Sábado del periódico Unomásuno y Paréntesis. Ha sido columnista de Arena de Excélsior, del periódico Folha de São Paulo (Brasil) y de la revista La Rabia del Axolotl. En 2001 obtuvo el Premio Internacional de traducción João Guimarães Rosa. Alternativamente, ha sido profesor de español y literatura en varias escuelas y universidades, como el ITAM y la Universidad Iberoamericana, ha sido lector y profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidade Federal de Minas Gerais, en Belo Horizonte, Brasil. Es autor de los libros Según dijo o mintió, Elogio del desvarío, Álbum de fatigas y Pedazos de mí mismo.


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