Me autoinvité a la fiesta literaria de mi país. Es más, organicé mi propia fiesta. Me explico. Soy escritora independiente: no solicito becas del gobierno, no pertenezco a grupos artísticos, soy emprendedora cultural, autopublicar mis libros es mi actividad económica principal, por la que pago impuestos y genero trabajo para más personas. ¿Por qué? Como compusiera Candelario Macedo Frías Aréchiga para Paquita La Del Barrio en Tres veces te engañé, “la primera por coraje, la segunda por capricho, la tercera por placer”, aunque en mi caso fue la primera por capricho, la segunda por coraje y la tercera, y subsecuentes, por placer.
Sabía que mi vocación era ser escritora, quería tener un libro y me lo hice. Ignoraba el funcionamiento del mundo editorial, no vengo de familia de intelectuales o políticos, con la tía autora o el abuelo exgobernador, sino de una enfocada en la supervivencia cotidiana, como la mayoría; mi papá había quedado desempleado y un año antes inició su propia empresa, una pequeña fábrica y distribuidora de productos para la construcción, gracias al financiamiento de un ángel que decidió tenerle fe a la experiencia de toda una vida de mi papá en esa área laboral.
¿Me sirvió de ejemplo mi padre, quien empezó a trabajar en esa industria a los veintitantos como vendedor y llegó a director general para ser lanzado al desempleo a los 53 años, después de tres décadas de entregarse a los negocios de otros? Definitivamente. Si él ya había aprendido a la mala y dolorosa que, si tienes la posibilidad de gestar tus metas y no depender de la voluntad ajena, debes hacerlo, ¿por qué no me iba a atrever a fundar mi propio proyecto editorial?
Fundé una editorial independiente y empecé a publicar a otros autores, siempre cuidando de no aceptar financiamiento de gobiernos ni empresas que quisieran coartar la libertad de los contenidos. Quince años trabajé, aprendí, luché, lloré a aguaceros, hasta que decidí dedicarme solo a mis propios libros; el sueño de la editorial independiente era imposible de cumplir con las condiciones de respeto mínimas que yo deseaba para los autores; es muy precario que reciban regalías del 10% del precio de venta al público o que la editorial reserve los derechos patrimoniales de la obra por siete, diez, quince años y se venda el libro o no, esté en exhibición o en una bodega, el autor queda imposibilitado para moverlo por su cuenta. Y yo quería vivir de mi trabajo.
Total, terminé como autora autopublicada y tarde vine a enterarme de que ese es el pecado capital de un escritor con ínfulas de grandeza, porque de inmediato entras en una clasificación de “artista de segunda” que impacta en tu reputación, como si creer en ti y en tu trabajo e invertir en él fuera algo para avergonzarse. Marcel Proust, sin embargo, autopublicó su primera obra, Los placeres y los días; también Margaret Atwood, Edgar Allan Poe y hasta la mismísima Virginia Woolf optaron por tener la iniciativa de hacer sus propios libros.
La concentración de las propuestas literarias en pocas empresas limita la diversidad, los temas de discusión, la calidad de las obras; quienes denuestan a los escritores que no somos publicados por editoriales públicas o privadas se están perdiendo de un enorme fragmento de las expresiones culturales del mundo. Hay una manera distinta de hacer las cosas, una manera que roza la valentía y la imprudencia, pero funciona. Sé que funciona porque lo he demostrado, mi primera novela erótica, Tacones en el armario, ha vendido más de 30 mil ejemplares, he asistido a las ferias de libro más importantes del país con ventas de más de mil ejemplares en días, y aun así por ser independiente me marginan, por ejemplo, los medios de comunicación, porque no existe en mis portadas el nombre de una editorial famosa. Y esa es solo la punta del iceberg.
Hoy quiero decir que los escritores independientes existimos. Existimos creadores que optamos por la libertad y no por condicionamientos para ver nuestro nombre amparado por algún corporativo que avale la calidad que ya tenemos. No soy la única, conozco más de una historia como la mía.
Tengo 21 años dedicándome a este oficio y he visto ir y venir gobiernos de todos los partidos, funcionarios de todos los niveles, promesas rotas de todas las calañas, directores comerciales de editoriales, editores, y aunque ellos van y vienen, las personas como yo seguimos aquí. Por eso hoy, estimado lector, te quiero invitar a mi fiesta.
*Este artículo fue originalmente publicado en el periódico Reforma.
@monicasotoicaza
Mónica Soto Icaza es escritora. Ha publicado varios libros de literatura erótica y defiende la libertad personal de todos los individuos.
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